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Relatos de azotes

El castigo y el bidet

El castigo y el bidet

Milagros no hace mucho mérito cuando se queda en casa de Víctor, su profesor y su amante. Muestra una actitud desenfadada: ríe con descaro, escucha música a un volumen escandalosamente alto, conecta con sus grupos de “Instam” y de “Whatsapp” sin silenciarlos, cambia diversos objetos a lugares insólitos, deja las luces encencendidas, moja infinitas toallas para secarse su cabello y ensucia infinitos vasos para beber agua, entre otras. A Víctor no le gusta nada el comportamiento displicente de Mila. Mila-Millennial cómo a veces la llama cariñosamente. Cabecita llena de bytes que como mariposas cuando son capturadas por una red consigue conectar con otras miles de su clase para evitar toda rutina y responsabilidades.

Luego viene el castigo, por su desparpajo y su conducta inadecuada y Víctor lo practica en una o dos sesiones con intervalos de 10 minutos. A pesar de que ella intenta revelarse, el profesor consigue inclinarla en su regazo, le sube la falda y le baja un poco sus braguitas de algodón blanco de “Tezenis”. Las nalgadas se las da con su palma compacta, firme y decidida. La azota: una, dos, 155 veces. La azota con fusta, con cinturón de cuero, incluso con un pequeño látigo que ella misma compró por “Amazon”. Lo hace hasta que sus nalgas y la zona alta de sus largas piernas toman un tono morado con pequeñas marquitas por donde la sangre se aglomera como intentando salir. Mila está muy excitada, deja que Víctor la sodomice. Se rinde.

Luego viene la escena del bidet. El momento íntimo esperado por los amantes. Una purificación completa de su cuerpo y de su alma por su actitud y por su comportamiento inapropiado. El profesor, a estas alturas las que pasamos por su mano lo llamaríamos Tío Fer, la conduce de la mano hacia el lavabo. Antes de sentarla de cara hacia la pared, prueba con su muñeca si el agua sale tibia por el grifo del bidet. Termina de desnudarla y la sienta poco a poco mojándola con suavidad. Sus dedos grandes y ágiles recorren los pliegues del sexo de Milagros qué aún lo siente turgente. Lo acaricia con delicadeza y deja caer un volumen importante de agua que ha juntado en un cazo sobre su culo terso y enrojecido. Le pasa un poco de jabón neutro, hasta hacer espuma y la retira con toda su mano haciendo un sonido hueco, mojado: _Chop chop. Cuando termina la seca con cuidado de no restregar la toalla por la zona enrojecida y sensible. La acompaña a la cama donde terminará con sus cuidados.

En su cómoda, entre sus innumerables objetos personales, Víctor busca en su neceser un ungüento mágico que atenúa y refresca el ardor de la zona tratada. La unta de arriba abajo con decisión pero a la vez con delicadas caricias. Si las marcas se vuelven invisibles, tal vez, esa misma noche volverá a dormir con su novio Pablo. Si las marcas tardan en desaparecer, mañana, o tal vez pasado, Milagros se olvidará de cerrar las luces en casa de Víctor.

 

 

Catalina

Terras de Ponent, días de las canículas de 2018

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