Quid pro quo
Autor: casi_angel
- "La nariz pegada a la pared, súbete la falda y las bragas por las rodillas, ábrete de piernas para que no se caigan. ¡No me puedo creer que anoche tuvieras la osadía de faltarme al respeto delante de mis amigos!
-"perooo yo no..."
- "¡Silencio, no quiero ni oír una palabra de esa boquita hasta que estés dispuesta a suplicar perdón por tus acciones. Las manos sobre la cabeza y no te muevas hasta que yo te diga!"
Puedo sentir el calor de su mirada a mis espaldas, la vergüenza y vulnerabilidad de mi culo expuesto mientras él está completamente vestido. Esa mezcla de sentimientos hace que me enfade aún más, tampoco fue para tanto lo que le dije. Tengo ganas de darme la vuelta y decirle que es un susceptible, pero no me atrevo porque sé lo que viene después y no quiero empeorar la situación. Solo de pensar en la azotaina que me espera se me contrae el culo, casi puedo sentir el dolor y la indignación vuelve a consumirme, pero esta vez no pienso pedirle perdón por una bromita tonta, no es mi culpa si se lo ha tomado tan mal. Vuelvo a revivir la escena por la que me encuentro en este lugar tan vulnerable. Anoche vinieron dos amigos suyos y estuvimos jugando al trivial durante horas, fue muy divertido a pesar de que nosotros perdimos. Cuando sus amigos estaban saliendo por la puerta les dije: "No queréis quedaros para protegerme, Jesús es un mal perdedor, no sabe perder y me lo va a hacer pagar a mi. Encima de que tiene la culpa de que hayamos perdido, que clase de hombre no sabe de deportes, menudo nenaza!" Cerramos la puerta y yo me di la vuelta dirigiéndome al cuarto. De repente sentí que me agarraban del brazo, volteándome hasta estar cara a cara.
- "¿Cómo te atreves a faltarme al respeto de esa manera? Y delante de mis amigos... ¿Quién te crees que eres?
- Yo...
- Silencio, no quiero escuchar nada de lo que tengas que decir, no hay excusa posible para lo que has hecho. Estoy demasiado enfadado para castigarte ahora. ¡A la cama y sin chistar!
No me gusta nada cuando Jesús se enfada conmigo, como sumisa que soy vivo por que él sea feliz. Me costó horas dormirme sin embargo me dormí antes de que él entrara a la habitación. Nada más levantarme corrí a buscarle, tenía la esperanza de que ya se le hubiera pasado y pudiéramos hacer las paces. En la cocina encontré una nota. Estoy en el gimnasio, dúchate, rasúrate bien todo, ponte la camisa blanca cortita, falda azul y bragas blancas de niña pequeña. Los pies descalzos y sin sujetador, quiero verte los pezones a través de la camisa. Desayuna y espérame. No eran buenas noticias, siempre iba al gym para descargar, así que debía seguir enfadado. Cuando volvió me mandó al rincón y aquí estoy. Y así van pasando las horas o esa impresión tengo yo. Vuelvo a dar vueltas en mi cabeza a lo ocurrido una y otra vez. Tengo que admitir que el comentario fue un poco desatinado pero no para ponerse así, bueno igual si... No! Y así va pasando el tiempo, me duelen los brazos de tenerlos ahí arriba, la espalda también y no puedo más de estar quieta, necesito moverme. Cuando estoy a punto de rendirme porque ya no puedo más suena el timbre y del susto me doy la vuelta.
- ¿Quién te ha dicho que puedes moverte? Vuelve a tu postura. Acabas de añadir diez azotes con el cinturón a tu castigo.
Vuelvo corriendo a colocarme en mi lugar, los azotes extras son los peores y no quiero ganarme ni uno más. Tras darme un azote fuerte al pasar, Jesús se dirige a abrir la puerta. El azote ha sido tan fuerte que seguramente haya dejado la huella de su mano. Oigo voces masculinas que se van acercando. ¡No puede ser, Jesús nunca me haría esto! Pero es, las voces se acercan cada vez más y como en las pesadillas no puedo moverme, porque mi señor me ha ordenado quedarme donde estoy y no puedo desobedecerle.
- "Aquí está Rocío como veis esta castigada por su comentario estúpido de ayer. Ella intentó humillarme delante de vosotros, así que voy a hacer lo mismo, solo que yo voy a ser más efectivo."
Puedo sentir como me sube el rubor por todo el cuerpo. Hasta mi culo, tan expuesto y a la vista, debe estar rojo como un tomate. Puedo escuchar las risitas nerviosas de sus amigos, pero Jesús enseguida cambia de tema y comienzan a hablar de sus planes para esta noche. Estoy flotando como en una nube, esto no puede ser verdad. De repente las cosas se ponen mucho peor:
- "Pero que maleducado soy, ni siquiera os he preguntado si queríais algo de beber, ¿qué queréis?"
Los dos piden una cerveza.
