El extraño
Por: Amadeo Pellegrini
Dedicado a todas las queridas spankees del Grupo
Nuria, recorrió en silencio el pequeño departamento. Se detuvo a examinar la kitchenette, destinó apenas una distraída mirada al dormitorio, luego ocupó el baño.
Hasta entonces nuestros encuentros habían sido acotados y fugaces a causa de las complicadas situaciones personales de cada uno, de modo que nos reuníamos sólo cuándo y dónde podíamos. En esas ocasiones, Nuria Fonseca insistía siempre en lo maravilloso que resultaría pasar toda una noche juntos.
Por fin el pasado fin de semana se presentó la ansiada oportunidad.
Como consideraba impropia una vulgar habitación de hotel para "la gran noche" que nos habíamos prometido, tomé una suite en el coqueto Apart-Hotel de Recoleta por cuyo frente paso todas las mañanas rumbo a la oficina.
Nuria debía hallarse exultante en ese lugar, sin embargo su manera de conducirse revelaba lo contrario.
Ella suele tener esas actitudes contradictorias y ambiguas del tipo: quiero - no quiero. Supongo que debería acostumbrarme a esas particularidades de su temperamento, sin embargo la mayor parte de las veces me toma desprevenido
No obstante en este tiempo he aprendido a mantener una atenta indiferencia hasta que ella sola vuelva por sus fueros; porque, intentar disuadirla o hacerla cambiar, únicamente sirve para empeorar las cosas, de manera que mientras, inspeccionaba el departamento, salí al balconcito a gozar de la brisa nocturna.
Abstraído en mis pensamientos perdí la noción del tiempo. Ignoro si pasaron sólo diez minutos o media hora, recuerdo en cambio que pensaba en cuántas veces las cosas resultan completamente distintas a lo planeado o imaginado. En el trayecto me había comentado acerca del pequeño altercado con su hermana por negarse ella a prestarle una cartera que deseaba usar, supuse entonces que su malhumor era debido a aquella contrariedad.
De pronto sentí su mano sobre el hombro. Estaba detrás de mi, aguardando quizás que me volviera para abrazarla, el gesto me invitaba, pero como al entrar había rechazado mis brazos, decidí hacerla esperar un poco. Confiaba que esa estrategia diera buenos resultados, pues a veces mostrarse demasiado dispuesto resulta contraproducente, sobre todo con Nuria que también en eso es especial.
Retiró la mano para preguntar:
-¿Qué estás mirando?...
Sin vacilar respondí: -Al tipo que nos está observando...
-¿Quién?... ¿Dónde? Exclamó alarmada
-Ahí enfrente, alguien nos está mirando...
-No veo a nadie... Se situó a mi lado para escudriñar en la oscuridad. -¿Estás seguro?.
Asentí con la cabeza y mantuve la vista al frente.
-Pero... ¿No me estás engañando?...
Negué también con la cabeza.
-¿Lo has visto?
-Si. Percibí su silueta cuando alguien encendió la luz en la habitación y hasta recién veía la brasa de su cigarrillo...
-¿Qué hace ahí?...
-Simplemente nos espía. Dije.
-¿Para qué?...
-Para darse el gusto, porque seguro que es un voyeur
-¿Un qué?...
-Un voyeur es un mirón, un tipo que se excita espiando a las parejas tratando de sorprenderlas desnudas o haciendo el amor...
-¿No son gente peligrosa?
Noté que estaba tensa, pues apretaba mi brazo con fuerza.
-Por lo general no, sólo atentan contra ellos mismos mientras se babean... Repuse.
-¡Uff! ¡Qué asco!... Vamos adentro y cerremos los postigones. Rogó.
-¿Serías tan cruel de privar del espectáculo a ese pobre hombre qué quién sabe cuánto tiempo hace que está allí esperando ver a una pareja en acción?... ¡Qué egoísta!...
Nuria quedó pensativa unos instantes, al cabo preguntó:
-¿Cómo sabes que es un hombre?... ¿No podría ser una mujer?
-Podría serlo. Admití. Aunque estoy seguro que es un hombre, por lo general los voyeuristas son hombres, estoy tan seguro que este es un hombre como que en este momento se está babeando por ti...
-¡El muy puerco!
-Me extraña querida, deberíamos sentirnos felices por estar juntos, envidiados por un pobre sujeto agazapado en la oscuridad, que se está excitando sólo con mirarte a través de la calle imaginando tus encantos secretos, estos que a mi me está permitido palpar y acariciar. Argumenté mientras sobaba sus generosas redondeces. Nuria respondió a la caricia pegándose a mi. Giré entonces para envolverla en mis brazos mientras mi boca buscaba la suya.
El largo beso aventó sus temores, sin embargo insistió en entrar. Acerqué mis labios a su oreja para murmurar:
-Nuria querida, no podemos retirarnos ahora, esto ni siquiera le servirá de aperitivo al pobre hombre, debemos ser más generosos con él, imagínate que estamos en escena, somos los protagonistas, nuestro público quiere presenciar una gran actuación. Mientras argumentaba de esta manera mis manos continuaban recorriendo su cuerpo.
Volvimos a besarnos, una, y otra, y otra vez, con besos más largos y profundos. Advertí que sus pechos subían y bajaban al ritmo de jadeos que demostraban que comenzaba a excitarse.
