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Relatos de azotes

Sin Prisas

Sin Prisas

Autor: Lucia

 

Un poco tarde. No lo puedo evitar. Sé que no esta bien lo que hago, pero...

Salgo tarde, como cada día, y cuando llego al barrio, me acuerdo de que falta gel de baño o pasta de dientes... Total, solo voy a entrar un momento, sé que están cerrando, pero no tardaré mucho...

 Todas las veces lo mismo. Me paro delante del muestrario de maquillajes y pienso que me iría bien otra barra de labios. Me pruebo una tras otra en el dorso de la mano. Y ahí está, la reina de los catarros, la cajera, paseando a mi alrededor y tosiendo. Como siempre. Yo pensaba irme ya, pero ahora que se joda, que me voy a probar todo lo que se me antoje.

El caso es que no acaban de convencerme estos tonos. Escojo otra marca, pero es una marca de las caras y tienen el muestrario en una vitrina. Normalmente, esta vitrina no está cerrada con llave. Le pido a la señorita rinitis que me la abra y lo hace, con cara de muy malas pulgas. 

-Disculpe... es que, como cerramos a las nueve. Me dice con retintín- ya tenia esto recogido.

-Solo será un momento, no se preocupe- Pero si, ya puede preocuparse, la muy impertinente, porque ahora se va a joder y voy a tardar todo lo que quiera. Después del pintalabios, paso a los esmaltes de uñas,  y le pido que me los pruebe sobre una tira de celofán  porque en el frasco no se ve bien como quedan. 

Estoy guardando la tarjeta de crédito cuando le veo. No se de donde ha salido. Es un hombre de unos cincuenta, no especialmente guapo pero con un aspecto muy interesante. Se acerca a la otra chica, y le habla, con una voz profunda. Con la clase de voz que, cuando la oigo hace que me entren ganas de portarme muy, muy mal.

Cuando al fin, decido ser buena, pagar mis compras e irme. Son las diez menos veinte.

-Ana... ¿que esperas para cerrar la caja?

-Discúlpeme, señor García. Estaba atendiendo a esta señora. 

No se si es la mirada reprobatoria del hombre, o la mirada acusatoria de la chica, pero no puedo evitar tratar de dar la puntilla.

-Señorita... si es tan amable, quisiera llevarme la tira de celofán donde hemos probado los esmaltes, para elegir en casa, sin que usted me meta prisa.

La chica se pone roja de furia. Se contiene como puede, niega que me haya metido prisa, y me dice que la dichosa tira de celofán la ha tirado a la papelera. No suelto la presa, y le digo que entonces, no habrá problema en que, o bien me busque esa tira, o me deje probar los esmaltes de nuevo...

-Tranquila, Ana. Vamos a hacer una cosa. Tú cierras tu caja. Y ahora, dame esa papelera, que vamos a pasar a mi despacho. No quisiera que esta señora se marchase sin lo que parece necesitar tanto. 

Me dice que haga el favor de acompañarle, y el me sigue, con la papelera en la mano. Empiezo a pensar si no he ido demasiado lejos. En realidad yo no quería causarle problemas  a esa boba. Pero no he podido evitar un estremecimiento cuando ha dicho eso de "lo que parezco necesitar tanto."

Me indica que entre en su despacho, y le dice a la cajera algo que no entiendo. Pero me lo explica en cuanto nos quedamos solos.

-¿Cual es su nombre?

-Lucia... escuche, no se moleste, puedo volver otro día...

-Si viene otro día, por favor, tenga en cuenta que cerramos a las nueve. La tengo observada, señora, y no es la primera vez ni la ultima que nos hace salir tarde del trabajo.

Contengo una respuesta airada. Normalmente, no me contendría, pero me está riñendo, y es el tipo de hombre que me encantaría que me riñese a menudo. 

-Le estaba diciendo a Ana que puede marcharse. Porque quería hablar con usted a solas. Francamente, no es fácil encontrar a una persona tan desconsiderada como usted. 