- "Rocío tráeselas"
Con las braguitas por las rodillas me dirijo tambaleándome como un pingüino a la cocina.
-"Quítate las bragas, solo faltaba que tires las cervezas por patosa. De paso quítate la falda ya no la vas a necesitar.
Me quedo quieta, congelada, no puedo, si lo hago me van a ver mi coño desnudo, nunca más podré mirarles a la cara. Sin embargo los ojos de Jesús dicen que está a punto de añadir más latigazos con el cinturón y eso si no creo que pueda aguantarlo. Me doy la vuelta despacio, cuanto menos me miren ahí abajo mejor y poco a poco dejo caer la falda. La levanto y junto con las braguitas me las llevo a la cocina dónde las dejo dobladitas sobre un banco. Preparó las dos cervezas y con una en cada mano vuelvo al cuarto de estar. Al dar el primer paso me doy cuenta que con las bebidas no voy a poder tapar mi coño, recién depilado y brillante por todos los jugos que esta constante humillación está provocando en mi. Al volver ninguno de los tres puede quitarme los ojos de encima, mis muslos están cada vez más húmedos y siento que voy a explotar de la vergüenza. Sin poder soportarlo más dirijo la mirada al otro lado del cuarto, donde veo la silla. Sencilla, sin brazos, es la protagonista en la mayoría de mis castigos. La silla está colocada frente al sofá pero de lado para que tengan una vista panorámica de mi trasero a lo largo del castigo.
"Bien ahora que tenéis vuestras cervezas ha llegado la hora de comenzar", dice Jesús sentándose en el silla. Con un solo gesto me conmina a acercarme y tumbarme sobre sus muslos. "¡Abre las piernas ya sabes que es parte de tu castigo!". Con las piernas abiertas, desde el sofá pueden ver todo, desde mi pubis, abierto por la postura, hasta mi culo tieso por la tensión de la espera.
Jesús termina de colocarme bien, sujetándome fuerte de la cintura para que no me caiga. “Antes de que comience, ¿tienes algo para decirme?”. Los nervios, la mezcla de vergüenza, miedo a lo que va a pasar y excitación me juegan una mala pasada, incrementando mi mal humor.
- “Sí, que te odio, eres un imbécil, no me puedo creer que me estés haciendo esto! ¿Cómo puedes ser tan cruel? Y todo por una bromita de nada, cómo se puede ser tan susceptible”. Exclamo mientras forcejeo por salir de esta situación en la que yo misma me he metido.
¡Pám! El primer azote me silencia por completo a lo que sigue una tromba de azotes. Yo no puedo escapar. Al principio consciente de que me están mirando, procuro no moverme, pero a medida que su mano cae sobre mi culo cada vez más rojo no puedo evitar levantar las pierna, tratando de escapar al dolor, mostrando una imagen panorámica de mi sexo. Jesús, harto de mis movimientos pasa una pierna por encima de las mías para mantenerme en posición mientras continua azotándome sin tregua. Tras una primera tanda de lo que se sienten como mil azotes pero que serían más bien cien, toma un ritmo más pausado. Entre azote y azote comienza la regañina:
- “Eso ha sido por el exabrupto, no me puedo que creer que después de ganarte un castigo tan severo todavía te quede cara para cuestionarme. A mi no me vas a faltar al respeto. ¡Nunca! Tú y yo tenemos un trato, yo me ocupo de ti y de tu disciplina y a cambio tu respetas mis decisiones y me respetas a mi. Me he hecho cargo de tu educación creo que a cambio es muy poco lo que te pido”.
Y así continua la bronca mientras van cayendo los azotes cada vez más fuertes. Envuelta en una niebla de dolor y de miseria cada vez son menos las palabras que van penetrando mi psiquis pero son suficientes las que llegan a buen puerto. Soy yo la que le ha pedido que me eduque, que me ayude a ser mejor persona. Y así es como se lo pago, haciendo comentarios estúpidos e hirientes delante de sus amigos, tratando de humillarle, y todo, si soy sincera conmigo mismo, para llamar su atención, para saber si de verdad me va a tomar en mano, para provocarle. La azotaina sigue y ya no puedo evitar los gemidos y sollozos cada vez más fuerte, mientras grito sin parar:
“¡Por favoooor!”
¡Pán Pín Pún!
“¡Perdóoon, lo siento mucho!”
¡Pín Pán Pám!
“¡Nunca más lo hago de verdad lo juroooo! Me voy a portar bien. Voy a ser la niña más buena del mundo”.
“¡Buuuuaaaa nooooo nooo más!” Pám Pám Pún “Por favoooor no puedo aguantar más.”
La última tanda de azotes me deja afónica y sin fuerzas. Ya no soy capaz de mover un músculo y arrepentida le dejo que siga a su antojo. Viendo que estoy a punto de llegar al límite, Jesús deja caer las últimas palmadas en el espacio entre las nalgas y el muslo, la zona más dolorosa de todas. Cuando termina me acaricia toda la zona. Puedo sentir el calor que se desprende de mis nalgas.
