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Relatos de azotes

Cuento de Spanking (por Santiago quispe)

Cuento de Spanking (por Santiago quispe)

Terminaba el verano, y como siempre su mismo carácter lo asimilaba como algo triste. Se acerca Mayo y con ese mes el inicio de clases, Gabriela no es de tener amigas, se sabe distinta y tiene la particularidad de distanciarse y pasar desapercibida. No tiene como saber las sorpresas que le depara ese cuarto año de secundaria.

En el Colegio Tránsito de Villa El Salvador, la historia siempre ha sido la misma, y los castigos corporales con la que ella se exaltaba siempre eran aplicados a los varones de la clase. Era como una política del colegio: a las mujeres se les castigaba de otras formas, quedándose en salón de retención o con tareas extras, en el caso de los varones con un par de reglazos en las manos o en las piernas bastaba; secretamente ella anhelaba ser la que aplicase esos castigos.

Mayo transcurrió caluroso, los profesores como es tradición se presentaron en una ceremonia de inauguración y con ellos presentaron a un nuevo profesor de ciencias sociales en reemplazo de Pacherres, que por su edad ya no estaba para aguantar todas las majaderías de la juventud. Se llamaba Santiago y era servil y esquivo y a la vez pretencioso e imponente, sabia escuchar pero exigía como una obligación el ser escuchado y en el transcurso de las horas, ya cerca de la alborada se iba volviendo más y más lento y melancólico, en esas horas se acentuaba su carácter servil, que era como un paso a su otro yo que irrumpía poco a poco y terminaba de abarcarlo por completo. Santiago en sus clases es apasionado y se emociona con temas que generaban polémica, pedía al mismo tiempo que lo exigía, participación. Su juventud respecto a la demás plana docente lo volvía más actual y próximo a sus alumnos. Transcurrió mayo sin novedad; ya Gabriela se sentía identificada con el nuevo Profesor, de repente aún sin saberlo era por la manera extraña en que a los dos los influenciaba ciertas horas y atardeceres.

Santiago en sus clases jamás pasó por alto una palomillada y dejaba a los revoltosos esperando afuera del salón para después aplicar los reglazos  respectivos en caso de varones y asignar las tareas o detenciones en caso de mujeres.

En una de las clases en que se tocó el tema del feminismo, en junio, sin un preámbulo alguno salió a discusión el caso de los castigos y sus diferencias entre hombres y mujeres, y se creó todo un debate, ya que en cierta forma es injusto para los varones, resaltó uno de los alumnos y en defensa una de las mujeres refutó que la detención y las tareas extras son peores porque toman más tiempo. Santiago que había dejado que se alimente este debate propuso que entre los mismos alumnos propongan una alternativa. El debate creció hasta ser llevado a los gritos; hombres y mujeres argumentaban que su castigo era más injusto que el del otro, y como el asunto se le iba escapando de las manos y todos aprovecharon el pánico para relajarse. Corto la tole-tole con un fuerte golpe en a pizarra y decidió por todos: una semana todos recibirían el castigo correspondiente a las mujeres y una semana todos recibirían el castigo correspondiente a los hombres.

En la primera semana sólo por probar hubieron más castigados que de costumbre. Solo se necesitaba entrar tarde al salón, pararte sin autorización o hacer mucha bulla para quedar en la lista de castigados. Todos los hombres sin quejas se quedaron junto con las mujeres en la biblioteca haciendo tareas extras, todo se llevo muy tranquilamente.

