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Relatos de azotes

La Tesis II Parte

f/f paleta

Autora: Maria Elfmann

Durante el año de recopilación de datos y pruebas el profesor Herrera me enseñó multitud de técnicas, TAT, Test de Roecshter, entre otros. Y por fin llego la hora de llevar a cabo un trabajo de campo.

A lo largo del año anterior, todos los miércoles en su descolorido despacho había sido inevitable hablar sobre el instrumento que presidía el despacho, aquel enorme paddle, asimismo me enseñó otros que tenía guardados en un cajón con llave, por ser éstos muy antiguos. Poseía tawses, paddles, y todo tipo de armas de castigo. Se notaba que le entusiasmaba el tema, y a mí se me debía notar a la legua, aunque lo tratara en vano de tapar con un interés meramente intelectual. Pero tener esas paletas en las manos, uf. No podían por menos que hacerte temblar.

Incidimos sobre los castigos físicos y la repercusión que éstos tienen en la conducta humana, de una parte la redención, y en otra menos conocida el placer. Estudiamos conductas sadomasoquistas, y como éstas habían sido utilizadas en la publicidad. Mujeres de cuero para anunciar colonias, pequeñas lolitas, susceptibles de recibir unos azotes, una joven caperucita que roba el perfume Channel, mientras el masculino lobo se somete y se limita a aullar. Todo tenía un objetivo básico: La persuasión usando el fetichismo como instrumento.

Así de este modo decidió indicarme que el tema de mi trabajo de campo serían los azotes, los castigos físicos, y las instituciones donde se han usado o aún se usan. Para ello me proporcionaba la universidad una beca, para visitar lugares donde se estudiase el tema, o bien sitios donde aun se llevaran a cabo.

Comencé pues mi trabajo. En primer lugar me mandó a Salamanca. Al parecer existía un convento en las afueras, donde aún hoy día se impartían castigos físicos. Se trataba de un lugar de recogida de muchachas de familia bien, que por una u otra razón necesitaban ser enmendadas. Había madres prematuras, chicas cazadas por sus progenitores fumando o realizando el acto sexual, chicas que habían confesado su homosexualidad en un retrogrado seno materno, etc. Si bien antiguamente hubieran reconducido la vida de estas jóvenes hacia las contemplaciones seglares, en este caso se limitaban a impartirles catequesis, y clases de historia, álgebra, y literatura. Las mantenían limpias y aseadas, y libres de pecado, confesaban ante el cura de modo secreto y ante sus tutoras con castigo corporal como penitencia.

Por supuesto que no habéis iodo hablar de este lugar. No pensareis que viene en sitios Goegle o en la agencia de viajes de spankófilos, no? El lugar sitúa los castigos físicos dentro de la clandestinidad, hoy día seria impensable que se permitieran estas licencias según la constitución actual. Y yo me dirigía a él por el amplio conocimiento en la materia del doctor Herrera, quien conocía a la abadesa profundamente.

Así fue como llegué al convento, haciéndome pasar por una de esas chicas descarriadas que habían sido pilladas in fraganti en actitud poco decorosa con un varón. Me puse en manos de la Madre Superiora. Por supuesto que en ningún momento pensé que yo fuera blanco de castigos, la superiora conocía mi calidad de espectadora por lo que yo esperé encontrar un trato favorable. Al fin y al cabo estaba allí por trabajo.

Aunque me excitaran los azotes, la angustia que me trasmitían los muros no me inspiraban para imaginar un correctivo placentero. El convento en su fachada exterior era plateresco, corriente muy común en la zona, pero se hallaba realizado sobre un monasterio anterior de orden románico, del que conservaba la disposición y materiales del interior. Era mucho más antiguo, más oscuro, mas retraído. Las paredes de piedra eran húmedas y frías, el suelo también, andar con una suela fina ponía los pelos de punta. Olía por todas partes a piedra y arena, a cirios y a iglesia cerrada.

Las internas dormían todas juntas en un amplio dormitorio de camas dispuestas una al lado de la otra, muy cerca, casi el espacio justo para andar de canto entre una cama y otra. Había unas 20 aproximadamente, y venían de todas partes de España, pero por lo que vi, mucho apellido noble, y mucha familia pía.

Yo ocupe una cama del final, junto a una chica de Alicante de 20 años, era simpática, pero no decía porque estaba allí, y actuaba con cierta timidez, al igual que el resto de las jóvenes, se comportaban de manera muy recatada y sin excesos.

