Mi nuevo hogar
Autora: Sevishana
Esperé en el cuarto durante un rato, con algo de miedo, no lo voy a negar. Me sentía tremendamente avergonzada por ese comienzo tan nefasto. Pensaba además que para entonces todo Londres sabia que había recibido unos azotes en la vía publica. En ello estaba meditando cuando llamaron a la puerta, tras lo cual se abrió lentamente. Temí que fuera Capdevilla. Pero no fue así, era su esposa. Se trataba de una mujer de 35 años, nativa, en realidad irlandesa por lo que pude averiguar después. Tenía el pelo rubio, corto, y llevaba gafas de metal que le resbalaban por su escasa naricilla. Tenía el vello tan claro, que a penas unas cejas rubillas y escasas le protegían unos preciosos ojos verdes. Su piel era pálida, de no haber recibido el sol en años. Y su cuerpo delgado, enfundado en un vestidito de flores, se acercaba delgado y sinuoso hasta mí.
- ¿cómo tú te encuentras? Me pregunto con un acentuado deje extranjero
- bueno, abochornada. Contesté
- es bien, Joan es muy enfadado con tú, pero el es bien en unas horas.
- Me dijo que quería hablar conmigo.
- Sí, este es cierto, pero creo que conversation él quiere no gusta a ti.
- ¿Será muy duro?
- Yo cree tu has sido una niña muy mala y necesita un castigo para que tu aprende a comportarte.
Me acarició el pelo, y me miró con ternura y pena. Ally era una persona muy dulce y aportaba serenidad con su mirada. En realidad me sentía como en casa. Al igual que en este hogar, en el mío, convivían mi padre español y mi madre extranjera. Por lo que por unos momentos me sentí a gusto, pensando que estaba en casa de nuevo, y toda esta movida no tenía más razón que la preocupación por mi salud.
Me dispuso unos almohadones en la cama, y me indicó que me pusiera bocabajo. No quiso bajarme ella misma el pantaloncillo del pijama por no avergonzarme más, pero me propuso que esperara allí con la grupilla expuesta desnuda para cuando entrara su marido. Me paso la mano por la espalda y abandonó el cuarto, etérea, como un fantasma, tal y como había entrado.
Le hice caso, cómo no hacerlo, pedido con esa dulzura, y cómo no, por el miedo a las represalias. Pero aposté a bajarme los pantalones sólo cuando entrara Capdevilla, ya que me parecía muy vergonzoso esperar en esta tesitura todo el tiempo. Así lo hice, y cuando por fin entró mi verdugo, y me vio corriendo a obedecer lo que me había indicado su mujer se molestó considerablemente. No me permitió acabar mi labor, sino que cogiéndome del brazo, y sentándose sobre la cama me puso sobre sus rodillas, y de un tirón me bajo el pijama y las braguitas. Al instante sentí un fuerte azote con algo plano y frío.
PLASSSSSS PLASSSSSSS PLASSSSSSSS PLASSSSSSSS PLASSSSSSSSSS PLASSSSSSSS PLASSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSS PLASSSSSSS PLASSSSS
Mientras me azotaba, me reprendía.
- muy bien jovencita, no aprendemos la lección, eh? Como eres una niña muy muy desobediente te mereces unos buenos azotes además de los que te pensaba dar. Vas a recibir tantos azotes que cuando acabe contigo vas a obedecer con sólo mirarte.
PLASSSSSS PLASSSSSSS PLASSSSSSSS PLASSSSSSSS PLASSSSSSSSSS PLASSSSSSSS PLASSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSS PLASSSSSSS PLASSSSS
- Si te comportas como una niña pequeña te trataré como tal. Y las niñas malas la única manera que tienen de aprender a ser obedientes es recibiendo una buena hair brushing.
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- A partir de ahora vas a tenerle miedo a tu amigo el cepillo. Créeme
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Sentía hervir mi trasero, los azotes escocían de verdad, eran mucho peor que con la mano, estos quemaban, y no me daba tiempo a reponerme de uno cuando venia el siguiente. Para entonces yo lloraba como una boba, mientras le oía regañarme muy avergonzada. Su voz se confundía con el sonido de los cachetes. Tenia acento catalán, y el olor que había dejado a colonia fresca su mujer, el lo había cambiado por el intenso olor a after shave, que sentía sobre mi, y que se abanicaba con el aire desplazado por los azotes.
