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Relatos de azotes

M / f

El exámen final

Autora: Flakita

Aquel día Andrea se despertó temprano, era el último día de clases y ya no tendría que volver a ese odioso colegio religioso y por fin iría a la universidad. Salió de la ducha y comenzó a vestirse, al colocarse la falda y verse en el espejo sonrió y comenzó a recordar todos aquellos castigos que recibió de parte de la directora por llevarla tan corta, cuántas veces había terminado sobre las piernas de sus padres por todas aquellas quejas y avisos que la escuela hacia llegar a su casa, todos aquellos días que la suspendieron y que terminaban siempre en algún rincón de su casa con su trasero ardiendo y adolorido a la vista de sus padres o hermanas, pero el único castigo que ella quería recibir era el de Mauricio su maestro de literatura, un hombre joven, alto, de tez morena y mirada penetrante, fue su maestro durante este último año y aunque ella siempre lo provocó llegando tarde, no haciendo sus trabajos y hasta en ocasiones contestándole de mala manera él solo la mandaba a la dirección, todo el año ella soñó con el durante las noches, esos sueños donde él la reprendía y después la obligaba a inclinarse sobre sus piernas, le levantaba esa corta falda del uniforme que usaba y comenzaba a azotarla cada vez con más fuerza mientras ella se humedecía, él acariciaba sus nalgas desnudas y de vez en cuando sus dedos se concentraban en otra parte más íntima y al darse cuenta de lo excitada que ella se encontraba, terminaban teniendo sexo sobre el escritorio, completamente desnudos. Ella no podía dejar de pensar en esos sueños, sueños que volvían a su mente cada vez que lo tenía enfrente, y que ahora siendo el último día que lo vería no se quitaban de su cabeza.

Pero hoy era el último día y ella no le quedaba más que darse por vencida y dejarlo todo en sus sueños, además tenía que hacer un buen trabajo final ya que no quería tener problemas para entrar a la universidad por lo que se esforzó bastante en esta ocasión.

De pronto al ver el reloj se dio cuenta de lo tarde que se le había hecho al estar recordando lo que aquel maestro provocaba en ella, así que termino de vestirse rápidamente, y corrió hacia el colegio, y aunque el colegio estaba aun par de calles de su casa no logro llegar a tiempo. 

Cuando abrió la puerta de su salón, uno de sus compañeros ya se encontraba exponiendo el ensayo que había pedido el maestro para la calificación final, sus demás compañeros estaban en sus lugares, poniendo atención, y Mauricio detrás de su escritorio, al notar su llegada se acercó a la puerta.

- Entra rápido, ni el último día puedes llegar temprano - dijo Mauricio en tono molesto y con voz baja para no interrumpir.

Ella rápidamente se dirigió a su lugar y se dispuso a escuchar a su compañero. Pasaron unos 5 compañeros más y Mauricio le indicó que era su turno de presentar el ensayo. Ella sonrió y comenzó a buscar en su mochila, de pronto en su cara se comenzó a notar un poco de preocupación.

- ¿Pasa algo Andrea? -Preguntó Mauricio al ver su nerviosismo.

- Disculpe profesor, pero con las prisas dejé mi ensayo en la casa, pero vivo aquí muy cerca y puedo ir y regresar con el, no me tardo ni 10 minutos.

- No Andrea, ya estoy harto de tu actitud, pensé que te importaría este trabajo por que es importante para tu ingreso a la universidad, pero ya veo que no, y ahora voy a hacer algo que hace mucho tiempo debí hacer- dijo Mauricio mientras la jalaba del brazo y la llevaba al frente del salón.

Ella no creía lo que estaba pasando, por fin su sueño se iba a realizar, pero no quería que sus compañeros estuvieran presentes.

Mauricio colocó una silla en frente del salón, se sentó en ella y le ordenó que se recostara sobre sus piernas.

- ¡No! No puede hacerme esto enfrente de mis compañeros, por favor.

- Tu pésima conducta y tu insolencia siempre ha sido en frente de tus compañeros así que tu castigo será enfrente de ellos también -le dijo Mauricio mientras la jalaba del brazo y la colocó en la posición que le había indicado.

Le levantó la falda y dejó caer el primer azote, ella no pudo más que dar un salto por la fuerza del azote, en ella hubo muchas sensaciones en ese momento, desde dolor y humillación hasta excitación, se sentía tan apenada de ser castigada en frente de sus compañeros, los cuales observaban muy fijamente, y sus ojos reflejaban sorpresa, curiosidad, y en algunos otros un cierto agrado por aquella escena.

Los azotes continuaban dejando cada vez mas rojas las nalgas de Andrea, después Mauricio bajo lentamente sus bragas y dio unos 30 azotes más, mientras ella no hacia mas que tratar de zafarse por lo que Mauricio la golpeaba con más fuerza. De pronto se detuvo y la acarició un poco, sintiendo esa calidez en sus nalgas.

- Levántate- le ordenó.

Ella lo hizo sin voltear a ver a nadie ya que estaba muy apenada por lo que había sucedido y ni siquiera podía levantar la mirada.

- Quédate ahí, volteando a la pared, con tu falda arriba y tus bragas abajo para que todos puedan ver lo que provocó tu conducta- le dijo Mauricio mientras le señalaba un rincón en el frente del salón.

Ella se colocó donde Mauricio le había ordenado mientras escuchaba como sus compañeros continuaban con sus presentaciones, ella estaba tan excitada y húmeda por esa sensación de ardor en sus nalgas y de humillación por estar ahí con sus nalgas al descubierto mientras todos veían las marcas de su castigo.

Al terminar todas la presentaciones, los alumnos se retiraron, quedando solos en el salón Mauricio y Andrea aún en el rincón.

- Date la vuelta y acércate.

Andrea al voltearse vio a Mauricio cerca de su escritorio.

- Profesor discúlpeme, de verdad me esforcé en este trabajo y si me permite se lo puedo traer ahora mismo -le dijo mientras se acercaba a él.

- No, Andrea; ahora mismo vamos a continuar con el castigo, inclínate sobre el escritorio.

Ella lo hizo sin pensarlo, el escuchar esas palabras hicieron que su excitación aumentara. De pronto sintió el impacto de la regla de madera, era un dolor más intenso y no pudo evitar que las lágrimas se le salieran. Después de 30 azotes se detuvo y acarició sus nalgas, ella hizo un pequeño gemido que más que ser de dolor fue de placer. El sonrió disimuladamente y le ordenó que se pusiera de pie.

- Puedes irte y mañana espero tu presentación, y de verdad espero notar tu esfuerzo -le dijo Mauricio con un tono serio.

Ella subió su bragas y se acomodo la falda, le sonrió a Mauricio y salioó del salón. Se fue a su casa casi corriendo, estaba ansiosa por ver en el espejo las marcas de su castigo, al llegar a su casa, subió a su cuarto y cerró con llave, observó sus nalgas rojas en el espejo y no pudo evitar tocarse hasta llegar al orgasmo.

Al día siguiente, llegó muy temprano a la escuela y presentó su ensayo, Mauricio la felicito, y estaba sorprendido del buen trabajo que había hecho Andrea.

- Parece que de verdad te esforzaste, y vas a tener una buena calificación, puedes irte -Ella tomó sus cosas y se dirigía a la puerta.

- Aunque me hubiera gustado más tener que castigarte de nuevo- le dijo Mauricio sonriendo.

Ella solo se sonrojó, le sonrió y salio del salón.

A partir de ese día ninguno de los dos pudo olvidarse de lo que sucedió, pasaron un par de años, y un día se encontraron, ellos comenzaron a salir, y ella le confeso todo lo que le provocó ese día y lo mucho que lo había deseado. A partir de eso comenzaron una relación.

Ahora están juntos y de vez en cuando juegan a la alumna irresponsable y al maestro severo.

- FIN -

Un paseo entre las nubes

 

Autora: Selene

Entró a la vieja librería buscando el libro sin tener aún muy claro si se trataba de lo que estaba buscando. Se lo había recomendado un buen amigo y estaba deseando leerlo, pero no estaba segura de ser capaz de comprarlo sin que los colores tiñeran un poco sus mejillas. La librería estaba atestada de gente, por  lo que un poco contrariada, pensó que lo mejor sería recorrer las estanterías buscando por sí misma alfabéticamente por el título o la autora, aunque finalmente, pasados más de veinte minutos en los que recorrió  los diversos estantes sin éxito decidió interrogar a una dependienta que amablemente se dirigió a un terminal e introdujo el nombre y autora que le acababa de mencionar.

"Entre sus manos" autor: Marthe Blau y unos segundos después, en la pantalla, un viejo programa en desuso, con aquellas letras en fósforo verde,  le dio a la joven el resultado de la búsqueda: Estante 3 balda 1; Tema: sadomasoquismo. Con el título en la pantalla, se volvió a mirarla  visiblemente desconcertada, con una voz que delataba su estado de confusión preguntándole si estaba segura de que ese era el título, a lo que respondió con total tranquilidad, mucha más de la que tenía en ese momento la chica de la librería, que por supuesto, que ese era el libro que buscaba.  

Una vez con él en las manos, experimentando el placer de la adquisición de un objeto deseado, que además suponemos nos dará buenos momentos, terminó sus trámites antes de ir a tomar una última copa con un amigo que conoció la tarde antes y con quien le apetecía volver a charlar un rato antes de dirigirse a la terminal a coger el vuelo que la devolvería a su rutina diaria.

No iba vestida de un modo elegante o sensual, como le hubiese gustado mostrarse ante él, o ante cualquier otro hombre con quien hubiera querido pasar sus últimas horas en la ciudad,  sino cómoda e informal con unos jeans y un jersey grueso de cuello alto, sobre el que situó un foulard para intentar abrigarse de aquel intenso frío propio de la época del año.

Cuando le mostró su compra a su nuevo amigo, él sonrió y le preguntó si le gustaba aquel tema, entre spankos, hablar de todo eso resultaba fácil y cómodo. Le contestó que no, pero que aún no había encontrado nada más específico sobre sus gustos y aquello se acercaba bastante a las sensaciones que podía expresar sobre sus sentimientos acerca del spank.

Tras despedirse, se encaminó al aeropuerto donde se sentó a esperar la salida del vuelo. Mientras tanto, decidió comenzar a leer el libro que la había intrigado de aquella forma y que parecía moverse dentro de la bolsa para llamar su atención. Seguramente eran imaginaciones suyas, pero aquella tarde parecía que todo los que pasaban a su lado tomaban conciencia de la temática de la lectura a la que se había entregado.

La portada, no demasiado explícita de por sí, incluía sobre la foto una frase inequívoca sobre el tema que se trataba, una relación sadomasoquista que empuja a la protagonista a una relación destructiva de la que le costará salir.

Frente a ella, un hombre cercano a la cincuentena la miraba de reojo y apartaba la vista cada vez que alzaba la suya y le encontraba fijo sobre su cuerpo y sobre el libro, que había deducido él ya había tomado conciencia de que se trataba de algo cargado de erotismo.

Se hacía difícil seguir la lectura con la mirada de aquel hombre clavada de vez en cuando y las propias frases que le sumergían, gracias a su desbordada imaginación, a sentir casi en su propia piel aquellas situaciones tan extremas que se enumeraban en el libro. Claro que no era sumisa, su interés por los azotes se quedada en el  spank, pero encontraba en muchas de aquellas cosas grandes similitudes con las que ella misma sentía y vivía como spankee, los mismos miedos, angustias e inseguridades... los mismos azotes con un cinturón que se soltaba de pronto del pantalón de su propietario, la misma fusta que él le preguntaba si había utilizado alguna vez para algo que no fuese montar a caballo... demasiados lugares comunes... "quiero que me bese, pero él no lo hace" como frase repetitiva a lo largo del relato, en una relación extrema entre dos personas igualmente extremas.

En algún momento, mirando aquel hombre sentado frente a su asiento, imaginó si él conocería el libro, si podría intuir su contenido, el dolor físico y psicológico contenido entre sus páginas ... si él podría imaginar que ella, al igual que la protagonista, había sido alguna vez castigada con aquellos mismos implementos, sin ser sumisa... sino spankee. Pensó si tal vez aquel hombre, en caso de tomar conciencia de ese hecho, sería capaz de dirigirse a su lado y entablar una conversación sobre el tema. Tal vez incluso, si él estaba interesado en lo mismo... podrían alguna vez... era un hombre atractivo, a pesar de ser mayor que ella, tenía unos ojos oscuros de mirada penetrante que...

