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Relatos de azotes

La Baguala

La Baguala

Autora: Carla Rot

 


A mi Spanker Lati

- ¡Yo te voy a dar "ambas cosas" a vos! - lo escuchó sentenciar con voz firme, rebenque en mano. El inapelable fallo resonaría en breve sobre sus voluptuosas nalgas. 
Cerró los ojos, apretó los dientes, hundió la cabeza en el almohadón y contuvo el aire. Como si estos movimientos inconscientes pudieran amortiguar el rosario de azotes que rezaría durante la vigilia.
- ¡Plassss!!!- El rebenque impactó certero sobre su ya enrojecido trasero.  No pudo evitar un gemido acompañado de un respingo, consecuencia más de la sorpresa que del dolor. - ¡Aghhh!- De inmediato, advirtió la mano robusta posarse sobre su espalda presionando con suavidad. Su columna retomó la concavidad característica de la postura que debía adoptar cuando recibía una disciplina de tal magnitud. 
El flagelo prosiguió su faena.  La sensación era nueva, diferente. Sutilmente intensa. El cuero lamía su piel, aterciopelaba su epidermis, a la vez que su indómito espíritu. La lección iba tomando cuerpo. 
- ¡Vas a aprender a respetarme! ¿Quedó claro? -   prorrumpió él, mientras la lonja estallaba sin cesar sobre glúteos y muslos.
Se sumergió en sus pensamientos. Aún no acababa de comprender cómo había terminado en esa posición. O sí. Su insolencia le solía jugar una mala pasada. 

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Apenas un rato antes, la amena conversación entre ambos interrumpía la calma en el casco de la estancia. Disfrutaban de la puesta de sol enmarcada por el ventanal del estar. Franjas escarlatas matizaban el lienzo anaranjado del cielo que descansaba sobre la monotonía del campo. A lo lejos, el monte abrazaba al río.
El expresionismo del atardecer contrastaba con el hierro y la madera de la rústica decoración del estar. Dispersos en la pared colgaban, a modo de adorno, algunos objetos propios de la fajina criolla: una colección de herraduras, facones de plata antigua, una fusta y un rebenque. 

La vivienda era austera, pero confortable. La estufa de leña atemperaba los últimos días de invierno. Habían arribado la noche anterior desde la capital, y tenían previsto permanecer durante todo el fin de semana en “La Baguala”, la hacienda propiedad de un íntimo amigo. Era su primera visita al lugar y estaban maravillados con la armonía del paisaje y lo acogedor del predio.
-O yo soy un ignorante, o este lugar es un hallazgo- comentó él, en tanto paladeaba los penetrantes taninos de un reserva descorchado hacía unos instantes. 
- Ambas cosas- disparó ella en forma categórica, al tiempo que apoyaba la copa de tannat sobre la mesa de pinotea, sin calibrar demasiado su respuesta.
- ¿Cómo? ¿Qué quisiste insinuar? -  le espetó él. 
-Bueno, en realidad... fue un decir...- titubeó ella con una pícara sonrisa, a sabiendas de que no tendría escapatoria. 
No quiso tratarlo de desconocedor, y tampoco consideraba que lo fuera en absoluto. Ambos lo sabían. Pero ese lapsus fue la excusa propicia, que él estuvo aguardando durante toda la jornada.  La tomó firme del brazo y la acostó boca abajo sobre sus rodillas.  Con un ágil movimiento le subió la pollera y a continuación le bajó los calzones, dejando sus redondas formas al descubierto. Constató que cada curva del delicioso cuerpo calzaba a la perfección sobre la geografía de su regazo. Acarició la blancura de sus nalgas sobre las cuales quedaría estampado un rojo ardor. Comenzó a zurrarla acompasadamente con la mano. 
- ¡No es justo! - protestó ella, pataleando con brío.
-Acá, quien decide qué es justo y qué no, soy yo- respondió él. - ¿Cómo es eso de "ambas cosas"?  ¿Así que te parezco un tonto? - la reprendía con una cuota de severidad impostada. Cada tanto, se detenía y la sobaba, pudiendo corroborar la temperatura en ascenso.  
- ¡Nooo, por favor! Se me escapó, no quise decir eso- y soltó una carcajada, a pesar que la azotaína se intensificaba. 
- ¿Así que estamos de graciosa hoy? - continuaba retándola. Los regaños se intercalaban con la suculenta zurra, y no daban lugar a las inútiles protestas de ella. 
Las palmadas se alternaban de una nalga a la otra, coloreando toda la superficie de piel expuesta. Luego que cobraron el rubor suficiente, sentó sus posaderas desnudas sobre la falda de él. La pana del pantalón que vestía contribuía a aumentar el picor de sus cuartos traseros. En dicha posición, ella podía advertir con regocijo, la creciente excitación que le provocaba a su verdugo. Él la abrazó con indulgencia. En respuesta, ella lo miró a los ojos y ensayó una cara compungida. A pesar del intento, no pudo disimular una risita.  
- ¡Caramba! Veo que seguís con ganas de reírte. ¿Es que acaso parezco un payaso o el correctivo no ha sido suficiente? - le inquirió él. 
-Ambas cosas- Respondió ella con sorna; su rictus altivo acentuaba aún más el desafío.

El semblante de él se transformó, no sin cierto dejo de satisfacción. Ella había subido la apuesta, llevando el juego al terreno donde él dominaba las reglas. 
 -No voy a tolerar ese tonito tuyo. Creeme que no vas a zafar tan impune de tus burlas- le susurró grave al oído, mientras la tomaba de la cintura, alzándola. Sin darle tiempo a reaccionar, en un santiamén le quitó el resto de la ropa, y la condujo hacia el medio del estar, donde la esperaba un sillón de cuero. La inclinó con el vientre sobre el posabrazos; las manos apoyadas en el duro almohadón hacían que sus prominentes pechos colgaran indecentes. Luego separó en ángulo sus piernas temblorosas.
-Por favor, ¡fue una broma! - imploró ella, al escuchar cómo él se desabrochaba con su habitual protocolo el grueso cinturón.  
-Ya sabés cuáles son las consecuencias de tus altanerías- fue su única respuesta.
No mediaron más palabras. El cinto doblado comenzó con su labor, curtiendo las prominentes nalgas. Pretendió contabilizar los azotes para sus adentros, pero luego de los cuarenta perdió la cuenta. El vigor del cinto era casi insoportable, y sus ojos intentaron en vano contener las lágrimas. Sus súplicas se convirtieron en balbuceos incoherentes. El cinto se detuvo.  
- ¡No te muevas!...  ni tampoco te atrevas a masajearte.  Esperame en esa posición. - le ordenó. Ella sentía el palpitar de su piel, pero en esta oportunidad prefirió evitar palabras y movimientos que la comprometieran todavía más. Por primera vez en la velada, se hallaba demasiado expuesta.

La espera pareció eterna.  Afuera en la intemperie, la solemnidad de la noche se imponía sobre la naturaleza, mientras cubría el cielo de estrellas. En el interior de la casa, la soberbia estufa iluminaba el estar con su flamear caótico.  
-Puesto que te gustan "ambas cosas", te voy a dar una muestra de su real significado. Además del cinto, hoy vas a tener el placer de degustar algo diferente- le anticipó él.  Ella giró la vista, y pudo atisbar cómo él descolgaba el rebenque de la pared. La sola idea de estar a merced de semejante instrumento, la estremeció.

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Volvió en sí. Los chasquidos del rebenque se confundían en una rítmica sinfonía junto al crepitar de los troncos de la estufa.  Las brasas se convertían en una perfecta alegoría de sus nalgas.  El fuego no sólo era externo, sino que una singular excitación encendía su entrepierna.
Cuando creyó que no podría soportar más el tormento, le pidió que contara los últimos diez rebencazos, algunos de los cuales rozaron sus relieves más íntimos. 
-Nueve, Señor... Ahhhghhh, diezzzz, Señor!!!- soltó un sordo alarido y cayó rendida sobre el sofá; su espíritu bravío había sido domado. El cuerpo desnudo yacía dócil, lo que contribuía a resaltar el esplendor de su esencia femenina. 

Aún en posición de ser disciplinada, sintió el rebenque escudriñar su entrepierna. El canto del cuero se deslizaba entre sus pliegues, expuestos y húmedos; el roce de la áspera lonja estimulaba sus cavidades turgentes. Sus gemidos inundaban la estancia. El lascivo instrumento la abrasaba esta vez por dentro, y toda ella se ofrecía en una fusión de diferentes ardores.
Seducido, se paró detrás de la sensual mujer.  Antes de hacerla totalmente suya, se detuvo un instante para contemplar el territorio cimarrón domesticado.  No podía precisar qué era lo que más le atraía de ella, si su fogosa entrega o su porfiada irreverencia. Se rió por dentro: -Indudablemente, ¡ambas cosas! - 

Azotaina para dos

 

 

Finales de febrero del 2020... confesiones de spankee a spankee vía whatsapp...

 

-       Hola Kenza!. Tío Fer me ha convocado en Madrid para confesar mis últimas trastadas. Dice que vaya muy preparada... ¿Sabes algo tú de todo esto?

 

-       Hola Catalina! tío Fer también me citó en Madrid. Pero yo me he portado perfectamente. Tal vez no sea para darnos un castigo, y en caso de que si los hubiera, seguro puedo echarte una mano. 

 

-       Uff Kenza, ¡qué mala pata!. Yo si que tengo unas cuantas por confesar y se que él las sabe. Solo espero que no tome medidas tan drásticas.

 

Sábado 29 de febrero, primer bisiesto de la segunda década del segundo milenio... vaya año!. Catalina, Kenza y tío Fer reunidos en un bonito apartamento Airbnb. Tío Fer sentado en un cómodo sofá con una libreta organizada alfabéticamente y escrita de su puño y letra con una especie de recopilación de mal comportamiento del año pasado registrado meticulosamente para cada una de sus queridas sobrinas.

 

Kenza y Catalina sentadas en sendas sillas frente a tío Fer y llevando un buen tiempo de charlas en tono distendido los tres, mientras la libreta se mueve de forma ágil en las manos de Tío Fer quien va recorriendo hoja a hoja, letra a letra, a veces hacia adelante, y a veces hacia atrás, fijando por momentos la vista con agudeza de no dejarse ningún tema en el tintero, hasta que de repente tío Fer se levanta y sorprende a Kenza con una mano en el hombro e instándola a levantarse de la silla y con tono muy serio. 

 

-       Pero, pero-, se excusa Kenza, -         si yo no he hecho nada malo, de verdad. Ya lo sabes.

-       Ven y me lo explicas-, dice Fer arrastrando a Kenza hasta el sofá. -Ponte sobre mis piernas-, dice agarrándola del brazo con firmeza.

 

Kenza no se puede creer lo que está pasando, y en un intento desesperado, ya en posición intenta salvar el "culo" jugando sucio y desviando la atención hacia Catalina que mira la situación divertida desde la silla. - Pero si además Catalina...-

 

¡Plafff! cae el primer azote, y Kenza que aún no se resigna, sigue intentando desviar la atención hacia su amiga, que hasta suelta una carcajada despreocupada. 

Plafff!, plafff! -ay, duele mucho-

Plafff! - sabes que te lo mereces ¿vas a negarlo? ¿te has portado acaso bien en casa?, seguro que has dado más de una mala contestación.- dice tío Fer levantandole el vestido. 

Plafff!, plafff!, -ay, vale, lo reconozco contesto mal de vez en cuando y, a veces. me escondo en el baño para que dejen de molestarme un ratito, con una copa de vino-

 

Catalina veía la menuda paliza que le estaban suministrando a Kenza y sentía dolor por ella. Tal vez no había sido tan mala, pero cuando fue a la exposición de arte, se movía a su aire y no avisaba donde estaba, seguramente lo tiene merecido tanto o más que ella misma. 

 

Plafff!, -y seguro que no te has quedado en casa tranquila por las noches- dice Fer bajando las bragas blancas de algodón. 

Plafff!, -ay, cada vez me das más fuerte!!! - también me he escapado a la casa de algún amigo a escuchar música y a follar-

Plafff, plafff, plafff, -ay, ay, ay-

-A follar??? Esto es el colmo!! ¡Ostras!, levanta!!

Fer lleva a Kenza de un brazo casi en el aire y la sitúa de cara a la pared - quédate aquí reflexionando con el vestido arriba y las bragas abajo. ¡¡Y que ni se te oiga rechistar!!.

 

Ahora es el turno de Catalina. Ella casi resignada se pone en la posición indicada. 

Kenza mira de reojo como Catalina se tumba sobre las piernas del tío Fer, que la termina de colocar a su gusto, y empieza a regañarla. Kenza no escucha nada, porque está hipnotizada viendo la vigorosa mano del tío Fer subiendo alto, e impactando con toda su palma en el culo de Catalina, mientras ella al mismo tiempo intenta disimuladamente frotarse su culo dolorido. 

 

Kenza de espaldas a la pared escuchando la menuda paliza y sintiendo dolor por Cata. Tal vez no había sido tan mala, aunque se dejó un objeto preciado del Tío Fer en el primer bar donde se tomaron un café, perdió las llaves innumerables veces, utilizó - sin permiso - objetos personales de tío Fer como su cargador, ya incluso recién instalados en el apartamento de Madrid. Y para colmo, Catalina lleva unas bragas negras que quedan al descubierto, para disgusto del tío Fer, que siempre deja bien claro cuál es el atuendo apropiado en ropa interior que debe vestir una señorita. 

 

Al rato tío Fer con voz bien alta y clara ordena a Catalina que también se ubique junto a Kenza de cara a la pared y da una última orden: - queridas sobrinas: inmóviles! bragas abajo y nada de poner las manos para evitar el azote. Tío Fer que no está satisfecho aún, reparte una tanda de azotes con la mano y aún otra más con el cinturón de cuero marrón.

 

El final de la historia, y sin entrar en detalles, tío Fer hace la prueba del dedito. Las dos completamente mojadas.

 

 

Reflexiones del Tío Fer

 

¡Cada día son más tremendas estas sobrinas! Y cada día cuesta más disciplinarlas, pero un buen Spanker tiene una misión y un credo en la vida: Toda spankee será debidamente castigada.

 

No os creáis que el castigo tan severo fue debido únicamente a las pequeñas faltas que las señoritas relatan. Hubo hechos mucho más graves que justifican castigos estrictos y creo que me vuelvo blando con los años ya que la falta fue muy seria.

 

Catalina es sumamente despistada y tiene la pésima costumbre de utilizar mis objetos personales. Y no solo los utiliza a su antojo sino que introduce un gran desorden en ellos y rompe la armonía en que yo los dispongo.

 

En una de las ocasiones en que subrepticiamente hizo uso, por no decir abuso, de mi Macbook de alta gama dejó en el ordenador de fondo de pantalla ¡nada menos que esta foto!

 

 

¡Habráse visto!

 

Seguramente fue un error y un despiste más, ya de por sí punibles. Sin embargo mi escándalo y bochorno fueron máximos cuando me enteré que en el último viaje que habían hecho Kenza y Catalina para ver una exposición en Bilbao se habían dedicado en el hotel a hacer cochinadas entre ellas y encima fotografiarse con mi propia cámara Canon profesional, que me fue sustraída sin que yo me diese cuenta. Por suerte los metadatos de la fotografía, día, fecha, localización GPS y equipo utilizado, me permitieron rápidamente deducir cuándo y cómo había sido esta situación deplorable.

 

Este tipo de juegos entre señoritas, que yo quiero que se conviertan en un futuro en mujercitas de provecho, son totalmente incorrectos, indecentes y no tienen que ocurrir bajo ningún pretexto y menos habiendo violado mi cajón de juguetes para adultos llevándos el Swan de lujo color fuccia con el cual Kenza estaba estimulando de una forma pornográfica a Catalina. Este último extremo indica no solamente alevosía sino una grave premeditación.

 

Naturalmente que no les dije nada de forma directa sobre el motivo real del etricto castigo, pero de paso mencioné cuando azotaba a Catalina, el uso ilegal que había hecho de mi Mac. Seguramente entendieron el porqué de tan severo castigo.

 

Espero que esta rectificación de conductas sirva para que estos hechos deplorables no se repitan en un futuro y ambas señoritas transiten por la recta vía hacia la decencia, la modestia, el orden y el respeto.

