Blogia
Relatos de azotes

Vacaciones en Valencia

Vacaciones en Valencia

Autor: Patty

Aquí estoy de nuevo para contaros mis últimas aventuras. Como bien sabéis, me gusta que éstas se correspondan con la realidad, así que para no ser menos, esta también está basada en hechos reales.

Bueno, empiezo por el comienzo de los tiempos. Érase una vez que los planetas parecían que se había alineado, y, puesto que estaba de oferta el billete de avión hacia Valencia y el piso de mi spanker y amigo, Iván, se quedaba vacío, decidí pillarme un vuelo para hacerle una visita turístico-sexual. Esa misma semana del viaje, en mi ciudad estábamos de feria y a pesar de todas las obligaciones estudiantiles que tenía (a principios de septiembre tendría el último examen de la carrera que de aprobarlo ya la terminaría), pues decidí salir de fiesta. Sólo se tiene 27 años una vez así que había que aprovechar!!. Salí el día a festejar y a darlo todo dos días antes del viaje. Como hacía algunos meses que no bebía, pues digamos que igual se me subió un poco la cabeza… bueno vale, igual influyó que cayeron un mojito de sandía, una botella entera de Cartojal, tres chupitos de tequila y un par de vasos de tinto de verano, pero bueno, que sí que se me subió un poco… o bastante. ¿Qué pasó? Pues que hay gente que le da por llorar con las borracheras y otras que se ponen muy cariñosas; pues bien, yo soy de las segundas que con el alcohol me pongo calentilla y muy empalagosa. La música estaba muy alta, hacía calor y tenía un amigo en la discoteca con un piso al lado de la fiesta, así que lo localicé por whatsapp y quedamos para tener un coito alcohólico (es decir, es como un coito “normal”, pero se diferencian,  que con cada penetración, la cabeza te da bastante más vueltas por el efecto del alcohol).

En fin, toda la fiesta genial hasta ahí hasta que me di cuenta que no llevaba mi bolso. Sí. Ese mismo bolso en el que estaba toda mi documentación (DNI, tarjeta sanitaria, carnet de conducir y de la universidad, etc.…hasta la de la BP con los puntos de la gasolina!!), las llaves de mi casa, de mi coche, maquillaje, dinero, mp4 y un largo etcétera. Llamé a mis amigas, porque el móvil si lo llevaba encima con unos cuantos € que me había sobrado de las bebidas, y se habían ido ya para sus casas. En medio de la desorientación por el alcohol, conseguí coger el bus que iba para mi casa y llegar hacia allí. Por el camino, decidí parar para comer algo para que la comida rebajara los efectos del alcohol, ya que yo vivo con mis padres y no es muy grato que vean a su hija de 27 años en tal estado de embriaguez. Cuando llegué a mi casa, toqué al portero (ya que yo no tenía mis llaves) y nadie me abría la puerta, así que en un acto de valentía y desesperación, me fui a casa de mi abuela para que me acogiera mientras llegaba alguien a mi casa para que me abrieran. Tengo que decir, que fue muy humillante y penoso visitar a mi abuela a las 12 de la noche estando borracha y que ella intente mantener una conversación y tú no puedas seguirla porque se te trabe la lengua. A las 4 de la mañana apareció mi familia, que por lo visto también estuvieron en la feria. Como me acosté muy tarde, me levanté casi a las 5 de la tarde del día siguiente con la preocupación de que no tenía mi bolso con mi documentación y sin DNI no me dejarían coger el avión.

Me pasé toda la tarde-noche buscando el bolso como una loca, junto con mis amigas, hasta que decidí darle la noticia a Iván, que no sabría si iba a poder visitarle porque no me dejarían viajar. Yo, para quitarle hierro al asunto, intentaba hacer bromas, ya que él estaba muy serio y enfadado pero sólo conseguía enfadarlo aún más. Tenía todos los planes hechos y la comida casi preparada para mi estancia en su casa para que ahora todo se fuera al traste por mi mala cabeza. Sólo me dijo: que sepas que te espera un spanking por perder tu documentación y por los nervios que estoy pasando. Prepárate porque va a ser el castigo real que siempre has esperado y sin palabra de seguridad.  Tengo que reconocer, que me asusté, ya que siendo racionales y sinceros, me lo merecía, pero también sabía que estaba muy enfadado por un motivo real. A ver qué planes tenía reservados y a saber si lo iba a poder aguantar.