Por fin terminó, o al menos yo lo pensaba así. Por el contrario me hizo despojarme por completo de pantalón y ropa interior, y me indicó que me tendiera como debía de haberlo hecho desde un principio. En esa postura, tremendamente calentada, y llorosa y sumisa, me dio otros diez azotes mas fuertes, que yo hube de contar dando las gracias por cada uno de ellos. Me exhortó a que permaneciera en esa postura hasta nueva orden y salió del cuarto.
Al tiempo entró Ally. No me miraba el trasero, se dirigía directamente a mi cara, supongo que por respeto. Me secó las lágrimas con un pañuelo y me retiró el pelo que mojado se me pegaba en la cara.
- es mejor si tu haces caso. Me dijo.
- Asentí.
- ahora el viene y tu podrás ir a dormir.
Me besó en la frente y salió. Al momento entró él. De nuevo el olor a after shave, y una punzada de miedo en mi estómago. Me ayudó a incorporarme y me sentó sobre sus rodillas, sobre su pantalón de pana, que aunque suave, irritaba mis nalgas. Bueno, me acomodó como pudo, porque yo no podía permanecer sentada con soltura por razones obvias. Me explicó porque me había castigado, y cómo de ahora en adelante él tenia la responsabilidad de un padre sobre mí. También me emplazó a futuras azotainas. Durante una semana, una por noche, para compensar el castigo por llegar tarde, por fumar porros, por vestir de manera inadecuada, por cruzar la calle de forma imprudente, así hasta dar con siete motivos que se saldarían en siete nalgadas nocturnas antes de ir a dormir, con el cepillo del pelo.
Yo callaba, y contenía las lágrimas, pero después que me abrazara y me mandara a dormir con cariño, eché a llorar como una niña pequeña. No me vestí de nuevo, dejé que la sábana de franela fría acariciara mi trasero enrojecido y ardiente. Y me quedé dormida por agotamiento bocabajo, con una intensa humedad y calor entre mis piernas.
Después de esto, conviví con ellos durante esa semana, recibiendo mis azotes todas las noches antes de ir a dormir. Yo acudía a sus rodillas y a los almohadones como una cachorrilla obediente. Hacia caso en todo. Y ayudaba a Ally en lo que podía. Ambos pasaban mucho tiempo fuera, dando clases. La irlandesa impartía clases en la misma universidad en el Departamento de Literatura del siglo XX, por lo que salían por la mañana temprano y no los veía hasta por la noche.
Algunos días después incluso pude oír que Joan Capdevilla no sólo me conducía a mí al buen camino, sino que a su compañera también le propinaba severas azotainas que yo oía muy excitada desde mi dormitorio.
Pero eso no creo que sea de vuestro interés.
Continuará...
Esperé en el cuarto durante un rato, con algo de miedo, no lo voy a negar. Me sentía tremendamente avergonzada por ese comienzo tan nefasto. Pensaba además que para entonces todo Londres sabia que había recibido unos azotes en la vía publica. En ello estaba meditando cuando llamaron a la puerta, tras lo cual se abrió lentamente. Temí que fuera Capdevilla. Pero no fue así, era su esposa. Se trataba de una mujer de 35 años, nativa, en realidad irlandesa por lo que pude averiguar después. Tenía el pelo rubio, corto, y llevaba gafas de metal que le resbalaban por su escasa naricilla. Tenía el vello tan claro, que a penas unas cejas rubillas y escasas le protegían unos preciosos ojos verdes. Su piel era pálida, de no haber recibido el sol en años. Y su cuerpo delgado, enfundado en un vestidito de flores, se acercaba delgado y sinuoso hasta mí.
- ¿cómo tú te encuentras? Me pregunto con un acentuado deje extranjero
- bueno, abochornada. Contesté
- es bien, Joan es muy enfadado con tú, pero el es bien en unas horas.
- Me dijo que quería hablar conmigo.
- Sí, este es cierto, pero creo que conversation él quiere no gusta a ti.
- ¿Será muy duro?
- Yo cree tu has sido una niña muy mala y necesita un castigo para que tu aprende a comportarte.
Me acarició el pelo, y me miró con ternura y pena. Ally era una persona muy dulce y aportaba serenidad con su mirada. En realidad me sentía como en casa. Al igual que en este hogar, en el mío, convivían mi padre español y mi madre extranjera. Por lo que por unos momentos me sentí a gusto, pensando que estaba en casa de nuevo, y toda esta movida no tenía más razón que la preocupación por mi salud.