 

 

Autores: Kenza, Catalina y Fer

El castigo y el bidet

El castigo y el bidet

Milagros no hace mucho mérito cuando se queda en casa de Víctor, su profesor y su amante. Muestra una actitud desenfadada: ríe con descaro, escucha música a un volumen escandalosamente alto, conecta con sus grupos de “Instam” y de “Whatsapp” sin silenciarlos, cambia diversos objetos a lugares insólitos, deja las luces encencendidas, moja infinitas toallas para secarse su cabello y ensucia infinitos vasos para beber agua, entre otras. A Víctor no le gusta nada el comportamiento displicente de Mila. Mila-Millennial cómo a veces la llama cariñosamente. Cabecita llena de bytes que como mariposas cuando son capturadas por una red consigue conectar con otras miles de su clase para evitar toda rutina y responsabilidades.

Luego viene el castigo, por su desparpajo y su conducta inadecuada y Víctor lo practica en una o dos sesiones con intervalos de 10 minutos. A pesar de que ella intenta revelarse, el profesor consigue inclinarla en su regazo, le sube la falda y le baja un poco sus braguitas de algodón blanco de “Tezenis”. Las nalgadas se las da con su palma compacta, firme y decidida. La azota: una, dos, 155 veces. La azota con fusta, con cinturón de cuero, incluso con un pequeño látigo que ella misma compró por “Amazon”. Lo hace hasta que sus nalgas y la zona alta de sus largas piernas toman un tono morado con pequeñas marquitas por donde la sangre se aglomera como intentando salir. Mila está muy excitada, deja que Víctor la sodomice. Se rinde.

Luego viene la escena del bidet. El momento íntimo esperado por los amantes. Una purificación completa de su cuerpo y de su alma por su actitud y por su comportamiento inapropiado. El profesor, a estas alturas las que pasamos por su mano lo llamaríamos Tío Fer, la conduce de la mano hacia el lavabo. Antes de sentarla de cara hacia la pared, prueba con su muñeca si el agua sale tibia por el grifo del bidet. Termina de desnudarla y la sienta poco a poco mojándola con suavidad. Sus dedos grandes y ágiles recorren los pliegues del sexo de Milagros qué aún lo siente turgente. Lo acaricia con delicadeza y deja caer un volumen importante de agua que ha juntado en un cazo sobre su culo terso y enrojecido. Le pasa un poco de jabón neutro, hasta hacer espuma y la retira con toda su mano haciendo un sonido hueco, mojado: _Chop chop. Cuando termina la seca con cuidado de no restregar la toalla por la zona enrojecida y sensible. La acompaña a la cama donde terminará con sus cuidados.

En su cómoda, entre sus innumerables objetos personales, Víctor busca en su neceser un ungüento mágico que atenúa y refresca el ardor de la zona tratada. La unta de arriba abajo con decisión pero a la vez con delicadas caricias. Si las marcas se vuelven invisibles, tal vez, esa misma noche volverá a dormir con su novio Pablo. Si las marcas tardan en desaparecer, mañana, o tal vez pasado, Milagros se olvidará de cerrar las luces en casa de Víctor.

 

 

Catalina

Terras de Ponent, días de las canículas de 2018

Uno más uno, tres

Uno más uno, tres

Milagros, es una chica dulce, de sonrisa franca, cara redondita, ojos vivos y negros. Su cabello, en el que invierte horas en cuidar y planchar, es castaño y le cae con gracia sobre su cintura. Es esbelta y fuerte. Sus caderas son poco acentuadas, pechos pequeños y puntiagudos que no necesita sujetar. La mayor parte de su día lo pasa en la universidad, donde cursa tercer año de Derecho, por lo que es habitual verla con sus jeans guess ceñidos al cuerpo que combina con polos o blusas entalladas de colores pastel. Le gusta usar ballerinas. Milagros supera a todas sus amigas tanto en altura como en belleza.

Pablo es el novio de Milagros. Se conocieron el primer día de clase en la universidad durante una yincana en la que debían de superar varias pruebas para adquirir la categoría de estudiantes de grado. Una de ellas era recorrer los pasillos laberínticos y oscuros del sótano de la universidad en busca de diversos objetos. Mientras se desplazaban, los alumnos de ciclos superiores los sorprendían tirándoles una mezcla líquida de leche, harina, huevos y residuos de comida en descomposición. La broma no le cayó nada bien a Milagros. Le dio mucha rabia. Por suerte junto a ella estaba Pablo, un chico guapo y simpático que supo cómo consolarla.

Por aquellos tiempos, Milagros era virgen. Se había tocado y besado con varios compañeros de bachillerato, pero ninguno le terminaba de gustar como para acostarse. Argumentaba que los encontraba inmaduros y que no imaginaba involucrarse con ninguno de ellos para tener una relación formal tal como ella aspiraba. Pablo fue diferente desde el principio. A las dos o tres meses de quedar para estudiar Derecho Procesal, comenzaron una bonita relación de cortejo y camaradería que fue sellada con un beso y un tímido “me gustaría ser algo más que tu amigo”. El vínculo entre ambos fue creciendo y a pesar de que él se pasó un año acariciando y estimulando el sexo de Milagros, su primera vez fue premeditada, consultada y aprobada por la mamá que la acompañó a una visita a la ginecóloga para que le recetara anticonceptivos y le explicara algunas cuestiones técnicas sobre las prácticas sexuales que ella no era capaz de aclarar a su hija.

En cuanto a los estudios y para alegría de las familias (la universidad era privada y bastante cara) la pareja tenía un buen rendimiento académico, en especial el chico que destacaba en varias asignaturas. La familia de ella no tenía problemas para pagar matrículas, libros de texto y otros caprichos de la niña. En el caso de Pablo, todos los gastos corrían a cuenta de su padre, el que además debía de realizar una transferencia mensual a su madre quien tenía la custodia de otros dos hijos gemelos de 10 años, hermanos de Pablo, producto de un intento tardío por salvar la relación.

Entre visitas, siestas y noches íntimas abrazados en una cama de una plaza de la habitación de Pablo (ella vivía en una residencia de chicas a la que él no podía entrar) fiestas con amigos, alguna que otra excursión y horas de estudio en la biblioteca, la pareja fue afianzando la relación. A finales de tercero, Pablo le pidió la mano obsequiándole un anillo de oro blanco con algunos brillantitos, que su papá pagó. Muy ilusionados decidieron marcar la fecha de boda para la primavera siguiente. Si todo iba bien, él ya estaría graduado y trabajaría en un bufete de abogados amigos de la familia. Hasta lograr una mayor estabilidad económica, el padre de Milagros les dejaría un piso de una habitación bien iluminado y ubicado en el centro de la ciudad que había comprado cómo inversión.

Milagros se distraía bastante con el tema de la boda. Bajaba de internet aplicaciones para planificarla, imágenes de novios dando el sí en el altar y las almacenaba en su móvil. Los sábados por la mañana, visitaba algunas casas importantes de trajes de novia con sus amigas y se los probaba. Pensaba en la iglesia, el salón para el banquete, el decorado, tarta nupcial, banda sonora para cada uno de los momentos especiales, luna de miel, lista de invitados, distribución de las mesas (nivel de dificultad alto, considerando que su suegro asistiría con su nueva pareja a la que su exmujer no aceptaba). También pedía presupuestos para la fotografía, photocall, discoteca, menú, diseño y distribución de las invitaciones y si tenía oportunidad de ser invitada a alguna, lo investigaba todo sin escatimar en detalles. La pareja asistía a pocas bodas porque sus amigas iban a su aire y ninguna de ellas llevaba una relación tan formal como para concretar una en el mediano plazo. Y así, de tanto imaginar calcular y soñar, Milagros comenzó a descuidar sus estudios, retrasarse en las entregas de monografías y trabajos e incluso llegó a olvidar presentarse a algún que otro examen. Cuando uno se distrae y deja de cumplir con sus obligaciones, por más simples que estas sean, la vida te arrastra por lugares desconocidos volviéndonos más vulnerables.

Más por causalidad que por casualidad, apareció Víctor, el magnético profesor de Derecho Civil que detonó un terremoto y dejó la tranquila y rosa vida de Milagros patas para arriba. ─Escucha─. Otra vez tenemos un problema con tus tareas─. Llevas ya dos trabajos que entregas con tres días de retraso y este último que me traes hoy, si bien lo haces en tiempo no lo entregas en forma─ regañaba con voz estricta el profesor. ─Disculpe señor profesor, me he complicado con temas personales y no he podido terminarlos a tiempo─ se disculpaba Milagros. ─Esto no es una contestación adecuada para una chica que está por graduarse. Parece mentira, una futura profesional no cumpla con la tarea asignada. Esta vez no voy a admitirlo. Ven. Ponte sobre mis rodillas. Voy a darte tu merecido─ dijo él en tono severo.

Milagros, casi sin darse cuenta, se sumergió en aquella historia que la quemaba por fuera y la encendía por dentro. Con tanta movida, estaba cada vez más atractiva, pero continuaba

descuidando los plazos de entrega. Era predecible. Vivía en dos historias simultáneas: la de noviecita formal con Pablo y la de niña rebelde y contestataria con su profesor que la castigaba y la follaba sin descanso durante las tutorías. Como no cumplía con la tarea, tenía varias tutorías a lo largo de la semana e incluso en un mismo día. Por otro lado, y cómo para tomar distancia de tan ajetreada situación quedaba con sus amigas. Todo un escape emocional donde dar rienda suelta a profundizar en aquellas cosas que las chicas hacen con sus novios, sin llegar a confesar las cosas que les gustaría hacer.

Cada día que pasaba, Milagros admiraba y provocaba a su profesor. Se sentía atraída por él. La relación con su novio se fue volviendo monótona y aburrida. Pero cómo noviecita formal que era y con deseos de formar una familia tradicional con Pablo al que tanto amaba, Milagros comenzó de manera sutil a insinuarle todas aquellas cosas que el profesor con gran dedicación y sin respeto le enseñaba. ─Oye Pablo─. En la despedida de soltera de Ana, le regalaron un consolador. Ella dice que le ha gustado usarlo con su novio y que ha tenido varios orgasmos seguidos─. ¿Qué piensas tú de esto? ¡Mis amigas hacen cada cosa!─ exclamaba Milagros despertando curiosidad y predisposición en su novio. El profesor tenía una colección exclusiva de consoladores en casa, de todos los tamaños y texturas con uno y varios extremos que se podían introducir en todos sus orificios. Ella ya había probado todas las intensidades y frecuencias de vibración y adoraba que el profesor innovara en tecnología y la sorprendiera en la tutoría con algún complemento nuevo. De este modo, sus orgasmos eran efectivos y potentes. Tenía muchas esperanzas de estrenar con Pablo algún aparatito de estos, aunque sea uno de los más sencillos y populares del mercado.

En otra oportunidad, manteniendo un diálogo con su pareja sobre la sexualidad y el amor, tema de conversación recomendada en las clases de preparación para el matrimonio (amaos y reproducíos), Milagros tímidamente dejó caer un comentario que agarró desprevenido a Pablo. ─Cariño, a mí no se si me gustaría tener sexo oral. Lo encuentro un poco atrevido y me da un poco de vergüenza. Mis amigas dicen que ellas se lo hacen a su pareja de forma bastante habitual, incluso una de ellas se lo hizo a un chico que no era su novio para agradecerle que la llevarla a casa en su coche luego de salir de copas. Igual mi amiga iba un poco bebida, qué se yo... ¿qué piensas? ¿Te gustaría que te lo hiciera? Eso sí: yo no dejaría que eyacularas en mi boca. Mis amigas dicen que el semen es rico, pero a mí me da un poco de asco. ¿Y si como algo o me lavo los dientes para que no me quede el gusto?─ explicó sin hacer ni una pausa para respirar. A Milagros le encantaba chuparle la polla al profesor. Se la chupaba enérgicamente y con buen ritmo cuando él se lo pedía o le pasaba la lengua haciendo círculos desde la base hasta el glande. Otras veces lo hacía suavemente y con cariño. El profesor tenía una pija grande y sabrosa. Le gustaba tragarse toda la leche y también que él se la pasara por su cara o por su cuerpo. Gozaba.

─¡Uy uy uy! Pablo, cómo es que se te ha ocurrido follar por detrás. Le dijo una vez después de haber hecho el amor y haber sentido que él le había acercado un dedo a su ano. ─No sé. Algunas de mis amigas dicen que ellas lo hacen, pero yo no estoy muy segura, no es natural, soy muy sensible y tal vez me duela. ¿A ti que te parece? ¿Estarías más satisfecho? ¿Y si esperamos a casarnos? La vida de casada es para siempre y tal vez en el futuro necesitemos tener otros alicientes para sentirnos más plenos─ sugería. Pero ella sabía muy bien que cuando no entregaba sus resúmenes a tiempo su tutor se la metía duramente por detrás y la hacía disfrutar cómo a una perra. Se corría todas las veces de forma muy intensa, se retorcía y volvía a casa con su novio serena y resplandeciente, cómo toda una noviecita formal con su piel bien hidratada y con olor a jabón de malva.

Otro día que volvió de la tutoría bastante caliente porque al profesor le había surgido un imprevisto y fue más directa: ─Pablo, mis amigas han leído en internet que es placentero que te den ciertos cachetes y azotes en el culo con la palma de la mano o con otros objetos. Mis amigas no lo han probado, pero dicen que si sus novios se lo pidieran ellas sí que lo harían. Me he quedado sorprendida que estas cosas las hagan las parejas de manera consentida. Ellas dicen que cada vez hay mucha gente que lo practica. No se Pablo, ¿quieres mirar 50 sombras de Gray juntos? Yo la he visto con mis amigas. A pesar de que él es muy perverso con ella, hay una bonita historia de amor entre los protagonistas─ explicaba.

Milagros con el profesor miraba videos de sado y torturas filmados de forma casera donde precisamente lo que no hay es un argumento ni una historia para contar. Se excitaba mucho con él e incluso había llegado a protagonizar algún corto de sus castigos en el aula magna de la universidad. Él le ordenaba que ella pusiera sus dos manos sobre el atril como si fuera a dar una conferencia y se quedara muy muy quieta. Él le baja las braguitas y la hacía reclinar un poco hacia adelante. En esa posición el la azotaba y no la dejaba gritar. La calidad acústica del aula magna es impecable. Solo se escuchaba el ruido de los instrumentos de Víctor golpear sobre su piel tersa y tensa. El profesor tiene diferentes tipos de fustas, rebenques etc. que carga en su maletín de cuero marrón. A ella le gustaba que el utilizara la regla de acrílico que siempre está debajo de la pizarra colgada. Es bastante más flexible. Algunas veces ella se vuelve caprichosa y se escapa de las manos del profesor. Cómo una niña que se queda sin recreo, por no hacer la faena en clase, ella necesita gastar sus energías y provoca a Víctor para que la persiga. Cuando él la atrapa, ella ya no tiene escapatoria, la hace sentarse de cuclillas y en esa posición cogiéndola del cabello y girándole la cabeza de un lado a otro se la hace chupar hasta que él se corre. Pero a Milagros lo que más le gusta es que él pegue en sus nalgas con sus manos. Grandes firmes seguras, impredecibles. Cada vez que finalizan estas escenas, él la sodomiza una y otra vez hasta que ella queda rendida y duerme cómo un angelito en los brazos de Pablo. Para qué él no vea la prueba de

estas sesiones, Milagros pide unos días de abstinencia sexual, que despiertan aún más apetito y ganas en su novio.

... Y así fue cómo Milagros, explicando con detalles las fantasías que en teoría sus amigas realizaban con sus novios, provocaba el deseo de Pablo por poseerla pura, inmaculada, exclusiva. Los encuentros de Milagros con el profesor, la volvían cada vez más complaciente y dispuesta a vivir una relación intensa y apasionada con su novio. Cerró sus ojos, recibió su merecido y en su cabeza, una y otra vez volvió a sentir aquellos deseos que jamás se atrevería a confesar a ninguno de los dos. Mi piel quema, mi cuerpo arde, mi alma vive. Sexo cómplice, instintivo, animal. Mujer carnal y al mismo tiempo novia pura y formal.

Catalina

2 de octubre de 2017

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Nota de la autora:

Lleida, ciudad de la niebla y el tedio, donde las mujeres solteras intercambian sus historias y las

casadas sus maridos

Los personajes y hechos retratados en este cuento corto son completamente reales. Cualquier

parecido con personas verdaderas, vivas o muertas o con hechos producto de su imaginación y/o

fantasía es pura coincidencia.