Por la mañana, a las 8 de la mañana me presenté a comisaría para suplicarle al policía que me hiciera un duplicado del DNI ya que en pocas horas tenía que viajar y cuál fue mi sorpresa al ver que había casi 30 personas más en mi misma cola que también se les había perdido el DNI en la feria. Me reconfortó ver que también hay gente inútil como yo que va perdiendo su documentación por ahí, aunque probablemente ellos no fueran a tener las mismas consecuencias que iba a tener yo en pocas horas.

Llegué a Valencia y antes de ver a Iván, hice una parada para cenar con mi amiga del alma valenciana. Fue todo genial y a las 12 y media de la noche me fui a casa de mi amigo. Los dos estuvimos contentos por vernos, aunque yo estaba super nerviosa por dentro. Para calmar un poco los nervios, nos bebimos una botella de vino mientras charlábamos de cosas banales como la temperatura que hacía, el viaje, cumpleaños, familia… Hacía muchísima calor, así que decidimos darnos una ducha juntos y así calmábamos los nervios y como no, podría persuadirlo para librarme de mi castigo… por lo menos esa noche.

Allá en la ducha, nos besamos, nos acariciamos y le enjaboné con sumo cuidado todas las partes de su cuerpo. Puesto que de su entrepierna nació una prominente erección, le empecé a masturbar mientras le besaba, para que finalmente me agachara para hacerle una felación. Pude notar en mi lengua, como iba brotando el líquido preseminal. Me levanté, nos liamos y le pregunté si podía hacerle un beso negro. Era una práctica que nunca había realizado anteriormente y me llamaba la atención hacerla y qué mejor forma que desvirgarse con esta práctica que en la ducha, en la que todo está limpito. Aceptó la propuesta, le di la vuelta, me agaché, abrí ambas nalgas con mis manos y empecé a lamer. Tengo que reconocer que me excitó hacerlo y que me atreví a darle un pequeño mordisco a uno de los glúteos e intentar meter la puntita de uno de mis dedos en su ano. Me encantó ver como su pene se iba poniendo más erecto y más duro, así que terminé de hacerle sexo oral y eyaculó en mi cara. Nos terminamos de duchar rápido y medio mojados y desnudos nos fuimos a su cama. De repente, se levantó y fue a la cocina. Cuando volvió, tenía en su mano un tarro de Nutella (me encanta mezclar el placer del sexo con el placer del chocolate). Le empecé a lamer los pies con mucho detenimiento, sin dejarme ningún rincón sin lamer: tobillos, planta, dedos… Fui recorriendo mi lengua de nuevo hasta llegar a su polla y volví a ponerla a tono, con la felación. Cogí un poco de Nutella y le eché por la barriga y en el pene para lamerlo con mucho gusto después. A continuación, se dio la vuelta y le puse un poco de chocolate también en el ano y terminé de hacerle el beso negro que me había dejado a medias en la ducha, pero esta vez con mucha más intensidad, ya que la postura facilitaba la labor. Después, él me tumbó en la cama, me besó y me proporcionó un sexo oral fantástico, después se puso a mi lado y me estuvo masturbando con un pequeño vibrador rosa para clítoris, que me había traído de mi casa.  Estremecí de placer, ya que las vibraciones de esa pequeña maravilla, me ponían a mil porque sabía muy bien hacer su trabajo. Le pedí a Iván que se pusiera un condón, necesitaba que me penetrase. Me metió su polla en diversas posturas en mi vagina hasta que acabamos en el consabido misionero (es la postura que más me excita para alcanzar el orgasmo). Empecé a hacer movimientos vaginales para excitarle más y se acabó corriendo. Me encantó escucharle gemir. Me penetró un poco más para que yo también alcanzase el orgasmo y a los pocos segundos tuve una gran explosión, gracias también a la ayuda externa del vibrador.

