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Relatos de azotes

“…siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda… muy corta!”

Autora: Ana K. Blanco

Ella estaba preparada para salir. Tomó su cartera, los papeles y las carpetas que creyó necesarias, se miró al espejo por última vez y con paso firme como era su costumbre, salió a la calle.

Estaba enojada! Cómo se atrevía ese hombre, por muy inspector que fuera, mandarle semejante notificación por las supuestas faltas y carencias en las que, según él, incurría su negocio. Faltaba más!! Eso era poco menos que un insulto! Ella, que tanto esmero ponía para que estuviera todo impecable, perfecto, sin faltas de ninguna especie, y este “tipo” le decía que su empresa era un desastre! Calificativos de toda naturaleza cruzaron su cabeza pensando en aquel hombre.

Tan concentrada iba en sus pensamientos que no percibía las miradas de cuanto hombre se cruzaba con ella por la calle. Era bastante alta para el estándar de estatura de una mujer, y además, bastante grande y robusta, sin ser gorda. Rubia, con rulos que caían sobre sus hombros y espalda. Los pechos acordes al resto del cuerpo: enormes! Y ella no se preocupaba por disimularlos. Su cintura y sus caderas eran bien proporcionadas. Sus nalgas sobresalían y las piernas… eran su orgullo y hacía lo posible porque todos se dieran cuenta. Bueno, con semejante tamaño de mujer, imposible que pasara desapercibida!

Había decidido vestirse con una falda negra, bastante corta, una blusa blanca y chaqueta con pequeños cuadros blancos y negros. Los zapatos eran negros con un alto tacón que no le importaba usar a pesar de su estatura, pues sabía que sus piernas se lucirían más. Un maquillaje suave y discreto con un brillo especial en sus labios, que por su forma de corazón y su tamaño, daban ganas de besarlos con solo verlos. El perfume puesto en lugares estratégicos permitían que dejara una estela con el delicioso aroma por donde caminaba.

Pero esta vez, camino al Ayuntamiento de la ciudad, Cristina no veía nada, ni nada le importaba excepto enfrentar a ese hombre. Ya lo pondría en su lugar! Y que ni soñara que iba a pagar esa cifra exagerada por la multa que él había puesto! Sí, estaba enfada de verdad. Y no veía nada, o mejor dicho: veía todo negro debido a su ira y a su enojo.

Entró al Ayuntamiento y dejó al portero con la boca abierta, mirándola como embobado al verla pasar a su lado como un relámpago. Se dirigió a la Sección de Inspección General y solicitó hablar con el Director. Pensaba denunciar ante él, el jefe, a este Inspector que se la había tomado con ella. Entregó a el empleado de la oficina la tarjeta con su nombre, cargo y datos de la empresa. No tuvo que esperar mucho, casi inmediatamente la hicieron pasar a un despacho sencillo pero con todas las comodidades, hasta un sillón enorme que llamó poderosamente su atención. Para qué querrían un sillón tan grande en una oficina? Nunca imaginó qué pronto lo averiguaría!

El director estaba de espaldas a ella y la dejó parada, sin darle importancia, por unos minutos que a ella se le hicieron eternos. Cuando se dio vuelta, Cristina no lo podía creeer!! Sí, era el Inspector!

- Pe… pero… pero… usted!!- casi gritó sin salir de su asombro.
- Buenas tardes señora. Vino a pagar la multa por todas las irregularidades cometidas por su empresa?
- Por supuesto que NO! Venía a denunciar al inspector que no sé porqué motivo se ensañó conmigo, pero… ya veo que es imposible! Qué le pasa señor Director? No gana lo suficiente que tiene que hacer horas extras como Inspector?

No hacía ningún esfuerzo para ser sarcástica. Le salía casi naturalmente cuando quería herir a alguien.