El Informe

El Informe

Autor: Patty Look

Avril se encuentra en pijama muy concentrada en el sofá con los cascos puestos escuchando música a tope mientras juega entusiasmada a la Play 4. Estaba tan metida en el juego de pelea que no se da cuenta que su chica acaba de entrar en la casa, por lo que cuando Lara se acerca pega un bote del susto y dice:

A: joder, que susto me has dado, no te esperaba tan pronto- le dice mientras se dan un dulce beso en los labios.

L: cielo, no es tan pronto, de hecho llego media hora más tarde, ¿no has visto qué hora es?

A: walaaaaa, que tarde es ya, ¡¡pensaba que era antes!! Bueno, termino esta partida y lo dejo.

L: ¿llevas toda la tarde jugando? ¿No tenías unos informes que hacer urgentes?

A: Sí, pero los haré cuando termine, no te preocupes.

L: vale, vale, no te digo nada, que ya eres mayorcita, sólo espero que te de tiempo terminarlos pronto que hoy vengo con ganas de juego… - le dice mientras le da besitos por el cuello y le mete las manos por debajo de la camiseta para cogerle los pechos.

A: Ayyy, nena, déjame que me matan!! Que estoy en el jefe final.

L: Ya ya, jefe final, como no entregues a tiempo los informes, ya te daremos el director de tu empresa y yo, jefe final.

Mientras, Avril se vuelve a poner los cascos y sigue jugando al videojuego, por lo que Lara aprovecha para darse una ducha ya que ha llegado cansada de trabajar y le apetece ponerse el pijama y tirarse en el sofá con su chica. Cuando termina de darse la ducha y vestirse, Lara vuelve al salón y aún está Avril enganchada a la consola. Ésta se está empezando a cansar un poco ya de que su chica siga aún con el juego con la de cosas que tiene que hacer, por lo que se pone delante de la pantalla con los brazos en cruz y le da un ultimátum.

L: Avril, apaga la consola ya y ponte las pilas que ya es muy tarde. Es la última vez que te lo digo.

A: ¡Quítate de ahí que no veo! De verdad, 5 minutos más y lo dejo ya. Te lo juro.

L: Vale, me voy a preparar la cena, en cuanto vuelva quiero todo esto apagado y recogido, si no, esta noche la vamos a tener.

A: qué guapa está mi chica cuando se pone en plan madre, Ayyy. Venga, vete a preparar la cena, que no veo bien- le dice mientras le lanza un beso.

Lara le sonríe mientras se va a preparar la cena. Algo rápido porque no le apetece cocinar mucho, un par de sándwiches y un refresco. Lo pone todo en una bandeja y vuelve al salón para cenar con Avril. En cuanto llega, ve que sigue jugando como si nada.

L: tú ya te estás riendo de mí, ¿no? ¿Cuántas veces tengo que decirte que apagues la puta consola y qué te pongas a trabajar? – Avril al escuchar esto, se levanta de un salto del sofá, por lo que Lara deja la bandeja en la mesa, se acerca a ella, la agarra de un brazo y le suelta tres cachetes bien fuertes en el trasero a Avril.

A: joeee, que no es para ponerse así, si ya la estaba apagando…- dice mientras se frota el culo y apaga la consola y guarda el mando y los juegos.
Ambas se ponen a cenar mientras ven algo en la tele. Avril intenta acercarse a Lara porque está un poco seria y ésta le corresponde, pero haciéndose un poco la enfadada.

A: vaaaa, perdónameee. No me estaba riendo de ti, de verdad. Solo que estaba el juego muy interesante. Me doy una ducha rápida y te compenso… además hoy venías con ganas de jugar, ¿no?

L: ponte a hacer los informes, que después te entra sueño, que ya te conozco señorita.

A: hacemos una cosa, me ducho rápido, te echo un polvazo y mientras estás en la cama relajada, aprovecho y me pongo a trabajar hasta que termine los informes. ¿Te parece?

L: tú verás, no quiero que tengas problemas mañana.

A: que noooo.

Al terminar de la ducha, Avril ni se molesta en vestirse. Va al salón totalmente desnuda y depilada, coge de las manos a su chica y se la lleva a la habitación dónde ha puesto velitas, incienso y música romántica. En ese ambiente tan romántico y pasional, tienen una relación sexual increíble, con varios orgasmos cada una, por lo que al terminar, acaban las dos desnudas, abrazadas en la cama y agotadas, tapadas con la sábana. Cuando se quieren dar cuenta son casi las 1:30 de la madrugada.

A: cariño, no te enfades, pero mira la hora que es. Mañana te juro que me levanto temprano y hago los informes – le dice bostezando con los ojos cerrados.

L: vale, muy bien, pero como no te de tiempo, además de la bronca que te eche el director, prepara el culo, porque en una semana no te sientas- le contesta entre susurros.

A: que siii. Buenas noches mi amor

L: Buenas noches, que descanses.

Se dan un beso con los ojos cerrados porque las dos están rendidas y se quedan dormidas al instante. Pero olvidándose de un gravísimo error. Avril no ha puesto el despertador para mañana!! Lara no pone el suyo porque al día siguiente lo tiene de descanso, pero Avril además de hacer los informes, entra por la mañana a trabajar. A las 10:00 suena el teléfono de Avril. Es su jefe para ver dónde está, ya que a las 9:30 tenían una reunión para ver los informes.

J: Avril, ¿dónde estás? Llevo más de media hora esperándote.

A: Perdone jefe, anoche no puse el despertador y me he quedado dormida. Voy corriendo para allá- le contesta la chica con el corazón acelerado.

L: ¿quién es? ¿Con quién hablas? – le pregunta Lara medio dormida.

A: con nadie, sigue durmiendo.

Avril se viste en tiempo récord, ni desayuna y se va corriendo a trabajar. Por el camino se va maldiciendo por llegar tan tarde, no haber puesto el despertador y encima no haber hecho los informes. Me va a caer una buena, no dejaba de pensar. Y efectivamente, nada más llegar, el jefe le eche el broncazo del siglo, no sólo por llegar una hora tarde al trabajo, si no porque ni si quiera trae hechos los informes que tenía que presentarles. Le da una última oportunidad y le exige que al día siguiente tenga que traer los informes hechos o le abrirá un expediente disciplinario. Avril le da las gracias por esa oportunidad y continúa trabajando. A media mañana recibe un whatsapp de su chica:

L: ¿qué tal va la mañana? Te has ido y no te has despedido.

A: ufff, fatal, ya te contaré. Día horrible. Te dejo que tengo al jefe hoy encima.

L: Vale, ya hablaremos. Nos vemos esta tarde, un beso, te quiero y esas cosas

A: yo también.

El día se le pasó larguísimo, pero no sabía que era peor, si estar trabajando allí con el jefe encima todo el tiempo o llegar a la casa, sabiendo que Lara se iba a enfadar por todo esto. Al terminar del curro, decide llamar a un amigo para tomar una cerveza para despejar los nervios y desfogar del día horrible. Lo que era una cerveza, se terminó siendo 5 cervezas. A las dos horas de estar el bar, Lara le vuelve a mandar un mensaje a Avril:

L: nena, ¿todo bien? Deberías haber llegado hace dos horas

A: siii, todo genial, me entretuve de cervezas con Marcos.

L: ¿has bebido mucho? ¿quieres que vaya recogerte?

A: pues… unas poquillas. Anda, pásate a recogerme, por fiii, me vaya a pillar la poli. Estoy en el bar del centro.

L: en 10 minutos me tienes allí.

En otras ocasiones, Avril le habría mentido y habría conducido ella, pero la última vez que tuvo “esa fantástica idea” de beber y conducir, la pilló la policía, le pusieron una multa y le quitaron puntos del carnet. Y no sólo eso, Lara se enfadó muchísimo y el castigo fue muy severo y entero con la vara, por lo que esa lección, Avril ya la aprendió de no hacerlo más.

Cuando recogió a su chica, la vio que estaba achispada aunque no estaba borracha del todo, por lo que se le entendía hablando y estaba consciente de lo que decía. Ya una vez en casa, ambas se sentaron en el sofá y Lara le hizo la pregunta inevitable:

L: bueno, cuéntame, ¿qué te ha pasado en el trabajo?, para que tengas que salir y ahogar las penas en cervezas.

A: no sé si debo contártelo porque te vas a cabrear y tengo cosas que hacer.

L: no has entregado los informes, ¿verdad?

A: no… y no sólo eso, he llegado una hora y pico tarde al trabajo que además tenía reunión con mi jefe a primera hora.

L: ajá… ¿y a ti qué te parece todo esto? ¿Estás orgullosa?

A: Vete a la mierda, gilipollas.

L: oye guapa, a mí no me faltes el respeto. La has liado pero bien liada y encima te enfadas conmigo. Pues la llevas clara. ¿Te ha dado alguna oportunidad más el jefe?

A: sí. Mañana tengo que entregarlo todo o si no me abrirá un expediente disciplinario… -dijo Avril mirando al suelo.

L: vale, pues ¿sabes qué? Esta vez no te pienso ni regañar porque de todo esto te llevo avisando desde ayer. Vete al cuarto de baño y tráeme el cepillo y el cinturón.

A: tengo que hacer los informes, no tengo tiempo de tus tonterías.

L: como vaya yo, me traigo la vara también. Además, quiero que hagas los informes con el culo calentito por irresponsable que eres. Así que venga, rapidito tráemelo todo.

A: Que no joder, déjame en paz.

L: Uyy, esos humos te los voy a bajar yo en un momento.

Se levanta Lara, le da varios azotes en la zona baja de las nalgas y le señala con el dedo hacia dónde tiene que ir a coger los instrumentos. Avril pilla que va todo en serio y va a cogerlo todo y vuelve con cara resignada. Lara coge una silla y la pone en mitad del salón y se sienta.

L: Ya sabes que tienes que hacer – le dice mientras se toca las rodillas como gesto para que su chica se tumbe.

Avril se tumba y Lara le empieza a dar varios azotes fuertes con la mano en el culo de Avril que aún tiene puesto el pantalón vaquero que la protege bastante del dolor.

L: cielo, levántate y bájate el pantalón y después vuelve a tumbarte- esta lo hace avergonzada ya que odia esta parte en la que se tiene que quedar con el culo al aire para que le castiguen.

El castigo se reanuda y a los 40 azotes con la mano, Lara para en seco y le baja de un tirón las braguitas hasta las rodillas. El castigo continúa sin piedad, dando varios cachetes seguidos en la misma nalga para que cale más el mensaje. Después de un largo rato azotando a Lara ya le duele la mano y decide coger el cepillo. En ese momento, sí que se empiezan a escuchar las quejas de Avril porque este instrumento, a pesar de lo inofensivo que parece, pica muchísimo y más si es de madera como es en este caso. Se ven los pataleos, los quejidos, las súplicas… hasta tal punto que Lara tiene que poner su pierna encima de las piernas de Avril para que no se mueva tanto.

A: Lara, perdóname por favor, prometo ser más responsableeeee, snifff. No volverá a pasar esto, lo juroooo.

L: anoche me juraste que esto no iba a suceder, pero preferiste estar jugando al videojuego toda la tarde y estar haciendo el vago el resto de días, aún sabiendo que estoy era importante para tu trabajo. Pues ahora, tienes que aguantarte.

Lara continúa azotando sin piedad y con fuerza ya que es una falta bastante grave. A los pocos minutos de seguir azotándola, para en seco, le toca el trasero a su chica y nota que está hirviendo.

L: levántate y vete al rincón. Y ni se te ocurra tocarte el culo- le dice esto mientras le ayuda a levantarse, ya que el castigo en la silla puede provocar mareos al levantarse por tener la cabeza tan baja.

Avril obedece al instante y se va al rincón. Lara la deja unos 20 minutos reflexionando, mirando a la pared, mientras ella aprovecha para tomarse un refresco mientras no aparta los ojos de su chica. Cuando ambas están más calmadas, Lara se le acerca por detrás y le agarra el culo con fuerza con ambas manos y le susurra al oído:

L: Cariño, eres un desastre, ¿qué voy a hacer contigo?

A: no sé… ¿perdonarme ya?

L: lo siento, pero aún te queda el cinturón.

A: vaaa, perdóname, prometo ser buena.

L: venga, túmbate en el sofá y ponte dos almohadas debajo del pubis para que tengas el culo bien alto. Serán 30 azotes.

Avril obedece sin rechistar, ya que por experiencia sabe que cualquier queja o no obedecer, le puede costar más azotes y quiere terminar con este castigo ya. Lara coge el cinturón y le empieza a azotar con ganas, pero lentamente, espaciando un azote y otro para que sienta bien el dolor. Al 11 azote, Avril pone la mano en el culo para que paren los azotes porque le pica mucho, por lo que Lara, sin pensárselo, coge el cepillo, le coge la mano y en esa mano le da 10 azotes seguidos en la palma para que no lo ponga en medio más. En el siguiente azote, ya se le resbalan las lágrimas y continúan las súplicas.

A: cielo, lo siento muchísimo, estoy muy arrepentida. Sé que lo merezco por haberla liado de esta manera, pero por favor, para ya, que me duele mucho.

L: la idea es que duela y no se vuelva a repetir. Venga, seguimos.

A pesar de las quejas, Lara continúa el castigo sin piedad, haciendo caso omiso a las súplicas. En cuanto termina el último azote, Avril se levanta y va a darle un abrazo a Lara. Ambas se quedan abrazadas un rato, mientras que una llora totalmente arrepentida, la otra intenta calmarla. Al cabo de 5 minutos, cuando la castigada está más calmada, se dan un beso y Lara le sube el pantalón y las braguitas a su chica.

L: pues venga cariño, ponte a hacer los informes y en cuanto termines, te pongo crema y cenamos.

A: vale

Avril hace los informes rapidísimos, tanto por el castigo como para estar el menor tiempo posible sentada ya que le duele mucho el culo aún. Los termina, cenan y después Lara le pide a Avril que se tumbe en sus rodillas, que le va a poner crema. Le baja los pantalones, las braguitas y ve que tiene el culo muy rojo y se le pueden ver perfectamente el recorrido que ha hecho el cinturón. Al terminar, nota que Avril está bastante lubricada, por lo que aprovecha e introduce un par de dos en su vagina y en su clítoris. Al ver como se estremece su chica, continúa y en cuestión de minutos, consigue un orgasmo grandísimo. Esta situación la ha puesto muy excitada a Lara por lo que Avril se da cuenta y se pone de rodillas en el suelo mientras que le baja el pantalón y las braguitas a Lara hasta los tobillos y le hace sexo oral hasta que termina corriéndose en su boca.

Al terminar las dos relajadas, se van a la cama, dónde primero ponen el despertador y continúan un segundo asalto. Al terminar las dos abrazadas en la cama Avril le dice:

A: cariño, perdóname por mi comportamiento y gracias por el castigo, menos mal que te tengo que me guíes porque a veces soy un poco desastre.

L: jajaja, sí, un poco desastre sí que eres, pero eres el desastre que yo más quiero en este mundo. Espero que no se vuelva a repetir y seas más responsable, ¿me lo prometes?

A: te lo prometo.

L: pues venga a dormir que mañana te espera la cita con tu jefe. Buenas noches.

A: Buenas noches.

FIN

 

 

Vicio Compartido

Vicio Compartido

 

Autor:  Ana K. Blanco


La boda de mi amiga Leonora estuvo llena de sorpresas. La primera la tuve durante el ensayo de bodas, cuando entré a la iglesia y lo vi. Alan y yo habíamos tenido una aventura muy particular pero nunca imaginé que lo encontraría en este lugar.

 

-¿Qué haces aquí? –pregunté con extrañeza.

-Soy el padrino. Ya ves, como siempre, tu contraparte, tu alter ego, tu complemento… –me dijo divertido.

-Pero… si Leonora me dijo que el padrino sería Daniel, el primo de… -Entonces comprendí. Alan jamás me había confesado su verdadero nombre. Y como dejé New York para mudarme a Miami, apenas conocía al novio y menos aún sus relaciones.