Después del orgasmo, me dio media vuelta y me dijo que quería hacer “un test” sobre los nuevos instrumentos que tenía, que quería que le diese mi opinión para el castigo del día siguiente. Me propinó tres azotes con cada instrumento que tenía, entre los que se encontraban los siguientes: tres tipos de cinturones, de diferente anchura y material, una regla de madera, una vara de madera también y su vara de plástico. Me di la vuelta, le miré con cara de odio y le dije que tenía prohibido utilizar el cinturón más grueso, la regla y las varas porque picaban un montón. Se echó a reír y me dijo que eso ya lo decidiría él, que tenía motivos de sobra para usar eso y mucho más.

Tuve suerte, porque con la relación sexual que tuvimos, acabamos agotados y era bastante tarde, así que nos fuimos a dormir. ¡Me había librado del castigo esa noche!

Nos levantamos bastante tarde, desayunamos y estuvimos un rato charlando en la habitación (yo, tenía que ser cauta, así que procuraba sentarme lejos de él, ya que en cualquier momento podría pasar lo inevitable), cuando me dijo que me sentara más cerca de él que quería hablarme más cerca. Respiré hondo, porque sabía que todo iba a comenzar y le dije que no, que estaba bien cómoda dónde estaba y que le escuchaba perfectamente desde ahí. Se levantó, me cogió de las manos y me sentó a su lado, en la cama. Me dijo que estaba enfadado conmigo, por ser tan irresponsable, que casi me pierdo el viaje por mis descuidos, que no se podía creer que con mi edad bebiera tanto hasta perder el control y además me preguntó por mis estudios. Antes de ir a visitarle, acordamos que tenía que tener estudiado la mitad del temario y no fue así, me faltaban 2 temas para llegar a la mitad. Por primera vez en mi vida, le dije que tenía razón y que si servía para algo que lo sentía pero que pensara también (todo esto con una sonrisa, para ver si colaba), que lo había solucionado ya que había conseguido volar… y que con respecto a los estudios, que tenía tiempo, que no se preocupara que había sido muy exagerado al exigirme la mitad del temario. Me volvió a regañar y de un tirón, me tumbó sobre sus rodillas. El castigo acababa de comenzar.

Me dio pocos azotes pero enérgicos con su mano y rápidamente me bajó el pantalón y las bragas de un tirón. No me atrevía a decirle nada, porque sinceramente y vuelvo a repetir, que por primera vez en la vida, sentía que él tenía razón. Me azotó con la mano en mi trasero hasta que se me puso colorado y me dijo que me levantara. Me levanté de sus rodillas y fui a subirme el pantalón pero me lo negó porque aún el castigo estaba empezando.

Se dio media vuelta, encendió la televisión para enmascarar el sonido a los vecinos de lo que iba a venir, cogió la regla de madera y me hizo que apoyara mis manos en la cama, dejando mi trasero a su total disposición. Estúpida y condenada regla!! Dolía muchísimo y más que golpeaba con mucha fuerza, porque se notaba que estaba enfadado de verdad y quería que la lección quedase bien grabada. En un par de ocasiones, puse las manos en mi trasero y la respuesta fue la esperada, me golpeó la palma de las manos con la regla tanda de diez azotes en cada palma. No sé cuántos azotes cayeron, pero se me hizo eterno.

Después llegó el turno de la vara de madera, esta era hermana gemela que la regla, porque picaba muchísimo también la condenada. En uno de los azotes, le dije que por favor que no pegara tan fuerte, que me dolía mucho, que sentía todo lo que había hecho, pero que bajara la intensidad. ¿A vosotros os hizo caso? Porque a mí, no.