Pero la última llamada para embarque la sacó de sus ensoñaciones bruscamente, cerró el libro, lo guardó en el bolso y se dispuso a subir al avión que estaba a punto de despegar. Una vez dentro, con la mente revuelta por la lectura y cierto calor en su vientre, se dispuso a observar a aquel hombre, que se había situado dos asientos por delante al otro lado del pasillo, por lo que una mirada oblicua le permitía seguir observándolo e imaginando situaciones acerca de él... acerca de ambos.

Para hacer más relajado el viaje, decidió proseguir la lectura y se metió en el libro de tal forma que en algún momento perdió la conciencia de ir volando a nosecuantos miles de pies sobre la tierra, según acababa de informar el sobrecargo. Tan solo era consciente de la excitación que estaba produciéndole tan explícita lectura donde la protagonista había desnudado su alma para transmitir al mundo su experiencia.

Se sentía húmeda, agitada e iba perdiendo por momentos la serenidad cuando se dio cuenta de que el sobrecargo había pasado ya dos veces por el pasillo, tropezando con su brazo  en una de las ocasiones y habiéndose disculpado cortésmente sin fijar la mirada en ella más de unos segundos.

Entre esa excitación, el vuelo se le hizo muy corto y agradable y apenas tenía conciencia de haberse desplazado cuando había llegado a su destino casi a la par que había concluido la agradable lectura. Para hacer lo más rápida y diligente la salida del aparato, depositó el libro en el bolsillo del asiento delantero que contenía revistas y algunos folletos informativos y se situó en el pasillo para recoger su equipaje de mano. Una vez alcanzado éste y tras la apertura de puertas se dirigió a la terminal, aún excitada pero tranquila por el final del relato que había esperado distinto.

Una vez abajo, miró a su alrededor por si volvía a ver a aquel hombre que la había intrigado con su mirada, pero no pudo localizarle y siguió caminando por la terminal dispuesta a pedir un taxi para llegar al hotel. Sin embargo, no había terminado de cruzar el largo pasillo que la separaba de la calle cuando escuchó que la llamaban desde atrás.

El amable sobrecargo que había tropezado con su brazo durante el vuelo la llamaba sin grandes gritos ni aspavientos, en las manos llevaba el libro que había dejado olvidado en el bolsillo del asiento...

En ese momento, roja de vergüenza y visiblemente sorprendida, se detuvo y esperó que aquel joven llegase hasta donde se encontraba. Una vez a su lado, tomó conciencia del atractivo del hombre, más joven y alto que ella y que le dedicaba una sonrisa limpia y sincera.

-Es suyo ¿verdad? Se lo ha dejado olvidado en el avión.

-Sí... pero no tiene importancia, ya lo terminé y bueno... yo ... no...

-Parece un buen libro ¿Le gustan estas cosas?

-No... bueno, sí... un poco, pero no esto, es otra cosa, pero es parecida... no es exactamente ...

-Entiendo... usted, no es sumisa ¿verdad?

La sorpresa dibujada en su cara la hacían estar cada vez más atribulada en sus respuestas y su cara más roja mientras apartaba la mirada de aquel hombre tan seguro que le preguntaba todo aquello tan directamente.

-No lo soy... pero me ha gustado el libro... soy... spankee, puede quedárselo y leerlo, yo ya lo terminé...

-Spankee... ah! Spankee... así que a usted le gusta que le den unos azotes.

Si hasta ese momento había estado sorprendida por la actitud del sobrecargo, que impecablemente uniformado la miraba cada vez más interesado en sus palabras, pensó que al decir aquello él se sentiría como si hubiera afirmado ser de Marte. Sin embargo, aquella última frase la dejó fuera de juego por completo y con ganas de salir corriendo de allí.

-Muy bien señorita, así que le gustan los azotes... ¿puede acompañarme un momento?

-Pero ¿por qué? ¿Qué pasó? ¿Qué hice?

-Nada... tranquila, acompáñeme un momento, hablaremos más tranquilos en mi taquilla, le devolveré su libro y usted se marchará... si quiere.

Los escasos metros que separaban el  pasillo de la taquilla se le antojaron los más largos del mundo, más que una marathón ... y tan cansada como si la hubiera recorrido realmente. Una vez dentro, el sobrecargo tomó la maleta de sus manos, la dejó en el suelo y permaneció frente a ella, mirándola fijamente e increpándola de nuevo.

-Así que le gustan los azotes, las relaciones difíciles... quizás un poco de sumisión también...

-No... yo...

-Muy bien, muy bien... y seguramente mientras ha leído el libro durante el vuelo, se habrá sentido excitada ¿no es cierto?

-No... bueno, sí... un poco sí... es que...

-¿Es que? ... no señorita, es que nada... venga aquí que vamos a aclarar esto.

Y diciendo esto último, se sentó en un banco e hizo un gesto para que se acercara a él. Con su poca experiencia, ya sabía que aquel era el gesto que disparaba una escena spank y se dirigió a él, completamente descolocada, asombrada... pero feliz. Tumbarse en las rodillas de aquel hombre uniformado, más joven que ella, pero con la suficiente entereza y seguridad como para haber encontrado un motivo para reprenderla, haber tomado la decisión y haberla llevado a cabo... era demasiado para ser cierto...

Pero allí estaba, recibiendo las primeras nalgadas sobre sus jeans, que amortiguaban magníficamente bien los azotes y sintiendo un par de minutos después, como pausadamente, él la incorporaba, desabrochaba su pantalón, lo bajaba y volvía a colocarla en la posición inicial para seguir explicándole lo mal que estaba en una chica como ella ese comportamiento obsceno, esa exhibición impúdica de sus gustos y deseos, esa carita de niña rebelde que había tenido durante toda la lectura y que a él le habían perturbado durante el vuelo... y todo ello, acompañado de aquellos azotes que le supieron dulces, eróticos y sugestivos y la trasladaron a un estado de excitación mucho más fuerte que todo lo sentido hasta ese momento...

Azotes que alternados con aquellas caricias seguras y llenas de cariño que aquel desconocido le brindaba, la fueron elevando en su excitación hasta que él, consciente del estado en que se encontraba, dejó de azotarla y la ayudó a ponerse de pie justo antes de preguntarle:

-Y ahora, ¿seguimos adelante con esto? ¿o prefiere coger el libro y marcharse...?

Y empezó a besarla y a recorrer su cuerpo con sus manos, aliviando con sus caricias el dolor de sus nalgas justo al contrario que lo que acababa de leer en aquel libro que le había traído del cielo al hombre de sus sueños "pero él me besa... deseo que me bese y él... me besa" como preludio a lo que momentos después les llevó a culminar a ambos, en unos segundos que les hicieron sentirse otra vez entre las nubes.

 - FIN -

La carta olvidada III: El castigo

Autora: Ana K. Blanco 

El castigo

-Bien, comprendo su enojo y le vuelvo a pedir disculpas. Pero le ruego que ahora se vaya, por favor. Me siento no muy bien, y además estoy sumamente nerviosa por todo esto.  Lo acompaño a la puerta...

-Pero ¿usted se piensa que yo me iré así como así? ¿Usted se cree que con decir "lo siento" está todo arreglado? Señorita Rocío... si yo no me hubiera dado cuenta de su engaño, si su rostro no hubiera translucido su mentira, en este momento yo estaría aún sufriendo, lleno de dudas sobre el amor de Leticia, con mil preguntas que esas cartas me contestaron apenas las leí. No señorita, lo siento pero... no la puedo perdonar así nomás.

-Mire señor Alzamendi, me tiene muy sin cuidado si usted me perdona o no. Ya le pedí disculpas y si usted no me las quiere dar es su problema. Así que tome sus cartas y... ¡lárguese de una buena vez!

Fabián la miró furioso y se agachó a recoger las cartas. Cuando se volvió para mirarla, su rostro había cambiado por completo. Tenía una sonrisa... pícara, especial, soberbia y hasta con un brillo de ganador.

-Me retiro señorita Anchorena. Y por supuesto, de aquí voy directamente a la Comisaría a poner la denuncia contra usted.

El rostro de Rocío se tornó pálido, y ella abrió los ojos y la boca de forma descomunal por el asombro.

-Pero... ¿qué dice? ¿Denuncia de qué? Usted no me puede denunciar por nada ¡yo no hice nada!

-¿Qué no hizo nada?  Señorita, por favor! Violó usted correspondencia ajena abriendo un sobre cerrado, violó la privacidad de Leticia y mía, y... todavía puedo agregar alguna cosita más, como el que me haya negado el dármela. Sólo el violar correspondencia ya es un delito penal...

Rocío no sabía qué decir, pero sabía que él tenía razón. Cuando se dirigíó a la puerta y puso la mano en el pestillo ella le gritó:

-¡No, por favor no se vaya! Espere, hablemos un momento...

-No tenemos nada que hablar señorita. Usted no se arrepiente de lo que hizo, y me parece muy bien. Pero tendrá que atenerse a las consecuencias de sus actos. Buenas noches...

-Pero... tiene que haber alguna forma de arreglar este entuerto. Le pediré disculpas dobles, por mi error y por mi soberbia al no querer reconocerlo.

-Eso, señorita, no es suficiente.

-Entonces... qué es lo que pretende? ¿Qué quiere que haga para que me disculpe?

-Quiero que no mienta más, que sea sincera, que sea capaz de reconocer cuando se equivoca y que acepte su castigo con altura.

-¿Castigo...? ¿De qué castigo me habla?

-Para que yo la perdone deberá aceptar mi castigo: serán 500 nalgadas propinadas a nalga desnuda. Si acepta, prenderemos fuego las cartas y todo olvidado. Si no acepta... iré a hacer la denuncia.

Fabián gozaba por dentro, mientras que Rocío maldecía su suerte. Aunque...  ver a ese hombre tan viril, escuchar su proposición y que él se mantuviera tan firme en su decisión, habían logrado excitarla. Sí, estaba excitada ante la posibilidad de ser nalgueada por primera vez, de probar todo eso que había leído en la carta de Leticia, de sentir en carne propia lo que había visto en los videos y en internet.

-No, no quiero. Puede usted irse por donde vino, y ¡haga lo que quiera, no me importa!

Fabián salió decidido y llamó el elevador. Antes de que este llegara Rocío salió del departamento y dirigiéndose a él le dijo, mirando al piso

-Acepto. Usted gana...

Entraron en el departamento y sin decir nada Fabián se quitó la chaqueta, la colgó en una silla y luego se sentó en ella. Ella se mantuvo de pie con la mirada baja mientras que él se remangaba la camisa. Con un tono adusto le espetó:

-Bien Rocío, antes de comenzar quiero aclarar algunas cosas:

Primero: puede usted parar el castigo en el momento que lo crea conveniente, pero si lo hace antes de terminar, no tendrá validez y yo daré curso a la denuncia.

Segundo: yo soy quien tiene experiencia en esto, por lo tanto soy el que pone las reglas, el que decide cuándo dejarla descansar, cuándo seguir y con qué instrumentos la azotaré. Su palabra o sus deseos carecen totalmente de valor, excepto para parar por completo cuando quiera hacerlo, con las consecuencias que ya le mencioné, claro...

Tercero: deberá obedecerme sin chistar... o detener todo.

Cuarto: Pondremos una clave. En el momento que usted la diga, detendré el castigo de forma inmediata y me retiraré. Tendrá usted noticias mias por medio de mi abogado, o de la policía. La clave será... "Carta y castigo".

Si quiere hacer alguna pregunta o añadir algo, hágalo ahora. De lo contrario, comenzaremos de inmediato. ¿Está preparada para comenzar?

¿Qué sentía en ese momento por este hombre? ¿Odio? No sabía si era odio, pero sí mucha rabia por su trato tan frío e impersonal. También sentía desprecio, pero al mismo tiempo admiración por su actitud autoritaria y dominante. Quisiera golpearlo e insultarlo, pero también deseaba besarlo y hasta... Tenía razón Leticia: eran sentimientos contradictorios, dicotómicos y... maravillosos.