 

Nos reunimos a la salida del ensayo. Era noviembre. Otoño. El clima era agradable y la vista espectacular. Desde la puerta de la pequeña capilla se veía Battery Park, el río Hudson y en la mitad, la Estatua de la Libertad. Nos mezclamos con la gente que bajaba del ferry procedente de Staten Island y tras ellos, aunque a otro ritmo, comenzamos a caminar por Wall Street. De algún modo que no percibí, terminamos en un pub pequeño y atestado de gente.

 

-¿Dónde te estás quedando? Miami está lejos. Además –dijo sonriente-, esta noche tenemos el rehearsal dinner. No imagino que la dama de honor falte a tal acontecimiento.

-Supongo que como tú y la mayoría de los invitados, me estoy quedando en el mismo hotel que los novios y en el mismo piso que el resto de las damas y la novia.

 

Después del almuerzo seguimos en una de las barras del hotel y la tarde se fue con rapidez. Corrí. Tenía menos de dos horas para cambiarme, pero llegué a tiempo. La cena tuvo mucho de formal sin perder esa calidez que dan la familia y los amigos. Me senté junto al resto de las chicas y luego del postre Leonora se acercó con un

montón de bolsas en sus manos.

 

-Chicas, mañana las espero a las siete en mi habitación para desayunar. Habrá un equipo de peinadoras y maquilladoras para dejarnos aún más hermosas, y junto con esto –dijo levantando las manos cargadas- será mi regalo para ustedes.

 

En la bolsa había un par de elegantes pantuflas y un salto de cama para presentarnos al día siguiente. Pensé que ya nos íbamos, así que saqué la tarjeta de mi habitación de mi bolso cuando Alan vino a saludarnos y se sentó a mi lado hasta el final. Al regresar al hotel me ofreció ir a tomar algo, pero decliné la invitación.

-Lo siento, pero debo madrugar y no quiero parecer una zombie, así que iré directo a la cama. Y dime… -Pregunté mientras íbamos en el ascensor- ¿Aún tienes aquel artilugio plegable?

-Por supuesto, siempre me acompaña –dijo al extraer del interior de su saco un fino cilindro que, al desplegarlo, se convirtió en la vara que recordaba. Sonreí en silencio y me acerqué para susurrarle un hasta mañana tan sutil como el beso que olvidé en su cuello…

 

Esa noche recordé nuestro fugaz ¿romance? No. No fue romance. Hubo afecto, sí,  pero lo que en realidad nos unió fue los azotes y el sexo. En ese orden. Porque era más fácil conseguir pareja para el sexo que para jugar Spanking. Y Alan reunía cualidades en ambas artes, además de ser alto, rubusto, fascinante y sexy como pocos. Recordé su cuerpo encima de mí refrescando mis nalgas hirvientes... y me estremecí.

 

A las siete me presenté en la suite de la novia, y tres horas después regresaba a mi habitación desayunada, peinada y maquillada. En dos horas nos reuniríamos en el hall para las fotos y luego a la Iglesia. Al abrir la puerta encontré a Alan estaba allí sentado, esperándome con la vara plegable en la mano.

 

-Pero… ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste?

Alzó la tarjeta y supe por qué la noche anterior no la había encontrado. Seguro que la tomó de la mesa cuando nos vino a saludar.

-Estoy aquí porque tenemos una charla pendiente -se puso de pie y comenzó a caminar a mi alrededor-. Ayer a la tarde te fuiste corriendo, a la noche me rechazaste, esta mañana te escabulliste…

-No es así. Te dije que…

-¡Silencio!

 

Se movía con lentitud. Desplegó la vara y sin decir palabra me señaló el sofá. Yo sabía que eso significaba apoyar las manos en el asiento y levantar las nalgas.

 

-No hay mucho tiempo. Tu cúmulo de faltas te ha conducido a una sentencia de treinta azotes, aunque merezcas muchos más.  

-Pero… Alan… yo…

-No hables. Obedece, a menos que quieras aumentarlos y llegar tarde.

 

El solo hecho de tenerlo cerca e imaginar que algo podía pasar, me excitó. Lo observé vestido con su bello traje, blandiendo la vara mientras caminaba a mi alrededor y decía su discurso acerca de mi sentencia, y me sentí feliz. Acaté sus órdenes por dos motivos. El principal era que ambos disfrutáramos este juego que tanto nos satisfacía, y el segundo era porque nadie empuñaba la vara como él. Ya en posición, respiré hondo y me entregué… Pasaron unos segundos antes de sentir su voz en mi oído.

 

-¿Me estás tomando por tonto? Desvístete antes de que los treinta se conviertan en sesenta.

Me incorporé de inmediato y comencé a sacarme la ropa.

-Treinta y uno, treinta y dos, treinta y tres… –y yo apenas me estaba desabrochando el pantalón-. Treinta y ocho… y en aumento...

Por mucho que me apresuré, cuando estaba totalmente desnuda estaba en cincuenta cuatro, porque la blusa y el sostén me los quité juntos y sin desabrocharlos. Antes que pudiera abrir la boca estaba sobre sus rodillas. Comenzó a nalguearme con una potencia que casi había olvidado. Mi memoria me llevó a otras sesiones donde había usado ese método de ir de más a menos: comenzaba con nalgadas fuertes e iba disminuyendo la intensidad. Era tan doloroso como excitante, aunque poco placentero al principio. Extrañaba aquella sensación de calor, picazón y ese dolor dicotómico que le hace a uno desear que el Spanker pare en ese instante y al mismo tiempo continúe hasta la eternidad.

 

Los azotes disminuían en intensidad, pero se sentían igual de fuertes a pesar de las caricias masculinas.

 

-Ahora sí estás preparada. Ponte en posición –dijo con voz firme mientras volvía a señalar el sofá. Obedecí gustosa. Abrí mis piernas lo más que pude e hice que mi espalda formara un ángulo recto con ellas. Pensé que estaría perfecta, pero Alan empujó mi cuello hasta que mi frente casi tocó el asiento. Luego, enterró su mano entre mis piernas y tomando con su palma mi monte de Venus me alzó,  dejándome más expuesta y con las nalgas levantadas.

 

Y la vara cayó. Y la piel se levantó dejando la marca. Uno. Dos. Cinco. Diez azotes. Descanso. Caricias. Gemidos de dolor mezclados con placer. Y vuelta a empezar.

 

Imagino que la visión de mis nalgas rojas cruzadas por finas líneas purpúreas, eran un deleite para Alan, que uno tras otro y con un breve descanso cada diez, terminó por completar los cincuenta.

 

-Los cuatro últimos los dejamos pendientes. Tienes que ducharte y empezar a vestirte porque queda media hora para las fotos.

Ducha. Panties. Vestido. Zapatos. Revisión de maquillaje y peinado. Excepto por mi sonrisa de sexo reciente, nadie adivinaría mi alegría extra durante la sesión de fotos. Todo estuvo bien hasta que tuve que sentarme en la limusina.

-¿Qué te pasa? ¿Te duele algo? –preguntó Leonora al ver que me sentaba con máximo cuidado.

-No. Todo está bien –respondí presurosa-. Es que tengo miedo de arrugar mi vestido.

 

Me sentí radiante caminando al altar por mi querida amiga. Alan estaba junto al novio y me regaló una sonrisa cómplice. Cada vez que había que sentarse, volvía sus ojos hacía mí y su bello rostro se iluminaba.

 

Intercambio de anillos. Bendición, y el famoso “puede besar a la novia”. Aplausos. Alegría. Los novios hicieron su primera caminata como el señor y la señora tal. Y tras ellos los padrinos. Alan me ofreció su brazo y al llegar al atrio me condujo hasta la pared y acarició mis nalgas.

 

-Estamos en la iglesia, Alan. Podrías aprovechar para arrepentirte de lo que me hiciste.

-No, no. No puedo arrepentirme. Lo que te pasó fue en justo castigo por tus pecados más recientes. Debería haber continuado, pero no hubo tiempo –me dijo en tanto yo me sonreía-. ¿Y ahora de qué te ríes?

-El que solo se ríe… -Respondí, dejando el refrán sin terminar- Búscame en la fiesta y lo sabrás.

 

Peter Minuit Plaza era lo único que nos separaba del restaurante pegado al río, en pleno Battery Park. Más de doscientos invitados. Barra libre de bebidas y varias mesas con manjares para esperar la llegada los novios.

 

Pasó media hora. Fui a pedir un Bloody Mary a la barra cuando un desubicado me acarició una nalga. Me di vuelta y al verlo sonreí. Nadie lo notó, los invitados seguían apareciendo y los saludos continuaban.

 

-¿Dónde me llevarás? –preguntó intrigado.

-Vine aquí con Leonora y sé de un apartado que nadie usa en las fiestas. A menos eso nos dijo el encargado cuando nos lo ofreció por si queríamos algo de tranquilidad durante la recepción. Sígueme…

Con las copas en la mano, llegamos al lugar. Estaba fresco y agradable. Tenía su propio baño, un par de mesas, sillas y sofás confortables como para poder echarse en ellos y descansar. Pero no era descansar lo que queríamos en ese momento.

 

-Alan… -Dije apenas entramos- Tienes que terminar lo que empezaste. En la iglesia me dijiste que aún no había expiado mis pecados por completo, así que…

 

Me quité toda la ropa y, apoyando mi torso en la mesa, abrí las piernas y me quedé quietecita. Sabía que me dolería, que iba a sufrir, pero lo hice con gusto y confiando en él.

 

- Vuelve a azotarme, por favor.

-Repetiré la rutina del hotel. Te daré cinco series de diez azotes cada uno, con pequeños descansos. Solo que esta vez quiero que los cuentes en voz alta. ¿Comprendido?

-Perfectamente, Señor –respondí.

 

En aquel lugar cerrado, el silbido era más atemorizante. La vara comenzó su tarea. Gemidos sordos salían de mi garganta con cada varazo, e imaginé mis nalgas cruzadas de líneas recién infringidas encima de las recibidas pocas horas antes. Conté del uno al diez y respiré aliviada al sentir la mano de Alan. Cuántas sensaciones encontradas en ese instante mágico de la caricia, donde además de las nalgas, su mano continuaba su viaje por mi vulva, recorriendo los labios, deteniéndose en el clítoris, y hasta haciéndome creer que introduciría sus dedos en mi cuevita.

 

-No has cambiado nada… Sigues igual de caliente, perrita… Eso me complace mucho.

 

Me pareció, tuve la sensación de que su mano salió empapada con mis humores. Me abrió las nalgas y guardó silencio. Escuché cómo se retiraba para tomar distancia y recomenzar.

 

Hubo tres tandas más. Cuando entre lágrimas sollocé un entrecortado “cuare.. cuarenta y… y… dos”, sentí su miembro erecto y palpitante, apoyado entre mis nalgas doloridas e irritadas.

 

Confieso que no soy adepta al sexo anal, pero esa tarde lo deseé. Me di vuelta y lo ayudé a deshacerse de su ropa para volver a mi posición con un pequeño cambio. Apoyé una pierna encima de la mesa y abrí mis nalgas.

 

-Alan… los últimos… los quiero aquí… -dije tocando mi ano- Es mi ofrenda para ti.

 

Quedó mudo por la sorpresa.

 

-Es el mejor regalo que me han hecho. Gracias, Mina. Sabes cuánto lo he deseado.

 

Fueron azotes duros, tanto que a veces hasta se me cortó la respiración. Más que dolor era un ardor punzante que me hacía sentir la necesidad de ser penetrada...

 

Alan apoyó su miembro en mi vulva y comenzó a frotar. Mi clítoris se hinchó y los fluidos fueron aprovechados por mi verdugo para mojar su herramienta. La colocó en la entrada de mi ano y sin ningún miramiento, me poseyó.

 

El dolor fue menos intenso que el placer. El vaivén de los impulsos me hacía sentir que estaba viva, que al entregar lo más íntimo de mi cuerpo hacía que me sintiera muy suya.

 

Nos vestimos y regresamos a la fiesta antes que llegaran los novios. A partir de ese día, tuvimos un secreto más para compartir. Y otro placer que tenía la apariencia de convertirse en un vicio compartido, algo que le debería confesar cada vez que lo encontrara...

 

Nota: Este artículo ha sido publicado originalmente en el blog Amadeo Pellegrini y Ana Karen Blanco bajo el título Vicio Compartido, aparece hoy en nuestro blog de Relatos de Azotes con la autorización por vía telefónica de su autora Ana K. Blanco a quién agradecemos su deferencia y colaboración.

Saludos de Fer

 

LIARLA DEJA MARCAS MORADAS

LIARLA DEJA MARCAS MORADAS

Autor: Patty

 

 

-        Vale, cariño nos vemos la semana que viene.

-        Vale, mamá. ¿En qué ciudades das los conciertos esta semana?

-        En Madrid, Salamanca, Sevilla y Málaga. Pero no te preocupes que te llamaré todas las noches después del trabajo para hablar.

-        No es necesario que me llames, sé cuidarme sola.

-        ¿Sola tú?, anda, déjate de tonterías y dame un abrazo que el taxi me está esperando ya para ir al aeropuerto.

 

Ambas se funden en un abrazo fuerte en el salón de casa dónde se encuentra las maletas de Mónica y Edgar, uno de los guardaespaldas de la familia.

-        Edgar,  te encargas tú de mi hija. Si se mete en líos, apúntamelo en una lista, y a la vuelta, me la pasas. Que vaya a clase puntual, que estudie, que entregue todos los trabajos que tiene que entregar, y haga deporte. No quiero que se desmadre en esta semana que no estoy yo aquí.

-        Sí, señora.

-        Mamaaaaaaa, te recuerdo que tengo 19 años y no cinco  – dijo Nora muy seria.

-        Pórtate bien, bicho.

 

Mónica cogió sus maletas, se subió al taxi y desapareció carretera abajo. Nora estaba muy contenta porque su madre se iba de gira y por un tiempo podría hacer lo que le diera la gana sin que la supervisara nadie. La madre era muy protectora. Cariñosa, pero para ella,  la educación de Nora era sin duda lo más importante. Era muy estricta. No le consentía gritos, ni palabrotas, ni gestos obscenos, ni que bajara la guardia en sus estudios, en su trabajo, o en su salud. Quería que su hija estudiara duro, se esforzara al máximo para ser una mujer de éxito en su carrera, al igual que ella lo había conseguido años atrás, y poder llevar una vida cómoda. Pero claro, para eso había que trabajar y ser constante. Nora tenía un defecto importante; una pereza que aparecía siempre que nadie estaba pendiente de ella. Mónica no dudaba en premiarla cuando se lo merecía con viajes caros, ropa, alta tecnología, caprichosos que ella quisiera en ese momento… pero igualmente, cuando su comportamiento no era el adecuado, no dudaba ni un solo momento en castigarla. Normalmente, los castigos consistían en no dejarla salir con sus amigos, privarla de cualquier regalo que le tenía prometido, y en casos extremos en que la hija se había pasado muy mucho de la raya, no dudaba en darle unos buenos azotes. Éstos se ajustaban en función de la edad y la falta. Es decir, que a medida que Nora era  mayor, los azotes eran mucho más numerosos y con instrumentos más dolorosos, para que aprendiera bien la lección. La hija odiaba este tipo de castigo porque le parecía muy humillante que a su edad se le castigara de forma semejante, ¡además del dolor! Pero a la madre le daba igual, ya que sabía que esta era una forma muy efectiva de mantenerla controlada. Además, la desnudez no era un tema tabú en su familia, por lo que verle el trasero para disciplinarla no era nada extravagante para ella, aunque su hija opinara diferente.  

-        Bueno Edgar – se dirigió Nora hacia el guardaespaldas- olvida lo que acaba de decir mi madre. Vamos a hacer un trato. Tómate esta semana de vacaciones, cuando vuelva le decimos que todo ha ido genial, y yo no te delato.

 

-        Jajajaja, ¿estás loca? ¿qué quieres? ¿que tu madre me despida? Además, ni sueñes que me voy a despegar de ti en toda la semana.

 

 

-        Anda, tírate el rollo. ¿Quién sabe cuándo nos vamos a volver a ver en esta situación? Por fiii. No seas rancioso.

 

-        Nora, háblame con respeto, por favor, no me gusta que me llames así. Ya has escuchado a tu madre, haz todas tus tareas y cumple con tus obligaciones como la mujer que eres ya y no apuntaré nada en la lista.  Así que venga, vete a estudiar – dijo muy serio. A pesar de que tenía muy buena relación con Nora, su trabajo era muy importante para él y pensaba cumplirlo a rajatabla, como llevaba haciendo hasta entonces. No se iba a dejar engatusar por la niña.

