Autor: Patty
- Vale, cariño nos vemos la semana que viene.
- Vale, mamá. ¿En qué ciudades das los conciertos esta semana?
- En Madrid, Salamanca, Sevilla y Málaga. Pero no te preocupes que te llamaré todas las noches después del trabajo para hablar.
- No es necesario que me llames, sé cuidarme sola.
- ¿Sola tú?, anda, déjate de tonterías y dame un abrazo que el taxi me está esperando ya para ir al aeropuerto.
Ambas se funden en un abrazo fuerte en el salón de casa dónde se encuentra las maletas de Mónica y Edgar, uno de los guardaespaldas de la familia.
- Edgar, te encargas tú de mi hija. Si se mete en líos, apúntamelo en una lista, y a la vuelta, me la pasas. Que vaya a clase puntual, que estudie, que entregue todos los trabajos que tiene que entregar, y haga deporte. No quiero que se desmadre en esta semana que no estoy yo aquí.
- Sí, señora.
- Mamaaaaaaa, te recuerdo que tengo 19 años y no cinco – dijo Nora muy seria.
- Pórtate bien, bicho.
Mónica cogió sus maletas, se subió al taxi y desapareció carretera abajo. Nora estaba muy contenta porque su madre se iba de gira y por un tiempo podría hacer lo que le diera la gana sin que la supervisara nadie. La madre era muy protectora. Cariñosa, pero para ella, la educación de Nora era sin duda lo más importante. Era muy estricta. No le consentía gritos, ni palabrotas, ni gestos obscenos, ni que bajara la guardia en sus estudios, en su trabajo, o en su salud. Quería que su hija estudiara duro, se esforzara al máximo para ser una mujer de éxito en su carrera, al igual que ella lo había conseguido años atrás, y poder llevar una vida cómoda. Pero claro, para eso había que trabajar y ser constante. Nora tenía un defecto importante; una pereza que aparecía siempre que nadie estaba pendiente de ella. Mónica no dudaba en premiarla cuando se lo merecía con viajes caros, ropa, alta tecnología, caprichosos que ella quisiera en ese momento… pero igualmente, cuando su comportamiento no era el adecuado, no dudaba ni un solo momento en castigarla. Normalmente, los castigos consistían en no dejarla salir con sus amigos, privarla de cualquier regalo que le tenía prometido, y en casos extremos en que la hija se había pasado muy mucho de la raya, no dudaba en darle unos buenos azotes. Éstos se ajustaban en función de la edad y la falta. Es decir, que a medida que Nora era mayor, los azotes eran mucho más numerosos y con instrumentos más dolorosos, para que aprendiera bien la lección. La hija odiaba este tipo de castigo porque le parecía muy humillante que a su edad se le castigara de forma semejante, ¡además del dolor! Pero a la madre le daba igual, ya que sabía que esta era una forma muy efectiva de mantenerla controlada. Además, la desnudez no era un tema tabú en su familia, por lo que verle el trasero para disciplinarla no era nada extravagante para ella, aunque su hija opinara diferente.
- Bueno Edgar – se dirigió Nora hacia el guardaespaldas- olvida lo que acaba de decir mi madre. Vamos a hacer un trato. Tómate esta semana de vacaciones, cuando vuelva le decimos que todo ha ido genial, y yo no te delato.
- Jajajaja, ¿estás loca? ¿qué quieres? ¿que tu madre me despida? Además, ni sueñes que me voy a despegar de ti en toda la semana.
- Anda, tírate el rollo. ¿Quién sabe cuándo nos vamos a volver a ver en esta situación? Por fiii. No seas rancioso.
- Nora, háblame con respeto, por favor, no me gusta que me llames así. Ya has escuchado a tu madre, haz todas tus tareas y cumple con tus obligaciones como la mujer que eres ya y no apuntaré nada en la lista. Así que venga, vete a estudiar – dijo muy serio. A pesar de que tenía muy buena relación con Nora, su trabajo era muy importante para él y pensaba cumplirlo a rajatabla, como llevaba haciendo hasta entonces. No se iba a dejar engatusar por la niña.
- Paso. Voy a ver una peli que llevo tiempo queriendo ver, pero que aún no he tenido la oportunidad. Es de dos chicas que se enamoran y follan mucho… ¿Te apuntas? O ¿tienes miedo de empalmarte?... - le dijo en tono burlón sacando la lengua.
- Segundo aviso, Nora, vete a estudiar.
- ¿Hola? ¿Estás sordo? Te he dicho que no me da la gana, que voy a ver una peli, joder. Eres un puto coñazo. Peor que mi madre. Venga, ve a abrir una botella de vino. Ya que me tienes que vigilar, que nos lo pasemos bien.
- Primero, no bebo en horas de trabajo. Y segundo, que sepas que ya no tienes más avisos. No pienso dejarte pasar ni una, así que por tu bien, más vale que te espabiles. – Edgar sabía que tenía que ser estricto con ella, porque en alguna ocasión había sido más blando y Nora había aprovechado ese momento de debilidad para hacer lo que quería y se prometió a si mismo que no iba a volver a pasar.
- Capullo…
- ¿Qué me has llamado?- dijo Edgar en tono autoritario.
- Lo que me has oído.
- Muy bien, de acuerdo, vamos a empezar la lista más pronto de lo que pensaba. Tu madre se va a poner loca de contenta cuando vuelva. Sabes cómo es ella con las faltas de respeto.
- Empieza la lista y date por despedido, Edgar. No… de hecho…, te irás tú, te haré la vida imposible hasta que tengas que dimitir, así que piénsate muy bien lo qué vas a hacer.
- ¿Me estás amenazando, Nora?
- Te estoy educando, tío.
- ¡Esa es mi labor! De acuerdo, vete a ver la película, pero te garantizo que te arrepentirás de ello.
- A ver, no hace falta ponerme a estudiar ahora mismo. El trabajo lo entrego dentro de dos días, así que aún tengo tiempo de sobra. Así, que relájate, hazme el favor.
- …
Esa noche Nora se salió con suya. Vio la película, después encargó comida china para cenar y luego llamó a unas amigas para que vinieran a su casa. Quería un poco de marcha. Empezaron a hacer botellón en casa de Mónica y cuando estaban un poco más achispadas, decidieron llamar a otros amigos para que subieran a casa y pasar un rato divertido. Al final, en la casa se juntaron más de 20 personas bebiendo, con música alta, riéndose a carcajadas… Los vecinos vinieron a quejarse del jaleo, pero Nora no les hizo mucho caso por lo que al poco tuvo que intervenir Edgar, apagando la música y echando a todos de la casa, para evitar una denuncia.