-Sí -contestó ella.- Estoy preparada.

-Bien. Acérquese entonces y colóquese boca abajo sobre mis rodillas... eso es. ¿Lista, verdad? Bien... ¡aquí vamos!

Sintió como él apoyaba la mano sobre sus nalgas y las tanteaba y masajeaba suavemente mientras que le hablaba. Era una sensación deliciosa, pero tenía la seguridad que cuando comenzara a nalguearla no pensaría igual.

-Quiero que sepa Rocío que estoy muy disgustado. No enojado, pero sí disgustado. Me molesta mucho cuando alguien invade mi privacidad como lo hizo usted, pero lo que sí me pone furioso es la mentira. Su comportamiento denotó una total falta de ética, de discreción, de educación y de moral. No debería permitir que comportamientos tan bajos como la curiosidad  y la mentira logren dominarla.

Rocío estaba concentrada en el discurso que le estaba dando Fabián, por lo que la primera nalgada la tomó totalmente desprevenida y la hizo saltar, no tanto por el dolor sino por la sorpresa.

-¡Aayyyyy! -gritó.

Fabián paró. Apoyó sus antebrazos en la espalda de la chica como si fuera una mesa, la miró aún sabiendo que ella no lo podía ver, y le espetó:

-Si cada palmada que le voy a dar va a significar un grito de ese calibre, me veré obligado a amordazarla.

-¿Qué cosa? No se atreverá a semejante disparate.

-Señorita... le sugiero que no me diga a lo que me atrevo o no -y comenzó a nalguearla de una forma pausada, rítmica y no demasiado fuerte, considerando que era su primera vez y... que todavía no habían comenzado con el castigo en sí, aunque posiblemente ella pensara que sí.

Continuó nalgueándola durante unos pocos minutos cuando decidió que era el momento de levantarle la falda.

-Noooooooo, pero... ¿qué hace? ¿cómo se atreve?

-Le recuerdo Rocío, que el que pone las reglas aquí soy yo. ¿Quiere que paremos? -Ella negó con la cabeza.- Entonces, obedezca y quédese quieta.

Levantó la amplia falda y se encontró con unas bragas blanquísimas, que cubrían casi por completo las nalgas. La poca piel que se veía por los costados estaba de un rosado no muy fuerte. Los globos de la chica se adivinaban hermosos, firmes, turgentes... y eso le dio más fuerzas aún para seguir adelante. Así que recomenzó el castigo sobre las bragas mientras que ella se retorcía y comenzaba a dar signos de dolor.

En un momento determinado, ella interpuso su mano y...

-Quite su mano. ¡Ya! -ella se frotaba las nalgas y no obedeció.- Si no quita su mano inmediatamente, le aseguro que será peor...

-Pero... ¿cuánto falta? -le preguntó con voz entrecortada.

-¿Cómo que cuánto falta? Todavía no empezamos. Si tiene usted memoria, recordará que le dije que el castigo de los 500 azotes sería "con las nalgas desnudas". Esto que tuvimos hasta ahora era simplemente el "precalentamiento".

Y sin más, metió sus dedos en el elástico superior y le bajó las bragas hasta el nacimiento de las nalgas. No le dio tiempo a reaccionar, cuando puso su mano para impedir la acción, con un rápido y certero movimiento, Fabián la tomó de la muñeca y tirando hacia arriba le impidió cualquier acción.

La lluvia de azotes comenzó a caer sobre las coloradas nalgas, y el picor de un principio comenzó a tornarse en dolor. La casi inmovilidad del comienzo se convirtió en el corcoveo de una yegua salvaje. Levantaba las piernas, se movía, se contorsionaba, trataba de esquivar los azotes de todas formas pero... era inútil.

-¡Basta! Pare, por favor... se lo ruego.

-Sólo diga la clave y me detendré. Mientras tanto... es como si no la oyera. ¿Tiene algo que decir? -Su respuesta fue el silencio fue total- Bueno, entonces la dejaré descansar un rato. Póngase de pie y vaya a aquel rincón, de cara a la pared. Y no se le ocurra protestar.

Con un gesto caballeroso pero firme, la ayudó a ponerse de pie mientras que ella se bajaba la falda del vestido. Se dirigió al rincón y cuando estaba cara a la pared, sintió las manos de Fabián levantándole la falda.

-Pero... ¿qué hace?

-La pongo en evidencia. Su falda permanecerá levantada y sus bragas bajas para que yo pueda observar sus nalgas castigadas. Ya le dije que el que mandaba era yo. No es necesario que se lo recuerde, ¿verdad? Y no se le ocurra tocarse, quiero que apoye sus palmas en la pared.

Fabián se alejó unos pasos y la observó. Se veía hermosa en esa pose, así que tomó asiento y se dedicó a observarla...  Ella, en tanto, sentía un tremendo escozor en su trasero, y esa pose le pareció terrible, dado que exponía sus partes más íntimas ante la aguda mirada de este hombre que... este hombre que... que... sí, debía reconocer que este hombre le había hecho conocer nuevas y deliciosas sensaciones, este hombre que había conocido por medio de esas cartas, de las descripciones de Leticia y que tantas cosas había imaginado gracias a eso.

Varios minutos pasaron, cada uno sumido en sus propios pensamientos que en realidad, no eran muy diferentes...

Aquella tarde Rocío conoció, de la mano de Fabián, muchos de aquellos instrumentos sobre los cuales había leído y había visto en diferentes sitios. Su excitación se incentivó cuando él se quitó el cinturón con el que la azotó. También probó otros instrumentos que Fabián le presentó, pero el que le arrancó verdaderas lágrimas fue... el pesado y enorme cepillo de pelo que sacó de su habitación.

Rocío no supo si los azotes fueron los quinientos que él le había dicho o si fueron cinco mil, sólo tuvo la plena convicción de que cuando Fabián se retiró del departamento y ella quedó sobándose las nalgas, una spankee había nacido: una hija traviesa de la curiosidad y la mentira...

- FIN -

La carta olvidada II: La mentira

  Autora: Ana K. Blanco

La mentira

Rocío adoraba los fines de semana. Aprovechaba para levantarse tarde, arreglar su apartamento, andar por la casa como se le viniera en gana y disfrutar de las cosas que le gustaban: música, TV, y sobre todo navegar por internet y leer.

Era sábado, comenzaba a oscurecer y la gente pululaba por la Avenida. Recién acabada de bañar, Rocío se vistió sencillamente, como para gozar una noche de soledad en su departamento. Se puso unas bragas blancas cavadas que cubrían casi por completo sus firmes nalgas. Decidió no colocarse sostén y acomodó sus pechos turgentes dentro de un vestido color manteca, sin mangas, con una amplia falda con caída irregular como lo indicaba la moda y unas sandalias al tono. El pelo recién peinado, suelto, lacio y largo, reflejaba los colores dorados y rojizos con los que el sol se despedía hasta el día siguiente.

Se acercó al equipo de música y un CD de el grupo "Il Divo" comenzó a sonar. No era fanática de la música clásica, pero este grupo le gustaba muchísimo. Tomó el libro, se dejó caer en el sillón y se dispuso a leer "Las Memorias de Dolly Morton"

El sonido del timbre la sobresaltó. No era el portero eléctrico, era alguien que estaba en la puerta de su casa. Era extraño porque el portero no permitía entrar a ningún desconocido, hasta que anunciaba la visita por el teléfono interno y esperaba la aprobación. Debía ser, seguramente, algún vecino. Abrió la puerta y quedó paralizada...

Un hombre guapísimo estaba parado delante de ella. En un segundo que lo observó, notó que tendría unos 35 años, quizás algo más; alto, con una musculatura hecha a costa de trabajo, no de gimnasio. De cabello negro y una piel... más que tostada parecía curtida por el sol. Dos ojazos verdes como esmeraldas resaltaban en esa cara angulosa, marcadamente masculina

Él la miró fijamente y con una fría sonrisa que dejaba ver su blanca dentadura, le dijo:

-Buenas noches. Mi nombre es Fabián Alzamendi -dijo con una voz potente y firme mientras le estiraba una mano que a ella le pareció enorme.

-¿Fa... Fabián? Pero... yo... -quedó de piedra. No era posible que "él" estuviera allí.

-¿Nos conocemos? Porque sinceramente... no recuerdo haberlo visto antes.

-No, nos conocemos ni nos vimos con anterioridad. Yo conozco su nombre solamente.

-¿Mi nombre? ¿Y de dónde conoce mi nombre?

-Bueno... -debía pensar algo rápido- la chica que vivía aquí, Leticia, dejó unos objetos que terminó tirando luego de preguntarle a Luis algunas cosas, y... y... él fue quién me dijo su nombre y que usted la visitaba con cierta frecuencia.

-Ajá... de eso mismo quería hablarle. ¿Me permite pasar?

-Sí, claro. Es que... -dijo ella totalmente descolocada- es que... sinceramente, no imaginaba verlo por aquí.

-Le pido disculpas si le estoy causando alguna molestia, pero necesito hacerle unas preguntas.

-¿A mí? ¿qué preguntas?

-Vea señorita Anchorena... Leticia y yo tuvimos una relación que ella decidió interrumpir de forma inesperada. Hablé con Luis, el portero, y él me dijo que Leticia había dejado aquí algunas cosas y me preguntaba si usted me permitiría verlas.

-Oh ¡cómo lo lamento! Es verdad que ella dejó aquí algunas cosas que revisé antes de tirarlas. Eran revistas viejas, periódicos, documentos vencidos y sin valor... No había nada más, y todo lo que había lo tiré porque necesitaba el espacio y evidentemente que ella lo dejó para que el ocupara este departamento lo tirara por ella. Pero aparte de lo que le describí... no había nada más.

-¿Nada más? ¿No había ninguna carta, nota o algo a mi nombre? Quizás ella me escribió algo y luego no lo envió, o intentó decirme algo y no se animó... no sé. Sé que ella se va a casar y no seré yo quién lo impida, pero necesito saber... saber si me engañó siempre o si alguna vez realmente me amó. Es algo que no me deja en paz y necesito averiguarlo. Evidentemente que Leticia no quiere verme nunca más, por eso se fue sin dejar ningún dato de su nuevo paradero...

Rocío no sabía qué hacer. Sintió como que le debía a Leticia cierto silencio por haberse inmiscuido en su intimidad. Ya le había dicho que no había nada a Fabián, y no podía desdecirse ahora.

-Pues... lo siento mucho Fabián, pero no puedo ayudarlo -y se paró, como obligándolo a retirarse.

Cuando Rocío se puso de pie, vio encima de la mesa del teléfono los papeles que había escrito Leticia.  No sabía cómo disimular y se puso pálida de golpe, sintiendo un sudor frío en todo su cuerpo. No pudo apartar sus ojos de los papeles.

-¿Qué le sucede Rocío? ¿Se siente mal?

-Sí, un poco mareada. Así que disculpe si le pido que se retire. No quiero ser desagradable, pero quisiera recostarme un rato.

-¿Pero qué le pasa? ¿Qué es lo que mira con tanta insistencia?

-¡Nada! -casi le gritó.

Fabián miró hacia el mismo lugar que ella miraba y vio unos papeles. Se acercó velozmente, antes de que ella pudiera reaccionar y retenerlo. Con las páginas en sus manos miró a Rocío con ojos centellantes.

-¡Me mintió! Usted me mintió descaradamente. Ella sí dejó algo y usted me lo estaba negando. ¿Por qué?

Estaba perdida, ya no podía seguirle mintiendo, así que se sentó y le confesó la verdad: que había encontrado esos papeles y la carta cerrada en un sobre con su nombre y dirección. Le dijo que había leído primero los papeles sueltos y que luego, la curiosidad era tanta que no resistió la tentación de abrir el sobre cerrado y leer. La carta era algo maravilloso y le había mostrado sensaciones y emociones totalmente desconocidas para ella.

-¿Y por qué se negaba a dármela?

Lo miró fijamente a los ojos y le dijo con seguridad y total convicción:

-Me pareció que si ella no se lo había mandado, algún motivo tendría, quizás no quería que usted lo leyera, quizás olvidó el sobre cerrado y luego cambió de opinión y decidió no enviarlo... no sé.