La segunda semana se acordó que los castigados hombres y mujeres se les ajusticiaría por separado según las faltas acumuladas en toda la semana. Cuando le tocó el turno a las mujeres que eran solo 3 y una de ellas era Gabriela, por un descuido que la retrasó en el ingreso al salón después del recreo. En realidad fue algo impersonal y estuvo toda la semana buscando al Profesor para explicarle sus motivos; fue en vano. El día pactado las llevó a un salón vacío y aislado, les dijo que no usaría la regla y que el castigo no sería aplicado en las piernas, en cierta forma lo hacia  para no dejar marcas visibles que pudieran notar los demás profesores. Roxana y Julia, las otras chicas castigadas se extrañaron y preguntaron casi al unísono entonces con qué y dónde las castigaría El Profesor no respondió. Jaló una silla y se la colocó en la parte delantera del salón; en el transcurso del silencio el color rojo visitó la cara de las castigadas. "Entonces -habló- será con la mano y en las nalgas, y la que tenga más faltas tendrá que ser sobre el calzón". Entonces preguntó si no había ningún reparo, a lo que Gabriela volvió con sus explicaciones; le dijo que ya había discutido ese asunto con ella y no le presto más atención. Llamó primero a Roxana y la tomó de la muñeca; una vez que estaba sentado en la silla la echó sobre sus rodillas y la meció hasta que quedó balanceada en el aire sobre sus piernas. Le murmuró algo inaudible al oído y después miró a las demás chicas y dijo: "A ella le corresponden 40 palmazos; son 20 palmazos en las nalgas por cada falta". Y empezó. Roxana se quejaba con pucheros de niña pero Santiago no disminuía la velocidad y la fuerza. Cuando llegó a los últimos 10 le levantó la falda a lo que Roxana respondió estremeciéndose, cubriéndose y balanceándose sobre sus rodillas. Santiago paró los palmazos para apreciar las torneadas nalgas de Roxana que se dibujaban bien definidas sobre su calzoncito de algodón blanco con bordeados de bobos y le dijo que si no dejaba de moverse le quitaría también el calzón. Roxana detuvo la pataleta y Santiago pudo continuar y fueron diez más de los acordados originalmente. Antes de mandarla parar le sobó las nalgas como acariciándolas y llamo a Julia que se quedó parada, atónita en su mismo lugar,

El Profesor le increpó que no lo haga levantarse de la silla porque iba a ser peor, Julia no respondió y pasó un tiempo de silencio y justo cuando se supo que no había más remedio y estaba próxima a acercarse, Santiago va en su caza, estaba impetuoso e intimidaba con sus pasos, sacó a Roxana del salón y cargó a Kulia que no opuso resistencia y se encontraba atónita y sin poder procesar muy bien lo que estaba pasando. La cargó en peso, la llevó así hasta la silla, la sentó encima suyo para luego darle vuelta, julia no atinaba a hacer nada sólo se dejaba llevar como una marioneta. Le levantó la falda y le remangó el calzoncito azul como si fuese una tanga y comenzó con el castigo.