A la mañana siguiente, la casa era un total desastre, lleno de botellas de alcohol vacías y vasos por todos lados, algunos envoltorios de condones tirados por el suelo, bolsas de patatas abiertas… Nora se levantó con una gran resaca y además, tardísimo. Con el tiempo justo para ducharse e irse a clase, ya que entraba a las tres y media de la tarde. Al volver de clase por la noche, se encontró con toda la casa perfectamente recogida y limpia, ya que el chico de la limpieza se había encargado de todo, pero había tenido que trabajar horas extras. Ella se acordó de que aún debía terminar el informe que tenía que entregar, pero no tenía fuerzas para mucho, y tampoco ganas de hacerlo. Así que fue para su habitación y se tiró en su cama. Al par de minutos, Edgar tocó en la puerta, que estaba abierta:
- Buenas noches Nora, ¿cómo llevas el informe que tienes que entregar mañana?
- Déjame en paz.
- Intuyo que no lo has acabado aún...
- No, no lo he terminado aún. Mira, no tengo cuerpo para tus sermones ahora. Me voy a dormir. Mañana me levanto a primera hora y lo hago. Total, tengo hasta las once y media para mandarlo por email.
- No. Ponte a hacerlo ahora, que nunca se sabe lo que puede pasar mañana. Venga, y si estás cansada, te aguantas. No haber montado la fiesta de anoche.
- No me apetece, y ahora no sé ni cómo me llamo. Mañana me levanto a las siete y lo hago, te lo prometo.
- Tú verás lo que haces…
- Que siiiiii, pesado.
A la mañana siguiente no escuchó el despertador y se despertó a las diez y media. ¡Horror! Tenía sólo una hora hacer y entregar el informe. Lo hizo rápido, mal y copiándo algunas partes de una compañera que le había pasado el suyo terminado para comparar ambos. Se sentía mal por ello, pero no le quedaban más opciones por la hora que era.
- Edgar, ya lo he terminado. Me voy que tengo una reunión.
- ¡Buenos días! Que trabajo te cuesta saludar, señorita. Venga, que te llevo a la reunión.
Se subieron al coche, Edgar conducía y le preguntó intrigado:
- Has hecho el informe muy rápido esta mañana, ¿no?
- Sí, estaba inspirada.
- Espero que no hayas hecho trampas.
- Define trampas…
- Nora, eres increíble de verdad. Pasas de tus responsabilidades y encima haces trampas. Pues muy bien, sigue por ese camino que vas muy bien.
- Oye, que no me siento orgullosa, sólo que se me ha ido un poco de las manos. Sólo eso. Espero que me guardes el secreto, porque si mi madre se entera, me mata.
- Si tuviera la oportunidad te mataba yo mismo, que vaya semanita me estás dando, joder.
- Te dije que te la tomaras de vacaciones y no quisiste. ¡Pues ahora a ganarte el sueldo!
- Anoche cuando estabas dormida, llamó tu madre para preguntar por ti. Le dije que estabas durmiendo y le estuve contando tus batallitas de esta semana…
- Joder Edgar, eres un bocazas. ¿Para qué cuentas nada? ¿Y qué te ha dicho? – dijo removiéndose incómoda en su asiento.
- Pues la verdad es que se enfadó mucho. No entiende la actitud de adolescente que estás teniendo, así que ve preparándote para cuando venga, porque te va a caer una buena.
- Eres un tonto y además me caes mal, ¿lo sabías?
- Muy inteligente por tu parte seguir aumentando la lista, Nora.
- Me voy a la reunión, que te diviertas.
- Que tengas un buen día, muchacha.
El día, la verdad es que lo pasó bastante bien. Intentó olvidarse de la conversación que había tenido con Edgar en el coche y centrarse en sus tareas académicas. Cuando llegó a casa por la noche, sonó el teléfono. Era Mónica.
- ¡¡Hola mamá!! ¿Qué tal todo? ¿Me estás echando de menos?
- Hola, cielo. Todo genial, claro que te estoy echando de menos, siempre lo hago. Pero llamaba por otro tema.
- ¿Qué pasó? – Nora hizo esta pregunta con un hilo de voz temblorosa, y además cruzó los dedos para que el tema del que quería hablar no fuera el de su comportamiento.
- Anoche te llamé y estabas dormida, así que hablé con Edgar y me contó la semana tan “estupenda” que llevas.
- Mamá, Edgar es un exagerado, no hagas caso de lo que te cuenta. Venga, cuéntame qué tal va la gira.
- Señorita, no me cambies de tema. En cuanto vuelva, vamos a tener una conversación muy seria tú y yo. Y más te vale que no sea verdad todo lo que me ha contado, porque de lo contrario, vas a estar un mes sin poder sentarte. ¿Me he explicado clarito?- dijo Mónica de forma muy autoritaria.
- Pero mamá…
- ¿Te has enterado o no?
- Si, señora, todo muy claro.
- Vale, pues aprovecho para decirte que mi último concierto se ha cancelado porque tenemos a la mitad de los bailarines enfermos, así que mañana por la tarde me tienes allí.
- ¡Qué pronto! Vale, pues nos vemos mañana. Yo mañana también puede que salga un poco antes de las clases, así que nos vemos en casa.
- Muy bien, nos vemos mañana. Un beso, te quiero, cielo.
- Te quiero, mamá.
Después de colgar, Nora supo que estaba metida realmente en problemas. Se había pasado de la raya y encima su madre vendría al día siguiente. Estúpido Edgar, ahora tenía que ingeniárselas para que mañana no contara absolutamente todo lo que había pasado esta semana, incluyendo lo del informe.
- Edgar, ¿puedes venir un momento, por favor?
- Sí, claro, dime.
- Quería disculparme por mi actitud de esta semana. No sé qué me ha pasado. Sabes que no soy así, perdóname no volverá a ocurrir. Pide lo que quieras y te compensaré. -esta disculpa era totalmente falsa, pero tenía que ablandarlo de alguna manera, así que se le ocurrió ésta.
- Tranquila, no es necesario que me pidas perdón ahora, ya mañana con tu madre aquí, y cuando se ajusten las cuentas, ya me lo pedirás. ¿Quieres algo más?
- Vaaaaa, no seas así, ¿qué quieres a cambio? – se levantó del sofá, se puso bien el pelo, se reajustó los pechos dentro del sujetador y se plantó justo delante de él, pasándose la lengua por los labios- Te hago una felación si rompes la lista.
- Jajajaja, no sabía que le tuvieras tanto miedo a tu madre. Lo siento, pero mi respuesta es no. De hecho, si te soy sincero disfrutaré con el castigo, porque lo tienes bien merecido.