 

 

-        Paso. Voy a ver una peli que llevo tiempo queriendo ver, pero que aún no he tenido la oportunidad. Es de dos chicas que se enamoran y follan mucho… ¿Te apuntas? O ¿tienes miedo de empalmarte?... - le dijo en tono burlón sacando la lengua.

 

-        Segundo aviso, Nora, vete a estudiar.

 

-        ¿Hola?  ¿Estás sordo? Te he dicho que no me da la gana, que voy a ver una peli, joder. Eres un puto coñazo. Peor que mi madre. Venga, ve a abrir una botella de vino. Ya que me tienes que vigilar, que nos lo pasemos bien.

 

-        Primero, no bebo en horas de trabajo. Y segundo, que sepas que ya no tienes más avisos. No pienso dejarte pasar ni una, así que por tu bien, más vale que te espabiles. – Edgar sabía que tenía que ser estricto con ella, porque en alguna ocasión había sido más blando y Nora había aprovechado ese momento de debilidad para hacer lo que quería y se prometió a si mismo que no iba a volver a pasar.

 

-        Capullo…

 

-        ¿Qué me has llamado?- dijo Edgar en tono autoritario.

 

-        Lo que me has oído.

 

-        Muy bien, de acuerdo, vamos a empezar la lista más pronto de lo que pensaba. Tu madre se va a poner loca de contenta cuando vuelva. Sabes cómo es ella con las faltas de respeto.

 

-        Empieza la lista y date por despedido, Edgar. No… de hecho…, te irás tú, te haré la vida imposible hasta que tengas que dimitir, así que piénsate muy bien lo qué vas a hacer.

 

-        ¿Me estás amenazando, Nora?

 

-        Te estoy educando, tío.

 

-        ¡Esa es mi labor! De acuerdo, vete a ver la película, pero te garantizo que te arrepentirás de ello.

 

-        A ver, no hace falta ponerme a estudiar ahora mismo. El trabajo lo entrego dentro de dos días, así que aún tengo tiempo de sobra. Así, que relájate, hazme el favor.

 

-        …

 

Esa noche Nora se salió con suya. Vio la película, después encargó comida china para cenar y luego llamó a unas amigas para que vinieran a su casa. Quería un poco de marcha. Empezaron a hacer botellón en casa de Mónica y cuando estaban un poco más achispadas, decidieron llamar a otros amigos para que subieran a casa y pasar un rato divertido. Al final, en la casa se juntaron más de 20 personas bebiendo, con música alta, riéndose a carcajadas… Los vecinos vinieron a quejarse del jaleo, pero Nora no les hizo mucho caso por lo que al poco tuvo que intervenir Edgar, apagando la música y echando a todos de la casa, para evitar una denuncia.

A la mañana siguiente, la casa era un total desastre, lleno de botellas de alcohol vacías y vasos por todos lados, algunos envoltorios de condones tirados por el suelo, bolsas de patatas abiertas… Nora se levantó con una gran resaca y además, tardísimo. Con el tiempo justo para ducharse e irse a clase, ya que entraba a las tres y media de la tarde. Al volver de clase por la noche, se encontró con toda la casa perfectamente recogida y limpia, ya que el chico de la limpieza se había encargado de todo, pero había tenido que trabajar horas extras. Ella se acordó de que aún debía terminar el informe que tenía que entregar, pero no tenía fuerzas para mucho, y tampoco ganas de hacerlo. Así que fue para su habitación y se tiró en su cama. Al par de minutos, Edgar tocó en la puerta, que estaba abierta:

-        Buenas noches Nora, ¿cómo llevas el informe que tienes que entregar mañana?

 

-        Déjame en paz.

 

 

-        Intuyo que no lo has acabado aún...

 

-        No, no lo he terminado aún. Mira, no tengo cuerpo para tus sermones ahora. Me voy a dormir. Mañana me levanto a primera hora y lo hago. Total, tengo hasta las once y media para mandarlo por email.

 

 

-        No. Ponte a hacerlo ahora, que nunca se sabe lo que puede pasar mañana. Venga, y si estás cansada, te aguantas. No haber montado la fiesta de anoche.

 

-        No me apetece, y ahora no sé ni cómo me llamo. Mañana me levanto a las siete y lo hago, te lo prometo.

 

-        Tú verás lo que haces…

 

-        Que siiiiii, pesado.

A la mañana siguiente no escuchó el despertador y se despertó a las diez y media. ¡Horror! Tenía sólo una hora hacer y entregar el informe. Lo hizo rápido, mal y copiándo algunas partes de una compañera que le había pasado el suyo terminado para comparar ambos. Se sentía mal por ello, pero no le quedaban más opciones por la hora que era.

-        Edgar, ya lo he terminado. Me voy que tengo una reunión.

-        ¡Buenos días! Que trabajo te cuesta saludar, señorita. Venga, que te llevo a la reunión.

Se subieron al coche, Edgar conducía y le preguntó intrigado:

-        Has hecho el informe muy rápido esta mañana, ¿no?

-        Sí, estaba inspirada.

-        Espero que no hayas hecho trampas.

-        Define trampas…

-        Nora, eres increíble de verdad. Pasas de tus responsabilidades y encima haces trampas. Pues muy bien, sigue por ese camino que vas muy bien. 

-        Oye, que no me siento orgullosa, sólo que se me ha ido un poco de las manos. Sólo eso. Espero que me guardes el secreto, porque si mi madre se entera, me mata.

-        Si tuviera la oportunidad te mataba yo mismo, que vaya semanita me estás dando, joder. 

-        Te dije que te la tomaras de vacaciones y no quisiste. ¡Pues ahora a ganarte el sueldo!

-        Anoche cuando estabas dormida, llamó tu madre para preguntar por ti. Le dije que estabas durmiendo y le estuve contando tus batallitas de esta semana…

-        Joder Edgar, eres un bocazas. ¿Para qué cuentas nada? ¿Y qué te ha dicho? – dijo removiéndose incómoda en su asiento.

-        Pues la verdad es que se enfadó mucho. No entiende la actitud de adolescente que estás teniendo, así que ve preparándote para cuando venga, porque te va a caer una buena.

 

-        Eres un tonto y además me caes mal, ¿lo sabías?

 

-        Muy inteligente por tu parte seguir aumentando la lista, Nora.

 

-        Me voy a la reunión, que te diviertas.

 

-        Que tengas un buen día, muchacha.

 

El día, la verdad es que lo pasó bastante bien. Intentó olvidarse de la conversación que había tenido con Edgar en el coche y centrarse en sus tareas académicas. Cuando llegó a casa por la noche, sonó el teléfono. Era Mónica.

-        ¡¡Hola mamá!! ¿Qué tal todo? ¿Me estás echando de menos?

 

-        Hola, cielo. Todo genial, claro que te estoy echando de menos, siempre lo hago. Pero llamaba por otro tema.

 

 

-        ¿Qué pasó? – Nora hizo esta pregunta con un hilo de voz temblorosa, y además cruzó los dedos para que el tema del que quería hablar no fuera el de su comportamiento.

 

-        Anoche te llamé y estabas dormida, así que hablé con Edgar y me contó la semana tan “estupenda” que llevas.

 

-        Mamá, Edgar es un exagerado, no hagas caso de lo que te cuenta. Venga, cuéntame qué tal va la gira.

 

-        Señorita, no me cambies de tema. En cuanto vuelva, vamos a tener una conversación muy seria tú y yo. Y más te vale que no sea verdad todo lo que me ha contado, porque de lo contrario, vas a estar un mes sin poder sentarte. ¿Me he explicado clarito?- dijo Mónica de forma muy autoritaria.

 

-        Pero mamá…

 

-        ¿Te has enterado o no?

 

-        Si, señora, todo muy claro.

 

-        Vale, pues aprovecho para decirte que mi último concierto se ha cancelado porque tenemos a la mitad de los bailarines enfermos, así que mañana por la tarde me tienes allí.

 

-        ¡Qué pronto! Vale, pues nos vemos mañana. Yo mañana también puede que salga un poco antes de las clases, así que nos vemos en casa.

 

-        Muy bien, nos vemos mañana. Un beso, te quiero, cielo.

 

-        Te quiero, mamá.

Después de colgar, Nora supo que estaba metida realmente en problemas. Se había pasado de la raya y encima su madre vendría al día siguiente. Estúpido Edgar, ahora tenía que ingeniárselas para que mañana no contara absolutamente todo lo que había pasado esta semana, incluyendo lo del informe.

-        Edgar, ¿puedes venir un momento, por favor?

 

-        Sí, claro, dime.

 

-        Quería disculparme por mi actitud de esta semana. No sé qué me ha pasado. Sabes que no soy así, perdóname no volverá a ocurrir. Pide lo que quieras y te compensaré. -esta disculpa era totalmente falsa, pero tenía que ablandarlo de alguna manera, así que se le ocurrió ésta.

 

 

-        Tranquila, no es necesario que me pidas perdón ahora, ya mañana con tu madre aquí, y cuando se ajusten las cuentas, ya me lo pedirás. ¿Quieres algo más?

 

-        Vaaaaa, no seas así, ¿qué quieres a cambio? – se levantó del sofá, se puso bien el pelo, se reajustó los pechos dentro del sujetador y se plantó justo delante de él, pasándose la lengua por los labios- Te hago una felación si rompes la lista.

 

-        Jajajaja, no sabía que le tuvieras tanto miedo a tu madre. Lo siento, pero mi respuesta es no. De hecho, si te soy sincero disfrutaré con el castigo, porque lo tienes bien merecido.

 

-        ¡Mira que eres cruel y malvado! ¿No te doy pena o qué?- preguntó Nora poniendo morritos.

 

-        Ninguna- contestó Edgar fríamente.

 

Nora dio media vuelta y desapareció de la habitación dejando a Edgar allí solo. Se le pasaron mil ideas por la cabeza para intentar escapar del inminente castigo, pero todas las opciones eran simplemente absurdas. Así que cenó algo rápido  y se fue a dormir, que al día siguiente le esperaría un día duro.

A la mañana siguiente se levantó temprano, estuvo estudiando y se fue a la playa a correr un rato, necesitaba despejar todos esos nervios que le estaban matando. Después se fue a clase y cuando volvió a casa, se dio una ducha rápida y se puso su pijama favorito de Snoopy.  Mientras hablaba con una amiga por whatsapp no dejaba de mirar por la ventana, esperando histérica que llegase su madre en el coche familiar, ya que Edgar había ido a recogerla al aeropuerto. De repente, vio aparcar el coche y a su madre saliendo de él con las maletas. Respiró profundamente 5 veces para calmarse y bajó a saludarla.

-        ¡Hola mamá! ¿Qué tal el viaje?- le preguntó Nora mientras le daba un abrazo, al cual la madre se lo devolvió de forma fría.

 

-        Bien.

 

-        ¿Has cenado en el avión?.

 

-        Sí.

 

 

-        … - joder que seria viene mamá.

 

-        Además durante el camino en coche he hablado con Edgar sobre ti. Voy a subir a darme una ducha y en cuanto baje, te quiero en el salón esperándome, que tenemos una charla pendiente- sentenció Mónica.

 

 

-        ¿No podemos hablar mañana mejor? Vendrás cansada del viaje y además mañana es sábado y estamos las dos de descanso… - dijo Nora intentando prorrogar la sentencia.

 

-        No. Será esta noche.

Mónica subió las escaleras con su bolso y a los pocos minutos se escucharon los grifos de la ducha. Nora aprovechó el ruido de la ducha para acercarse a Edgar  y hablar con él.

-        ¿Qué le has contado si puede saberse? Que no veas el cabreo que trae.

 

-        Le he dado la lista de tu maravilloso comportamiento de esta semana y  la ha estado leyendo en el coche, sólo eso.

 

-        Ya te vale, ésta no te la perdono, que lo sepas- miró con cara de odio a Edgar. Este le respondió con una sonrisa, ya que sabía que por fin había llegado el momento de darle el merecido a la niña malcriada.

 

 

A los veinte minutos apareció la madre en el salón, aparentemente un poco más calmada y con la lista en la mano. Cerró la puerta tras de sí, quedándose madre e hija solas. A Nora se le volvió a encoger en un nudo el estómago. La cosa no pintaba nada bien. Mónica se sentó en una silla del salón al lado de la mesa y llamó a su hija para que se sentara a su lado.

-        Nora, ¿ésta lista es verdad?- le dijo la madre muy seria.

 

-        ¿Qué lista, mamá?

 

-        Te lo advierto, no estoy para bromas ni para que me vaciles. Contéstame.

 

-        Mamá, no tengo ni idea de lo que pone en esa lista, déjame que la vea.

 

-        No, no te preocupes, que ya te la leo yo. Presta atención:

  • Insultar, amenazar y faltar el respeto a Edgar en reiteradas ocasiones.
  • Hacer una fiesta en casa sin permiso, molestando a los vecinos, los cuales han estado a punto de denunciarnos, y además haciendo trabajar más al personal de limpieza.
  • No hacer deporte.
  • No estudiar todos los días.
  • Copiar el informe que tenías que entregar de una compañera en lugar de entregar el tuyo propio por falta de tiempo, por la desorganización.

 

-        ¡Qué exagerada está esa lista!- maldito cabrón pensó, no se ha dejado ni una.

 

-        ¿Me estás diciendo que es mentira lo que pone aquí? ¿Qué Edgar me está mintiendo? Te recuerdo que no te conviene mentir.

 

-        A ver, sí y no… yo no le he faltado el respeto a nadie y lo de los vecinos es que son unos exagerados. Tampoco hacíamos tanto ruido… - intentaba excusarse como podía pero tenía pocos argumentos para rebatir, ya que Mónica la ponía nerviosa,  porque la miraba fijamente a los ojos para saber si su hija mentía.

 

-        Vale, vamos a llamar al personal y le vamos a preguntar… más te vale que me estés diciendo la verdad.

 

-        No, no. No es necesario que llames a nadie. – al llamar al personal podía suponer que ellos presenciarían el castigo y se moriría de la vergüenza. -Vale, puede que me haya pasado un poquito con Edgar, pero es que ha sido muy pesado, no me dejaba ni respirar y necesitaba un poco mi espacio.

 

-        ESE NO ES MOTIVO PARA INSULTAR, AMENAZAR, NI FALTAR AL RESPETO A NADIE. MÍRAME A LA CARA CUANDO TE HABLO. ¡ADEMÁS PARA ESO LE PAGO! PARA QUE SEA TU SOMBRA Y TE VIGILE. DESDE LUEGO NO ESPERABA ESTO DE TI. NO TE HE EDUCADO YO ASÍ. SIEMPRE TE HE INTENTANDO INFUNDIR EL RESPETO Y LA BONDAD HACÍA LOS DEMÁS. SABES QUE ODIO LAS PALABROTAS Y MENOS SI SON PARA INSULTAR A ALGUIEN.

 

-        Ya lo sé, lo siento… -dijo cabizbaja.

 

-        ¡CÁLLATE, QUE AÚN NO HE TERMINADO!  A ver qué más dice la dichosa lista… Ah sí, lo de la fiesta. Que sepas que las horas extras que tuvo que trabajar el personal ese día para limpiarlo todo, va a salir directamente de tu bolsillo, ¿entendido?. Y a pesar de que has tenido muchísima suerte y los vecinos no nos han denunciado, mañana a primera hora, quiero que te presentes en su casa con una cesta de fruta en la mano para que se la des y te disculpas con ellos.  No me puedo creer que no te hayan denunciado. Además, fuiste muy egoísta ahí ¿NO HAS PENSADO QUE REPERCUSIÓN MEDIÁTICA PUEDE TENER SOBRE MI CARRERA SI NOS LLEGA UNA CITACIÓN DEL JUZGADO?  – Mónica dio una palmada en la mesa haciéndose notar su evidente enfado.

 

-        …   - no se atrevía a contestar después del grito de antes.

 

-        Contéstame. ¿Es que acaso no te has parado a pensar en las consecuencias?

 

-        No.

 

-        Me parece genial, muy bonito todo. Pero no te preocupes que las consecuencias las vas a sufrir bien pronto, para que no vuelva a repetirse nada semejante.