- No señora, mi sueldo es suficiente como bien para vivir, pero no tengo problemas en hacer tareas de menor rango cuando es necesario. Como por ejemplo, inspeccionar empresas a cuyo frente hay personas… difíciles.
- Está usted hablando de mí? Me está diciendo que soy una persona difícil?? –La ira se le escapaba por los ojos y sin darse cuenta estaba elevando la voz más de la cuenta debido a su enojo.
- Le recuerdo señora que no está usted en su casa, sino en MI oficina, por lo tanto le exijo que baje la voz. Y sí, le estoy diciendo que es usted una persona muy difícil de tratar, y yo he recibido varias quejas de diferentes inspectores respecto a su persona, por lo que resolví visitarla yo mismo y comprobar qué sucedía. Y sin salirme para nada de las reglamentaciones vigentes, labré el acta correspondiente a las anomalías que detecté. Simplemente fui estricto y no tuve ningún tipo de contemplación con usted. Apliqué el código de forma rígida, pero legal, sin salirme en ningún momento de la reglamentación. Quizás así entienda cómo debe de comportarse usted ante el resto del mundo y mostrar un mínimo de respeto por el prójimo.

Cristina no podía creer lo que oía. Sin saber qué hacer se sentó en la silla que estaba frente al escritorio.

- Y a quién le ha pedido usted permiso para sentarse? O quién se lo ha dado? Levántese inmediatamente!
- Es usted un maleducado!
- Yo señora?? Porqué? Por no permitirle que me lleve por delante como lo hace con todo el mundo? No! Conmigo no tendrá esa suerte!

Hablaba con un tono severo. Cristina no estaba acostumbrada a que le hablaran en ese tono, sino utilizarlo ella con los demás. Recién en ese momento reparó en el hombre que tenía delante: de unos 50 y pocos años, canoso, sumamente atractivo para su edad, altísimo y de contextura grande, como para meter un poco de miedo… pero ella no se iba a dejar vapulear ni siquiera verbalmente por aquel hombre! Decidió cambiar de táctica y de actitud, pero sin perder su altanería.

- Bien. Dígame qué es lo que pretende que haga.
- Muy simple señora: pague la multa y a otra cosa. Y no me haga perder más tiempo. Tengo mucho para hacer.

No lo podía creer!! No encontraba argumentos para luchar! Ella, que se sabía todos los trucos para salirse con la suya, esta vez estaba perdida! Había algo en ese hombre que la atraía en forma poderosa. Le excitaba la forma en que la trataba, aunque también la enojaba. Nadie se había atrevido jamás a decirle las cosas de aquella forma tan… grosera! Qué podría hacer? No tenía el dinero para pagar la exorbitante multa que le había impuesto aquel despreciable individuo.

- Es que… no tengo el dinero para pagar la multa! Es… demasiado elevada!
- No, no lo es. Es estrictamente lo que marca la reglamentación.
- Pero… es mucho! No tengo tanto dinero!
- Consígalo! Ese no es mi problema.
- He pedido mucho dinero últimamente y… no tengo crédito.
- Puede hacer un convenio de pago con el Ayuntamiento. Están dando facilidades para los grandes deudores.
- Ya tengo un convenio por otro motivo, y solo permiten un convenio a la vez…
- Le repito: no es mi problema!! Retírese de una vez y déjeme en paz.

Él la miraba por el rabillo del ojo. Sabía que la tenía en sus manos y eso lo ponía feliz y le daba un aire de vencedor que casi no podía disimular. La miró: estaba a punto de estallar en lágrimas, pero sabía que no lo haría… todavía!

- Ayúdeme! No sé qué hacer.

La miró con cierto desprecio. Gozaba al sentir su poder por encima de aquella mujer que en ese momento había dejado a un lado la altanería. Pero no era suficiente para él.

- Eso fue una orden o una súplica?? Es difícil ayudar a las mujeres como usted.
- ¿Cómo yo? Qué quiere decir con “como usted”? Cómo soy yo?
- Usted señora, es como la mujer que describe Sabrina en su canción “19 días y 500 noches”.
- Ah, sí? Y cómo es esa canción? Qué dice?
- Dice que la mujer de la cual está hablando “…siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda… muy corta”- Y bajó su mirada hasta aquellas piernas que lo habían enloquecido desde la primera vez que la vió y decidió planificar todo esto. Le tendió una trampa y ella cayó sin remedio.