- ¡Mira que eres cruel y malvado! ¿No te doy pena o qué?- preguntó Nora poniendo morritos.
- Ninguna- contestó Edgar fríamente.
Nora dio media vuelta y desapareció de la habitación dejando a Edgar allí solo. Se le pasaron mil ideas por la cabeza para intentar escapar del inminente castigo, pero todas las opciones eran simplemente absurdas. Así que cenó algo rápido y se fue a dormir, que al día siguiente le esperaría un día duro.
A la mañana siguiente se levantó temprano, estuvo estudiando y se fue a la playa a correr un rato, necesitaba despejar todos esos nervios que le estaban matando. Después se fue a clase y cuando volvió a casa, se dio una ducha rápida y se puso su pijama favorito de Snoopy. Mientras hablaba con una amiga por whatsapp no dejaba de mirar por la ventana, esperando histérica que llegase su madre en el coche familiar, ya que Edgar había ido a recogerla al aeropuerto. De repente, vio aparcar el coche y a su madre saliendo de él con las maletas. Respiró profundamente 5 veces para calmarse y bajó a saludarla.
- ¡Hola mamá! ¿Qué tal el viaje?- le preguntó Nora mientras le daba un abrazo, al cual la madre se lo devolvió de forma fría.
- Bien.
- ¿Has cenado en el avión?.
- Sí.
- … - joder que seria viene mamá.
- Además durante el camino en coche he hablado con Edgar sobre ti. Voy a subir a darme una ducha y en cuanto baje, te quiero en el salón esperándome, que tenemos una charla pendiente- sentenció Mónica.
- ¿No podemos hablar mañana mejor? Vendrás cansada del viaje y además mañana es sábado y estamos las dos de descanso… - dijo Nora intentando prorrogar la sentencia.
- No. Será esta noche.
Mónica subió las escaleras con su bolso y a los pocos minutos se escucharon los grifos de la ducha. Nora aprovechó el ruido de la ducha para acercarse a Edgar y hablar con él.
- ¿Qué le has contado si puede saberse? Que no veas el cabreo que trae.
- Le he dado la lista de tu maravilloso comportamiento de esta semana y la ha estado leyendo en el coche, sólo eso.
- Ya te vale, ésta no te la perdono, que lo sepas- miró con cara de odio a Edgar. Este le respondió con una sonrisa, ya que sabía que por fin había llegado el momento de darle el merecido a la niña malcriada.
A los veinte minutos apareció la madre en el salón, aparentemente un poco más calmada y con la lista en la mano. Cerró la puerta tras de sí, quedándose madre e hija solas. A Nora se le volvió a encoger en un nudo el estómago. La cosa no pintaba nada bien. Mónica se sentó en una silla del salón al lado de la mesa y llamó a su hija para que se sentara a su lado.
- Nora, ¿ésta lista es verdad?- le dijo la madre muy seria.
- ¿Qué lista, mamá?
- Te lo advierto, no estoy para bromas ni para que me vaciles. Contéstame.
- Mamá, no tengo ni idea de lo que pone en esa lista, déjame que la vea.
- No, no te preocupes, que ya te la leo yo. Presta atención:
- Insultar, amenazar y faltar el respeto a Edgar en reiteradas ocasiones.
- Hacer una fiesta en casa sin permiso, molestando a los vecinos, los cuales han estado a punto de denunciarnos, y además haciendo trabajar más al personal de limpieza.
- No hacer deporte.
- No estudiar todos los días.
- Copiar el informe que tenías que entregar de una compañera en lugar de entregar el tuyo propio por falta de tiempo, por la desorganización.
- ¡Qué exagerada está esa lista!- maldito cabrón pensó, no se ha dejado ni una.
- ¿Me estás diciendo que es mentira lo que pone aquí? ¿Qué Edgar me está mintiendo? Te recuerdo que no te conviene mentir.
- A ver, sí y no… yo no le he faltado el respeto a nadie y lo de los vecinos es que son unos exagerados. Tampoco hacíamos tanto ruido… - intentaba excusarse como podía pero tenía pocos argumentos para rebatir, ya que Mónica la ponía nerviosa, porque la miraba fijamente a los ojos para saber si su hija mentía.
- Vale, vamos a llamar al personal y le vamos a preguntar… más te vale que me estés diciendo la verdad.
- No, no. No es necesario que llames a nadie. – al llamar al personal podía suponer que ellos presenciarían el castigo y se moriría de la vergüenza. -Vale, puede que me haya pasado un poquito con Edgar, pero es que ha sido muy pesado, no me dejaba ni respirar y necesitaba un poco mi espacio.
- ESE NO ES MOTIVO PARA INSULTAR, AMENAZAR, NI FALTAR AL RESPETO A NADIE. MÍRAME A LA CARA CUANDO TE HABLO. ¡ADEMÁS PARA ESO LE PAGO! PARA QUE SEA TU SOMBRA Y TE VIGILE. DESDE LUEGO NO ESPERABA ESTO DE TI. NO TE HE EDUCADO YO ASÍ. SIEMPRE TE HE INTENTANDO INFUNDIR EL RESPETO Y LA BONDAD HACÍA LOS DEMÁS. SABES QUE ODIO LAS PALABROTAS Y MENOS SI SON PARA INSULTAR A ALGUIEN.
- Ya lo sé, lo siento… -dijo cabizbaja.
- ¡CÁLLATE, QUE AÚN NO HE TERMINADO! A ver qué más dice la dichosa lista… Ah sí, lo de la fiesta. Que sepas que las horas extras que tuvo que trabajar el personal ese día para limpiarlo todo, va a salir directamente de tu bolsillo, ¿entendido?. Y a pesar de que has tenido muchísima suerte y los vecinos no nos han denunciado, mañana a primera hora, quiero que te presentes en su casa con una cesta de fruta en la mano para que se la des y te disculpas con ellos. No me puedo creer que no te hayan denunciado. Además, fuiste muy egoísta ahí ¿NO HAS PENSADO QUE REPERCUSIÓN MEDIÁTICA PUEDE TENER SOBRE MI CARRERA SI NOS LLEGA UNA CITACIÓN DEL JUZGADO? – Mónica dio una palmada en la mesa haciéndose notar su evidente enfado.
- … - no se atrevía a contestar después del grito de antes.
- Contéstame. ¿Es que acaso no te has parado a pensar en las consecuencias?
- No.
- Me parece genial, muy bonito todo. Pero no te preocupes que las consecuencias las vas a sufrir bien pronto, para que no vuelva a repetirse nada semejante.