 

-        Lo siento…

 

-        Más lo vas a sentir luego. Sigo con la lista. No hacer deporte. Me prometiste que todos los días harías por lo menos media hora de ejercicio porque te lo recomendó el médico y esto también te lo has saltado a la torera.

 

-        Ese no es del todo verdad, hoy me he ido a correr a la playa.

 

-        Y el resto de días te lo has pasado por el forro, señorita. Bueno, continúo. No estudiar todos los días ni hacer los deberes, obligándote a entregar uno copiado de una compañera. Explícame este YA, antes de que te estrangule.

 

-        A ver, ese está muy exagerado. Si que he estudiado… bueno vale, sólo desde que me llamaste por teléfono ayer, pero es que quería aprovechar y descansar un poco. Tampoco es para ponerse así… Y con respecto al informe, pensé que me daría tiempo, pero en la fiesta bebí, y tuve resaca todo el día… Cuando llegué a casa sólo quería dormir, y a la mañana siguiente, cuando iba a hacerlo, no escuché el despertador… Y claro, tenía que entregarlo, así que eché mano para inspirarme de otro informe. Pero te juro que no lo copié entero, sólo unos cuantos apartados en los que tenía dudas…

 

-        QUE VERGÜENZA. Estás cursando unos estudios muy importantes que te van a servir para tu carrera profesional, y pasas del tema. Yo no te he educado así. ¿Qué te digo siempre? Que tienes que esforzarte al máximo para triunfar en la vida. Copiando y haciendo el vago no vas a ninguna parte.

 

-        Mamá, no estoy orgullosa de esto. Es cierto que me descuidé un poco, pero te prometo que no volverá a pasar.

 

-        Vale, eso espero. Que sepas que no te vas a ir de rositas. Este castigo me duele más a mí que a ti, pero bajo ningún concepto quiero que se vuelva a repetir nada semejante. Te dije que si todo esto era cierto, no te ibas a poder sentar en un mes, pues tú lo has querido. EDGAR, pasa un momento por favor.

 

-        Dígame señora, ¿qué necesita?

 

-        Si eres tan amable, tráeme de mi habitación el cepillo de madera, el cinturón y la vara, por favor. Voy a enseñarle a mi hija modales y algunos valores.

 

-        Sí, señora, enseguida vuelvo.

 

-        No, mamá, por favor, espera, vamos a negociar. Sé que la he liado un poco, pero por favor, déjame compensarte con otras cosas. Pídeme lo que quieras pero no me castigues- suplicó Nora.

 

-        Habértelo pensado dos veces antes de actuar, ahora atente a las consecuencias, señorita.

 

Mónica se levantó de su asiento y se dirigió al sofá de dos plazas que tenían en el salón. Le hizo un gesto con la mano, indicándole que se acercara a ella hasta el sofá, pero Nora no se movía.

-        Ven aquí inmediatamente.

-        No, que me pegas- contestó Nora desafiante.

-        Si voy a tener que ir a buscarte yo, va a ser mucho peor. Cuento hasta tres. Uno, dos, y…

-        Es que no quierooooo. Ya soy muy mayor para este tipo de castigos.

-        ¡Tres! Muy bien, será por las malas entonces.

Mónica se acercó con paso decidido hasta Nora, se quitó la zapatilla de andar por casa y le propinó a Nora unos quince zapatillazos fuertes en el trasero y alguno en las piernas, le cogió de una oreja y la dirigió hasta el sofá.

-        Ayyyyy, mamá, suéltame joder, que me haces daño.

La madre se sentó en el sofá y de un tirón de un brazo puso a su hija boca abajo en sus rodillas. En ese momento apareció Edgar con todo el instrumental.

-        Mónica, ¿dónde lo pongo? – preguntó Edgar.

 

-        Dame el cepillo y el resto déjalo encima de la mesa. Gracias Edgar.

Edgar hizo el ademán de irse fuera del salón, cuando Mónica le dijo:

-        Por favor, Edgar, quédate, no te marches. Quiero que presencies el castigo de mi hija. Al fin y al cabo tú eres el que la ha tenido que aguantar en esta semana de rebeldía que ha tenido, y quiero que estés aquí para que veas que no le pienso consentir todo eso. 

 

-        No, mamá, por favor, que él no esté aquí- dijo Nora en tono de súplica e intentando levantarse de las rodillas de su madre. Pero ella, firmemente, la volvió a colocar en su sitio.

 

-        ¿Te molesta que esté aquí? Pues habértelo pensando dos veces antes de insultarle, faltarle al respeto y amenazarle. Que esa actitud no se la merece nadie y menos Edgar, que lleva tantos años con nosotras y es un trabajador ejemplar.  

 

-        Gracias, señora. Me quedaré aquí- dijo Edgar sonriente.

 

-        Bueno, pues lista o no, empezamos- sentenció Mónica.

 

La volvió a recolocar bien entre sus rodillas y el brazo del sofá para que ambas estuvieran cómodas y comenzó el castigo.

 

PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS. Le dio una buena tanda de azotes rápidos y enérgicos encima del pantalón del pijama para ir calentando el terreno. Nora empezaba a moverse para intentar librarse de los azotes.

-        Mamaaaaa, más flojo que me haces daño – imploró la hija.

 

-        Uyyy, pues prepárate porque aún ni hemos empezado.

 

PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS.

En ese momento, la madre le bajó de un tirón el pantalón del pijama y continuó azotando con fuerza. Sólo se veían las braguitas blancas, y alrededor de ellas se podían adivinar unas zonas enrojecidas fruto de la azotaina bien merecida.

PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS. Continuaron los azotes. De repente, le bajó las braguitas también y se pudo observar un culo rojo y un tatuaje precioso con patitas de perro. Nora intentó subirse las bragas pero la madre le agarró la mano y le siguió golpeando con fuerza.

-        ¡Delante de Edgar no, mamá! Que se va a empalmar – dijo Nora entre quejidos y risas.

 

-        Aaah, veo que tienes ganas de bromas aún. Vale, pues las bragas se quedan bajadas.

 

-        Joder mamá. Que estaba bromeando. Pero vaya espectáculo que le estás dando, ¿qué va a pensar de ti?

 

-        Por mi no hay ningún problema, lo que estoy pensando es que ojalá pudiera dártelo yo, porque me ha sentado muy mal tu actitud esta semana- se aventuró a decir Edgar.

 

-        ¿Ves? Piensa que estoy haciendo lo correcto. Y no digas joder- y Mónica le dio 5 azotes fuertes en la misma nalga para que notara bien el dolor.

 

-        Auuuuuuchhh, vale, vale, ya lo pillo.

PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS.

-        Vale mamá, ya he aprendido la lecciooooonnn, suéltame, por fiiiiiii- decía esto mientras pataleaba del dolor.

 

-        Ni hablar.

 

 

 

PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS. De repente paró en seco y Nora fue a tocarse el culo. Se lo noto muy caliente además de dolorido.

-        Vale, ahora toca el turno del cepillo, que me duele ya la mano de castigarte.

 

-        Ejem… creo que yo estoy un poquito peor que tú, mamá.

 

-        ¿Y no te lo mereces?- preguntó Mónica.

 

-        ¿Yo? Qué va. Me parece todo una exageración- vaciló Nora.

 

-        Muy bien, veo que aún no está calando el mensaje. A ver si el cepillo nos hace reflexionar un poquito más.

 

PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS,

-        Ayyyyyyy, ayyy, ayyy- se quejaba Nora

PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS.

-        Auch, ayyyyy, no tan rápido ni tan fuerteeeeee.

 

PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, … La respiración de Nora estaba muy agitada, no paraba de patalear y la madre parecía hacer caso omiso a sus quejidos.

PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS.

-        Mamá, paraaaaaa, déjame iiiiir… auchhhh, que duele muchísimooooo- se quejaba Nora mientras la madre seguía castigando con una pauta fija. Alternaba distintos cachetes, pero en alguna ocasión golpeaba el mismo varias veces. Golpeaba fuerte y además bastante rápido por lo que no le daba tiempo recuperarse del azote anterior cuando ya le había propinado el siguiente.

 

PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS.

 

-        Levántate, que vamos al rincón – ordenó Mónica.

Nora se levantó con cuidado, tenía el trasero muy rojo y no sólo eso, su cara también estaba del mismo color, además de que expresaba dolor. Su madre se levantó también del sofá, la cogió de la mano y la llevó hasta el rincón. Edgar no perdía detalle de la escena, en la que la chica malcriada estaba dolorida y con los pantalones del pijama y las bragas por los tobillos, de los pataleos. Cabe decir que le parecía una imagen graciosa y él estaba disfrutando con todo esto.

-        Ni se te ocurra tocarte el culo o no te doy tiempo de descanso. Mientras estás aquí, quiero que vuelvas a pensar en lo que te he preguntado hace un rato: ¿te mereces este castigo, si o no? ¿Entendido?

 

Nora se quedó en silencio, por lo que la madre le dio un azote más en el trasero. Dio un salto y contestó:

-        ¡Ayyy! Sí, señora.

 

Mónica se dirigió hacia dónde estaba Edgar para hablar con él. Habló muy bajo para que Nora no se enterara y le preguntó si le gustaría participar en el castigo. Que lo había estado pensando y sería justo, puesto que había sufrido amenazas por parte de su hija y quería darle una lección para que no se le ocurriera volver a hacerlo. Edgar, aceptó encantado. Después, ambos se dirigieron hacia la cocina y se prepararon un café calentito mientras Nora seguía en el rincón con el culo rojo al aire. Acto seguido, se dirigió a la cadena de música y puso el cd de María Callas, el favorito de madre e hija.

-        Muy bien cariño, ven, que vamos a volver a hablar.

Nora se dio media vuelta y se fue andando hasta su madre, que estaba sentada en una silla de la mesa del salón con la vara y el cinturón encima de ésta. Por el camino iba tapándose con la mano sus genitales. 

-        Dime mamá- dijo en tono más calmado.

 

-        ¿Has llegado a alguna conclusión ya? – preguntó Mónica después de darle un sorbo a su café.

 

-        Sí, claro. A dos conclusiones. La primera de ellas es que a mí también me apetece un café… - en ese momento la madre le lanzó una mirada fulminante, dándole a entender que no siguiera por ahí- vale, y la segunda es que sí, tienes razón, me merezco el castigo. He hecho cosas impropias de mí esta semana. Lo siento mucho.

 

 

-        Vale, mucho mejor. He pensado que las faltas más graves que has cometido ha sido faltarle el respeto a Edgar, insultarle y amenazarle, junto con lo del informe, así que he decidido que los dos instrumentos que quedan, el cinturón y la vara nos lo vamos a repartir.

 

-        ¿Qué quieres decir?- se puso blanca en ese momento.

 

-        Te voy a dar setenta y cinco azotes con el cinturón para que ni se te ocurra volver a repetir el incidente del informe. Y Edgar te va a propinar cincuenta azotes con la vara, para que recuerdes que debes portarte como una mujer bien educada.

 

-        Pero mamá…. ¿Él?....- titubeó Nora.

 

-        Perdona, aún no he terminado. Sí, te los va a dar él y además de este castigo, durante una semana, todas las noches después de cenar, recibirás un recordatorio.

 

-        ¿Quéeeee? ¿Una semana? ¿Estamos locos o qué? ¡Me parece súper injusto! – dijo cruzándose de brazos, olvidándose de que en ese momento se le quedó al aire la vagina. Aunque acto seguido, notó el frescor y volvió a taparla con las manos.

 

-        Recibirás veinte azotes con el cepillo el día que esté yo y diez azotes con la regla cuando te los dé Edgar. Y después de eso, te pondrás a estudiar- dijo Mónica impasible mientras seguía tomándose su café.

 

-        ¡ME NIEGO! No lo acepto porque no me parece bien- dijo Nora enfurecida.

 

-        Muy bien, en lugar de veinte con el cepillo y diez con la regla, serán cuarenta y veinte. ¿Alguna protesta más?

 

-        ….- Nora fue a hablar, pero en ese momento se mordió la lengua y se calló.

 

 

 

-        Vale, pues continuemos con el castigo. Quítate los pantalones y las braguitas, apoya las manos en la mesa y el culo lo quiero ver bien alto, cariño. Es el turno del cinturón.

La hija tenía los ojos llenos de rabia, pero no se atrevió a hablar porque podía aumentar su castigo. Apoyó las manos en la mesa como su madre le había ordenado, esperando el primer golpe en su ya enrojecido trasero. Mónica, con mucha tranquilidad cogió el cinturón, lo dobló en dos, apoyó una mano en la espalda de su hija, cogió impulso y empezaron los azotes.

 

PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF…

-        Auuuuuuch-  Edgar podía ver la cara de dolor de Nora con cada azote. Estos caían sin prisa pero sin pausa.

PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF. Nora pataleaba en el suelo de impotencia.

-        Mamá, perdóname por favor, de verdad, que ya he captado el mensaje. ¡Duele mucho!- dijo Nora, con la respiración entrecortada poniendo la mano en el trasero para que Mónica parase el castigo.

 

-        La idea es que duela. Quita la mano de ahí- dijo de forma autoritaria.

 

-        No… por favor- miró la chica a su madre con ojos suplicantes.

 

-        Vale, ese azote se repite y no vale. Quita la mano de ahí, YA.

 

En ese momento Nora quitó la mano de su trasero pero dio una fuerte patada en el suelo como señal de protesta. A lo que la madre sin pensárselo dos veces, soltó el cinturón encima de la mesa, cogió la vara y le propinó 5 azotes fuertes y rápidos al tiempo que le dijo:

-        ¡Menos genio, señorita! Mírame- Nora le devolvió la mirada con los ojos llorosos- Si te duele, te aguantas. Haber pensado mejor tus actos. Ahora aguántalos como una mujer.

 

PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFFFF, PLAFFFF, PLAFFF, PLAFFF, PLAFFF y en el último azote, cogió más impulso y cayó con mucha más fuerza que los anteriores: PLAFFFFFFFFFFFFFFFFF.

-        Levántate, Nora. Ahora te vas a ir al rincón de nuevo mientras me termino de  tomar el café. Lo dicho, ni se te ocurra tocarte el trasero o empiezo desde cero con el cinturón.

 

-        Sí, mamá.

La escena era digna de mención. Por un lado estaba la madre, Mónica, sentada en el sofá con Edgar, tomando ambos un café, muy tranquilos. Mientras de fondo se seguía escuchando a María Callas cantando Madame Butterfly. Por otro lado, a Nora, en un rincón, desnuda de cintura para abajo, con el culo muy rojo y con las marcas moradas del cinturón. En el rincón además se podía escuchar cómo la chica intentaba normalizar su respiración agitada además de estar sudando un poco. Quince minutos más tarde, la madre se levantó para llevar la taza vacía de café a la cocina y volvió a llamar a su hija.

-        Muy bien Nora, terminemos con esto ya. Edgar, coge la vara, por favor- ordenó Mónica- Cariño, ponte con el estómago pegado en la mesa, la espalda bien arqueada, las piernas un poco separadas y de puntillas para que esté el trasero bien alto.

 

-        Mamá, antes de continuar, me gustaría decir que de verdad, lo siento muchísimo.  Sé que lo merezco y puedes estar tranquila que no volverá a suceder más- le dijo mirando fijamente a los ojos a su madre.

 

-        No sabes cuánto me alegro, cielo. Ahora, por favor, haz lo que te he pedido. Serán cincuenta azotes. Ponte en posición.

 

Siguió a rajatabla todas las indicaciones, ya que no quería fallar en nada, puesto que el culo le dolía mucho, y la vara era el peor instrumento de todos. Te quema la piel con los azotes y deja marcas muy feas. Era un dolor totalmente diferente a otros. Había tenido la ocasión de probarla el año anterior y recordaba ese castigo como uno de los peores que había padecido nunca. Edgar, cogió la vara, calculó y tomó distancia. Y sin más dilación comenzó el castigo como su jefa le había pedido.

 

ZASSSSSSSS

-        Uffffffffffffffffffff.

ZASSSSSSSSS, ZASSSSSSSSS, ZASSSSSSSSS. Se tomaba su tiempo entre azote y azote. Parecía estar disfrutando de la escena.

ZASSSSSSSSS, ZASSSSSSSSS, ZASSSSSSSSS, ZASSSSSSSSS. ZASSSSSSSSS, ZASSSSSSSSS.