“Así me gusta, el culete bien rojo para aprender la lección.”
Su mano continúa explorando, acercándose cada vez más a mi coño. Sus dedos me recorren de arriba abajo, evitando rozar mi clítoris.
“Mmmm estás chorreando, realmente eres una perrita, parece que te ha gustado que te de una paliza delante de mis amigos.”
Acercando su mano a mi rostro exclama:
“Límpiamela bien, que no quede ni rastro de tus jugos.”
¿Será posible morirse de vergüenza? Cerrando los ojos con fuerza, como si eso pudiera hacerme invisible, recorro su mano con la lengua, despacio, asegurándome de tragar todo, saboreando mi propio aroma.
Me da la vuelta y tras un largo abrazo en el que no puedo evitar llorar y moquearle toda la camisa, me levanta y de la mano me lleva otra vez al rincón.
-“El castigo no ha terminado todavía, estarás diez minutos en el rincón, para pensar como vas a disculparte y después recibirás cuarenta latigazos con el cinturón más los diez extra que te has ganado. Como sabes los extra son siempre en los muslos.”
- “No por favor, no puedo más, discúlpeme. Mi culo no puede soportar más castigo, hago lo que sea pero el cinturón no, se lo suplico”.
- Por supuesto que vas a hacer lo que sea, aquí mando yo! Pero el castigo te lo has ganado a pulso, no quiero escuchar ni una palabra más de tu boca, la nariz pegada a la pared y nada de tocarte para aliviar el dolor.
Vencida, hago lo que me pide rezando por que la azotaina pase rápido y pueda soportar el dolor. El escozor en mi culo cada vez se va haciendo más insoportable y las ganas de frotármelo van en aumento. Mientras conversan de sus cosas puedo sentir el calor de sus miradas, empeorando mi situación. Finalmente:
“Bien, ya puedes salir. Como sabes el cinturón lo recibirás como siempre, desnuda. Quítate la camisa y colócala sobre el respaldo de la silla. Pon las manos sobre el asiento, el cuerpo alejado, las piernas rectas y separadas a la altura de los hombros.”
Con las tetas colgando, el culo para arriba y el sexo a la vista, debo ser toda una visión. El respeto al cinturón me impide concienciarme completamente de la imagen que estoy dando. Ese sonido tan temido por las spankees, el del cinturón pasando por las enhebras del pantalón me deja la mente totalmente en blanco a la espera del terrible dolor.
“No te muevas, si sales de esa postura volveremos a empezar, no me importa que ya lleves 39 latigazos. Quiero que cuentes cada uno de ellos y me des las gracias. Vamos allá.
Wussshhh splat!
- argggghhh! Uno gracias
Wussshhh splat!
- Dooooos buuuaaa gracias
Wussshhh splat!
- Ayyyyyy treeeessss graciaaas
En el séptimo no pude evitarlo y me moví, tapándome el culo con las manos
- ¿Quita las manos de ahí o quieres que te las ate?
- Nooooooo, no puedo más por favooor buaaaa
- Tienes tres segundo para volver a tu sitio o te ato a la silla
No puedo soportar la idea de estar tan vulnerable delante de los otros, así que abatida vuelvo a mi posición
- Desde el principio…
Wussshhh splat! Wussshhh splat! En el onceavo golpe vuelvo a salirme de posición y vuelta a empezar. Al final los cuarenta se han convertido en cien latigazos. Exhausta, estoy a punto de derrumbarme después del último.
- “Bien todavía te quedan los diez últimos.” – No tengo fuerzas ni para protestar – “Tranquila voy a sujetarte de la cintura para que no te muevas, no quiero hacerte más daño del necesario. Esta vez no tienes que contar y lo haré lo más rápido posible para terminar antes.”
Wussshhh splat! Wussshhh splat! Wussshhh splat! El dolor en los muslos es insoportable, al final, casi todo mi peso es sostenido por él. Inmediatamente después del último, Jesús tira el cinturón al suelo y con cara de alivio me coge en sus brazos. Carga conmigo hasta el sofá donde sus amigos le hacen sitio para que nos sentemos. Me sienta sobre sus rodillas, con el culo entre sus piernas para que no roce con nada. Acurrucada contra su pecho vuelvo a romper a llorar, desconsolada mientras el me susurra palabras de aliento al oído. El cansancio y las lágrimas hacen que, a pesar del dolor, me vaya quedando dormida mientras él me dice lo orgulloso que está de mi y lo mucho que me quiere. Cuando despierto estamos los dos solos en la cama. Agradecida por su cariño y firmeza le demuestro durante horas todo el “respeto y la adulación” que se merece.
2 comentarios
Miri*tu*spankee -
Héctor -
La continuación podría contar lo que los amigos de Jesús hicieron esa misma noche con sus respectivas, pues seguro que lo que vieron les dio ideas.