Cuando vi que volvió a parar, supe que iba a cambiar de nuevo de instrumento, así que aproveché para tocarme el trasero y estaba muy hinchado ya. Aquí aprovechó para volverme a golpear en las palmas de las manos, porque no me había dado permiso para tocarme. Cogió la temida vara de plástico (temida sobretodo porque la última vez que la utilizó en mi cumpleaños, la recordaba con temor) y que volvía a doler muchísimo. Con cada azote, saltaba y me costaba mucho mantener la posición, con las manos apoyadas en la cama. Le volví a suplicar que parara o que lo hiciera más flojito, pero le daba igual, tenía en mente que aprendiera esa lección y lo iba a hacer. En unas de las ocasiones que dejé de guardar mi posición por los azotes, aproveché para darme la vuelta, mirarle a los ojos (intentando poner mi máxima cara de niña buena mezclada con cara de cachorrito abandonada) y le dije que tuviera más cuidado que me estaba doliendo muchísimo. Me volvió a obligar que adoptara de mi posición y siguió dando azotes a diestro y siniestro.

De repente, paró y  me preguntó que dónde estaba mi cepillo de madera. Le dije que no era necesario que lo utilizara que ya había sido suficiente y me volvió a preguntar muy serio y borde, así que con resignación le dije que estaba en el cuarto de baño. Odiaba el cepillo. De todos los instrumentos hasta ese momento para mí era uno de los peores… que equivocada estaba. Tras ese día, cambié de opinión totalmente. Cuando volvió, me dijo que el cepillo era más pequeño que la última vez, que si lo había cambiado por uno más pequeño para que me doliese menos. Como no estaba en predisposición de vacilarle más, porque tenía el culo muy dolorido ya, le juré que no, que era el mismo. Así pues, me tumbó de nuevo sobre sus rodillas, apoyados en la cama y me dio muchos azotes muy enérgicos y con un buen ritmo. Tengo que reconocer, que después del dolor de la regla y las varas, más el culo tan hinchado, no me dolió tantísimo el cepillo como solía recordar, pero eso no significa que no pataleara y me moviera, porque ya no sabía cómo ponerme para que me doliera menos. Da igual cuanto me moviera, que siempre acertaba en golpear las nalgas. Y cuando ponía la mano, golpeaba con más fuerza de nuevo para que no las pusiera más.

Posteriormente, llegó el turno del cinturón, que afortunadamente es un tipo de dolor diferente y después de haber probado la regla, parecía no doler tantísimo, aunque picaba también lo suyo. A estas alturas, ya no distinguía los azotes, simplemente me dolía todo el culo entero y más que varios azotes se escaparon hacia la parte baja de las nalgas y las piernas y otros a la parte alta y triplicaban el dolor obtenido ya. Los saltos que di, fueron innumerables, junto con las pertinentes súplicas. Le dije que por favor, que parara, que ya había pillado el mensaje, que me estaba haciendo daño de verdad y que le prometía portarme bien y no beber más alcohol.

Finalmente, los azotes cesaron y me dijo que me pusiera de rodillas mirando al rincón con las manos en la cabeza. Se me hizo eterno ese momento, me dolían los brazos de tenerlos en alto y más que me tuvo en esa postura casi 20 condenados minutos. Cuando se fue a la cocina a preparar la comida, aproveché para tocarme el culo y estaba más hinchado que nunca. Para intentar distraerme un poco (en lugar de pensar en mis fechorías para no hacerlas más), me puse a escuchar a “Los Simpsons”, que estaba echando un capítulo en ese momento. El tiempo tan largo de espera que a mí se me hizo eterno, me dijo que ya podía levantarme. Me levanté, me fui a la cocina y le dije que me perdonara, que sentía mucho todo lo sucedido. Me dijo que sí, que me perdonaba y nos dimos un beso. Le dije que me dolía mucho el culo y accedió a echarme crema hidrante, para mimarme un poco y como gesto de que me había perdonado ya.

