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Relatos de azotes

Historia corta para un amigo spankee

Autora: Vivi Verde

 Me imagino que si tu conciencia te acusa, la señora lo notará de inmediato en tu mirada.  

Te hará pasar a su despacho, te va a hacer sentar, y mientras da vueltas lentamente en torno a ti te ira haciendo confesar, como si no quiere la cosa. Tú te pondrás nervioso con su mano en tu hombro, en tu cabeza, en tus mejillas, y de a poco le irás relatando cuan mal te has comportado... A veces sus piernas rozarán las tuyas, y sentirás que sudas, mientras escuchas el rítmico sonido de sus tacones en el piso.  

Luego de tu confesión, hará que te pares, y te guiará hacia un sillón que hay en su despacho. Ella se sentará, y te soltará el cinturón. Luego te abrirá el botón de tus pantalones y te bajará el cierre. Sonreirá tranquilamente ante tu nerviosismo. Te bajará los pantalones, los calzoncillos, y se enojará al ver que estás un poco excitado, y que tu ropa interior no está completamente seca, como debería estar en un muchacho como debe ser. Te reprenderá, y hará que te arrodilles frente a ella, hará que pongas tu guatita sobre sus rodillas, y te acomodará lo suficiente para que tus nalgas queden en la posición adecuada para la zurra que te va a dar.  

Luego, sentirás que su mano izquierda sujeta tu espalda, y que su derecha acaricia tus glúteos para que te relajes. De pronto, esa mano que te acariciaba se levantará, y sentirás una primera palmada en tu nalga derecha, luego otra en la izquierda, y así... No son tan fuertes, piensas. Pero el castigo se comienza a prolongar, y vas sintiendo el efecto acumulativo de lo que sabes será sólo el precalentamiento. Comienzas a sentir que te pica un poco, y puedes imaginar cuan rojito tu derrière debe comenzar a verse. 

Ella de pronto se detendrá, y sentirás que algo estará buscando en un punto a tu espalda, lejos de tu campo visual. Intentarás volverte discretamente para ver qué es lo que te espera, pero la mano izquierda que sujetaba tu espalda tomará tu oreja izquierda, y te obligará a volver a mirar al frente. Ella te retará, y luego de una fuerte palmada en tus piernas y de un pellizco a tus glúteos, te acariciará ligeramente la cabeza y volverás a sentir que te sujetan la espalda.  

Luego sentirás algo helado en tus calientes nalgas... Reconocerás esa sensación: es la de su temida regla de acrílico. Ella la pasará para que sepas lo que te espera. Te preguntará si recuerdas cómo se sentía una treintena, sin esperar realmente tu respuesta. Luego te preguntará si te imaginas lo que serían sesenta golpes con la regla. No espera que le respondas, pues es ella misma la que lo hace por ti. Te dirá que no importa que no sepas la respuesta, pues cuando salgas de su oficina ya lo habrás aprendido. Sentirás como la regla se separa de tu piel, y aunque sabrás lo que te espera el primer golpe te sorprenderá de todos modos. Y seguirán.  

No te hará contar. Ella te golpeará en rápidas series de seis, dejando una breve pausa entre series para que puedas sentir el efecto, y puedas meditar sobre tu mal comportamiento. Te recordará cuan malo has sido, y cuánto necesitas ese castigo. Sentirás su mano inspeccionando tus más íntimas zonas, y ella notará cuan excitado estás. Ella se enojará aun más, y decidirá castigarte todavía más severamente. Te dirá que no admitirá más de ti tan vergonzosa actitud, y te prometerá darte tantos reglazos como sea necesario para que tu cuerpo pierda esa excitación tan poco adecuada en un buen muchacho. Te dirá que es su deber, y que no te va a defraudar. Y te prometerá que el castigo sólo se terminará cuando ella pueda verificar que no existe en ti entusiasmo alguno, porque sólo entonces el castigo habrá sido el adecuado. Y dicho esto reanudará la lluvia de reglazos, con más energía detrás de ellos.  

Tú sentirás que es imposible no excitarse, después del discurso que te ha dado. Te preguntarás si podrás soportar lo que te va a dar. Pero confiarás en que ella jamás te hará verdadero daño.

Pasará mucho tiempo, y tanto tú como ella perderán la cuenta de los reglazos administrados. Llegará un momento en que te aburrirás, y querrás acabar. La señora te recordará que te pusiste en sus manos, y que es ella quien decidirá cuando has sido suficientemente castigado.