-        Para por favor, que no puedo soportar el dolor- suplicó Nora con los ojos vidriosos.

 

-        Mira, vamos a hacer una cosa Edgar, le darás tandas de diez azotes rápidos y después de cada tanda, podrá descansar un par de minutos para que pueda recomponerse. Nora, tienes que aguantar las tandas de diez sin levantarte como acabas de hacer ahora. Si te levantas o pones la mano para evitar el azote, además de que ese no se cuenta, te cogeré yo misma de las manos para que no te muevas. 

 

-        Como usted diga, señora.

 

-        Venga, cielo, vuelve a tu posición. Recuerda que tienes que estar de puntillas.

Nora volvió a su posición, a pesar de que en su trasero ya se podían distinguir perfectamente las marcas violáceas de la vara. Lo único que deseaba es que terminara ya toda esa agonía. Respiró profundamente, esperando a que llegara de nuevo el azote. 

ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS. De repente se levantó, con las lágrimas saltadas y dijo que no podía aguantarlos.

-        Muy bien. Edgar, este último azote no ha valido, dale los tres que quedan de esta tanda, que descanse, y para las siguientes yo la sujeto.

 

ZASSS, ZASSS, ZASSSS. Le dejó descansar un par de minutos. Y enseguida volvió a la posición inicial, pero esta vez, Mónica se puso al otro lado de la mesa de manera que podía coger las manos a su hija, y ver su cara.

ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS. La madre tuvo que sujetarle bien fuerte de las manos para que no se levantara y pudo ver como caían por su rostro las lágrimas de humillación y dolor. Volvió a descansar. Su trasero era una agonía, le dolía muchísimo y estaba arrepentida de verdad de haberse portado así.

ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS.

-        Venga, cariño que es tu última tanda y terminamos- le animó la madre.

 

-        No puedo más, de verdad. Perdóname esta última, por favor, te lo suplico.

 

-        Lo siento, pero mi respuesta es no. No quiero que se vuelva a repetir lo que hiciste nunca más.

 

-        Pero mamá, TE JURO que no volverá a suceder- le suplicó con los ojos rojos y su rostro lleno de lágrimas.

 

-        Edgar, vamos por la última, por favor.

 

Adoptó la posición, la madre volvió a agarrar fuertemente sus manos y la miró fijamente a los ojos. Le dolía ver a su hija en esta tesitura, pero más le dolía la actitud que había tenido, llegando incluso a amenazar a Edgar. Ese tipo de comportamientos no se toleraban en su casa.

ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSS, ZASSSSSSSS.

Finalmente, terminaron los últimos azotes. Le soltó las manos. La hija no paraba de llorar. La madre se le acercó y le dio un abrazo que duró varios minutos. Mónica, intentó consolarla, acariciándole el pelo.

-        Lo siento muchísimo, mamá. Me he comportado como una cría. Siento en el alma haberte defraudado. ¿Podrás perdonarme?- dijo entre lágrimas, aunque casi ni se la entendía, porque tenía la voz entrecortada por el llanto.

 

-        Shhhhhhhhh, venga, mi niña, cálmate, ya pasó todo. Venga, ve al cuarto de baño a lavarte la cara y luego a tu habitación. En un rato me paso y hablamos.

 

-        Vale, snifff, snifff. 

 

Recogió sus pantalones y sus braguitas y se dirigió al cuarto de baño. Allí se miró al espejo y vio su trasero. Era una auténtica pena. Muy hinchado, lleno de marcas muy moradas, se podía ver perfectamente el camino que habían recorrido el cinturón y la vara. Se lo tocó suavemente con la mano y le dolía una barbaridad. Se lavó la cara, se sonó los mocos, se cambió el pijama y se puso un camisón que casi no le cubría el trasero y se tumbó en su cama bocabajo. Intentó calmarse un poco, respirando profundamente y se puso a pensar en todo lo que había pasado y porqué había llegado a esta situación. A los 20 minutos, pegó su madre en la puerta de la habitación y entró. Venía con un bote de crema hidratante y con un cola cao calentito.

-        Toma cariño, te he traído un cola-cao porque es muy tarde ya para tomar café. ¿Cómo te encuentras? ¿Estás más calmada ya?

 

-        Gracias, mamá, eres la mejor. Pues la verdad que me siento mal, muy mal. Si permites que lo diga, he sido una gilipollas. Edgar, estaba el pobre haciendo su trabajo y yo he intentado sabotearlo, además lo de la fiesta, que se me fue un poco de las manos… Debí haber cortado antes para no molestar a nadie, pero me dejé llevar, porque además estaba muy borracha. Y lo del informe, ha sido un poco la consecuencia de la fiesta. En ese momento me vi sin más recursos, y por eso lo hice. Ahora comprendo que no debí haberlo hecho. Tú estás luchando para que tenga una buena formación y sea alguien importante en mi campo el día de mañana y yo te pago haciendo trampas….  Encima no he hecho ni si quiera deporte, aún sabiendo que es bueno para mi salud… De verdad, no sabes lo arrepentida que estoy. Sólo espero que me puedas perdonar… y Edgar también- le soltó toda esta parrafada sin mirarla a la cara de la vergüenza tan grande que sentía.

 

-        Cariño, mírame- le dijo mientras le cogía de la barbilla para que la mirase- Por mi parte ya estás perdonada. Sé que eres joven y tienes ganas de hacer mil cosas y muchas de ellas no son las correctas. Yo también he sido joven, pero si no hubiera sido porque la abuela que me ató en corto, hoy no viviríamos así, con todas las comodidades que tenemos. Vivimos en un mundo muy difícil y competitivo. Por eso, quiero que te esfuerces al máximo, sin olvidar nunca ser buena persona, respetando a todos los que te rodean. Odio tener que castigarte y verte así, pero es la única manera que tengo de que te centres y volver a orientarte. Venga, para que veas que vengo en son de paz, termina de tomarte el cola cao, que te voy a poner un poco de crema, que… ¡vaya marcas tienes!

 

-        Gracias mamá por estar pendiente de mí, y gracias por el castigo. A pesar de que ha dolido muchísimo, era muy merecido.

 

-        De nada. Con respecto a Edgar, deberías disculparte con él también- sugirió la madre.

 

-        Por supuesto, lo tenía pensado. El pobre que ha tenido hasta que castigarme  y todo. Vaya trabajo más surrealista tiene.

 

-        Jajajaja, no te creas que lo ha pasado muy mal tampoco. Te tenía muchas ganas y estoy segura de que ha disfrutado haciéndolo.  Venga, anda,  súbete el pijama que te eche crema- le dijo la madre mientras abría el tarro.

 

Se la untó muy despacio, con mucho cuidado y cariño, porque las marcas aún eran muy recientes, y notaba a su hija estremecerse de dolor cuando pasaba por algunas zonas. A pesar del dolor, la crema hidratante era muy reconfortante. Sobre todo porque se la estaba poniendo su madre, que además la había perdonado ya. A los quince minutos, cerró el bote, y la hija estaba medio dormida en la cama. La madre le dio un suave azote en el trasero para despertarla y le dijo:

-        Cariño, ya he terminado. ¿Bajas a hablar con Edgar?

-        Sí, voy ahora. Gracias, mamá, ¡qué manos tienes! ¡Te quiero!

-        No hay de qué, bicho.  Yo también te quiero.

Se levantó de un salto, le dio un beso a su madre y se fue escaleras abajo, aunque frotándose el culo.

-        Edgar, ¿puedo hablar contigo?

-        Sí, claro, dime, ¿qué quieres?

 

-        Quería pedirte perdón, pero esta vez de corazón, no como el otro día, que era para intentar librarme del castigo… He sido una gilipollas y te he puesto a prueba y no lo mereces. ¿Podrás perdonarme?

 

 

-        Siempre y cuando me prometas que no me vas a faltar nunca más.

 

-        ¡Te lo juro!- dijo levantando la mano, en señal de juramento.

 

-        Vale, entonces sí. Estás perdonada- dijo con una sonrisa. En el fondo era un buenazo. Sabía que no era mala chica, aunque a veces se descarrilaba un poco. Estaba contento de poder contribuir en su educación.

 

-        ¿Puedo darte un abrazo? – preguntó Nora con una sonrisa picarona en la cara.

 

-        Bueeeeeeno, si insistes jajaja.

Ambos se abrazaron y ella se sintió feliz porque ya estaba todo solucionado… o casi solucionado. La madre se había percatado de todo y cuando terminaron de abrazarse, apareció en la escena.

-        Bueno, cariño, como ves, ambos te hemos perdonado, pero sabes que tu castigo aún no está terminado. A partir de mañana, quiero que seas súper responsable y cumplas con todas tus obligaciones. Además, durante los próximos siete días, después de cenar, buscarás el cepillo o la regla y te irás a tu habitación. Si esa noche estoy yo, me esperarás en tu habitación con el pantalón y las braguitas bajadas y con el cepillo encima de la cama. Si esa noche yo no estoy en casa, Edgar se encargará, pero en lugar de buscarle el cepillo, le pondrás encima de la cama la regla. Después del castigo, te irás a estudiar dos horas, y luego él o yo iremos a comprobar si es verdad que has estudiado. Finalmente, te irás a lavar los dientes y a dormir. ¿Alguna pregunta?

 

-        Pero mamá… ya he aprendido la lección…- dijo casi en un hilo de voz.

 

-        Quiero asegurarme de que no se te olvida rápido. Venga, y ahora a dormir. Buenas noches, cielo.

 

Se fue a la cama y se durmió enseguida, boca abajo, por supuesto, y desnuda para que nada le rozara el trasero. Los nervios, el cansancio y el dolor, ayudaron bastante a que se durmiera bien rápido.  Al día siguiente, se levantó con el culo aún hinchado y dolorido. Se duchó, se vistió y bajó a desayunar. Ese día no había planes, así que se puso la ropa con los pantalones más anchos que tenía para que no le rozaran, y no se puso ropa interior. Entró en la cocina y allí estaba su madre con una taza de café en la mano.

-        Buenos días, cielo. ¿Cómo has dormido?- le dijo mientras le daba un beso a su hija en la mejilla.

 

-        Buenos díaaaassss. Demasiado bien, no me quería levantar pero tengo obligaciones que hacer, así que me he levantado del tirón. ¿Y tú?

 

 

-        Yo muy bien. ¿Qué tal van esas marcas? A ver, déjame que las vea.

Se desabrochó el pantalón y se lo bajó un poco más arriba de las rodillas para que la madre lo pudiera ver.

-        Uffff, tienen mala pinta. Está muy morado y un poco hinchado todavía. Después de desayunar, te pondré un poco más de crema- le dijo la madre mientras le pasaba la mano por el trasero.

 

-        Vale. Yo si no te importa, voy a desayunar de pie…

 

-        Jajaja, claro, sin problemas. Pobrecita mi niña, que se porta como una gamberra de vez en cuando. Menos mal que ahí está su madre para corregirla.

 

-        Si… seguro que soy la envidia de mis amigas….

El día transcurrió bastante bien. Sin ningún incidente. La conducta de Nora fue excelente. Fue muy amable con el personal  y además pasó el día entero con su madre, aprovechando que estaba de descanso y compartieron algunas actividades juntas, entre ellas hacer deporte. Finalmente, llegó la noche y después de terminar de cenar, su madre sentenció:

-        Cariño, ya sabes lo que toca. Sube que ahora voy yo.

 

-        Sí, mamá.

Fue a buscar el cepillo de madera que estaba en la habitación de su madre. Y después se fue a su cuarto a esperarla. Sabía que la madre le había dicho que tenía que esperarla con el pantalón y las braguitas bajadas, pero le parecía muy humillante hacer eso, así que decidió no hacerlo, con la esperanza de que su madre no se acordara. A los cinco minutos entró la madre en la habitación y la vio sentada en la cama con los pantalones puestos.

-        Nora, ¿qué te dije de cómo tenías que estar esperándome?

 

-        Con el cepillo en la cama.

 

-        ¿Y qué más?- le dijo Mónica muy seria.

 

-        No lo sé… ¿era algo más?

 

-        No te hagas la tonta, que nos conocemos…

 

-        Vale, sí, pero es que me da mucha vergüenza… es muy humillante tener que hacer eso.

 

-        Lo sé y ese es el objetivo, que sea humillante para que se te bajen esos humos y seas más humilde. Pues que sepas, que te va a costar caro no haberlo hecho. En lugar de cuarenta azotes, te voy a dar cien, para que mañana sepas qué tienes que hacer.

 

 

-        Mamá, aún me duele el culo muchísimo, cien con el cepillo, con lo que duele, es mucho. Por fi, perdóname. Prometo portarme bien durante los cuarenta azotes.

 

-        Bájate ya el pantalón si no quieres que sean doscientos.

Rápidamente la hija se los bajó y se puso de forma voluntaria en las rodillas de la madre, que para entonces estaba ya sentada en su cama.

PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS.

-        Ufffff, cómo duelen- se quejó Nora.

PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS.

-        Auuuuuuchhh, ayyyy, ay, ay, ay, ayyy un poco más despacio por favor- decía esto mientras pataleaba porque el dolor era insoportable.

PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS,

-        Lo siento muchoooooo, ayyyy, mañana estaré en la posición, lo jurooooo.

PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS PLASSSS, PLASSSSS, PLASSSS, PLASSSS.

-        Muy bien. Levántate, y ahora quiero verte estudiar. En dos horas vuelvo y veré qué has hecho, si no te ha cundido, cogeré la vara, ¿entendido?

 

-        Muy clarito. Gracias, mamá. Y siento haberte desafiado.

 

-        Que no vuelva a suceder.

Esa noche estudió muchísimo, y cuando la madre volvió  para comprobarlo, en lugar de la vara, fue a buscar más crema hidratante. Se la aplicó a su hija hasta que se quedó dormida en la cama, por supuesto, una vez más bocabajo.

Pasó la semana sin incidentes. La chica se aplicó al máximo. Se notaba que el castigo estaba surtiendo efecto. No se atrevía a meter la pata en nada, porque si no, sabía que por la noche podría ganarse más azotes y no estaba dispuesta a eso, ya que permanecer sentada en el trabajo, o incluso conducir, se había convertido en un auténtico suplicio. Intentaba disimular para que sus compañeras no se enteraran, pero había momentos en los que era difícil.

 

Las dos últimas noches, Mónica se había tenido que ir de viaje de nuevo, así que sería Edgar el que se encargara del castigo. Después de cenar, le dijo a Edgar que había terminado y que se iba a ir a su habitación a esperarle. Fue primero a buscar la regla y nada más llegar a su habitación, se bajó los pantalones y las braguitas por las rodillas, puso la regla encima de la cama y apoyó las manos sobre el colchón, a la espera de su castigo. Edgar sonrió al ver la escena y al comprobar cómo se le habían bajado los humos a esta chica. La misma que hacía más de una semana le había insultado y le había amenazado con hacerle la vida imposible para que dimitiera.

-        Muy bien, Nora. Vamos a empezar. Tu madre me dijo que te diera veinte, ¿correcto?

 

-        Correcto.

ZASSS…….  ZASSS……… ZASSS…….. ZASSS…….  ZASSS……… ZASSS……..

-        Uffffff, cómo pica la regla- pensó que además lo estaba haciendo muy lento,  a conciencia, para que calaran bien los azotes.

 

-        Supongo que sí, y tiene que picar mucho más con el culo lleno de las marcas moradas que tienes aún.

 

ZASSS…….  ZASSS……… ZASSS…….. ZASSS…….  ZASSS……… ZASSS……..

-        Auuuuuuchhh, que ganas tengo de que se acabe este castigo ya.

 

ZASSS…….  ZASSS……… ZASSS…….. ZASSS…….  ZASSS……… ZASSS……..

-        Venga que te quedan sólo dos azotes. Los estás aguantando muy bien.

ZASSSSSSSSSSSSSSSS……………ZASSSSSSSSSSSSSSSSS. Los dos últimos fueron con más fuerza.

-        Ayyyyyyyyyyyyyyyy. ¿Puedo levantarme ya, por favor?

 

-        Sí, claro que puedes.

 

-        Gracias Edgar.

 

-        Me gusta esta nueva función que me ha dado tu madre, me siento poderoso jajajaja.