Me dispuso unos almohadones en la cama, y me indicó que me pusiera bocabajo. No quiso bajarme ella misma el pantaloncillo del pijama por no avergonzarme más, pero me propuso que esperara allí con la grupilla expuesta desnuda para cuando entrara su marido. Me paso la mano por la espalda y abandonó el cuarto, etérea, como un fantasma, tal y como había entrado.
Le hice caso, cómo no hacerlo, pedido con esa dulzura, y cómo no, por el miedo a las represalias. Pero aposté a bajarme los pantalones sólo cuando entrara Capdevilla, ya que me parecía muy vergonzoso esperar en esta tesitura todo el tiempo. Así lo hice, y cuando por fin entró mi verdugo, y me vio corriendo a obedecer lo que me había indicado su mujer se molestó considerablemente. No me permitió acabar mi labor, sino que cogiéndome del brazo, y sentándose sobre la cama me puso sobre sus rodillas, y de un tirón me bajo el pijama y las braguitas. Al instante sentí un fuerte azote con algo plano y frío.
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Mientras me azotaba, me reprendía.
- muy bien jovencita, no aprendemos la lección, eh? Como eres una niña muy muy desobediente te mereces unos buenos azotes además de los que te pensaba dar. Vas a recibir tantos azotes que cuando acabe contigo vas a obedecer con sólo mirarte.
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Por fin terminó, o al menos yo lo pensaba así. Por el contrario me hizo despojarme por completo de pantalón y ropa interior, y me indicó que me tendiera como debía de haberlo hecho desde un principio. En esa postura, tremendamente calentada, y llorosa y sumisa, me dio otros diez azotes mas fuertes, que yo hube de contar dando las gracias por cada uno de ellos. Me exhortó a que permaneciera en esa postura hasta nueva orden y salió del cuarto.
Al tiempo entró Ally. No me miraba el trasero, se dirigía directamente a mi cara, supongo que por respeto. Me secó las lágrimas con un pañuelo y me retiró el pelo que mojado se me pegaba en la cara.
- es mejor si tu haces caso. Me dijo.
- Asentí.
- ahora el viene y tu podrás ir a dormir.
Me besó en la frente y salió. Al momento entró él. De nuevo el olor a after shave, y una punzada de miedo en mi estómago. Me ayudó a incorporarme y me sentó sobre sus rodillas, sobre su pantalón de pana, que aunque suave, irritaba mis nalgas. Bueno, me acomodó como pudo, porque yo no podía permanecer sentada con soltura por razones obvias. Me explicó porque me había castigado, y cómo de ahora en adelante él tenia la responsabilidad de un padre sobre mí. También me emplazó a futuras azotainas. Durante una semana, una por noche, para compensar el castigo por llegar tarde, por fumar porros, por vestir de manera inadecuada, por cruzar la calle de forma imprudente, así hasta dar con siete motivos que se saldarían en siete nalgadas nocturnas antes de ir a dormir, con el cepillo del pelo.
Yo callaba, y contenía las lágrimas, pero después que me abrazara y me mandara a dormir con cariño, eché a llorar como una niña pequeña. No me vestí de nuevo, dejé que la sábana de franela fría acariciara mi trasero enrojecido y ardiente. Y me quedé dormida por agotamiento bocabajo, con una intensa humedad y calor entre mis piernas.
Después de esto, conviví con ellos durante esa semana, recibiendo mis azotes todas las noches antes de ir a dormir. Yo acudía a sus rodillas y a los almohadones como una cachorrilla obediente. Hacia caso en todo. Y ayudaba a Ally en lo que podía. Ambos pasaban mucho tiempo fuera, dando clases. La irlandesa impartía clases en la misma universidad en el Departamento de Literatura del siglo XX, por lo que salían por la mañana temprano y no los veía hasta por la noche.
Algunos días después incluso pude oír que Joan Capdevilla no sólo me conducía a mí al buen camino, sino que a su compañera también le propinaba severas azotainas que yo oía muy excitada desde mi dormitorio.
Pero eso no creo que sea de vuestro interés.
Continuará...
3 comentarios
Iván -
DIGAME SU NOMBRE Y LA CHICA QUE LLORA QUE MEJOR QUE LLORE Y LO TENGA ROJO Y QUE LO SIENTA HERVIR ASI APRENDE
MATRICULA DE HONOR DEME SU E-MAIL
QUIERO SABER COSAS DE USTED
anonimo -
UNA NENITA MASTURBADORA -