Fabián se desplomó en el sofá y leyó con avidez la carta primero y las hojas sueltas después.

-Bien... está claro que ya no quiere saber nada de mí. Donde quiera que esté, ojalá que logre ser feliz... se lo merece -Levantó su mirada y quedó con la vista perdida en el horizonte, ensimismado en sus propios pensamientos, con la cara triste y acariciando las hojas de papel. Rocío lo dejó allí solo, seguramente necesitaba poner sus ideas en orden. Así que se dirigió a la cocina y se puso a preparar café. Cuando el café comenzó a despedir ese particular y delicioso aroma... Fabián apareció en la cocina. Rocío le sonrió y lo invitó a tomar asiento.

-Pase Fabián. Pensé que un café le vendría bien -le dijo mientras que le servía una taza del humeante y aromático líquido negro.

-¿Por qué está haciendo esto? ¿Por qué me permitió pasar sin conocerme?

-Es que... en cierto modo sí lo conozco. Leí lo que Leticia escribió sobre usted y también Luis dijo cosas agradables sobre su persona. Además, tiene una mirada limpia y da la mano de una forma franca y segura. No creo que sea mala persona.

Él la miró y solamente sonrió mientras se deleitaba observando la grácil figura de aquella mujer yendo y viniendo por la cocina, envuelta en aquel sencillo vestido que al quedar a trasluz, dibujaba una silueta con todas las curvas imaginables.

-Espero que no se haya molestado conmigo por haber leído las cartas. Además -lo dijo en tono desafiante- usted no tiene derecho a molestarse. Ni siquiera Leticia se podría enojar conmigo porque ella dejó todo eso tirado, así que hubiese ido a parar a la basura. Yo no cometí ningún delito ni hice nada malo.

-¿Está tratando de justificarse, Rocío? Pues permítame decirle algo: no estoy enojado con usted por haber abierto la carta y haberla leído. Pero... sí estoy sumamente furioso por su mentira. Todo eso que escribió Leticia en su momento me permite gran tranquilidad de espíritu. No me enoja su intromisión, pero sí me enfurece que me mintiera de una forma tan fría y descarada.

A medida que decía esto, los ojos de Fabián parecían despedir centellas. Se lo veía realmente enojado. Sería mejor que le dijera que se fuera y terminar esto de una buena vez.

(Continúa)

 

La carta olvidada I: la curiosidad

 

Autora: Ana K. Blanco

Dedicada a los sacrificados spankers,

preocupados siempre por nuestra educación y bienestar.

La curiosidad

Cargada de bolsas de diferentes tiendas y con una sonrisa de felicidad, Rocío se dirigió a su nuevo departamento en el centro de la ciudad. El sueño de su propia vivienda y  arreglarla a su gusto se estaba haciendo realidad. Con todos aquellos bultos necesitó la ayuda de Luis, el portero del edificio, para abrir la puerta. Luego de los saludos de rigor, Rocío tomó el elevador deseosa de llegar a su departamento.

Abrió la puerta, dejó las bolsas en el piso para desplomarse en el sofá. Sí, definitivamente le gustaba el sitio. El enorme ventanal que daba a la Avenida le permitía admirar una parte de la ciudad. La elección de aquel lugar había sido un acierto y se felicitó por ello. Aún le quedaba mucho por arreglar, así que se dio una ducha rápida para espantar el cansancio y vestida con ropa cómoda se dispuso a ordenar el placard del dormitorio.

El inquilino anterior había dejado allí algunas cajas y papeles, así que tomando una enorme bolsa de basura, la abrió y comenzó a botar todo aquello... previa una rápida mirada, por supuesto.

Rocío es una mujer muy curiosa, y ese defecto le había causado problemas y más de un dolor de cabeza, pero aún así, seguía metiendo sus narices en todo. Tenía tiempo, y oportunidades como esta no se le presentaban todos los días.

Revistas viejas de cotilleo sobre personajes conocidos, sobres con contratos vencidos, guías de teléfono antiguas, algún libro de autor desconocido para Rocío, cajas de zapatos con diferentes objetos que quizás alguna vez tuvieron un valor sentimental para quien los poseía y...una carpeta azul algo gastada, tamaño carta, conteniendo un sobre cerrado y un par de hojas escritas  como borrador, porque estaban con palabras tachadas, con una caligrafía irregular como cuando uno escribe rápido, o quizás con rabia. El sobre de correo tenía como remitente a Leticia Córdoba, con la dirección de ese departamento. El destinatario era Fabián Alzamendi, con una dirección del interior del país.

-¡Vaya! Rocío Anchorena, a tu juego te llamaron. Podrás ser la investigadora de este caso que pinta ser... excepcional. -Se sentó en el suelo y cuando se disponía a rasgar el sobre recordó un problema muy grave que había tenido por algo similar. -Mejor me aseguro antes de hacer nada.

Con su vestido sencillo bajó al hall del edificio y buscó a Luis. Le hizo una serie de preguntas acerca de la anterior inquilina y volvió a su piso. Su memoria no era lo más fuerte que tenía, así que para recordar todo lo que Luis le contó, tomó un cuaderno de su escritorio y escribió lo siguiente:

Nombre: Leticia Córdoba

Última dirección conocida: este departamento

Estado civil: soltera

Edad: 29 años

Ocupación: Diseñadora Gráfica

Nota: Según dijo Luis, el tal Fabián la visitaba con una frecuencia semanal o quincenal. Parecía que se llevaban muy bien, aunque a veces cuando regresaban de la calle él traía cara de enojado, mientras que ella volvía con la cabeza baja y sonrisa traviesa, como una niña que hubiese cometido alguna pillería.

Leticia se mudó de aquí hace como una semana y no dejó dirección de su nueva residencia, ni teléfono ni nada. Luis dice que daba la impresión que no quería que nadie se enterara de su nuevo paradero.

Nombre:Fabián Alzamendi

Dirección conocida: Pueblo Charabón- Departamento del Norte

Estado civil:  desconocido (por ahora)

Edad aproximada: 40 años

Ocupación: hacendado

-Bien -pensó Rocío- esto se está poniendo bueno. Sin haber leído ni una sola letra ya reuní una serie de datos que me podrían servir para saber... para saber ¿qué? Bueno... eso aún no lo sé, pero lo voy a averiguar ya mismo.

Se dirigió con paso firme y presuroso hasta las hojas manuscritas. Eran 3 hojas escritas de un solo lado. Las acomodó por orden, teniendo en cuenta el encabezamiento para la primera hoja, una segunda escrita en su totalidad, y la última que estaba sin firma pero escrita hasta la mitad. Comenzó a leer:

Montevideo, 27 de noviembre del 2006

Querido Fabián:

Encabezo esta carta con un querido, porque sería falso seguir poniendo "mi adorado..." como lo hacía hasta ahora. Querido porque te sigo queriendo, ya no como hombre ni como amante ni como spanker, pero sí como ser humano.

¡Vaya! Fabiancito... creo que te están tocando "la polka del espiante"* (La polka es un baile folklórico muy popular en el interior del país, y  "dar el espiante" es darle a alguien el adiós, pero de mala manera, echándolo. O sea que este dicho es para significar que a tal persona la están echando). ¿Spanker? ¿qué significará spanker?

Hace un tiempo te dije que había conocido a un hombre vainilla que me gustaba y me había enamorado de él, a pesar de que no pertenece a nuestro mundo. Contigo no tengo futuro porque tú no me amas. Hemos sido grandes amigos, hemos pasado momentos grandiosos juntos, las sesiones que viví contigo como spankee no las viví con ningún otro spanker...

¿Pero de qué habla esta mujer? ¿Vainilla, spanker, sesiones, spankee...? No entiendo nada. Mejor sigo leyendo. Ufff, qué manera de tachar, borronear y volver a escribir...

Estoy enamorada de este hombre y... me voy a casar con él. Sé que tú no quieres que lo haga, que lo venimos discutiendo desde hace meses, pero ya no estoy enamorada de ti, pero acepto y reconozco que me sigues gustando y atrayendo muchísimo. Pero ya no te amo.

Extrañaré nuestras sesiones, nuestros encuentros, nuestro juego... Extrañaré tu dominación, tu cara fingiendo enojo, tus potentes manos azotándome hasta hacerme gritar de placer y excitación...

Los ojos de Rocío se abrían cada vez más grandes, y temía comprender lo que esta mujer decía. ¿Era masoquista? ¿Le gustaba que le pegaran? ¿Cómo podía alguien gozar y excitarse con el dolor? No, eso era algo que no podía comprender.

Sé que como spanker y como amante ninguno se comparará contigo. Quizás encuentre alguien mejor, quizás no... pero sé que antes o después te olvidaré como tú te olvidarás de mí.

No me animo a contarle a mi novio que soy spankee porque no sé cómo lo tomará, pero sé que lo terminaré haciendo porque esto del spanking, de las nalgadas eróticas, se ha convertido en parte de mi vida. Lo conocí a través de ti y de tu mano, nunca mejor dicho, aprendí a gozarlo. Me hice adicta a los azotes y se me va a hacer muy difícil vivir sin ellos, pero sé que lo lograré. Y si no lo logro... al menos quiero hacer el intento y comenzar una nueva vida junto al hombre que amo.

No sé si esta carta llegará a tus manos. Quizás la rompa, quizás la tire, quizás... quizás nunca te la envíe como nunca te envié otra que escribí hace meses, cuando bebía los vientos por ti, cuando estaba enamorada y contaba los días, las horas y los minutos que faltaban para reunirnos.  ¿Sabes? Me estoy dando cuenta de algo. Ahora que lo pienso... me estoy dando cuenta que escribí esta carta para mí, no para ti. Escribí esto para sacar mis sentimientos, volcarlos y plasmarlos en un papel para poder verlos. Y dirigiéndome a ti decirme a mí misma:  ¡ME CASO!

Allí terminaba aquel conjunto de palabras que se veían sacadas desde lo más profundo. No eran frases pensadas ni calculadas a pesar de los borrones y las tachaduras que sólo denotaban el deseo de expresar de una forma más clara un sentimiento, una emoción. Sí, Leticia había escrito sin pensarlo demasiado, sus palabras eran solo pensamientos plasmados en el papel.

No entendía mucho, pero agregó algunas palabras a su cuaderno de notas:

Spanker en el sector de Fabián. Spankee, en el sector de Leticia. Y más abajo, como abriendo un nuevo sector, escribió: spanking, nalgadas eróticas.

Con su sencillo inglés, recordó que el verbo To Spank significaba azotar, nalguear. En más de una película norteamericana se oía que la madre le decía a la niña, en tono amenazante, cosas como: "and now, be a good girl or... I'm gonna spanking you!" O sea: "Y ahora, sé una buena niña o... te voy a azotar!"

Miró el sobre cerrado. Su curiosidad se hacía más y más fuerte. Ya había llegado hasta allí, pero... aún no había violado ninguna regla ni ley porque todo estaba a la vista. Ahora... el abrir un sobre cerrado era violar la privacidad. Por otro lado... ¿quién se iba a enterar? Pensó y su conflicto interior duró como... cinco segundos. Después de eso rasgó el sobre, desplegó las hojas y comenzó a leer con avidez:

"Montevideo, 3 de julio del 2006

Mi adorado Fabián:

Mi corazón late a mil esperando que aparezcas. Cuando te veo llegar deseo que el tiempo se detenga, deseo disfrutar cada momento a tu lado. Cuando traspasas la puerta de mi casa mi único deseo es unir mis labios a los tuyos. Quiero colgarme de tu cuello y buscar esa boca que tanto me gusta... besarte con ardor, con ganas, con ansias, con toda la pasión que tengo acumulada desde la última vez que estuvimos juntos."

-¡Caramba con esta chica! -pensó Rocío- O ella es muy fogosa o él tiene algo especial que la volvía loca. Hmmmmm... En fin, sigamos leyendo...

"Mirarte a los ojos y desearte es todo uno para mí. Cuando jugamos a las nalgadas..."

Otra vez veo esto de las nalgadas. Así que, definitivamente, esta chica es masoquista y el tipo es un sádico... esto se pone cada vez más interesante.