Como llegué por la noche únicamente presenté mis respetos a la Madre superiora quien me indicó que me acomodara en mi catre. Venía cansada del viaje, y sin prestar mucha atención me puse un pijama de verano cortito y fino, y me eché a dormir, bien tapadita hasta el cuello.
Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
De repente, sentí una sacudida, una mujer vestida sin hábitos pero con bata de religiosa me zarandeaba y me gritaba no se qué, de si era aquella una manera correcta de dormir. Con el sueño no me enteraba de nada, y a causa del viaje ni siquiera sabía aún dónde me encontraba. Cuando sí reaccione fue cuando me saco a tirones de la cama y abrí los ojos para contemplar el enorme dormitorio comunal a oscuras, con las paredes bañadas por la luz de la luna entrecortada por los barrotes de las ventanas. Hasta ella se encontraba encerrada en aquel lugar sombrío.

La hermana que me zarandeaba, de repente se sentó en mi cama, tiro de mi brazo y con él de mi cuerpo amodorrado por el sueño, y me deposito en sus rodillas, ahí sí me desperté, ¿qué c*** hacia esta tipa???? Pero cuando resolví mi duda fue a causa de un impacto fuerte sobre mi trasero que hacia que éste ardiera. Me estaba azotando!!!! Me tenía agarrada por un brazo y con el otro no se qué demonios estaba usando pero picaba como el diablo. Instintivamente alargue mi brazo a la nalga donde recibí el azote, a lo que sentí un fuerte tirón de la misma, quedando inutilizada. Con una sola mano me sujetaba las mías, era una mano fuerte y grande para ser de una mujer. Me reprendía por dormir tapada hasta el cuello. “Los brazos fuera de la manta!!!” Me indicaba “así no podréis caer en la tentación” “y no se duerme bocabajo” “conozco todos vuestros trucos para satisfaceros”. Mientras me regañaba noté que me desprendía de un tirón seco de mi pantaloncillo del pijama para después hacer lo mismo con mis braguitas. Yo me intentaba zafar, pero era ducha en su propósito la jodida. Sentí un azote fuerte en el trasero, ahora sí sabía que me azotaba con la mano, era una mano recia, fuerte, de exprimir coladas a mano, de recolectar la huerta y arrancar las malas yerbas, curtida y encallecida. Los azotes eran rápidos y enérgicos, me azotaba profusamente en la parte mas baja de la nalga, donde escocía horrores.

Después de darme unos 100 azotes con la mano, mi grupa ardía, reposó la mano sobre ella, mientras me reñía de nuevo, me explicaba que eso era por haberme interpuesto en el castigo, que el castigo en si venia a continuación. La mano no solo estaba apoyada sobre mi nalga, la muy ***** me sobaba, me palpaba a gusto, parecía que disfrutaba. Bollera reprimida... pensé.

No fue mucho el tiempo de pensar. De mis deducciones me sacó a base de un buen paletazo en el trasero. Ahora sí supe al primer encuentro qué había utilizado, era una paleta. Con el tiempo averigüe que utilizaban el instrumento en cuestión para golpear la ropa para que se secara, además de para indicar el buen camino a jovencitas.

Me rocío 20 paletazos lentos, espaciados, con orgullo. Estoy segura que se sentía orgullosa de su trabajo, de su buen hacer, porque se deleitaba en ellos.

PLASSS tiempo PLASSSS tiempo PLASSSSS tiempo PLASSSSS

Se me escapaban las lágrimas, no estaba llorando de rabia sino se me escapaban de escozor. De impotencia de no poder parar ese tremendo dolor que recaía sobre mis nalgas.

Después me proporcionó otros diez por llevar esa indumentaria poco adecuada y me indico que ya me proporcionarían un camisón decente. Además, me instó a seguir dos de las normas más importantes en la cama, no dormir bocabajo, en ningún caso; y los brazos fuera de la manta para que se puedan ver en una revisión.

Sin más se fue. Según avanzaba por el pasillo con la paleta en la mano, yo empezaba a asimilar por una parte lo que me costaría dormir con semejante escozor en mis nalgas, que me ardían, no podía apoyarlas contra el lecho, y por otra… lo húmeda que me encontraba.

Cuando abandonó el habitáculo, algunas de las chicas levantaron la cabeza primero hacia donde se había perdido la hermana y después hacia mí. Mi compañera de al lado me alcanzo la mano, y me la acaricio con suavidad. “Intenta dormir con la almohada en los riñones, eso alzará el trasero y te rozará menos con el colchón”

Así lo hice, a pesar de lo recio y basto de la ropa de cama, imagino que del mismo cansancio de la paliza, al poco tiempo y tremendamente escocida y dolorida me quedé dormida. No sentía esta sensación de dormir tras unos azotes, desde hacía muchos muchos años, cuando era mi padre el que se encargaba de hacerme dormir de un tirón después de haber estado dando la lata.

Continuará

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