- Lo siento…
- Más lo vas a sentir luego. Sigo con la lista. No hacer deporte. Me prometiste que todos los días harías por lo menos media hora de ejercicio porque te lo recomendó el médico y esto también te lo has saltado a la torera.
- Ese no es del todo verdad, hoy me he ido a correr a la playa.
- Y el resto de días te lo has pasado por el forro, señorita. Bueno, continúo. No estudiar todos los días ni hacer los deberes, obligándote a entregar uno copiado de una compañera. Explícame este YA, antes de que te estrangule.
- A ver, ese está muy exagerado. Si que he estudiado… bueno vale, sólo desde que me llamaste por teléfono ayer, pero es que quería aprovechar y descansar un poco. Tampoco es para ponerse así… Y con respecto al informe, pensé que me daría tiempo, pero en la fiesta bebí, y tuve resaca todo el día… Cuando llegué a casa sólo quería dormir, y a la mañana siguiente, cuando iba a hacerlo, no escuché el despertador… Y claro, tenía que entregarlo, así que eché mano para inspirarme de otro informe. Pero te juro que no lo copié entero, sólo unos cuantos apartados en los que tenía dudas…
- QUE VERGÜENZA. Estás cursando unos estudios muy importantes que te van a servir para tu carrera profesional, y pasas del tema. Yo no te he educado así. ¿Qué te digo siempre? Que tienes que esforzarte al máximo para triunfar en la vida. Copiando y haciendo el vago no vas a ninguna parte.
- Mamá, no estoy orgullosa de esto. Es cierto que me descuidé un poco, pero te prometo que no volverá a pasar.
- Vale, eso espero. Que sepas que no te vas a ir de rositas. Este castigo me duele más a mí que a ti, pero bajo ningún concepto quiero que se vuelva a repetir nada semejante. Te dije que si todo esto era cierto, no te ibas a poder sentar en un mes, pues tú lo has querido. EDGAR, pasa un momento por favor.
- Dígame señora, ¿qué necesita?
- Si eres tan amable, tráeme de mi habitación el cepillo de madera, el cinturón y la vara, por favor. Voy a enseñarle a mi hija modales y algunos valores.
- Sí, señora, enseguida vuelvo.
- No, mamá, por favor, espera, vamos a negociar. Sé que la he liado un poco, pero por favor, déjame compensarte con otras cosas. Pídeme lo que quieras pero no me castigues- suplicó Nora.
- Habértelo pensado dos veces antes de actuar, ahora atente a las consecuencias, señorita.
Mónica se levantó de su asiento y se dirigió al sofá de dos plazas que tenían en el salón. Le hizo un gesto con la mano, indicándole que se acercara a ella hasta el sofá, pero Nora no se movía.
- Ven aquí inmediatamente.
- No, que me pegas- contestó Nora desafiante.
- Si voy a tener que ir a buscarte yo, va a ser mucho peor. Cuento hasta tres. Uno, dos, y…
- Es que no quierooooo. Ya soy muy mayor para este tipo de castigos.
- ¡Tres! Muy bien, será por las malas entonces.
Mónica se acercó con paso decidido hasta Nora, se quitó la zapatilla de andar por casa y le propinó a Nora unos quince zapatillazos fuertes en el trasero y alguno en las piernas, le cogió de una oreja y la dirigió hasta el sofá.
- Ayyyyy, mamá, suéltame joder, que me haces daño.
La madre se sentó en el sofá y de un tirón de un brazo puso a su hija boca abajo en sus rodillas. En ese momento apareció Edgar con todo el instrumental.
- Mónica, ¿dónde lo pongo? – preguntó Edgar.
- Dame el cepillo y el resto déjalo encima de la mesa. Gracias Edgar.
Edgar hizo el ademán de irse fuera del salón, cuando Mónica le dijo:
- Por favor, Edgar, quédate, no te marches. Quiero que presencies el castigo de mi hija. Al fin y al cabo tú eres el que la ha tenido que aguantar en esta semana de rebeldía que ha tenido, y quiero que estés aquí para que veas que no le pienso consentir todo eso.
- No, mamá, por favor, que él no esté aquí- dijo Nora en tono de súplica e intentando levantarse de las rodillas de su madre. Pero ella, firmemente, la volvió a colocar en su sitio.
- ¿Te molesta que esté aquí? Pues habértelo pensando dos veces antes de insultarle, faltarle al respeto y amenazarle. Que esa actitud no se la merece nadie y menos Edgar, que lleva tantos años con nosotras y es un trabajador ejemplar.
- Gracias, señora. Me quedaré aquí- dijo Edgar sonriente.
- Bueno, pues lista o no, empezamos- sentenció Mónica.
La volvió a recolocar bien entre sus rodillas y el brazo del sofá para que ambas estuvieran cómodas y comenzó el castigo.
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- Mamaaaaa, más flojo que me haces daño – imploró la hija.
- Uyyy, pues prepárate porque aún ni hemos empezado.
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En ese momento, la madre le bajó de un tirón el pantalón del pijama y continuó azotando con fuerza. Sólo se veían las braguitas blancas, y alrededor de ellas se podían adivinar unas zonas enrojecidas fruto de la azotaina bien merecida.
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- ¡Delante de Edgar no, mamá! Que se va a empalmar – dijo Nora entre quejidos y risas.
- Aaah, veo que tienes ganas de bromas aún. Vale, pues las bragas se quedan bajadas.
- Joder mamá. Que estaba bromeando. Pero vaya espectáculo que le estás dando, ¿qué va a pensar de ti?
- Por mi no hay ningún problema, lo que estoy pensando es que ojalá pudiera dártelo yo, porque me ha sentado muy mal tu actitud esta semana- se aventuró a decir Edgar.
- ¿Ves? Piensa que estoy haciendo lo correcto. Y no digas joder- y Mónica le dio 5 azotes fuertes en la misma nalga para que notara bien el dolor.
- Auuuuuuchhh, vale, vale, ya lo pillo.
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- Vale mamá, ya he aprendido la lecciooooonnn, suéltame, por fiiiiiii- decía esto mientras pataleaba del dolor.
- Ni hablar.
PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS. De repente paró en seco y Nora fue a tocarse el culo. Se lo noto muy caliente además de dolorido.
- Vale, ahora toca el turno del cepillo, que me duele ya la mano de castigarte.
- Ejem… creo que yo estoy un poquito peor que tú, mamá.
- ¿Y no te lo mereces?- preguntó Mónica.
- ¿Yo? Qué va. Me parece todo una exageración- vaciló Nora.
- Muy bien, veo que aún no está calando el mensaje. A ver si el cepillo nos hace reflexionar un poquito más.
PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS,
- Ayyyyyyy, ayyy, ayyy- se quejaba Nora
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- Auch, ayyyyy, no tan rápido ni tan fuerteeeeee.
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- Mamá, paraaaaaa, déjame iiiiir… auchhhh, que duele muchísimooooo- se quejaba Nora mientras la madre seguía castigando con una pauta fija. Alternaba distintos cachetes, pero en alguna ocasión golpeaba el mismo varias veces. Golpeaba fuerte y además bastante rápido por lo que no le daba tiempo recuperarse del azote anterior cuando ya le había propinado el siguiente.
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- Levántate, que vamos al rincón – ordenó Mónica.
Nora se levantó con cuidado, tenía el trasero muy rojo y no sólo eso, su cara también estaba del mismo color, además de que expresaba dolor. Su madre se levantó también del sofá, la cogió de la mano y la llevó hasta el rincón. Edgar no perdía detalle de la escena, en la que la chica malcriada estaba dolorida y con los pantalones del pijama y las bragas por los tobillos, de los pataleos. Cabe decir que le parecía una imagen graciosa y él estaba disfrutando con todo esto.
- Ni se te ocurra tocarte el culo o no te doy tiempo de descanso. Mientras estás aquí, quiero que vuelvas a pensar en lo que te he preguntado hace un rato: ¿te mereces este castigo, si o no? ¿Entendido?
Nora se quedó en silencio, por lo que la madre le dio un azote más en el trasero. Dio un salto y contestó:
- ¡Ayyy! Sí, señora.
Mónica se dirigió hacia dónde estaba Edgar para hablar con él. Habló muy bajo para que Nora no se enterara y le preguntó si le gustaría participar en el castigo. Que lo había estado pensando y sería justo, puesto que había sufrido amenazas por parte de su hija y quería darle una lección para que no se le ocurriera volver a hacerlo. Edgar, aceptó encantado. Después, ambos se dirigieron hacia la cocina y se prepararon un café calentito mientras Nora seguía en el rincón con el culo rojo al aire. Acto seguido, se dirigió a la cadena de música y puso el cd de María Callas, el favorito de madre e hija.
- Muy bien cariño, ven, que vamos a volver a hablar.
Nora se dio media vuelta y se fue andando hasta su madre, que estaba sentada en una silla de la mesa del salón con la vara y el cinturón encima de ésta. Por el camino iba tapándose con la mano sus genitales.
- Dime mamá- dijo en tono más calmado.
- ¿Has llegado a alguna conclusión ya? – preguntó Mónica después de darle un sorbo a su café.
- Sí, claro. A dos conclusiones. La primera de ellas es que a mí también me apetece un café… - en ese momento la madre le lanzó una mirada fulminante, dándole a entender que no siguiera por ahí- vale, y la segunda es que sí, tienes razón, me merezco el castigo. He hecho cosas impropias de mí esta semana. Lo siento mucho.
- Vale, mucho mejor. He pensado que las faltas más graves que has cometido ha sido faltarle el respeto a Edgar, insultarle y amenazarle, junto con lo del informe, así que he decidido que los dos instrumentos que quedan, el cinturón y la vara nos lo vamos a repartir.
- ¿Qué quieres decir?- se puso blanca en ese momento.
- Te voy a dar setenta y cinco azotes con el cinturón para que ni se te ocurra volver a repetir el incidente del informe. Y Edgar te va a propinar cincuenta azotes con la vara, para que recuerdes que debes portarte como una mujer bien educada.
- Pero mamá…. ¿Él?....- titubeó Nora.
- Perdona, aún no he terminado. Sí, te los va a dar él y además de este castigo, durante una semana, todas las noches después de cenar, recibirás un recordatorio.
- ¿Quéeeee? ¿Una semana? ¿Estamos locos o qué? ¡Me parece súper injusto! – dijo cruzándose de brazos, olvidándose de que en ese momento se le quedó al aire la vagina. Aunque acto seguido, notó el frescor y volvió a taparla con las manos.
- Recibirás veinte azotes con el cepillo el día que esté yo y diez azotes con la regla cuando te los dé Edgar. Y después de eso, te pondrás a estudiar- dijo Mónica impasible mientras seguía tomándose su café.
- ¡ME NIEGO! No lo acepto porque no me parece bien- dijo Nora enfurecida.
- Muy bien, en lugar de veinte con el cepillo y diez con la regla, serán cuarenta y veinte. ¿Alguna protesta más?
- ….- Nora fue a hablar, pero en ese momento se mordió la lengua y se calló.
- Vale, pues continuemos con el castigo. Quítate los pantalones y las braguitas, apoya las manos en la mesa y el culo lo quiero ver bien alto, cariño. Es el turno del cinturón.
La hija tenía los ojos llenos de rabia, pero no se atrevió a hablar porque podía aumentar su castigo. Apoyó las manos en la mesa como su madre le había ordenado, esperando el primer golpe en su ya enrojecido trasero. Mónica, con mucha tranquilidad cogió el cinturón, lo dobló en dos, apoyó una mano en la espalda de su hija, cogió impulso y empezaron los azotes.
PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF…
- Auuuuuuch- Edgar podía ver la cara de dolor de Nora con cada azote. Estos caían sin prisa pero sin pausa.
PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF. Nora pataleaba en el suelo de impotencia.
- Mamá, perdóname por favor, de verdad, que ya he captado el mensaje. ¡Duele mucho!- dijo Nora, con la respiración entrecortada poniendo la mano en el trasero para que Mónica parase el castigo.
- La idea es que duela. Quita la mano de ahí- dijo de forma autoritaria.
- No… por favor- miró la chica a su madre con ojos suplicantes.
- Vale, ese azote se repite y no vale. Quita la mano de ahí, YA.
En ese momento Nora quitó la mano de su trasero pero dio una fuerte patada en el suelo como señal de protesta. A lo que la madre sin pensárselo dos veces, soltó el cinturón encima de la mesa, cogió la vara y le propinó 5 azotes fuertes y rápidos al tiempo que le dijo:
- ¡Menos genio, señorita! Mírame- Nora le devolvió la mirada con los ojos llorosos- Si te duele, te aguantas. Haber pensado mejor tus actos. Ahora aguántalos como una mujer.
PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFF, PLAFFF y en el último azote, cogió más impulso y cayó con mucha más fuerza que los anteriores: PLAFFFFFFFFFFFFFFFFF.
- Levántate, Nora. Ahora te vas a ir al rincón de nuevo mientras me termino de tomar el café. Lo dicho, ni se te ocurra tocarte el trasero o empiezo desde cero con el cinturón.