Intentarás pararte, y ella te sujetará. Te resignarás, y ella eventualmente considerará que ya has tenido suficiente. Dejará la regla de lado y estará satisfecha al constatar que tu cuerpo ya no te delata. Ella sonreirá, y acariciará tus nalgas. Ya no te sujetará con su mano izquierda, pero tú te quedarás en la misma posición.  

Sentirás algo helado y viscoso chorreando tus nalgas, y sabrás que te va a poner cremita. Se sentirá fría contra derrière caliente. Sentirás sus manos masajeándolo. Y luego, sentirás como separa tus nalgas con una mano, mientras más cremita fría cae sobre tu ano. Sus dedos comenzarán a esparcir la crema en la zona, y sentirás que te excitas nuevamente. Ella también lo notará, y te dirá que cambies de actitud si no quieres que el castigo se reanude.  

Se enojará al constatar que eso en vez de hacer que te calmes, te pone en un estado todavía peor. Te dirá que no puede creerlo, pero que parece ser que necesitas un castigo todavía más severo. Te preguntarás si te va a dar otra serie de palmadas y reglazos, pero no.  

Ella introducirá tu termómetro en tu ano, y lo moverá para que te sientas algo humillado. Luego lo sacará y lo volverá a introducir en repetidas ocasiones, mientras te recordará cuan mal te estás portando, y cuan necesario es que ella te haga cambiar de actitud. En algún momento sacará el termómetro, y oirás el sonido de una mano cubriéndose con un guante de látex. Sabrás lo que te espera, e intentarás relajarte para que sea lo menos molesto posible. Sentirás un dedo recorriendo el surco entre tus nalgas, amenazando introducirse en tu ano en cada pasada. Comenzarás a desear que se meta de una buena vez, en vez de tenerte así, esperando. Pero ella se tomará su tiempo, hasta que decida hacer una primera inspección.  

Sentirás como su dedo se abre paso, y como se mueve tocándolo todo. Ella lo hará lento, y repetirá movimientos, asegurándote que necesita estar segura. Luego te dirá que con una opinión no le falta, y retirará su dedo. Sentirás un breve alivio antes de sentir que introduce lo que supones son dos dedos. Le preguntarás si ya no fue castigo suficiente, y ella se reirá. Te confesará que el castigo todavía no ha comenzado, y que lo que ha hecho es un simple reconocimiento...  

Sacará sus dedos, y te preguntarás cual será el castigo. Escucharás una tapita, y el sonido hará que te acuerdes de ciertos molestos polvitos. Le dirás que no lo haga, que no te gusta. Y ella te recordará que se trata de un castigo, por lo que no es sorprendente que no te guste... Y te recomendará que te quedes quieto y cooperes, si deseas que dure poco y que te lave tu popín pronto. Decides quedarte quieto, porque o si no quién sabe cuanto tiempo vas a estar sintiendo los dichosos polvitos. Ella introducirá lo que parecen ser tres dedos, y a los pocos segundos comenzarás a sentir un calorcillo en el ano, que crecerá hasta transformarse en ardor. Le dirás que te duele, y que quieres lavarte. Te dirá que aguantes, y que ella misma te va a lavar cuando el castigo haya acabado. Te recomendará nuevamente que te quedes quieto, para que eso sea pronto. Sentirás como molesta tu zona.  

Luego sentirás que se saca el guante. Te dará algunas palmadas, y sentirás más crema fría escurrir por tus testículos. Con su mano te esparcirá la crema. Si no fuera por el escozor en el ano, sería agradable. Ella te masajeará y te acariciará, con toda calma. Comenzarás a impacientarte. Finalmente te dirá que te pongas de pie. Sentirás que te duelen las rodillas, pero no reclamarás.  

Ella terminará de desnudarte, y te conducirá al baño. Esperarás mientras regula la temperatura del agua, y cuando esté lista te hará entrar a la ducha. Te hará inclinarte, y te lavará el derrière.  

Sentirás alivio cuando te lave al ano, a pesar de lo humillante de la situación. Luego cortará el agua, y te secará con una toalla. Te conducirá de vuelta al despacho, y te ayudará a vestirte. Te abrazará, y te besará la frente. Luego te dirá que puedes irte, y te recordará que te debes portar bien si no quieres que te tenga que volver a castigar.

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