 

-        ¡Me alegro de que por lo menos uno de los dos disfrute con esto! – le dijo sacándole la lengua- Por fi, anda, llama a mi madre y dile que ya me has castigado. Si además le mencionas que no me he levantado y te he esperado en la posición indicada, te lo agradecería eternamente.

 

-        Sí, no te preocupes. Eso está hecho. Anda, ahora vete a estudiar mientras hablo con ella.

 

-        Ok, gracias.

 

Edgar llamó a Mónica para contártelo todo esto y al colgar, Nora recibió un whatsapp de su madre en el que ponía: Buena chica. Ánimo que sólo te queda un día de castigo. Besos, te quiere mamá.

Al día siguiente, por fin llegó el último castigo. Lo recibió con total entereza, como una campeona, casi con lágrimas en los ojos, que no se sabía si eran porque por fin terminarían los azotes por un tiempo, o por el dolor causado. Ella misma llamó a su madre  por teléfono:

-        Mamá, que Edgar ya ha terminado con el castigo.

 

-        Muy bien, cariño. ¿Y cómo ha ido?

 

-        He llorado ¡creo de alegría y dolor a la vez!- admitió Nora.

 

-        Me alegro. Ahora espero que hayas aprendido la lección y tu comportamiento sea excelente. No quiero que se vuelva a repetir, ¿vale?

 

-        Tranquila mamá. Muchas gracias por seguir educándome. Tengo mucha suerte contigo y bueno… con Edgar también, la verdad.

 

-        No hay de qué, me alegro de que hayas llegado a esa reflexión. Cariño, te dejo que el concierto está a punto de empezar. Nos vemos mañana en casa. Muchos besitos. Te quiero, bicho.

 

-        Vale, mamá. Enséñales al público la clase de mujer maravillosa que eres. Un beso. Te quieroooo.

 

 

FIN

Otra vez la he vuelto a liar ¿Cuándo aprenderé?

Otra vez la he vuelto a liar ¿Cuándo aprenderé?

Autor: Patty

 

Dedico esta historia basada en hechos reales, a Ivan80. Gracias por guiarme, regañarme y e intentar hacerme más responsable. Sé que es un trabajo muy duro lo que te ha tocado pero espero que te esté mereciendo la pena tanto como a mí. Gracias por dejarme entrar en tu mundo.

Llevaba un par de meses de bajón, un poco tristona. En mi vida laboral había cometido dos errores bastantes importantes y me estaban haciendo sentir muy culpable. Varias noches por semana hablaba con Iván y desde hacía un tiempo me notaba muy seria. Le dije que estaba estresada y que no se preocupara pero no se lo terminaba de creer del todo. Además del trabajo, también estaba haciendo un curso online muy importante y que me había costado muy caro y gracias al malestar laboral que tenía, junto a mi pereza interior, estaba perdiendo el tiempo y no lo estaba haciendo, por lo que Iván ya estaba bastante mosqueado y decepcionado por eludir mis responsabilidades. 

A pesar de tener 27 años, el arte de mentir no se me da nada bien, así que saqué toda mi valentía (junto con su presión constante para que le contara qué estaba pasando, ya que, como habíamos acordado en el pasado, yo le había pedido ayuda para ser mejor persona) y se lo conté una noche. A medida que se lo iba relatando, me sentía supermal, pero creo que no tanto como él, ya que no daba crédito a lo que estaba escuchando. Las amenazas se sucedían, unas tras otras y yo pensaba que las decía en broma, para tratar de asustarme, pero resulta que no era así. No paraba de decirme que estaba cansado de mi actitud tan irresponsable, que pensaba que los otros dos castigos anteriores habían servido para cambiarme aunque fuera un poco, pero que veía que no, por lo que esta vez iba a necesitar algo mucho más duro. Intenté calmarlo, prometiéndole que iba a solucionar mi error, pero no servía para nada, había llenado ya el vaso. Pasaron los días y seguía igual de enfadado. No importaba si me mostraba cariñosa con él, bromista, divertida e incluso rebelde y enfadada!! Que no funcionaba nada. Para final de esa semana, yo había pillado un vuelo para ir a ver a una amiga y de camino poder hacerle una visita a Iván (vivimos en distintas ciudades de España), aunque puestos en el plan que estábamos, no sabía si era buena idea visitarle.

Vino a recogerme al aeropuerto y parecía que todo estaba bien: cariñoso, atento, amable… (después me di cuenta, que estaba disimulando delante de la gente, para no formar un espectáculo), así que me calmé un poco. Llegamos a su casa, a su habitación y todo cambió completamente. Solté la maleta y le tumbé en la cama, para comérmelo a besos y le cambió la cara. Me dijo que estaba muy enfadado con mi actitud, que no se esperaba que fuera tan irresponsable y más teniendo en cuenta cómo estaba la situación laboral del país actualmente para poder hacer lo que me diera la gana… Después de 10 minutos “de charla”, que ya me conocía perfectamente, puesto que llevaba casi una semana regañándome, decidí apelar una vez más a su piedad, disculpándome y diciéndole que llevaba razón pero que ya lo había solucionado y todo estaba bien. A ver, yo sabía de sobra que lo que había hecho no estaba bien y que me merecía todo lo que estaba liando y mucho más, pero tenía que intentar ablandarle un poquito antes del castigo. Como última opción y ya desesperada, le dije que ya había aprendido la lección con todo lo que me había regañado y que por favor, no me castigara. Se puso muy serio y me dijo en tono autoritario: lo único que te voy a dar a elegir, es cuándo quieres que te castigue: “¿ahora mismo o después de cenar?”. Le contesté: “mañana… o mejor, nunca” con la mejor de mis sonrisas. Se puso aún más serio y borde y me dijo que no estaba para bromas, que dejara de hacer el tonto y eligiera, ya que el castigo iba a ser mucho peor. Tomé aire y en vista de que había jugado todas mis cartas ya y había perdido, le dije que prefería que fuese en ese mismo momento, ya que no podía más con los nervios que me estaban acompañando toda la semana.

Cerró la puerta de su habitación y me ordenó que me bajara los leotardos y la falda vaquera y que apoyara las manos encima de la cama. Me sentí super nerviosa. No sabía cómo me las había vuelto a apañar, que otra vez estaba en su dichosa camita, con las manos apoyadas, con el culo al aire, esperando mi castigo, como si fuera una adolescente. Mientras me los bajaba, me dijo que rezara a quién quisiera para soportar el dolor, porque este era un castigo real que yo me había buscado y que lo pararía cuando él lo viese conveniente. Joder, seguía enfadadísimo.  

Volví a tomar aire, cuando él, sin más dilación, empezó a darme una tanda de azotes con la mano, para ir “calentando el terreno”. Fueron alrededor de 20 azotes, no muy fuertes que me dio. Paró en seco, me giré un poco, intentando que no se diera cuenta, puesto que no lo quería hacer enfadar más y vi lo que más me temía: la vara. Si no fuera atea, hubiera rezado todo lo que se me hubiera ocurrido en ese momento. Me asustó muchísimo el hecho de ver que no había sacado más instrumentos, sólo la vara. No me podía creer que tenía pensado el castigo entero sólo con eso!!! Tragué saliva, intentando que no se me notara lo mucho más nerviosa que me había puesto, al ver lo que me esperaba. Empezó el verdadero castigo. Los azotes eran muy rápidos y muy fuertes. Nunca me había pegado con tanta intensidad. Aguanté los 7 primeros con bastante entereza, ya que aguanto bastante bien el dolor, o eso pensaba yo hasta ese día. Al octavo azote me quería morir ya. Joder, como me dolía. Sólo se escuchaba en la habitación mis quejidos y mis “ayyy”.

Cuando llevábamos alrededor de 30 azotes, le supliqué que no pegara tan fuerte. En ese instante paró y me dijo que había tenido una idea: para recordarme que debía tener un buen comportamiento en el futuro, grabaría el castigo en video, para que cuando se me hubiera pasado el dolor del trasero y se me ocurriera faltar a mis responsabilidades, le diera a “play” y recordara las consecuencias. No le puse pegas a la objeción, porque mientras preparaba la cámara de video, era tiempo que me estaba dejando descansar de los azotes. Aunque después me arrepentí, ya que cuando reanudó el castigo, empezó a golpear mucho más fuerte y rápido, ya que tenía que ser un castigo ejemplar, puesto que salía en el video y el muchacho quería lucirse.

En un principio, soporté la tanda de 6 azotes seguidos, pero a medida que seguía azotando, cada vez me costaba mucho más aguantar los azotes. No podía aguantar la posición de tener las manos apoyadas en la cama, me levantaba muchísimo y eso le hacía enfadar más. En un par de ocasiones, a pesar de que sabía las consecuencias por castigos anteriores, puse las manos en el culo para que parara y la respuesta fue la esperada. Me pegó con la vara en las manos fuertemente para que no lo volviera a repetir. Sólo quería que el castigo terminase de una vez. Le supliqué que parara de nuevo, le pedí perdón, le dije que de verdad había aprendido la lección, que por favor no pegara tan fuerte que no podía más… En una ocasión, pegué un grito de dolor y se acercó a mi oído y me dijo que no volviera a gritar más si no quería que los vecinos se enterasen de lo que estaba pasando (aunque por un lado, sabía que los vecinos le iban a dar la razón a él y probablemente se unieran al castigo), por lo que agarré la manta de su cama con todas mis fuerzas con las manos y la boca y la mordí fuertemente para intentar aguantar más el dolor sin chillar. El castigo era una agonía. En una de las miles de veces que me levanté de mi puesto, porque no podía aguantar más, me prometió que a la próxima me ataría para que no me moviera… y así lo hizo. Me ató las manos a la espalda con una cuerda, por lo que dificultaba el moverme. En uno de los movimientos para intentar evitar los azotes, acabé de rodillas en el suelo y continuó los azotes sin piedad y más fuerza si podía. Volví a suplicar clemencia, una vez más, ya que la cifra de azotes recibidos con la vara, rondaban los 400 y mis resistencias estaban vencidas ya (aunque curiosamente, había aguantado el tirón sin llorar). Apagó la cámara y me desató.

Le di las gracias porque el castigo se había terminado ya, cuando me dijo que estaba muy equivocada. Me informó de que lo había parado porque estaban quedando marcas muy feas y moradas y que por seguridad, decidió parar, pero que al día siguiente, el castigo se reanudaría, que sólo me había dado la mitad de lo que me merecía, así que, que no me hiciera ilusiones. Me llevó hasta el rincón y me dijo que tendría que estar allí durante 20 minutos. Él se iba a preparar la cena. Si cuando volviese de la cocina, yo no estaba en el rincón, el castigo empezaría de cero otra vez. Después de tal amenaza, no quería ni respirar allí en el rincón. Me toqué el culo, cuando Iván salió por la puerta y estaba hinchadísimo. Me merecía estar en esta situación sin duda, así que no tenía el derecho a quejarme. Pensé que tenía bastante suerte de tener un amigo que se preocupa por mi crecimiento personal y se encarga de corregirme cuando me desviaba. También se me pasó por la cabeza que al día siguiente el castigo tenía que continuar. Qué horror!! 

Volvió de la cocina para comprobar que seguía en mi posición y claro obviamente seguía ahí, en ningún momento se me pasaría por la cabeza despegar mi nariz de la pared por aquello de la supervivencia y eso… Me dijo que ya podía dejar de mirar a la pared. Con toda la vergüenza del mundo, le miré a los ojos y le dije que lo sentía muchísimo que no volvería a ocurrir lo de mi trabajo. Nos besamos, mientras yo no dejaba de frotarme el culo porque me dolía montón y me sonrío. Le dije que en mi opinión, no necesitaba un segundo castigo, ya que con este ya había aprendido la lección (tenía que volver a intentarlo por si colaba…) y se limitó a decir que la cena se estaba enfriando y que nos fuéramos a comer.

Por fin, después de comer llegó la tregua y tuvimos una relación sexual increíble. Al terminar, nos tumbamos en su cama, yo boca abajo por supuesto y me quedé dormida mientras Iván me acariciaba el culo y veíamos unos capítulos de la sexta temporada de la serie “The Big Bang Theory”.

A la mañana siguiente, yo había quedado con mi amiga para pasar el día entero juntas, desde el desayuno y para variar, me costó mucho despertarme. Pero no pasaba nada, allí tenía a mi lado a Iván, que me hacía de despertador con la regla! ¡Qué forma más bonita de empezar el día, con el culo dolorido una vez más! ¡Sí, señor! Al tercer azote con la regla, ya estaba de pie, buscando mi ropa como una loca. El día lo pasé genial, estuvimos comiendo, de compras, en la playa y mi amiga se había percatado de la dificultad que tenía para sentarme con comodidad, así que se lo conté (ella ya sabía el pacto que tenía con Iván con respecto a mi educación), se echó a reír y me dijo que me lo merecía. Al llegar la noche, le confesé que tenía miedo de volver a su casa ya que no sabía si iba a estar preparada para un segundo castigo. Ella intentó consolarme y me dio ánimos, así que aparecí en su casa casi a las 11 de la noche. Por lo visto Iván me había estado escribiendo por el whatsapp por si me había pasado algo y yo no lo había visto, así que otro motivo para tenerlo “contento”.

Al llegar a su piso y vi que había visita, sentí mucho alivio, ya que sabía que delante de ellos no me iba a castigar (yuju!!!!). Estuvimos cenando y de forma muy cariñosa, le persuadí argumentándole que el castigo ya no tenía sentido, que nos podían escuchar, que ya estaba todo zanjado entre nosotros… y me dijo que me había librado por esa noche, pero que al día siguiente, antes de coger el avión, recibiría mi merecido para que fuera con el culo calentito todo el viaje.

A la mañana siguiente me levanté a la primera vez que sonó el despertador (no quería seguir ganándome más puntos), me vestí, desayunamos y me puse a hacer mi maleta. Había quedado con mi amiga para despedirme y para darle un regalo que yo había comprado y no me cabía en la maleta. Cuando le avisé a Iván de que iba a bajar, me dijo que en cuánto subiera, tendría la segunda parte del castigo, así que, no debía tardar mucho. Llegué abajo, me abracé a mi amiga y lo primero que me dijo es que si me podía tocar el culo!! Nos echamos a reír y le conté que al final me había librado del castigo de anoche pero que lo iba a tener en cuánto subiera. Charlamos un rato más, me deseó suerte y nos despedimos. Aproveché en la calle para llamar a mis padres, a mi abuela… para hacer tiempo, por si se pasaba la hora y no le daba tiempo castigarme. Subí a su casa una hora más tarde. Me disculpé por la tardanza (falsamente, ya que había tardado a propósito) y le dije que ya no daba tiempo el castigo, ya que en 30 minutos tendríamos que salir de allí, porque si no, perdería el avión.

Me condujo de nuevo hasta su cama, me volvió a apoyar las manos y de un tirón me bajó el pantalón y el tanga. Empezó de nuevo el ritual. Me dio unos cuantos azotes con la mano para preparar los glúteos a la vara y comenzó el segundo castigo. Puesto que tenía el culo totalmente morado y dolorido del día anterior (podéis ver las fotos de fetlife que lo confirman: patry_look), era mucho más difícil soportar el dolor de los azotes esta vez. Volvía a golpear rápido y fuerte otra vez. Lo único que se me pasaba por la cabeza era que para la próxima vez, cuando estuviera dormido, tenía que prenderle fuego a esa vara o tirarla “accidentalmente” por la ventana, así seguro que me libraría de ese sufrimiento. Como era de esperar, me costaba mucho acatar la posición con las manos apoyadas en la cama, así que me levantaba en varias ocasiones para que me diera un respiro. Pero le daba igual, incluso estando de pie, me seguía azotando. Volvieron a caer casi 200 azotes con la vara. Yo sólo pedía clemencia e intentaba decirle que parara ya que iba a perder el avión (mentira, no sabía ni la hora que era, simplemente lo decía para que parase). Golpeó los 10 últimos azotes muy fuertes y me dijo que ya había terminado el castigo. Menos mal, porque no aguantaba ni un solo azote más. Le tuve que dar las gracias por el castigo y besarle y no sé qué pasó que de repente nos encontramos “haciendo las paces” de nuevo. Echamos un polvo exprés, porque realmente ya iba tarde para el aeropuerto, aunque fue uno de los más placenteros que he echado en mi vida.

Espero que os haya gustado la historia y recordad la moraleja: cada irresponsabilidad tiene sus consecuencias…