- Sí, mamá.
La escena era digna de mención. Por un lado estaba la madre, Mónica, sentada en el sofá con Edgar, tomando ambos un café, muy tranquilos. Mientras de fondo se seguía escuchando a María Callas cantando Madame Butterfly. Por otro lado, a Nora, en un rincón, desnuda de cintura para abajo, con el culo muy rojo y con las marcas moradas del cinturón. En el rincón además se podía escuchar cómo la chica intentaba normalizar su respiración agitada además de estar sudando un poco. Quince minutos más tarde, la madre se levantó para llevar la taza vacía de café a la cocina y volvió a llamar a su hija.
- Muy bien Nora, terminemos con esto ya. Edgar, coge la vara, por favor- ordenó Mónica- Cariño, ponte con el estómago pegado en la mesa, la espalda bien arqueada, las piernas un poco separadas y de puntillas para que esté el trasero bien alto.
- Mamá, antes de continuar, me gustaría decir que de verdad, lo siento muchísimo. Sé que lo merezco y puedes estar tranquila que no volverá a suceder más- le dijo mirando fijamente a los ojos a su madre.
- No sabes cuánto me alegro, cielo. Ahora, por favor, haz lo que te he pedido. Serán cincuenta azotes. Ponte en posición.
Siguió a rajatabla todas las indicaciones, ya que no quería fallar en nada, puesto que el culo le dolía mucho, y la vara era el peor instrumento de todos. Te quema la piel con los azotes y deja marcas muy feas. Era un dolor totalmente diferente a otros. Había tenido la ocasión de probarla el año anterior y recordaba ese castigo como uno de los peores que había padecido nunca. Edgar, cogió la vara, calculó y tomó distancia. Y sin más dilación comenzó el castigo como su jefa le había pedido.
ZASSSSSSSS
- Uffffffffffffffffffff.
ZASSSSSSSSS, ZASSSSSSSSS, ZASSSSSSSSS. Se tomaba su tiempo entre azote y azote. Parecía estar disfrutando de la escena.
ZASSSSSSSSS, ZASSSSSSSSS, ZASSSSSSSSS, ZASSSSSSSSS. ZASSSSSSSSS, ZASSSSSSSSS.
- Para por favor, que no puedo soportar el dolor- suplicó Nora con los ojos vidriosos.
- Mira, vamos a hacer una cosa Edgar, le darás tandas de diez azotes rápidos y después de cada tanda, podrá descansar un par de minutos para que pueda recomponerse. Nora, tienes que aguantar las tandas de diez sin levantarte como acabas de hacer ahora. Si te levantas o pones la mano para evitar el azote, además de que ese no se cuenta, te cogeré yo misma de las manos para que no te muevas.
- Como usted diga, señora.
- Venga, cielo, vuelve a tu posición. Recuerda que tienes que estar de puntillas.
Nora volvió a su posición, a pesar de que en su trasero ya se podían distinguir perfectamente las marcas violáceas de la vara. Lo único que deseaba es que terminara ya toda esa agonía. Respiró profundamente, esperando a que llegara de nuevo el azote.
ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS. De repente se levantó, con las lágrimas saltadas y dijo que no podía aguantarlos.
- Muy bien. Edgar, este último azote no ha valido, dale los tres que quedan de esta tanda, que descanse, y para las siguientes yo la sujeto.
ZASSS, ZASSS, ZASSSS. Le dejó descansar un par de minutos. Y enseguida volvió a la posición inicial, pero esta vez, Mónica se puso al otro lado de la mesa de manera que podía coger las manos a su hija, y ver su cara.
ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS. La madre tuvo que sujetarle bien fuerte de las manos para que no se levantara y pudo ver como caían por su rostro las lágrimas de humillación y dolor. Volvió a descansar. Su trasero era una agonía, le dolía muchísimo y estaba arrepentida de verdad de haberse portado así.
ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS.
- Venga, cariño que es tu última tanda y terminamos- le animó la madre.
- No puedo más, de verdad. Perdóname esta última, por favor, te lo suplico.
- Lo siento, pero mi respuesta es no. No quiero que se vuelva a repetir lo que hiciste nunca más.
- Pero mamá, TE JURO que no volverá a suceder- le suplicó con los ojos rojos y su rostro lleno de lágrimas.
- Edgar, vamos por la última, por favor.
Adoptó la posición, la madre volvió a agarrar fuertemente sus manos y la miró fijamente a los ojos. Le dolía ver a su hija en esta tesitura, pero más le dolía la actitud que había tenido, llegando incluso a amenazar a Edgar. Ese tipo de comportamientos no se toleraban en su casa.
ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSSSSSSS.
Finalmente, terminaron los últimos azotes. Le soltó las manos. La hija no paraba de llorar. La madre se le acercó y le dio un abrazo que duró varios minutos. Mónica, intentó consolarla, acariciándole el pelo.
- Lo siento muchísimo, mamá. Me he comportado como una cría. Siento en el alma haberte defraudado. ¿Podrás perdonarme?- dijo entre lágrimas, aunque casi ni se la entendía, porque tenía la voz entrecortada por el llanto.
- Shhhhhhhhh, venga, mi niña, cálmate, ya pasó todo. Venga, ve al cuarto de baño a lavarte la cara y luego a tu habitación. En un rato me paso y hablamos.
- Vale, snifff, snifff.
Recogió sus pantalones y sus braguitas y se dirigió al cuarto de baño. Allí se miró al espejo y vio su trasero. Era una auténtica pena. Muy hinchado, lleno de marcas muy moradas, se podía ver perfectamente el camino que habían recorrido el cinturón y la vara. Se lo tocó suavemente con la mano y le dolía una barbaridad. Se lavó la cara, se sonó los mocos, se cambió el pijama y se puso un camisón que casi no le cubría el trasero y se tumbó en su cama bocabajo. Intentó calmarse un poco, respirando profundamente y se puso a pensar en todo lo que había pasado y porqué había llegado a esta situación. A los 20 minutos, pegó su madre en la puerta de la habitación y entró. Venía con un bote de crema hidratante y con un cola cao calentito.
- Toma cariño, te he traído un cola-cao porque es muy tarde ya para tomar café. ¿Cómo te encuentras? ¿Estás más calmada ya?