"A ti te tocan 60 nalgadas". Luego de los primeros  impactos Julia reaccionó y trató de protegerse como pudo. Los golpes eran acompasados y caían en seco sobre sus nalguitas desnudas splat splat ... Julia se quejaba con chilliditos secos, El profesor paró los nalgazos, la sentó encima de él y le acarició el cabello y le dijo: "Lamentablemente voy a tener que duplicar el castigo por no hacerme caso cuando debiste". Gabriela miraba la puerta con recelo pero tampoco atinaba a moverse, la realidad la había sobrepasado con algo inaudito y diferente: tenia ganas de huir y de quedarse. El Profesor advirtió esto, hizo un alto, levantó de sus piernas a Julia y la dejó paradita con el calzoncito remangado al costado de la silla, se avalancha sobre la puerta y la cerró, guardándose la llave en el bolsillo de su pantalón. Volvió a la silla, se sentó y dirigiéndose a Gabriela le dijo: "Tranquila, dentro de poco todo habrá pasado". Llamó nuevamente a Julia que esta vez obedeció; le dijo que se volteara allí mismo en su sitio como estaba a su costado, y aprovechó para bajarle el calzón, opuso una mínima resistencia con las manos y su rostro estaba ardiendo. La echó y la balanceó de tal manera que su cuerpo estaba inclinado hacia delante y sus brazos y codos llegaban hasta el suelo. Esto hizo que se pronuncien más sus nalguitas desnudas y dejó expuesto su sexo temblante. Le acarició los codos como queriendo hacerla más compacta y comenzó de nuevo con el castigo. Julia además de sentir las nalgas calientes sentía mucha vergüenza, tanta que le impedía quejarse, decir algo o moverse. Ya cuando faltaba poco empezó a pedir: "Por favor Profesor, pare". Allí Santiago se humanizó y le dijo que aun faltaban como 30 nalgazos pero que como lo has pedido tan educadamente los voy a negociar y solo te quedarían 10, más pero tienes que hacer algo a cambio". Hubo un silencio... Luego Julia preguntó qué tenía que hacer. Santiago dijo que era muy sencillo: lo único que tenía que hacer era que a medida que iba aplicando las nalgadas ella tenía que ir contándolas y decir en cuál nalga iba a ser el próximo impacto. Hubo otro silencio. Santiago prosiguió; "Tú decides; lo dejamos en 10 o sigo con los 30". Entonces Julia empezó: "uno nalga derecha" y el Profesor acompañó el pedido. "dos nalga Izquierda", splat. Julia se quejaba entre conteos ya que el Profesor había incrementado la fuerza de las nalgadas; cuando hubo concluido la sentó y le acarició el cabello. Julia seguía quejándose. Santiago le dijo: "Ahora acomódate tal como estás; no te arregles nada y échate sobre el pupitre". Julia se sorprendió, el Profesor le repuso: "tranquila. Sólo hazlo". Julia obedeció y Santiago le subió el calzón y le acarició las nalgas mientras le decía: "tranquila ya pasó"; le acomodó bien el calzoncito azul que estaba medio enroscado por la primera remangada en forma de tanga, luego la acompañó a la puerta y la dejó salir.

Gabriela se encontró cara a cara con Santiago y retomó nuevamente con su torpe explicación y sin haber empezado el castigo ya estaba sollozando. En un arranque de valor y astucia argumentó que no la podía castigar por muchos motivos, El profesor complacido de la rebeldía la exhortó a que le mencione al menos tres de sus razones, a lo que Gabriela respondió : el primero es que ella nunca estuvo de acuerdo con ese cambio de castigos, el segundo que el debate nunca se terminó y que él decidió finalmente por todos y el tercero era que estaba recién recuperándose de una fiebre. Fue ganando confianza a medida que exponía sus argumentos ya casi se creía librada de todo eso, cuando el Profesor le contestó que sus argumentos son válidos, pero igual como había castigado a Julia y a Roxana sería injusto que a ella la dejara pasar por alto. Gabriela argumentó un cuarto motivo : "sí, pero yo si tengo una verdadera excusa", a lo que el profesor le refutó que las excusas no existen, Gabriela empezó a perder la esperanza, a lo que el Santiago acotó : sería imprudente de mi parte castigarte si en realidad estuvieras enferma, antes debo tomarte la temperatura,

Gabriela vislumbró una ultima esperanza, Santiago se acercó a su maletín y saco un termómetro, se sentó en la silla y llamó a Gabriela, esta se acercó y se paró frene a él casi contenta y abrió la boca. Santiago la cogió del brazo y la puso boca abajo sobre sus rodillas, Gabriela se quejó y Santiago le dijo: "tranquila, haré lo que dije. Te tomaré primero la temperatura". Le levantó la falda y le bajó el calzoncito amarillo de Lunares, Gabriela se estremecía allí boca abajo. Santiago le dijo: "sólo tienes que relajarte"- Gabriela lo llamó mentiroso, y cuando apretaba los dientes esperando la primera nalgada siente las manos de Santiago que le tratan de abrir las nalgas, Gabriela se remece en su sitio, los dedos de Santiago empiezan ha hacer espacio alrededor de su ano quedando este expuesto, Gabriela aprieta las nalgas y Santiago vuelve a separarlas con las manos, y termina de exponer el ano con dos dedos e introduce el termómetro. Gabriela tiembla al contacto de la fría cabeza del termómetro y se queda quieta. "¿Lo ves?" dice Santiago, "¡qué fácil fue! Ahora solo hay que esperar 2 minutos solamente. No te muevas". 