"...adoro provocarte, aunque confieso que hay momentos en los que pienso salir corriendo pero...  mis piernas no se mueven porque lo que quiero en realidad es caer en tus brazos y entregarme totalmente a tí en cada sesión. 

Cuando metido en tu rol de spanker te enojas con mis actitudes, de tus bellos ojos salen centellas que iluminan tu rostro y lo hacen aún más deseable para mí. No hace falta que me hables, pero... cuando me amenazas quisiera asustarme en serio, quisiera temerte y a veces lo logro, pero lo que SIEMPRE está presente en esos momentos es... la humedad entre mis piernas."

¡Niña! vaya forma de escribir que tienes. O eres muy buena escribiendo o este Fabián es alguien digno de conocerse. Spanker... ¿qué será un spanker? Pareciera el nombre que se le da al tipo que pega las nalgadas... pero esta carta está fabulosa. Aunque no entiendo cómo puede excitarse con la idea de que la nalguearán... en fin. ¿Qué más me cuentas querida Leticia?

"Finjo rechazarte y tú lo sabes. Finjo resistirme y... finjo tan mal que hasta debo darte risa, pero tú estás tan metido en tu rol que ni en mi mala actuación te fijas, y ¡hasta te la crees!.

Podría fingir muchas cosas, pero no puedo fingir mi deseo por caer en tus brazos, porque me pongas sobre tus rodillas y que tu mano comience a azotarme para que ese dulce dolor me invada. Por eso cuento los días y las horas que faltan para reunirme contigo, y no pienso en otra cosa más que en que me tengas bajo tu control."

Leticia, agradece que no soy feminista. Pero no entiendo cómo puedes ser feliz estando bajo el control de un hombre. Claro que... tú me estás dando a entender aquí que todo se trata de un juego y no de algo real, excepto las nalgadas y la excitación que por tus palabras parecen muy reales. Dime más, por favor...

"Uno de los momentos que espero con más ansias es cuando decides capturarme, y cuando lo logras lo que más quiero es que esa dominación perdure muchísimo rato... quisiera eternizar ese momento cuando tu fuerza me atrapa, tus manos me sujetan y tu cuerpo me inmoviliza.

Cada vez que te siento detrás de mí, cuando te paras y apoyas tu pene entre mis nalgas... me siento morir de placer y no puedo disimularlo. Tú lo notas, y para aumentar mi humedad, mi excitación... me dejas bien clarito quién manda y que yo estoy a tu merced."

¡Woow! Anda Leticia, ten piedad de mí. No puedes escribir estas cosas para que las lea una mujer sola. Ya quiero un spanker como Fabián, sea lo que sea un spanker! Pero cambia el tono de tu cartita Leti, o no sé si pueda llegar al final. ¿Y yo me pregunto cómo pueden excitarte las nalgadas? ¿Cómo no van a excitarte a ti que las conoces, cuando yo que no tengo la menor idea, con sólo leer tus emociones y sensaciones... ya estoy... ufffff!

"¿Y qué puedo decir de esos instantes, cuando con una habilidad única metes tu mano entre mis piernas, buscando mi parte más sensible y con tu dedo mayor sigues el surco haciéndome vibrar hasta morir de placer? Es ese el momento en que siento que te pertenezco por completo, soy totalmente tuya, me abandono totalmente a ti..."

-Fabián... no soy hombre, y mucho menos soy spanker pero... si alguien me escribiera algo similar, creo que quisiera que se quedara a mi lado por siempre. Aunque solo fuera para alabarme y elevar mi ego... ¡Aguante don Fabián! Y sigamos enterándonos de las sensaciones que tiene Leticia a su lado...

Rocío no podía creer lo que estaba leyendo. Las palabras de esta mujer eran increíbles y la estaban acercando a un mundo de sensaciones totalmente desconocido para ella. Cada párrafo era el descubrimiento de una nueva sensación, de una emoción diferente, de un mundo desconocido por ella hasta ese día.

"Cuando estamos metidos en el rol, tú como spanker, como hombre dominador, me pareces enorme. Tengo la idea de que yo, tan grande y tan fuerte... parezco una mujer pequeña e indefensa a tu lado. Eso me gusta muchísimo, me da bríos, me da fuerza para enfrentarte más y más."

-Y sí -seguía Rocío hablando con ella misma, pero imaginando una charla con Leticia- más allá de lo físico mi querida Leti, aquí estás hablando de actitudes que es lo que realmente importa en toda relación de pareja. La actitud que uno tiene frente a su pareja creo que es lo que más excita.

"Mi pose preferida para el castigo es el OTK, -"¿qué será el OTK?" pensó Rocío- pero estando contigo... siento la dicotomía entre el placer que me producen tus azotes y la inquietud de no poder ver tu rostro, de no saber cuándo me miras, de no poder percibir tus pensamientos, de no saber qué haces en los momentos en los que ni me hablas ni me tocas. Esos instantes de silencio, aunque escasos y breves, me paralizan y me dejan pendientes de ti, tanto sobre tus rodillas como en el rincón..

A propósito... tampoco me gusta el rincón, o que me pongas cara a la pared porque no sé cuál será tu siguiente paso, y eso me llena de incertidumbre. Sólo sé y reconozco que con cada una de estas situaciones... cada vez me humedezco más."

-Leti... ¡eres una niña calenturienta! Sólo por ese motivo debería castigarte Fabián... jajajajaaaa!

"Y haces alarde de los instrumentos que en segundos estallan en mis nalgas desnudas. Y todos me hacen sentir diferentes sensaciones: tu tibia, dulce y dura mano es lo que más amo, porque es el contacto de tu piel con mi piel; la paleta o cuchara de cocina, rígida, dura, que hace sentir un picor especial sólo en ese pedazo de piel, pero que se extiende al resto del cuerpo; y la vara, tan temida por mí, pero que tú me estás haciendo querer cada vez un poco más (si fuera blanda y flexible, quizás no pensaría lo mismo). ¿Y qué puedo decir del cinturón? Junto con la mano es lo que más me gusta: adoro ver todo el ritual desde cómo te lo quitas, cómo lo doblas al medio mientras me explicas que lo compraste en tal lugar pensando en mí. Estaba tan excitada que poco me faltó para saltar encima de ti y...  pero me contuve porque quería ver cómo me azotabas. Y lo hice. El enorme espejo fue mi ayudante otra vez... ¡Vaya que me pegaste duro, durísimo! Pero eso acrecentó aún más mi excitación...

Hablando de instrumentos... recuerdo aquel día que usaste el rebenque. Fue la única vez que me diste tan duro que se me cortó la respiración durante unos segundos, debido al dolor tan intenso que sentí "

-Pero niña... ¿hay alguna cosa de que haga este hombre que no te excite? Bueno... no voy a hablar mucho porque... yo... también... mejor sigo leyendo.

"Y el hielo, sentir correr esa agua helada por mi cadera,  por todos lados. Era tal el calor que desprendían mis nalgas que se derretía en menos de nada. Deliciosa sensación, tanto como el sentir  tu mano por mi surco una y otra vez... y más cinto, pero esta vez sobre la piel mojada... Verte levantar el brazo y tomar la punta doblada del cinto con la otra mano,  descargar con fuerza y sin piedad el instrumento en ese lugar exacto que habías calculado... mmmmmmmm!!  Quisiera que lo estuvieras haciendo en este momento otra vez."

-¡Siiiiiiiiiii, yo también quiero! No sé qué es, pero... ¡creo que me gusta! Y si no me gustara, la culpa es de Leticia, que lo describe de una forma que...

"Así que, mi queridísimo Fabián, mi adorado spanker... gracias por todas estas sensaciones y por las que me harás sentir en un futuro. Sé que tus sensaciones y las mías son diferentes, porque estamos cada uno en un lado de la ribera de este río que cuando decidimos meternos en él y nos juntamos... logramos desbordarlo!!

Te mando mil besos de miel, Leticia."

No podía creer lo que acababa de leer. ¿Cómo era posible que alguien gozara tanto cuando era azotada? Claro que... esto no tenía nada que ver con la violencia doméstica porque evidentemente que era un juego y que la chica no solo lo consentía sino que lo aprobaba. Más aún: ¡lo disfrutaba!

Rocío dedujo sin mayor esfuerzo que la chica había decidido casarse y por eso había cortado la relación con Fabián, pero seguramente él quería continuar la relación. Así que simplemente Leticia decidió mudarse y perderse sin dejar rastros.

Las cartas de esta chica habían despertado en Rocío sensaciones que jamás se había imaginado. Recordó algunas imágenes de películas en que el hombre nalgueaba a la mujer y que siempre le habían resultado escenas simpáticas y divertidas,  pero jamás pensó que alguien pudiera excitarse y sentir cosas como las que había leído.

En los días siguientes se dedicó a buscar y leer en internet todo lo que encontró acerca del spanking: blogs, relatos, páginas web, videos... Y aunque no le gustaba mucho admitirlo, la idea de ser nalgueada le excitaba más de lo que admitiría ante cualquiera.

Se había metido tanto en el tema que había preguntas e inquietudes que se que quedaban dando vueltas en su cabeza... ¿Cuál sería el motivo por el que no le envió la carta del sobre cerrado a Fabián? ¿Estaría realmente enamorada de ese otro hombre con el que se iba a casar, o se casaría para terminar su relación con Fabián? ¿Cómo luciría Fabián, qué edad tendría, sería casado? ¿Cuánto tiempo habrían tenido relaciones?

Por su mente pasó como un refucilo la idea de enviarle las cartas a Fabián, pero... ¿con qué derecho? Si la persona que las escribió había decidido no enviarlas, ella no tenía derecho a hacerlo...

(Continúa)

El extraño

 

Por: Amadeo Pellegrini

Dedicado a todas las queridas spankees del Grupo

Nuria, recorrió en silencio el pequeño departamento. Se detuvo a examinar la kitchenette, destinó apenas una distraída mirada al dormitorio, luego ocupó el baño.

 Hasta entonces nuestros encuentros habían sido acotados y fugaces a causa de las complicadas situaciones personales de cada uno, de modo que nos reuníamos sólo cuándo y dónde podíamos. En esas ocasiones, Nuria Fonseca insistía siempre en lo maravilloso que resultaría pasar toda una noche juntos.

 Por fin el pasado fin de semana se presentó la ansiada oportunidad.

Como consideraba impropia una vulgar habitación de hotel para "la gran noche" que nos habíamos prometido, tomé una suite en el coqueto Apart-Hotel de Recoleta por cuyo frente paso todas las mañanas rumbo a la oficina.

Nuria debía hallarse exultante en ese lugar, sin embargo su manera de conducirse revelaba lo contrario.

Ella suele tener esas actitudes contradictorias y ambiguas del tipo: quiero - no quiero. Supongo que debería acostumbrarme a esas particularidades de su temperamento, sin embargo la mayor parte de las veces me toma desprevenido

No obstante en este tiempo he aprendido a mantener una atenta indiferencia hasta que ella sola vuelva por sus fueros; porque, intentar disuadirla o hacerla cambiar, únicamente sirve para empeorar las cosas, de manera que mientras, inspeccionaba el departamento, salí al balconcito a gozar de la brisa nocturna.

Abstraído en mis pensamientos perdí la noción del tiempo. Ignoro si pasaron sólo diez minutos o media hora, recuerdo en cambio que pensaba en cuántas veces las cosas resultan completamente distintas a lo planeado o imaginado. En el trayecto me había comentado acerca del pequeño altercado con su hermana por negarse ella a prestarle una cartera que deseaba usar, supuse entonces que su malhumor era debido a aquella contrariedad.

De pronto sentí su mano sobre el hombro. Estaba detrás de mi, aguardando quizás que me volviera para abrazarla, el gesto me invitaba, pero como al entrar había rechazado mis brazos, decidí hacerla esperar un poco. Confiaba que esa estrategia diera buenos resultados, pues a veces mostrarse demasiado dispuesto resulta contraproducente, sobre todo con Nuria que también en eso es especial.

Retiró la mano para preguntar:

-¿Qué estás mirando?...

Sin vacilar respondí: -Al tipo que nos está observando...

-¿Quién?... ¿Dónde? Exclamó alarmada

-Ahí enfrente, alguien nos está mirando...