- Gracias, mamá, eres la mejor. Pues la verdad que me siento mal, muy mal. Si permites que lo diga, he sido una gilipollas. Edgar, estaba el pobre haciendo su trabajo y yo he intentado sabotearlo, además lo de la fiesta, que se me fue un poco de las manos… Debí haber cortado antes para no molestar a nadie, pero me dejé llevar, porque además estaba muy borracha. Y lo del informe, ha sido un poco la consecuencia de la fiesta. En ese momento me vi sin más recursos, y por eso lo hice. Ahora comprendo que no debí haberlo hecho. Tú estás luchando para que tenga una buena formación y sea alguien importante en mi campo el día de mañana y yo te pago haciendo trampas…. Encima no he hecho ni si quiera deporte, aún sabiendo que es bueno para mi salud… De verdad, no sabes lo arrepentida que estoy. Sólo espero que me puedas perdonar… y Edgar también- le soltó toda esta parrafada sin mirarla a la cara de la vergüenza tan grande que sentía.
- Cariño, mírame- le dijo mientras le cogía de la barbilla para que la mirase- Por mi parte ya estás perdonada. Sé que eres joven y tienes ganas de hacer mil cosas y muchas de ellas no son las correctas. Yo también he sido joven, pero si no hubiera sido porque la abuela que me ató en corto, hoy no viviríamos así, con todas las comodidades que tenemos. Vivimos en un mundo muy difícil y competitivo. Por eso, quiero que te esfuerces al máximo, sin olvidar nunca ser buena persona, respetando a todos los que te rodean. Odio tener que castigarte y verte así, pero es la única manera que tengo de que te centres y volver a orientarte. Venga, para que veas que vengo en son de paz, termina de tomarte el cola cao, que te voy a poner un poco de crema, que… ¡vaya marcas tienes!
- Gracias mamá por estar pendiente de mí, y gracias por el castigo. A pesar de que ha dolido muchísimo, era muy merecido.
- De nada. Con respecto a Edgar, deberías disculparte con él también- sugirió la madre.
- Por supuesto, lo tenía pensado. El pobre que ha tenido hasta que castigarme y todo. Vaya trabajo más surrealista tiene.
- Jajajaja, no te creas que lo ha pasado muy mal tampoco. Te tenía muchas ganas y estoy segura de que ha disfrutado haciéndolo. Venga, anda, súbete el pijama que te eche crema- le dijo la madre mientras abría el tarro.
Se la untó muy despacio, con mucho cuidado y cariño, porque las marcas aún eran muy recientes, y notaba a su hija estremecerse de dolor cuando pasaba por algunas zonas. A pesar del dolor, la crema hidratante era muy reconfortante. Sobre todo porque se la estaba poniendo su madre, que además la había perdonado ya. A los quince minutos, cerró el bote, y la hija estaba medio dormida en la cama. La madre le dio un suave azote en el trasero para despertarla y le dijo:
- Cariño, ya he terminado. ¿Bajas a hablar con Edgar?
- Sí, voy ahora. Gracias, mamá, ¡qué manos tienes! ¡Te quiero!
- No hay de qué, bicho. Yo también te quiero.
Se levantó de un salto, le dio un beso a su madre y se fue escaleras abajo, aunque frotándose el culo.
- Edgar, ¿puedo hablar contigo?
- Sí, claro, dime, ¿qué quieres?
- Quería pedirte perdón, pero esta vez de corazón, no como el otro día, que era para intentar librarme del castigo… He sido una gilipollas y te he puesto a prueba y no lo mereces. ¿Podrás perdonarme?
- Siempre y cuando me prometas que no me vas a faltar nunca más.
- ¡Te lo juro!- dijo levantando la mano, en señal de juramento.
- Vale, entonces sí. Estás perdonada- dijo con una sonrisa. En el fondo era un buenazo. Sabía que no era mala chica, aunque a veces se descarrilaba un poco. Estaba contento de poder contribuir en su educación.
- ¿Puedo darte un abrazo? – preguntó Nora con una sonrisa picarona en la cara.
- Bueeeeeeno, si insistes jajaja.
Ambos se abrazaron y ella se sintió feliz porque ya estaba todo solucionado… o casi solucionado. La madre se había percatado de todo y cuando terminaron de abrazarse, apareció en la escena.
- Bueno, cariño, como ves, ambos te hemos perdonado, pero sabes que tu castigo aún no está terminado. A partir de mañana, quiero que seas súper responsable y cumplas con todas tus obligaciones. Además, durante los próximos siete días, después de cenar, buscarás el cepillo o la regla y te irás a tu habitación. Si esa noche estoy yo, me esperarás en tu habitación con el pantalón y las braguitas bajadas y con el cepillo encima de la cama. Si esa noche yo no estoy en casa, Edgar se encargará, pero en lugar de buscarle el cepillo, le pondrás encima de la cama la regla. Después del castigo, te irás a estudiar dos horas, y luego él o yo iremos a comprobar si es verdad que has estudiado. Finalmente, te irás a lavar los dientes y a dormir. ¿Alguna pregunta?
- Pero mamá… ya he aprendido la lección…- dijo casi en un hilo de voz.
- Quiero asegurarme de que no se te olvida rápido. Venga, y ahora a dormir. Buenas noches, cielo.
Se fue a la cama y se durmió enseguida, boca abajo, por supuesto, y desnuda para que nada le rozara el trasero. Los nervios, el cansancio y el dolor, ayudaron bastante a que se durmiera bien rápido. Al día siguiente, se levantó con el culo aún hinchado y dolorido. Se duchó, se vistió y bajó a desayunar. Ese día no había planes, así que se puso la ropa con los pantalones más anchos que tenía para que no le rozaran, y no se puso ropa interior. Entró en la cocina y allí estaba su madre con una taza de café en la mano.
- Buenos días, cielo. ¿Cómo has dormido?- le dijo mientras le daba un beso a su hija en la mejilla.
- Buenos díaaaassss. Demasiado bien, no me quería levantar pero tengo obligaciones que hacer, así que me he levantado del tirón. ¿Y tú?
- Yo muy bien. ¿Qué tal van esas marcas? A ver, déjame que las vea.
Se desabrochó el pantalón y se lo bajó un poco más arriba de las rodillas para que la madre lo pudiera ver.
- Uffff, tienen mala pinta. Está muy morado y un poco hinchado todavía. Después de desayunar, te pondré un poco más de crema- le dijo la madre mientras le pasaba la mano por el trasero.
- Vale. Yo si no te importa, voy a desayunar de pie…
- Jajaja, claro, sin problemas. Pobrecita mi niña, que se porta como una gamberra de vez en cuando. Menos mal que ahí está su madre para corregirla.
- Si… seguro que soy la envidia de mis amigas….
El día transcurrió bastante bien. Sin ningún incidente. La conducta de Nora fue excelente. Fue muy amable con el personal y además pasó el día entero con su madre, aprovechando que estaba de descanso y compartieron algunas actividades juntas, entre ellas hacer deporte. Finalmente, llegó la noche y después de terminar de cenar, su madre sentenció:
- Cariño, ya sabes lo que toca. Sube que ahora voy yo.