Le susurré entonces que podíamos convertir en realidad una de sus fantasías.
Al comienzo de nuestra relación, una vez sincerados nuestras particulares inclinaciones, Nuria me había confiado que una de las ensoñaciones que más la excitaban de jovencita era ser azotada en público. La vergüenza y confusión que le producía el pensamiento de ser sorprendida en parecido trance le provocaba una espantosa conmoción, según sus propias palabras.
Claro que, del dicho al hecho, -como dice el refrán-, hay mucho trecho. Nuria pareció no haber comprendido mi proposición, en lugar de responder se pegó con más fuerza a mi para besarme con más fervor.
Aguardé un poco antes de volver a la carga. Esta vez, fui más categórico. -Voy a darte una zurra delante de nuestro extraño-. Dije.
-¡No!... ¡No!... ¡Tengo miedo!,,,- Balbuceó.
-¿Miedo de la paliza, de mi o de ambas cosas? Pregunté.
-¡No, tonto! -exclamó-. Tengo miedo de él.
Me reí de buena gana. Nuria al principio se quedó cortada, cuando reaccionó comenzó a reírse también. En medio de carcajadas acordamos el libreto. Ella se retiraría al dormitorio de donde yo la traería por la fuerza...
* * *
Así lo hicimos. Buena comediante al fin, Nuria se posesionó del papel, de manera que bastante trabajo me costó traerla a los tirones hasta el centro de la habitación. Una vez allí, sin soltarla, tomé asiento en la butaca que había preparado antes de ir por ella. Acto seguido, a pesar de la firme resistencia que fingía oponer la tumbé sobre mi regazo.
Comencé a aplicarle lentas palmadas por encima del vestido, simulando hablar con el supuesto mirón
-¿Ves amigo mío, cómo hay que tratar a las damas caprichosas y consentidas?... Nada mejor que unos azotes bien aplicados... Para lo cual conviene aligerarla de ropas...
-¡No!... ¡No!... ¡No delante de él!... -Chillaba Nuria, como si el sujeto estuviera a menos de dos pasos del sitio donde nos encontrábamos,: entretanto me ocupé de recogerle la falda por encima de la cintura hasta dejarla con la coqueta lencería íntima expuesta a la luz. Enseguida le apliqué una buena docena de sonoras palmadas.
-Aun tiene mucha ropa encima... ¡Es verdad, esto también está de más! -Exclamé tomando el elástico de la prenda para descenderla.
Mientras me ocupaba de llevarla hasta los muslos murmuré al oído de Nuria:
-El tipo está exultante querida, hasta me parece que aprueba con la cabeza, le estás ofreciendo una vista maravillosa...
-Nuria de cara al piso impedida de observar el balcón, excitada por los azotes y sugestionada tal vez por lo que acaba de escuchar comenzó a agitarse y removerse como un gusanito.
-¿No..no..nos está mirando... e...e en serio? Demandó trémula tratando inútilmente de girar la cabeza hacia el ventanal
-Ciertamente, -aseguré mientras seguía nalgueándola de firme-. Ahora el tipo no se esconde, está asomado a la ventana para no perderse nada.
-¡Huy... huy... huy!... ¡Qué espanto! ¡Qué horror! Por el tono de su voz, deduje que Nuria no estaba fingiendo.
No le di tregua; proseguí hasta que mi propia excitación me reveló la conveniencia de suspender la azotaina.
La ayudé a incorporarse y una vez en pie la tomé por los hombros haciéndola girar en dirección a la puerta del dormitorio hasta donde la impulsé con la palmada de gracia. Después apagué la luz y marché a reunirme con ella.
* * *
Hicimos el amor como nunca antes, dormimos abrazados y al amanecer, con el recuerdo de los acontecimientos de la víspera, retomamos el ejercicio amatorio antes de abandonar el lecho para compartir la ducha matinal.
Una vez desayunados. Ya en el hall, con el celular pedí un radio taxi.
Menos mal que Nuria ascendió al vehículo sin levantar la vista y mirar al frente, de lo contrario hubiera advertido que el edificio que se hallaba en la vereda opuesta, allí desde se suponía que nos espiaban, era una escuela y que el extraño en la ventana había sido una divertida ocurrencia mía.
Por supuesto, nunca se lo dije.
- F I N -
2 comentarios
Selene -
Con esa prosa cercana que hace que una se sienta protagonista de tus historias... a buen seguro, dejarás más de una spankee suspirando por serlo.
La situación es encantadora, pero hay un momento en que he sentido una vibración, un segundo que ha sacudido levemente mi cuerpo " Nuria respondió a la caricia pegándose a mi. Giré entonces para envolverla en mis brazos mientras mi boca buscaba la suya." No se por qué, ese momento me ha gustado tanto, pero es así como lo he sentido. El resto, como siempre magnífico, tu descripción de las escenas de azotes, siempre elegantes y comedidas y los epílogos sexuales, cargados de erotismo sin caer en la obscenidad te distinguen del resto de escritores spanko marcando la diferencia.
Y no es que me esté volviendo más romántica que spankee, es que ese momento para mí, cuando una mirada o un gesto te dan la certeza de que todo va a comenzar... ese momento, es sencillamente uno de los más mágicos del spank.
kerosa -