Empiezo una excusa... salgo tarde del trabajo, solo pretendía aprovisionarme de unas cuantas cosas necesarias antes de ir a mi casa. Me mira, con una expresión de burla, y coge mi bolsa.

-Todos artículos de primera necesidad, ya lo veo. ¿No le quedaba nada de gel de baño en casa?

-Pero no con aroma a mandarina-protesto automáticamente.

-Añadimos a su lista de faltas que es usted una caprichosa. Además de desconsiderada, que ya lo hemos aclarado. El resto, son frivolidades por el estilo. 

-De verdad, lo siento, no volveré a causarle estos problemas...

-¿y sus modales?- Al hablar, parece usted una persona educada, correcta. Pero es inadmisible la forma en que ha tratado a la pobre Ana.

-Si, vale. Me disculpare con ella y me iré, y ya está

-Nada de "ya esta". Y no puede disculparse con ella porque se ha marchado. ¿Usted cree que con disculparse lo soluciona todo? Ni hablar, señora.

Titubeando, le vuelvo a pedir disculpas. A estas alturas tengo un revoloteo en el estomago, que ni te cuento. Todo esto se parece a la más interesante de mis fantasías. Me contengo, pensando que es eso, un parecido, que este caballero tan interesante me esta echando una bronca que no se por qué estoy aguantando, pero que no va a   pasar de ahí. Le digo que si hay algo que pueda decir para que me disculpe, lo que sea....

-Se trata, más bien, de algo que yo puedo hacer por usted. 

Le pregunto que es, casi temblando. Temiendo que lo que voy a escuchar sea, precisamente, lo que quiero escuchar. Cierro los ojos, y escucho.

-Mi intención no es otra que ayudarla, señora. Porque es obvio que tiene usted un problema. Su problema, es la falta de amor al prójimo. Se comporta usted como una niñata caprichosa y desconsiderada, y estoy seguro de que es consciente de ello. ¿Es así?

Decido jugármela... Total ¿qué puedo perder?

-Si, señor García. Lo siento. Tiene usted razón, pero es que no puedo evitarlo.

-Yo puedo ayudarle a aprender a evitarlo.

-¿Usted? ¿Como podría ayudarme? (vaya si se como podrías ayudarme, pienso).

-Usted, no es mala, querida. Lo que necesita es que la eduquen. ¿Está de acuerdo?

-Si, señor.

-Debo advertirle que mi idea de educar a una mujer descarriada como usted, es aplicarle unos buenos azotes, para que la falta no se repita. 

Diosssss. No puedo creerme mi suerte. Esto no puede estar pasando, es un sueño. No pienso mucho, antes de decirle que si, antes de admitir que lo mejor será que me aplique el correctivo de inmediato. Se sienta en una silla, y me dirijo hacia él como hipnotizada. Y no es que me deje llevar, es que voy    sola. Apoyo las manos en el suelo, mientras escucho su voz, diciéndome que lo que va a suceder es por mi bien, y espera que aprenda bien la lección. 

Al principio soy buena. Mantengo las manos en el suelo, no trato de cubrirme, y ni siquiera protesto mucho. Y eso que el cabrón sabe azotar, no es la primera vez que lo hace, ni mucho menos. Solo protesto cuando me alza la falda, tras unos minutos. Mi protesta me vale un azote fuerte que me hace quejarme. Pero cuando me baja las braguitas hasta media pierna y empiezo a notar los azotes sobre la piel desnuda, es cuando empiezo a quejarme en serio. Pero algo pasa en mi interior, porque en minutos, paso de las quejas y del pedir por favor que cese el castigo, a gimotear mientras me abandono totalmente a los azotes. Ahora lamento profundamente mi desconsideración y mi impertinencia y hasta haber molestado a la choni de la cajera. Asumo el castigo, mientras él me dice no solo cuanto lo merezco, sino lo beneficioso que va a ser.

-Aunque tengo la sensación de que de momento, se lo esta pasando en grande, señora.

No se lo niego, no tiene sentido. 

Continua, hasta que me oye pedir perdón, débilmente. 