-No veo a nadie... Se situó a mi lado para escudriñar en la oscuridad. -¿Estás seguro?.

Asentí con la cabeza y mantuve la vista al frente.

-Pero... ¿No me estás engañando?...

Negué también con la cabeza.

-¿Lo has visto?

-Si. Percibí su silueta cuando alguien encendió la luz en la habitación y hasta recién veía la brasa de su cigarrillo...

-¿Qué hace ahí?...

-Simplemente nos espía. Dije.

-¿Para qué?...

-Para darse el gusto, porque seguro que es un voyeur

-¿Un qué?...

-Un voyeur es un mirón, un tipo que se excita espiando a las parejas tratando de sorprenderlas desnudas o haciendo el amor...

-¿No son gente peligrosa?

Noté que estaba tensa, pues apretaba mi brazo con fuerza.

-Por lo general no, sólo atentan contra ellos mismos mientras se babean... Repuse.

-¡Uff! ¡Qué asco!... Vamos adentro y cerremos los postigones. Rogó.

-¿Serías tan cruel de privar del espectáculo a ese pobre hombre qué quién sabe cuánto tiempo hace que está allí esperando ver a una pareja en acción?... ¡Qué egoísta!...

Nuria quedó pensativa unos instantes, al cabo preguntó:

-¿Cómo sabes que es un hombre?... ¿No podría ser una mujer?

-Podría serlo. Admití. Aunque estoy seguro que es un hombre, por lo general los voyeuristas son hombres, estoy tan seguro que este es un hombre como que en este momento se está babeando por ti...

-¡El muy puerco!

-Me extraña querida, deberíamos sentirnos felices por estar juntos, envidiados por un pobre sujeto agazapado en la oscuridad, que se está excitando sólo con mirarte a través de la calle  imaginando tus encantos secretos, estos que a mi me está permitido palpar y acariciar. Argumenté mientras sobaba sus generosas redondeces. Nuria respondió a la caricia pegándose a mi. Giré entonces para envolverla en mis brazos mientras mi boca buscaba la suya.

El largo beso aventó sus temores, sin embargo insistió en entrar. Acerqué mis labios a su oreja para murmurar:

-Nuria querida, no podemos retirarnos ahora, esto ni siquiera le servirá de aperitivo al pobre hombre, debemos ser más generosos con él, imagínate que estamos en escena, somos los protagonistas, nuestro público quiere presenciar una gran actuación. Mientras argumentaba de esta manera mis manos continuaban recorriendo su cuerpo.

Volvimos a besarnos, una, y otra, y otra vez, con besos más largos y profundos. Advertí que sus pechos subían y bajaban al ritmo de jadeos que demostraban que comenzaba a excitarse.

Le susurré entonces que podíamos convertir en realidad una de sus fantasías.

Al comienzo de nuestra relación, una vez sincerados nuestras particulares inclinaciones, Nuria me había confiado que una de las ensoñaciones que más la excitaban de jovencita era ser azotada en público. La vergüenza y confusión que le producía el pensamiento de ser sorprendida en parecido trance le provocaba una espantosa conmoción, según sus propias palabras.

Claro que, del dicho al hecho, -como dice el refrán-, hay mucho trecho. Nuria pareció no haber comprendido mi proposición, en lugar de responder se pegó con más fuerza a mi para besarme con más fervor.

Aguardé un poco antes de volver a la carga. Esta vez, fui más categórico. -Voy a darte una zurra delante de nuestro extraño-. Dije.

-¡No!... ¡No!... ¡Tengo miedo!,,,- Balbuceó.

-¿Miedo de la paliza, de mi o de ambas cosas? Pregunté.

-¡No, tonto! -exclamó-. Tengo miedo de él.

Me reí de buena gana. Nuria al principio se quedó cortada, cuando reaccionó comenzó a reírse también. En medio de carcajadas acordamos el libreto. Ella se retiraría al dormitorio de donde yo la traería por la fuerza...

* * *

Así lo hicimos. Buena comediante al fin, Nuria se posesionó del papel, de manera que bastante trabajo me costó traerla a los tirones hasta el centro de la habitación. Una vez allí, sin soltarla, tomé asiento en la butaca que había preparado antes de ir por ella. Acto seguido, a pesar de la firme resistencia que fingía oponer la tumbé sobre mi regazo.

Comencé a aplicarle lentas palmadas por encima del vestido, simulando hablar con el supuesto mirón

-¿Ves amigo mío, cómo hay que tratar a las damas caprichosas y consentidas?... Nada mejor que unos azotes bien aplicados... Para lo cual conviene aligerarla de ropas...

-¡No!... ¡No!... ¡No delante de él!... -Chillaba Nuria, como si el sujeto estuviera a menos de dos pasos del sitio donde nos encontrábamos,: entretanto me ocupé de recogerle la falda por encima de la cintura hasta dejarla con la coqueta lencería íntima expuesta a la luz. Enseguida le apliqué una buena docena de sonoras palmadas.

-Aun tiene mucha ropa encima... ¡Es verdad, esto también está de más! -Exclamé tomando el elástico de la prenda para descenderla.

Mientras me ocupaba de llevarla hasta los muslos murmuré al oído de Nuria:

-El tipo está exultante querida, hasta me parece que aprueba con la cabeza, le estás ofreciendo una vista maravillosa...

-Nuria de cara al piso impedida de observar el balcón, excitada por los azotes y sugestionada tal vez por lo que acaba de escuchar comenzó a agitarse y removerse como un gusanito.

-¿No..no..nos está mirando... e...e en serio? Demandó trémula tratando inútilmente de girar la cabeza hacia el ventanal

-Ciertamente, -aseguré mientras seguía nalgueándola de firme-. Ahora el tipo no se esconde, está asomado a la ventana para no perderse nada.

-¡Huy...  huy... huy!... ¡Qué espanto! ¡Qué horror!  Por el tono de su voz, deduje que Nuria no estaba fingiendo.

No le di tregua; proseguí hasta que mi propia excitación me reveló la conveniencia de suspender la azotaina.

La ayudé a incorporarse y una vez en pie la tomé por los hombros haciéndola girar en dirección a la puerta del dormitorio hasta donde la impulsé con la palmada de gracia. Después apagué la luz  y marché a reunirme con ella.

* * *

Hicimos el amor como nunca antes, dormimos abrazados y al amanecer, con el recuerdo de los acontecimientos de la víspera, retomamos el ejercicio amatorio antes de abandonar el lecho para compartir la ducha matinal.

 Una vez desayunados. Ya en el hall, con el celular pedí un radio taxi.

Menos mal que Nuria ascendió al vehículo sin levantar la vista y mirar al frente, de lo contrario hubiera advertido que el edificio que se hallaba en la vereda opuesta, allí desde se suponía que nos espiaban, era una escuela y que el extraño en la ventana había sido una divertida ocurrencia mía.

Por supuesto, nunca se lo dije.

- F I N -

El bosque

 

Autora: Flaka X

Por fin estaban ahí, después de semanas planeándolo, por fin se encontraban el las cabañas en el bosque en compañía de sus mejores amigos. Lizy y Andrés eran una pareja muy bonita, ya comprometidos a pesar de ser tan jóvenes, él apenas 25 y ella 23, pero su amor era realmente grande.

Ese fin de semana estaban con sus amigos en la cabaña, una cabaña hermosa y enorme, ese día en la noche todos se estaban divirtiendo mucho, había música, y todos estaban tomando, pero Lizy estaba un poco más feliz que todos y comenzó a beber de más y eso a Andrés le pareció muy mal, en silencio y disimulando le pidió que no tomara más ya que estaban ahí sus amigos y que debía comportarse como una mujer y no como una borracha, pero ella no hizo caso y siguió tomando, Andrés estaba furioso en primera por verla ahí como una mujer de la calle totalmente ahogada en alcohol y ver como los demás la observaban con cierta pena y en segunda por que ella lo había desobedecido.

Cuando ya no soportó más a llevó casi cargando a su cuarto, ya ahí comenzaron a discutir y él le dijo que su comportamiento traería consecuencias y que merecía un castigo por su comportamiento, ella supo en ese momento a que se refería él y comenzó a suplicar que no lo hiciera, que estaban sus amigos y que sería muy humillante. Él, aunque pensaba que eso era lo que merecía no quiso humillarla y castigarla frente a 14 personas, así que decidió ir a dar un paseo por el bosque para calmar su enojo.

Ella se sintió tranquila de saber que su castigo esperaría y pensó que tal vez si se portaba bien el resto del viaje él se olvidaría del asunto. Ella, todavía un poco mareada por el alcohol decidió tomar un baño antes de acostarse y así esperar a que volviera Andrés y tratar de que se olvidara del enojo al encontrarla  sexy en su cama, cuando él llegó traía una sonrisa en su cara, ella desconocía la razón pero le dio gusto, él al verla ahí semidesnuda, sólo le dijo descansa: buenas noches. Lizy pensó que esa actitud era una forma de castigarla así que no dijo nada y se durmió.

Al otro día muy temprano Andrés ya estaba despierto, así que despertó a Lizy y le dijo que se arreglara pronto. Todos aun estaban dormidos.

- Te quiero enseñar un lugar muy hermoso que vi anoche en mi paseo, pero quiero que vayamos solo tú y yo, así que apúrate antes de que los demás despierten.

Ella estaba emocionada pensó que todo había pasado y que él la había perdonado. Así que se apuró y se fueron a aquel lugar del que él hablaba. Después de un rato de caminar.

- ¿falta mucho? ya estoy un poco cansada y hace frío, además la neblina no me deja ver muy bien.

- Disfruta el paseo y deja de quejarte, verás que vale la pena y ya no falta mucho.

De pronto él se detuvo - ¡aquí es!

Ella observó todo y no le parecía nada espectacular, de hecho se veía igual que todo lo que habían recorrido y no entendía qué le encontraba de maravilloso; solo había árboles, neblina y un tronco viejo tirado.  Pero no quiso molestarlo.

- Sí, es muy bonito.

-  ¿Sabes qué es lo mejor de este lugar?

- No ¿Qué?

- Que aquí nadie escuchará cómo te castigo.

A ella inmediatamente le cambió la cara.

- Pero Andrés pensé que ya te habías olvidado de eso. Por favor, perdóname, no era mi intención ponerme así. No lo volveré a hacer, haré lo quieras pero no me castigues.

- Te pedí que no tomaras más y no me obedeciste y además da gracias a que no te castigue ahí enfrente de todos, que es lo que debí hacer. Así que tú decides: te castigo aquí o prefieres a nuestros amigos de audiencia.

Ella no quiso arriesgarse,  ya que sabia que él era capaz de cumplir esa promesa.

- De verdad estoy arrepentida. Por favor dame otra oportunidad.

- No, eso debiste haber pensado antes- dijo Andrés mientras se sentaba en el tronco. - Así que ven acá y sabes lo que tienes que hacer.

Ella se acerco a él, mientras él la tomo del brazo y le jaló para acomodarla sobre sus piernas.

Comenzó a castigarla un golpe tras otro sobre sus jeans, ella no hacia más que pedir que se detuviera y él sólo dejaba caer su mano con más fuerza. De pronto él se detuvo y comenzó a acariciarla suavemente y le ordenó que se pusiera de pie. Ella pensó que todo había terminado.

- Te prometo que no lo vuelvo a hacer.

- Eso lo sé. Ahora quítate el pantalón, y vuelve sobre mis piernas.

- No, por favor. Ya entendí que no debo tomar,  ya no me pegues, además hace mucho frío.

- No te pregunte si hacia frío o no, y hazlo ya.

Ella obedeció y se quitó el pantalón ante la mirada de él, y volteando a ver si no había gente cerca, ya que sentía un gran miedo de que alguien la viera a su edad en las piernas de su novio recibiendo unas nalgadas. Cuando ya se había quitado el pantalón volvió de nuevo a las piernas de Andrés.

El castigo continuó. Ahora sentía más dolor ya sin la protección que le brindaban sus jeans, y Andrés podía ver como el trasero de Lizy comenzaba a tomar un color rojo. Después él la ayudó a incorporarse y él se puso de pie.

- Inclínate sobre el tronco.

