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Relatos de azotes

Mi estancia en Costa Rica

Autor Papicaliente

Había conocido a Claudia por Internet. Desde que vi su foto quedé realmente impresionado de su belleza, lo que aumentó considerablemente cuando intercambiamos ideas sobre el spanking.

Ella, una chica delicada muy sensual de una piel blanca que incitaba a amarla, a tratarla con delicadeza, hacía que mis pensamientos volaran a mil sobre la posibilidad de una sesión spanking cuando nos encontráramos. Cuando sucedió esta historia había llegado a Costa Rica con el claro propósito de conocerla. Ya habíamos salido un par de veces y creo que habíamos congeniado, a pesar de mi edad, tengo 39 años, soy un hombre mucho mayor que ella, la conversación fluía fácilmente y platicábamos de uno u otro tema.

Mi deseo por Claudia se complicaba por cuanto ella estaba casada, muy enamorada de su marido con quien tenía una hijita muy linda e inteligente. Claudia tenía 6 meses de haber dado a luz a esa nena preciosa.

Esta vez, la tercera que nos encontrábamos, estaba muy linda. Llevaba un vestido de una sola pieza, de seda y arriba de la rodilla, con tirantitos. El vestido se le pegaba provocativamente a la piel y los tirantitos al desnudar un poco su pecho hacían mas atractiva esa zona deliciosa y que seguramente estaba siendo de uso exclusivo de la hijita de Claudia. Fuimos a un restaurante, comimos cualquier cosa y platicamos mucho, entre la conversación yo buscaba alguna forma de pillarla, para obtener el derecho de castigarla, mis deseos eran inmensos pues sus nalgas se habían vuelto una obsesión para mi y la posibilidad de verla llorando o quejándose de una buena zurra hacía que me excitara de solo pensarlo.

En un momento en que yo le contaba sobre una experiencia con una de las chicas con quien yo practicaba spanking en Nicaragua, ella se quedó observando con detenimiento a un joven apuesto que estaba en el restaurante frente a nosotros.

- Oye Claudia, le dije, no me estás poniendo atención, mira que lo que te estoy contando es muy importante para mi...

En esa momento el tipo, atraído por la belleza de Claudia y por sus indiscretas miradas, le sonrió y ella le respondió sin percatarse de lo que yo le decía.

Víctima de los celos me levanté bruscamente de la mesa y le dije:

- ¿Claudia, porque me tratas así? No me pones atención y coqueteas abiertamente con un tipejo simpático que esta en la otra mesa. No aguanto más, me voy de aquí.

Ella se asustó y me dijo:

- Oye Alex ¿qué te pasa? No estoy haciendo nada malo y no quiero que me dejes sola, ven siéntate por favor.

Pero yo estaba celoso y furioso, y le dije:

- Claudia ¡nos vamos de aquí en el acto!.

Ella percibió con claridad lo serio y molesto que yo estaba y sin oponerse se levantó de la mesa y me acompañó al auto de alquiler en el que yo la había llevado al restaurante.

Nos introdujimos en el coche sin hablar ni una palabra. Mi disgusto era serio, muy serio y deseaba desahogarme. Y se me ocurrió la idea de llevarla al apartamento que estaba alquilando temporalmente, mientras durara mi estancia en Costa Rica, y, desde luego, ahí dar riendas sueltas a mis más queridos instintos. Quería zurrar a Claudia en aquellas nalgas deliciosas que estaba deseando tanto desde que conversábamos por Internet.

Agarré rumbo a mi apartamento y ella se asustó y me preguntó: - ¿Qué haces Alex, donde me llevas?

La volví a ver hecho una fiera y con gran aplomo le dije: - vamos a mi apartamento, voy a zurrarte nenita, te has portado muy mal conmigo y vas a pagarlo.

- Pero yo no he hecho nada malo papi, que te sucede ¿porqué me tratas así?

Me había dicho papi, como me decía en Internet, cosa que ella sabía me deleitaba pues me otorgaba cierto nivel de autoridad sobre ella.

- Crees que no es malo tratarme como un idiota, le dije exaltado, mira nenita tu papi tiene cierto nivel de tolerancia, pero hay un momento que ya no permito más y ese fue el momento que sucedió hoy y vas a pagarlo, te castigaré como te lo mereces.

- NO papi no lo hagas, no me castigues por favor, solo eran miraditas con el muchacho ese, yo no pensaba molestarte, gritaba casi implorando.

Había comenzado a llorar y seguía rogando que no la azotara pues además del temor del castigo se sumaba la posibilidad de que su marido lo supiese y desconocía cual sería su reacción. Pero yo ya estaba decidido y nada podría detenerme.

En lo que quedaba del trayecto del viaje no volvía a decir una palabra, aunque mi excitación era evidente, pues la reacción de Claudia era deliciosa, y yo me sentía dueño y señor de la situación y de Claudia en ese momento.

Cuando llegamos al apartamento, estacioné el auto y me salí mientras ella se quedaba llorando en su asiento, le abrí su puerta y la jalé de una mano. Ella salió oponiendo cierta resistencia, casi la arrastré hacia la entrada del apartamento y abrí la puerta y la empujé hacia adentro. Cerré con llave la puerta. Ella seguía llorando y me dijo entre sollozos:
- ¿Qué vas a hacerme papito? Por favor no lo hagas, no me castigues papi, no quise molestarte...