Comimos una deliciosa comida preparada por Iván, ya que es un gran cocinero. Todo fue genial, aunque me sentía bastante dolorida al tener que permanecer sentada comiendo. Después de comer, decidimos echarnos una siesta y allí tirados en la cama y abrazados, pude notar su erección en mi culo, así que decidí complacerle. Nos besamos, nos acariciamos y como hacía muchísima calor, le desnudé. Yo me quedé en sujetador y en ropa interior. Tiré un cojín al suelo y me puse de rodillas frente a él,  mientras Iván permanecía sentado en la cama con su pene erecto. Mientras me miraba con ojos deseosos, le empecé a masturbar con una mano y me metí su polla en mi boca. Humedecí mis labios y recorrí mi lengua por su glande, por el tronco llegando hasta sus testículos. Le vi muy excitado, así que le dije que quería que se corriese en mi boca. Me quitó el sujetador para no marcharlo de semen, aumenté la velocidad de la mamada y se acabó corriendo encima de mí, mientras yo seguía de rodillas.

Después de este encuentro sexual, estuvimos haciendo turismo por Valencia. Vimos la ciudad de las ciencias y dimos un largo paseo por la ciudad hasta que se nos hizo de noche. Estuvimos cenando en casa, nos duchamos y mientras Iván estaba sentado leyendo las noticias en el ordenador, le abracé por detrás y le pregunté si le apetecía que yo fuera su sumisa mientras le iba besando el cuello. Meses antes, habíamos estado hablando sobre la posibilidad de jugar y establecimos nuestros límites infranqueables así como la palabra de seguridad. Sus ojos brillaron tras la proposición, ya que él se considera más amo que spanker y aceptó el trato.  Me ordenó que le lavase sus pies cansados, después de haberle hecho andar durante toda la tarde, después me hizo que se los lamiera con mucho cuidado, sin dejar un solo centímetro sin lamer, chupando dedo por dedo, las plantas, entre los dedos, todo esto mientras yo permanecía de rodillas en el suelo y él estaba sentado en la cama. Seguidamente, me ordenó que me desnudara, y que me tumbara en el suelo, con la cabeza apoyada en el suelo, mientras él ponía los pies sobre mi cara. Me levanté sin permiso y fui a beber agua de un vaso, y como castigo, Iván me ordenó que fuera a por un plato con agua, lo pusiera en el suelo y bebiera agua, como los perros, utilizando solo la lengua. Después de beber agua, metió uno de sus pies en el plato para que lo siguiera lamiendo de nuevo. Esto me pareció super humillante y tanto asqueroso, pero decidí aceptar lo que me propusiera durante el juego y no quería romper el encanto. Cuando terminamos, me puso a cuatro patas en el suelo y me utilizó para poner sus pies en mi espalda, como si fuera una mesita. Acto seguido, sacó de su armario unas cuerdas de Bondage y me ató de pies y manos, mientras yo estaba boca abajo. Una vez bien atada, cogió la vara de madera y me empezó a azotarme con ella por todo el cuerpo: pecho, brazos, abdominales, piernas, espalda, trasero y pies (debo reconocer que dónde más me dolió fue en las plantas de los pies). Después me metió su polla erecta en mi boca hasta la garganta para que le chupara bien. Después me soltó de los pies, dejándome las manos atadas a la espalda y me obligó a que le lamiera de nuevo el ano otra vez. Con todo esto, no bajó en ningún momento la erección de Iván. Después me puso de rodillas, me ordenó que sujetara con los dientes la vara y me hizo una foto en esa posición. Me soltó la cuerda de las manos, que parecerá una tontería, pero lo agradecí muchísimo ya que no era nada cómodo para los hombros tener las manos atadas en la espalda. Cogió la regla de madera y me dio 150 azotes en las manos. Me dijo que pusiera la mano para que me pegara con la regla y que si quería más, que la volviese a poner y cuando llevábamos 150, ya no podía más, ya que las manos me ardían, pero fue una experiencia agradable, saber que le estaba complaciendo y además estaba descubriendo hasta dónde llegaban mis límites. Después me volvió a poner las manos encima de la cama y me volvió a azotar bien fuerte en el culo con la regla (a pesar de que ya tenía las marcas del castigo que había tenido esa mañana). La verdad es que dolían muchos esos azotes, porque eran fuertes y porque era la segunda tanda en ese día, pero los intenté aguantar lo mejor que pude. Cuando los azotes terminaron, decidí poner un DVD del Kama Sutra en 3-D que me traje de mi ciudad y mientras lo veíamos tumbados en la cama, ambos empezamos a tocarnos. Cuando el tema subió de tono, Iván, me puso unos videos de Nacho Vidal y en la postura del perrito, me cogió fuerte del pelo y me empezó a penetrar de forma violenta. Me encantó notar como chocaban sus testículos contra mi vagina, tan fuerte, tan dominante. Le dije que me penetrara en el misionero, que quería correrme, y así lo hicimos y ambos nos corrimos con mucho gusto, mientras seguía sonando Nacho Vidal de fondo. Nuevamente, se nos hizo muy tarde y acabamos durmiendo plácidamente, a pesar del calor, pero antes de dormir, me volvió a echar crema hidrante en el culo que para entonces ya tenía bastantes marcas.