Ella con el afán de no hacerlo enojar lo hizo sin decir una sola palabra. Él tomo una de las tantas varas que había en el piso y le dio dos azotes con ella. Lizy gritaba del dolor cada vez que sentía el impacto de la firme vara sobre ella. Después sintió cómo Andrés la acariciaba suavemente y cómo lentamente comenzó a bajar su panty.

- No, por favor. Puede venir alguien y me puede ver.

- No pensaste en eso ayer cuando todos te vieron completamente borracha.

Apenas iba a decir algo Lizy cuando sintió de nuevo la vara en sus nalgas. Ella intento pararse pero él le dio un varazo más fuerte.

- No te muevas o te irá peor.

Siguieron 20  azotes más. Andrés acaricia las nalgas de Lizy para comprobar que el castigo era suficiente.

Lizy sólo sintió un cálido beso en sus nalgas sobre las marcas que la vara había dejado.

- Puedes ponerte el pantalón-

Ella lo hizo sin voltearlo a ver a los ojos. Cuando lo tenía puesto, él se acercó y le secó las lágrimas y la abrazó.

- Tú sabes que te amo y lo hago por tu bien. No quiero que mi futura esposa actúe como mujer de la calle, estoy cuidando tu reputación.

- Gracias, yo también te amo, sé que lo haces por mi bien,  perdón.

Él sonrió y la volvió a besar

- Regresemos a la cabaña y disfrutemos lo que queda del viaje.

FIN

Heridas sin sanar (III)

 

Autora: Jadhe

Estaba terminando de arreglarse en el tocador, cuando ella se paró de la cama, el vio que no cojeaba ni nada por el estilo y le pregunto:

-¿Ya no te duele?

-¡Ah! Eso...

Él la tomó por la cintura y la apretó contra sí:

-Sabes... te va a crecer la nariz por mentirosa... -diciéndole tiernamente y oliendo su aroma.

Ella rió y este le dio una nalgada, mientras la besaba. Ella se quejó levemente y curveó su cintura hasta quedar pegada a su cuerpo:

-Pero funcionó... ¿O no?

 Los dos rieron, para luego salir a caminar por la costa y con la luna haciéndoles compañía; el celular de ella empezó a sonar, se alejó al ver el número y contestó la llamada:

-¡Buenas Noches! David... claro... tienes razón...en dos días regreso... no... no te preocupes... mañana te hablo y te tendré algunas respuestas... ¡Adiós!

El la tomó por la cintura por detrás, abrazándola; algo molesto, le dijo:

-¿Quién era?

-Era... mi... mi padre...

-Y... ¿Le llamas David, a tu padre?

 Ella se soltó y dio un paso hacia atrás:

-Entonces... escuchaste ¿toda la conversación?

-¿Tú que crees?

Ella dio otro paso hacia atrás y el avanzando al mismo tiempo con ella:

-Dime... qué escondes, eh?

-No te escondo nada... es una persona... que tengo... con la cual tengo... algunos negocios que arreglar...

-Y por eso me mentiste, diciendo ¿Que era tu padre?

 Ella retrocedió otros dos pasos y el avanzó los mismos:

-¿Por qué no confías en mí?

-Porque, no eres sincera... ¿Te parece poco...? Pero, tú tampoco confías en mí, sino no retrocederías, cada vez que avanzo... ¿Me vas a decir toda la verdad...?

Entonces, ella se detuvo cuando él dijo esto:

-Por favor confía en mí... sé que te parecerá raro; pero, créeme... te lo diré todo... en su momento...

-Está bien... pero, en este momento me siento... algo... algo desencantado.

-Entonces, ¿No confías en lo que te digo?

-No del todo... -molesto, evidentemente

Este caminó de regreso al hotel y al ver que ella no lo seguía, volteó a verla:

-¿Que esperas? No creerás que te dejaré sola aquí... en medio de la nada...

Ella, a pesar de lo ocurrido... supo que no la dejaría a su suerte, bajo ninguna circunstancia. Cuando llegaron a sus habitaciones, el la dejó en su cuarto, dándole un beso en la mejilla, aunque ella esperaba que se lo diera en la boca y se fue caminando al suyo; poniendo tierra de por medio.

-Pensé que te quedarías conmigo en el cuarto...

-Necesito digerir... lo que siento... necesito pensar...

Ella afirmó con la cabeza, bajando la vista.

-Supongo que no tengo más remedio que esperar...

Al día siguiente, ella no salió de su cuarto como hasta a las 10:30 am; ideando un plan, para que le dijera parte de su pasado, sin arriesgarse a decirle que era lo que escondía, fue al cuarto de él y este le respondió:

-Pasa, está abierto...

El salía de bañarse, con una toalla algo minúscula, que le marcaba sus formas; se quitó la toalla, y se dispuso a vestirse, mientras ella admiraba toda su anatomía.

-Sabes... tengo un plan...

-Y ¿Cuál es?

-Te propongo... una especie de juego...

-¡Ah! ¿Sí? ¿Cuál?

-Mira... tú me haces una pregunta... la que quieras...

Mientras, recorría su piel recién bañada

-Continúa...

-Si la contesto... me toca mi turno de preguntar lo que yo quiera...

-Y ¿Cuál es el chiste?

-Conocernos un poco más, sin mentiras... sin engaños...

Al ponerse la playera, su musculatura marcada se hizo notar, mientras levantaba los brazos: justo como a ella le gustaba, ni tan grande, ni tan leve; justo en su punto medio y ella le comentó:

-También podremos guardar silencio, en alguna pregunta... que no deseemos contestar...

-Me parece correcto... pero no crees entonces... que no contestaremos la mayoría o ninguna...

-Allí está... el meollo del asunto... Si alguno de los dos no desea contestar... habrá una penitencia...

-¿Cuál?... -Mientras él se peinaba, viéndose en el tocador...

-Tres, en el trasero... (señalando el cinturón) ¿Te parece?

Él se le quedo viendo a los ojos, lo pensó un momento... y sonrió maliciosamente, pensando que ella perdería en su mismo juego.

-Me parece justo...

Ella sonrió y asintió con la cabeza:

-¡Ah! Una cosa más, las preguntas no se pueden repetir ¿Está claro?

-Pero, primero iremos a desayunar, caminaremos un rato por la playa y luego pondremos en práctica tu "juego"...

-Está bien...

Cuando regresaron a la habitación de él, le dijo:

-Bien... empecemos... quítate el pantalón y yo las bermudas... nos quedaremos en calzoncillos.

Ella se le quedó viendo a los ojos, con cara de interrogación... y este le dijo:

-Si vamos a poner en práctica este juego... lo haremos bien... tu traes un pantalón de mezclilla y la tela de la bermuda que traigo, es muy delgada; para que sea justo el asunto, nos quedaremos en calzoncillos.

-Mejor, me pongo algo igual de delgado que tu bermuda...

-No... lo haremos así... o simplemente, no hay juego...

Ella haciendo una mueca, dijo:

-¡Esta bien...! ¡Como tú digas...! -sabiendo tal vez que no aceptaría si lo contradecía...

Cada quien se despojó de sus prendas, incluyendo zapatos, calcetas; e imitándola, se sentaron en medio de la cama king size, con las piernas cruzadas y quedando frente a frente, dejando el cinturón a un lado. Él la tomó de las manos  y ella no las retiró... tragando un poco de saliva...

Pues se dio cuenta de su plan, si ella intentaba mentirle, se daría cuenta de inmediato; al temblarle, sudar o al querer retirar las manos... pero, ya era demasiado tarde, para echarse para atrás. Aún sentados, tenía que mirar hacia arriba para verle a los ojos y teniéndolo tan cerca, la intimidaba un poco; pero, al respirar su aroma, la tranquilizaba.

-Comenzaremos con preguntas sencillas, para ir subiendo de tono poco a poco... y

-No señorita... las reglas del juego se ponen antes de empezar; no durante el juego... así que cada quien es libre de preguntar lo que sea y a la hora que sea... ¿Correcto?

Tragando saliva, nuevamente:

-Bien, yo empiezo con las preguntas...

-¿Cuál es tu platillo favorito? Ella empezó con una pregunta sencilla, para que él no fuera tan rudo, desde un principio, cuando le tocará su turno.

-Las enchiladas de mole y el arroz... Bien, es mi turno...

-¿Porque terminaste con tu novio?

Ella vio que se fue directo a matar... Ella tomó aire y dio un suspiro largo y profundo... su aroma acarició nuevamente sus sentidos.

-Pretendía engañarme con mi mejor amiga... Aunque él ya lo sabía, estaba probándola para saber qué tan sincera era...

-Bien... es mi turno: ¿Por qué no buscaste un trabajo relacionado con tu carrera, después de derrumbarse tu negocio?

Este supo, que estaba enterada de lo que le llegó a comentar a su padre en lo entrevista de trabajo... pero en esta; omitió las razones, aduciendo que había sido por motivos personales.

-Estaba demasiado triste, contrariado y tal vez hasta decepcionado; por lo cual no me pareció ético cometer algún error durante esa transición... porque lo que arriesgaba, eran vidas humanas...

Ella sonrió, pues él era demasiado sincero... hasta consigo mismo y lo admiró aún más.

-Ahora, me toca a mí... ¿A dónde fuiste aquel día, en la mañana? Cuando saliste, sin avisarme...

-Creo... que me toca pagar, ella se puso de rodillas en la cama y el la jaló sobre sus piernas, tomó el cinturón y le dio los golpes correspondientes:

Splash, Aaaaay!... Splash, Aaaaay!... Splash, Aaaaay!...

Ella se levantó y se sobó el trasero... el quiso reírse, pero se aguantó pensando que las preguntas rondarían casi, sobre el mismo tema de su parte... Ella se sentó otra vez... y el la tomó de las manos, nuevamente:

-Me toca... ¿Por qué estabas triste y contrariado?

-La que era entonces mi esposa, se llevó a mi hija y se fueron de mi lado... para siempre...

-Bien, es mi turno... ¿Quién te habló en el coche? Cuando subiste el vidrio...

-Ella suspiro largamente y soltó el aire poco a poco. Supongo que me toca pagar...

Splash, Aaay!... Splash, Aaay!... Splash, Aaay!... Él le dio con un poco más de fuerza... para que lo pensará mejor y contestará a la siguiente... ella se levantó de sus piernas rápidamente y se sobó, saliéndosele algunas lágrimas.

-Bien... es mi turno: ¿Cómo se llamaba tu esposa?

-Bueno, ahora me toca pagar a mí...

Él se paro de la cama y puso sus manos detrás de la nuca, estaba esperándola. Cuando ella le preguntó:

-¿Qué haces? El volteó a verla directamente a los ojos...

-No pretenderás que con mi peso y mi altura, me ponga encima de tus piernas...

-Tienes razón... pero inclínate -y el obedeció; entonces ella bajo de la cama y se puso atrás de él... El volteo a verla de reojo, cuando sintió el primer golpe:

Splash... Splash... Splash... Pero, ni una sola vez se quejó; ¿Si le dolió? Se aguantó y volvieron a la cama:

-¿Cuántos años tenías cuando tu madre murió?

-17 años

-¿Quién te habló? Cuando saliste del carro y pateaste lo que se te puso enfrente...

Él hizo una mueca...

-Ni modo, uno tiene que pagar cuando pierde...

Splash... Splash... Splash... Él se sobó y jaló su bóxer para verse, pero no dijo nada...

-¿Tu ideal de una cena romántica?

-Buena pregunta... sonriendo le dijo: Bailar a la luz de la velas, antes de cenar y en la intimidad de mi casa.

-Bueno... seguimos con las preguntas: ¿Cuál es el nombre completo de tu hija?

-Paula Ríos Mandujano

-Me toca... ¿Cuánto tiempo llevabas con tu novio?

-Como año y medio

-¿En que circunstancias, te regalo tu padre esa cigarrera?

Él se quedó pensando, si respondía o no...

-Un día me azotó injustamente, dejándome de hablar como dos semanas... y el día que habló conmigo, me la regaló...

Entonces, ella le pregunto:

-¿Por qué?

-Déjame recordarte, que solo es una pregunta por turno. Así que me toca preguntar: ¿Qué es lo que estas ocultándome?

Ella ya no respondió, se limitó acomodarse sobre sus piernas:

Splash, Aaaaay!... Splash, Aaaaay!... Splash, Aaaaay!...