- Sí, mamá.
Fue a buscar el cepillo de madera que estaba en la habitación de su madre. Y después se fue a su cuarto a esperarla. Sabía que la madre le había dicho que tenía que esperarla con el pantalón y las braguitas bajadas, pero le parecía muy humillante hacer eso, así que decidió no hacerlo, con la esperanza de que su madre no se acordara. A los cinco minutos entró la madre en la habitación y la vio sentada en la cama con los pantalones puestos.
- Nora, ¿qué te dije de cómo tenías que estar esperándome?
- Con el cepillo en la cama.
- ¿Y qué más?- le dijo Mónica muy seria.
- No lo sé… ¿era algo más?
- No te hagas la tonta, que nos conocemos…
- Vale, sí, pero es que me da mucha vergüenza… es muy humillante tener que hacer eso.
- Lo sé y ese es el objetivo, que sea humillante para que se te bajen esos humos y seas más humilde. Pues que sepas, que te va a costar caro no haberlo hecho. En lugar de cuarenta azotes, te voy a dar cien, para que mañana sepas qué tienes que hacer.
- Mamá, aún me duele el culo muchísimo, cien con el cepillo, con lo que duele, es mucho. Por fi, perdóname. Prometo portarme bien durante los cuarenta azotes.
- Bájate ya el pantalón si no quieres que sean doscientos.
Rápidamente la hija se los bajó y se puso de forma voluntaria en las rodillas de la madre, que para entonces estaba ya sentada en su cama.
PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS.
- Ufffff, cómo duelen- se quejó Nora.
PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS.
- Auuuuuuchhh, ayyyy, ay, ay, ay, ayyy un poco más despacio por favor- decía esto mientras pataleaba porque el dolor era insoportable.
PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS,
- Lo siento muchoooooo, ayyyy, mañana estaré en la posición, lo jurooooo.
PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS.
- Muy bien. Levántate, y ahora quiero verte estudiar. En dos horas vuelvo y veré qué has hecho, si no te ha cundido, cogeré la vara, ¿entendido?
- Muy clarito. Gracias, mamá. Y siento haberte desafiado.
- Que no vuelva a suceder.
Esa noche estudió muchísimo, y cuando la madre volvió para comprobarlo, en lugar de la vara, fue a buscar más crema hidratante. Se la aplicó a su hija hasta que se quedó dormida en la cama, por supuesto, una vez más bocabajo.
Pasó la semana sin incidentes. La chica se aplicó al máximo. Se notaba que el castigo estaba surtiendo efecto. No se atrevía a meter la pata en nada, porque si no, sabía que por la noche podría ganarse más azotes y no estaba dispuesta a eso, ya que permanecer sentada en el trabajo, o incluso conducir, se había convertido en un auténtico suplicio. Intentaba disimular para que sus compañeras no se enteraran, pero había momentos en los que era difícil.
Las dos últimas noches, Mónica se había tenido que ir de viaje de nuevo, así que sería Edgar el que se encargara del castigo. Después de cenar, le dijo a Edgar que había terminado y que se iba a ir a su habitación a esperarle. Fue primero a buscar la regla y nada más llegar a su habitación, se bajó los pantalones y las braguitas por las rodillas, puso la regla encima de la cama y apoyó las manos sobre el colchón, a la espera de su castigo. Edgar sonrió al ver la escena y al comprobar cómo se le habían bajado los humos a esta chica. La misma que hacía más de una semana le había insultado y le había amenazado con hacerle la vida imposible para que dimitiera.
- Muy bien, Nora. Vamos a empezar. Tu madre me dijo que te diera veinte, ¿correcto?
- Correcto.
ZASSS……. ZASSS……… ZASSS…….. ZASSS……. ZASSS……… ZASSS……..
- Uffffff, cómo pica la regla- pensó que además lo estaba haciendo muy lento, a conciencia, para que calaran bien los azotes.
- Supongo que sí, y tiene que picar mucho más con el culo lleno de las marcas moradas que tienes aún.
ZASSS……. ZASSS……… ZASSS…….. ZASSS……. ZASSS……… ZASSS……..
- Auuuuuuchhh, que ganas tengo de que se acabe este castigo ya.
ZASSS……. ZASSS……… ZASSS…….. ZASSS……. ZASSS……… ZASSS……..
- Venga que te quedan sólo dos azotes. Los estás aguantando muy bien.
ZASSSSSSSSSSSSSSSS……………ZASSSSSSSSSSSSSSSSS. Los dos últimos fueron con más fuerza.
- Ayyyyyyyyyyyyyyyy. ¿Puedo levantarme ya, por favor?
- Sí, claro que puedes.
- Gracias Edgar.
- Me gusta esta nueva función que me ha dado tu madre, me siento poderoso jajajaja.
- ¡Me alegro de que por lo menos uno de los dos disfrute con esto! – le dijo sacándole la lengua- Por fi, anda, llama a mi madre y dile que ya me has castigado. Si además le mencionas que no me he levantado y te he esperado en la posición indicada, te lo agradecería eternamente.
- Sí, no te preocupes. Eso está hecho. Anda, ahora vete a estudiar mientras hablo con ella.
- Ok, gracias.
Edgar llamó a Mónica para contártelo todo esto y al colgar, Nora recibió un whatsapp de su madre en el que ponía: Buena chica. Ánimo que sólo te queda un día de castigo. Besos, te quiere mamá.
Al día siguiente, por fin llegó el último castigo. Lo recibió con total entereza, como una campeona, casi con lágrimas en los ojos, que no se sabía si eran porque por fin terminarían los azotes por un tiempo, o por el dolor causado. Ella misma llamó a su madre por teléfono:
- Mamá, que Edgar ya ha terminado con el castigo.
- Muy bien, cariño. ¿Y cómo ha ido?
- He llorado ¡creo de alegría y dolor a la vez!- admitió Nora.
- Me alegro. Ahora espero que hayas aprendido la lección y tu comportamiento sea excelente. No quiero que se vuelva a repetir, ¿vale?
- Tranquila mamá. Muchas gracias por seguir educándome. Tengo mucha suerte contigo y bueno… con Edgar también, la verdad.
- No hay de qué, me alegro de que hayas llegado a esa reflexión. Cariño, te dejo que el concierto está a punto de empezar. Nos vemos mañana en casa. Muchos besitos. Te quiero, bicho.
- Vale, mamá. Enséñales al público la clase de mujer maravillosa que eres. Un beso. Te quieroooo.
FIN