La mañana siguiente, la dedicamos a hacer turismo, subidos en el autobús turístico típicos de los guiris, tomamos horchata de chufa y paella valenciana, además aproveché para comprar un par de souvenirs. Volvimos a casa, terminé de hacer la maleta ya que en pocas horas me volvería a mi ciudad y nos dormimos una siesta, por el agotamiento de toda la mañana haciendo turismo. Faltaba media hora para irnos a coger el metro de camino hacia el aeropuerto y yo no me quería despertar de la siesta. Iván, intentó despertarme por las buenas y como no le hacía caso y además estaba boca abajo durmiendo (obvio, teniendo en cuenta el estado de mi trasero), me amenazó con coger la regla si no me levantaba. No le hice caso a su amenaza y dos minutos más tarde, me subió el camisón del pijama y me empezó a azotar de nuevo. Al quinto azote, ya estaba despierta y de pie fuera de la cama. Decidimos tener un spanking de despedida y de recordatorio para que me portase bien y estudiara en serio para el examen, pero este sería especial. Cogió el cinturón, me puso las manos en el borde de la cama, me bajó el tanga y empezó a azotar tan fuerte y rápido como pudo durante 20 minutos. El trato era que me estaría pegando con el cinturón hasta que dijese la palabra de seguridad y así fue. Lo cierto, que este castigo de recordatorio fue idea mía, que se la comenté antes de quedarnos dormidos en la siesta, así que cuando el castigo comenzó tuve que hacerme la valiente. Quería saber dónde estaban mis límites y siendo este es el tercer castigo en dos días, podría comprobarlo. Cayeron muchos azotes, más de 300, ya que fueron muy rápidos y no puse la mano para que parase. Hubo un momento, de que a pesar de que dolían muchísimo, pude concentrarme en mi respiración y los azotes se hicieron mucho más llevaderos, a pesar del dolor. Iván, tras ver el estado de mi culo, me advirtió de que dijera la palabra de seguridad, que después me iba a arrepentir en el avión, así que, le dije la palabra, además de que iba subiendo en intensidad la fuerza de los azotes y me estaba costando muchísimo ya aguantarlos sin llorar. Me puso más crema y me hizo un par de fotos de mi trasero, para recordar lo vivido y nos abrazamos. Me vestí rápidamente y nos fuimos hacia el aeropuerto. Nos despedimos con un beso ante el control policial del aeropuerto valenciano y me volví a mi ciudad. El camino de vuelta, sentada, se me hizo bastante largo por el dolor del trasero, pero muy gratificante al recordar todo el fin de semana tan fantástico que había pasado.

 

 

 

 

0 comentarios