Ella se levanto rápidamente y se sobó tratando de mitigar un poco el dolor... Y ya no se sentó, como estaba antes; se hincó y se dejó caer lentamente en esa posición, para no apoyar todo su peso en el trasero y limpiándose las lágrimas.

Él le comentó:

-Buena técnica para evitar un poco el ardor... sonriendo traviesamente

-¿Porque dices que te castigó injustamente?

El se paró nuevamente para cumplir con lo pactado, ya que todavía no estaba dispuesto a contarle esa historia, primero tendría que ganarse su confianza, pero ella le dijo:

-Apoya las manos en el tocador... y así lo hizo, pudiendo ver como era azotado...

Splash! Splash! En el segundo, se quejó, haciendo un ruido, como si se le fuera el aire... Splash! Y en último gritó: Aaaaayyy! Ya que le dio con fuerza.

-¿Cuántas veces te has enamorado, realmente?

-Dos veces

-¿Cuántos años tiene tu hija, actualmente?

-Diez años

-¿Quién es el tal David?

Ella lo pensó, pues ya le dolía algo el trasero y decidió contestar, aunque no del todo:

-Es una persona que trabaja para mí...

-¿En donde nació tu hija?

-En México...

Aunque ella deseaba parar el juego, tenía que averiguar 2 ó 3 cosas más; antes de hacerlo...

-¿Qué trabajo está realizando David?

Ella bajó la vista, sabiendo que tendría que pagar, preguntándole: ¿Me perdonarías uno?

-No... tú pusiste las reglas del juego...

-Está bien... haciendo varias muecas, nuevamente se acomodó sobre sus piernas... suspirando hondamente... y dejando caer todo su peso.

Splash, Aaaaay!... Splash, Aaaaay!... Splash, Aaaaay!... Él la ayudó a incorporarse

-¿De dónde era tu esposa?

-De Dinamarca...

-¿Por qué jugabas a coquetearme? Cuando regresábamos del teatro... el primer día que te conocí

-Pensé que no me habías visto... me llamaste la atención... casi desde que te conocí

-Bien, esta es mi última pregunta: ¿cuántos años duraste casado?

-Supongo que es mi turno de pagar...

Ella le dio con más fuerza y él ya no se aguantó a no gritar en el segundo golpe:

Splash, Splash, Aaaaay!... Splash, Aaaaay!...

-Bien... supongo que es la última pregunta: ¿Por qué te interesa tanto mi pasado?

Ella se agarró la cara y cerrando los ojos, se rió; sabiendo que él hacía las preguntas correctas... pero, que no podía... aún contestar.

Suspiro, y comentó:

-¿Supongo que no me salvo de estos...?

-No...

Como ella no se movió, el la jaló y la tumbó sobre sus piernas y tomó el cinturón. Pero, luego lo pensó... lo dejó a un lado y con delicadeza le bajó las bragas y le dio con la mano sin mucha fuerza al ver aquella zona castigada. Su trasero agradeció la forma en que terminó aquel "juego"... ya que luego la acarició suavemente, preguntándole:

-¿Te puedo hacer, una última pregunta? Sin que me contestes con evasivas

-¿Dentro del juego?

-No, ese ya terminó...

-¿Es de carácter personal?

-No...

-Pregunta... asintiendo con la cabeza

-¿Obtuviste lo que deseabas? Con este "juego"...

-Si... supongo que sí...

Como se quedaron en el cuarto, hasta la hora de la comida... ella pidió de comer para los dos, arroz y enchiladas de mole. Él, al escuchar le dijo:

-Y agua de horchata, para tomar... ¡Por favor! Y gracias por el gesto...

-¡De nada! Si ella quería conocerlo y comprenderlo... tendría que probar la comida, que a él le gustaba...

Ya entrada la tarde, nadaron en la playa juntos; después de un rato que se cansaron, aún adentro del mar, abrazándose; ella le preguntó acariciándole el trasero:

-¿Te duele?

-No tanto como a ti... correspondiéndole la caricia en el trasero y los dos rieron.

Después subieron al Hotel, ella se retiro a su cuarto, con el pretexto de ir por ropa limpia y cancelar el cuarto, para luego darse un baño juntos. Entonces, le habló a David y le comentó varias cosas...

Cuando regresaron a la casa, le habló a su padre para reunirse con él; pues ella sabía... que él no aceptaría más propuestas de retrasar la noticia... ellos quedaron de verse en un café del centro. Héctor la llevó y le dijo:

-¿Quieres que hablemos los dos?

-No... será más fácil si yo lo hago sola... conozco bien a mi padre

-Bien, te espero... ella asintió con la cabeza

Cuando terminaron de platicar, ellos se levantaron de la mesa y los dos se abrazaron, saliendo de aquel lugar para dirigirse hacia donde estaba Héctor, Jessica hizo las respectivas presentaciones. El día siguiente (domingo) se la pasaron descansando en la casa, pues el lunes se presentaría a trabajar.

Ya tenía una semana que había regresado a trabajar, yendo y viniendo por ella. Cuando el martes de la semana consecutiva, al regresar a la casa, después de dejarla en el trabajo, no encontró a nadie en casa... Empezó a leer el periódico, pensando seriamente en buscar empleo de lo que había estudiado, ya que se sentía incómodo si seguía como chofer de Jessica y retomaría su pasión: la Arquitectura e Ingeniería.

Así que cuando sonó el teléfono, contestó la llamada:

-Diga...

-Disculpe, ¿Se encuentra la señorita Jessica Landeta? Fíjese que no pude localizarla en su celular y por eso me comunique a su casa

-¿Quién pregunta por ella?

-Soy David Sánchez.. el detective de la Ciudad de México...

Él sintió un vuelco en el corazón...

-¿Con quién tengo el gusto?

-Soy... -se quedó pensando y contestó- soy su hermano... dígame qué noticias le tiene a mi hermana con respecto a lo que está investigando.... Yo le pasaré el recado a ella, ya que tengo que verla dentro una hora... ella me dijo que necesitaba saber noticias rápidamente, de lo que Usted sabía...

El Detective dudo un instante.. pero al decirle, como si estuviera enterado de todo, le dijo:

-Ya encontré en donde vive la hija... del Sr. Ríos... Héctor Ríos

-¿Sí? -casi se le sale el corazón... cuando escuchó esto...

-Lo escucho...

-Rastreé el número telefónico que me dio hace semana y media... y las llamadas se hacen desde esta misma Ciudad... que irónico, no? Aquí es donde vive la niña... pero el número telefónico estaba registrado en Dinamarca, era un teléfono móvil.

-Supongo que sí... pensando en el tiempo que pasó inútilmente buscándola.

-¿Y cuál es el siguiente paso a seguir?

-Hay que hacer las cosas legalmente, para evitar infringir alguna Ley y que él goce de todas las posibilidades de ver a su hija, sin problemas.

-¡Ah! Por cierto... la esposa del Sr. Ríos, murió hace como medio año y la niña vive con sus abuelos maternos.

-¿Y de qué murió?

-Al parecer en un accidente automovilístico...

El se despidió y colgó el teléfono, sintiendo pena por la que era su esposa; pero, al mismo tiempo rabia, ya que ni siquiera muerta... dejó de hacerle daño. Y pensando que con razón, ya no hablaba ella por teléfono, cuando se comunicaban con él, sino sus padres.

Él ya no pudo esperar más, así que se dirigió al trabajo de Jessica...

Entró a las oficinas y una secretaria le preguntó ¿Qué a quién buscaba?

-A la señorita Jessica Landeta...

Ella le hizo una seña, para decirle en qué oficina se encontraba. El caminó directamente hacia donde le había indicado

-Espere, por favor... déjeme anunciarlo...

Él no hizo caso e irrumpió en la oficina... donde se encontraba ella.

Ella lo miro sorprendida y le preguntó:

-¿Qué sucede?

-¿Por qué no me dijiste toda la verdad?

-¿De qué hablas?

-Pues que en realidad... estabas buscando a mi hija...

-¿Cómo te enteraste?

-El detective llamó a la casa, diciendo que no te pudo localizar por el celular...

-Es cierto... lo olvidé en la casa...agarrándose la cintura, se dio cuenta que no lo traía consigo

Él rodeó el escritorio y ella se paró del asiento, un poco asustada; por no saber que reacción tomaría... él la abrazo fuertemente, durante unos minutos y después le dio un largo beso y diciéndole muy quedamente al oído, le dijo:

-Sabes... me pusiste demasiado nervioso; pensando que tenías algún amante...

-Y aún así... te arriesgaste a seguir conmigo...

-Lo pensé, aquella noche después de ir la playa y en serio me costó mucho trabajo en confiar en tus palabras; ya que sonaban sinceras... cuando las dijiste. Así que decidí darte y darme otra oportunidad... Y no me equivoqué...

-¿Por qué me lo ocultaste?

-No sabía, en qué forma ibas a reaccionar... ya que cada vez que te preguntaba algo relacionado con tu pasado; te molestaba... y supuse que si tocaba algún tema más delicado; posiblemente hasta renunciarías... y decidí no arriesgarme... a que lo hicieras.

-Te quiero... te amo

-Yo también -y le dió un beso

- Salgamos de aquí... sé que estás en horas de trabajo; pero necesito festejar esto... ahora mismo, contigo.

Ella dudó un momento, bien... solo espérame un momento, mientras le dejo indicaciones  a mi secretaria... y los dos salieron abrazados...

Cuando ya estaban adentro del auto, ella tomó su pierna, se recargo en él y le preguntó:

-¿Qué festejaremos?

-Por las heridas... que ya terminaron de sangrar y sanar...

Sabiendo que a su hija, la vería muy pronto... y teniendo a la mujer de la cual estaba enamorado.

Sabiendo que ella también había dejado atrás su pasado, para seguir de frente. Pues, al tratar de ayudarlo, se dio cuenta que solo alguien que está enamorado, podría hacer lo que ella hizo. Sabiendo que había pasado algunos sin sabores y aún arriesgando su propio pellejo en esa relación.

 Ella volvió a sonreír... y le dijo:

-Tu siempre tienes la razón... es como si me conocieras desde hace años, siempre sabes... hacerme sentir bien.

-Pues festejemos... no se diga más... -y los dos rieron.

-Cuando llegaron al lugar, él le dijo:

-Recuerdas que dejamos una historia pendiente por contar...

-Sí...

-Pues esta es la historia:

Cuando yo tenía 21 años, mi Padre me encontró en la calle fumando... con unos amigos. Y bajando del auto en el que iba, fue a donde me encontraba, me tiró el cigarrillo de la boca y me jaló de la oreja hasta el auto; camino a casa.. no me dijo nada; pero, cuando llegamos... me empujó hasta llevarme a mi cuarto y me dijo que me inclinará... yo traté de protestar. Pero, por lo alterado que se encontraba me dio un bofetadón que me hizo girar y caer de bruces, desmayándome casi, sobre la mesa de estudio que tenía en mi cuarto.

Y ahí mismo me dio... como nunca lo había hecho, mi madre tuvo que  intervenir después de que escuchó que se prolongó de más aquella zurra, y al escuchar que mis gritos se convirtieron en alaridos.

Mi padre, que parecía poseído... solo se paró después de que mamá le agarró la mano donde traía el cinturón... entonces me dejó y salió. Como mi madre vio que ninguno de los dos, nos hablábamos durante dos semanas, resolvió enfrentarnos después de comer... Cuando nos quedamos solos, mi padre, me contó una historia; donde el protagonista, era su propio padre y el cual murió de cáncer pulmonar por fumar... cuando este contaba con tan solo 14 años... Después de que platicamos largamente, me dio un abrazo y un beso; entonces sacó la cigarrera de plata del bolsillo de su camisa, dándomela en la mano; después metió las manos en los bolsillos del pantalón y sacó algo de cada uno de ellos y me dijo:

-Decide, con que deseas llenar la cigarrera: con una vida plena, y depositó unos chicles en la mesa... o una vida truncada y dolorosa en tus últimos días de vida... y vació la cajetilla de cigarros que traía para después salir.

-Muy buena lección... la que te dio tu padre... hombre inteligente; igual que tú...

-Era un hombre excepcional, al igual que mi madre...

FIN