No me atrevo a protestar cuando me lleva al rincón. Me quedo allí, con la falda subida, y las bragas bajadas, y con la seria advertencia de que no se me ocurra moverme. Pero tarda mucho. Y mi intención es buena, porque empiezo meditando y llegando  a la conclusión de que me pasé un poco con esa pobre analfabetilla funcional, pero enseguida me aburro. Por los ruidos que escucho, está apagando luces y preparándose para cerrar del todo. 

Cuando vuelve, no estoy en el rincón, sino ojeando un periódico que he encontrado. He dejado caer descuidadamente la falda. Me mira, y sacude la cabeza de un lado a otro, con gesto pesaroso.

-Ya veo que ni siquiera es usted capaz de permanecer quietecita en el rincón. 

-Lo siento, fue un despiste... 

Hago ademán de volver al rincón, pero me detiene.

-No, querida. Ya, no. Es tarde para eso. Sin duda, es menester una corrección más seria.

Observo como se quita el cinturón y lo dobla por la mitad. Siento pánico, pero al mismo tiempo, me recorre una sensación que... No me resisto, me dejo conducir hacia la silla donde antes se sentó para azotarme, pero esta vez, me apoyo en el respaldo con las manos en el asiento.

Y los azotes comienzan a caer. 

No son muchos. Apenas veinte, aunque no los cuento. A cada azote, suena una frase suya... “que sea la ultima vez", " si vuelve a ocurrir, la azotaré el doble", "menos llorar y mas aprender", etc., etc.

Cuando al fin, termina, hablamos un rato largo. El caso es que salimos muy, muy tarde, y nos despedimos delante del cierre. 

-Y ya sabes, niñata. Si te vuelvo a ver por aquí pasadas las nueve, recibirás más de lo mismo.

Me voy, pensando en que voy a hacer para sentarme a cenar sin que en casa me noten nada raro.

Y pensando también en que la semana próxima podría acercarme a ver unas sombras de ojos. Sin prisas. 

 

Nota del Editor: por razones ajenas a nuestra voluntad los comentarios han quedado mucho más abajo, todo es cuestión de bajar un poco más y dejar tu comentario...

 

 

 



 



 



 



 



 



 



 



 



 



11 comentarios

fernando -

Muy bueno el relato a mi me gustaria ser azotado x una chica si alguna quiere llamar tel 636257531

morboso -

felicidades por saber disfrutar
a mi mujer tambien le gusta y a mi me gustaria ver como le da otro unos azotes, para disfrutar juntos

Fer -

Gracias Patty por tu comentario, seguro que Lucia va a estar muy contenta de leerlo. Coincido en que es muy divertido. Y el próximo relato es el tuyo!

Fer -

Gracias Spank Santiago. He visitado tu blog y me ha gustado mucho.

Patty -

Felicidades por el relato!! Es buenisimo y divertido!!

Spank Santiago -

No está nada mal abrir una tienda de cosméticos a ver si llega alguna traviesa a la hora del cierre.

http://spanksantiago.blogspot.com

Fer -

Hola Iván, si quieres me los puedes enviar a mí a fer_anyway@yahoo.es
Gracias
Saludos
Fer

Iván Fernández -

Saludos a todos
¿como hago para enviar mis relatos a esta web?
se los agradecería bastante. Gracias

Ana Karen Blanco -

Me encantó!! Una historia simple, bien escrita, amena y con "gancho" como para leerla de un tirón, porque una vez que se empieza, es imposible detenerse. ¡Felicitaciones, Lucía! Espero que esta sea solo la primera de muchas historias igual de excitantes. Un abrazo para tí y para don García... ya quisiera encontrármelo yo por allí. ;-)

marita correa -

Lucia, ¿me podrías decir donde está ese establecimiento?, no importa que esté en una ciudad diferente a la mía, jeje
Me ha gustado mucho, gracias por compartirlo

Fer -

Muchas gracias, Lucia, por tu excelente aportación. Es un relato de unos azotes muy merecidos.