Gabriela no decía nada, apenas y  respiraba, Luego de unos segundos empezó a apretar las nalgas y a contraerlas pero Santiago separaba las nalgas y con los dedos y mantenía firme el termómetro dentro de su ano. Santiago le dijo: "La visión del termómetro saliendo de tus nalgas es encantadora". Gabriela no dijo nada, se quedó extasiada como en estado de trance ni siquiera reclamó que ya hubieran pasado los 2 minutos. Por momentos sólo dilataba el ano y abría un poco mas las piernas. Toda esta dilatación y contracción producto del frío del termómetro era percibida por los dedos de Santiago que no dejaba de bordear el inicio donde el termómetro ingresa al ano. Finalmente sacó lentamente el termómetro de su ano sin retirar las yemas de los dedos que seguían bordeando y sintiendo sus contracciones; de esta forma leyó el termómetro marcaba treinta y siete y medio, aun con los dedos en el bode del ano de Gabriela le dijo efectivamente aun tienes fiebre, Gabriela pregunto temblando si cumplirá su palabra a lo que Santiago respondió: "Claro que sí, tu castigo lo dejaremos para la próxima semana cuando te recuperes..."

(continuará)

8 comentarios

israel -

hola tengo 12 años y me saque una mala nota en el examen ya me habian nalgeado , azoptado a correazos pero esta vez fueron 500 nalgadas y 500 coorreazos mi mama fue la de las nalgadas y mi papa de los correazos me cojieron del brazo y me llebaron ami cuarto me bajaron el pantalon y comenzaron las dolorosas nalgadas y correazos cuando terminaron me dijieron que me viera en el espejo ymis pobres nalgas estaban rojisima cosa de no poder sentarse por un mes y hasi fue alo que me tocaba mis nalgas estaban ardiendo por suerte mi papa suspendio los correazos pero mi mama aumento 500 nalgadas alo que termino me dijero que me castige yo mismo dandome 20 nalgadas extras esta es mi historia pero me gusta que me castigen por eso trato de siempre portarme mal para que comiense el castigo chao

G -

Saludos Quispe,disfruto mucho tus relatos, soy amante del spanking, podrias escribir una historia a pedido? Algo asi: Una guapa, muy exhuberante mujer de unos 35 años sube al omnibus y se sienta adelante. Entonces luego sube una ancianita de unos 80 con un baston, y la mujer se niega a ceder el asiento, entonces la abuelita la pone sobre sus rodillas, le baja los jeans y dejandola en tanga le da unas nalgadas frente a todos los pasajeros.
Me gustaria que describas como luce cada personaje para poder imaginar la historia. Esero tu respuesta, un saludo!

nancy -

que bueno...me encanta que me pongan sobre las rodillas y me dejen el culo colorado mientras me dicen que me lo merezco por portarme mal, y en lo posible con la bombacha al borde de la cola.....

chica inquieta -

yo hubiera querido ser la protagonista de ese relato, por que quiero que ya alguien me de unas cuantos nalgadas...

nenatraviesa -

ya me hubiera gustado a mí, tener un profesor así. Y lo del termómetro fue una gran idea. Solo por estos malos pensamientos ¿no me merezco unos azotes? A mí nunca me han dado unos

Anónimo -

muy bueno asi debe ser , las estudiantes deben aprender a respetar.

carlos -

exelente relato mil felicitaciones,pero seria mucho mejor si tambien se anexaran fotos de sus calzones y desde el comoienso de sus catigos hasta el iltimo.

Iván -

Excelente profesor si señor. Asi aprender educación para ser señoritas educadas y no de otra. Nota Matricula de Honor