- Voy a castigarte como te lo mereces, me molesta que te comportes como una putita cuando andas conmigo, anda quítate el vestido y me esperas.

Me introduje en la habitación del apartamento me desnudé totalmente y me puse el pantalón de látex negro que me gustaba usar en estas ocasiones. Este pantalón me quedaba bastante tallado y tenía un orificio en el lado donde se ubica el pene. Mi pene salía erguido y grande desafiando la gravedad como fruto de la excitación que me embargaba.

Claudia estaba solo en una tanguita blanca, sin brasier, sus pechos se veían deliciosos y las curvas de su cuerpo eran una invitación al erotismo mas desenfrenado. Sus nalguitas casi desnudas se erguían elegante y provocativamente como dos montañas de carne que iban a ser arrasadas por mi furia y mi deseo.

Ella me quedó viendo con mayor temor que antes. Yo hice caso omiso a su mirada temerosa y me fui directo al sofá que había en el apartamento. Me senté en el sofá y le dije:

- Nenita preciosa, ven que papi va a castigarte como te lo mereces...

Ella se acercó al sofá. Su mirada seguía siendo temerosa, pero en su tanguita se comenzaba a apreciar la humedad de su excitación. Aquello me encendió más y la tomé de una mano la atraje hacia mí y la acosté boca abajo en mis piernas. Sus nalgas quedaron a mi merced. Por fin tenía esas nalgas deliciosas en mi poder, por fin iba a poder disfrutarla como lo deseaba.

Agarré la tanguita y de un tirón se la arranqué dejándola completamente desnuda. Mis manos grandes y fuertes acariciaron con morbo aquellas nalgas blancas y delicadas. Que delicia, que placer más inmenso y de repente solté el primer manotazo en aquellas nalgas apetitosas: zaaasssssssss, con fuerza, con determinación, con algo de furia.

Claudia gritó: - aaaaaaaaayyyyyyyy papi me duele muchoooooooooo.

Le di otro manotazo y otro y otro y muchos más: ZASSSSSSS. ZASSSS, ZAS, ZAAASSSSS, ZAASSSS, ZAAASSSSSSSS, ZAAASSSSSSSS. Las palmadas resonaban en el apartamento y aquellas nalgas blanquita iban adquiriendo un dolor rojizo fuerte por el flagelo infringido de mi parte.

Mientras la azotaba le decía: - toma nenita malcriada, hijita malportada, tomaaaaaaaa, papi te castiga duro, para que no te portes como una putita cuando sales con el, toma bebita rebelde. Y la seguía golpeando y golpeando en aquellas nalgas que sufrían el martirio de mis manotazos.

Claudia lloraba y se retorcía y gritaba: - ya no papi, ya noooo, no lo vuelvo a hacer, para papito, yaaaaaaaaaa, aaaaaaaaaahhh, ya no, ya no más papito querido, te lo juro que no lo vuelvo a hacer.

El movimiento de Claudia hacía que mi pene se frotara con su pubis, y sentía sus vellos púbicos, pero también sentía una humedad enorme que fluía de ese sexo hermoso de mi Claudia bella. Claudia lloraba, pataleaba, gritabaaaaaaaa, su dolor y placer era inmenso y yo lo percibía, yo sabía que en medio de esos gritos, de esos movimientos y esos llantos habían orgasmos intensos de por medio. Mi placer no era menor los gritos y la sensación del roce de mi pene con el pubis de Claudia se fueron convirtiendo en algo sumamente delicioso, excitante, los nalgazos me estaban volviendo mas loco de la excitación, ya había perdido la cuenta de los manotazos dados con furia en las nalgas desnudas de Claudia, nalgas que enrojecidas salvajemente parecía que iban a brotar de ellas sangre. Y llegó el placer máximo y con él una eyaculación brutal, fuerte e intensa que bañó el pubis y toda la parte pélvica de Claudia y mis piernas y pancita también.

La dejé de azotar y ambos quedamos exhaustos. Ella encima de mí llorando y yo gimiendo un poco, producto de los deleites de mi orgasmo.

- Puedes levantarte Claudia, le dije, tu castigo ha terminado por hoy.

Ella se levantó y se introdujo dentro de la habitación. Yo la dejé por unos minutos dentro de la habitación sola, para que hiciera los menesteres que considerara conveniente. Cuando me decidí a entrar la encontré acostada desnuda, boca abajo, en mi cama, entre dormida y despierta. Busqué entre mis utensilios alguna crema reconfortante para untárselas en sus flageladas nalgas y ella pudiera resistir de mejor manera la post relación spanking que tanto placer nos había proporcionado a ambos.

4 comentarios

Anónimo -

Creó que fue muy leve castigo falto cinturón

Cari -

Wow muy bueno tu relato jeje y saber que yo tambien soy de C.R. quien sabe donde estará ella ahora...

Ivan -

Muy bien pero te falto humillarla pegarle con la vara,correa,latigo.

paula -

cuando vienes por mi papi... yo si seré buena!