Se detuvo un momento a contemplarla con más detenimiento, porque no había cesado de observarla y gozar su presencia desde que apareció con su aire altivo por la puerta de su oficina. Sí, quizás no fuera la mujer más bella del mundo, pero… tenía un atractivo especial, un brillo diferente, un carácter fuerte y dominante al que él se había propuesto cambiar. Era todo un reto el vencerla y él tenía todos los ases para ganar.

- Está bien, -dijo ella- Es verdad. Soy así! Pero también es verdad que no tengo el dinero para pagar, y quiero saber si puede darme usted alguna solución.

Sí, así la quería, aunque aún más derrotada. Pero iba por buen camino.

- Vea señora, tiene dos posibilidades. Una, es pagar la multa y asunto arreglado. O, si no tiene el dinero, le puedo dar una segunda opción que sólo depende de mí. Podría suspender la multa, pero no sé si usted estaría dispuesta a hacer lo que le mande y sin chistar.
- Usted sabe que no tengo opción. Dígame qué tendría que hacer.

Se sonrió, ahora sí con toda soltura. El triunfo sobre esa altiva mujer le daba un brillo especial a sus ojos. Sin dejar su aire burlón le espetó:

- Cambiar la canción de Sabina.
- ¿¿Cómo?? No comprendo!

- Simple: quiero que en vez de tener la frente muy alta como hasta ahora, que la baje. Que cambie su lengua tan larga por una que hable menos y con tono más respetuoso. Y, por supuesto, bajarle la falda que la lleva tan corta!

- Ah, sí?? Y cómo haría eso?
- Acepte y se enterará.

Nunca se había sentido tan humillada! Caramba con este tipo! La sangre hervía en sus venas y el color rojo de su rostro demostraba la ira e impotencia que sentía en ese momento.

Por un lado, sabía que tenía que pagar un dinero que le era imposible reunir. Por otro lado, aunque odiaba admitirlo, tenía cierta curiosidad por saber qué pensaba hacer este hombre con ella, y eso… la excitaba! Bueno, no tenía otra opción que no fuera ceder ante aquella proposición.

- Está bien. Acepto. Dígame qué tengo que hacer.
- No se apresure. Piense bien antes de contestar. Una vez que acepte no tendrá vuelta atrás, porque si no cumple veré la forma de triplicarle la multa! Y usted sabe que puedo hacerlo.
- Ya lo pensé y acepté. Y no le permito que dude de mí. Yo soy mujer de cumplir mi palabra. Hable!
- En primer lugar, cambie su tono al dirigirse a mí. No me ordene, no me mande, y pídame las cosas POR FAVOR!
- Lo siento… Por favor, dígame en qué consiste lo que tengo que hacer.
- Así está mejor. Le explico: he sacado algunas cuentas y la multa asciende a unos 2.500 dólares. Pues bien, yo le cobraré el 10% de esa cantidad en azotes en su hermoso trasero.
- Qué cosa?? Cómo se atreve a hacerme tal proposición?
- Serán 250 azotes con la mano.
- Eso no es justo!!
- Por supuesto que no! Es demasiado poco! Así que agregaré 100 azotes más con la regla, y 100 con el cinto.
- Pero…
- Y esto irá en aumento en la medida que siga protestando! Teniendo en cuenta que usted no ha recibido nunca azotes en su vida…
- Y qué sabe usted de eso??
- Señora… si hubiese usted recibido unos buenos azotes a tiempo, no sería tan desagradable y petulante como es ahora! Pero no se preocupe porque nunca es tarde, y aquí estoy yo para ponerla en su lugar!

Lo odiaba, lo odiaba con todo su ser! Pero era lo suficientemente inteligente como para no hacer comentarios que aumentaran aún más tan terrible castigo!

- Como le decía: debido a que es usted nueva en esto de recibir azotes, los repartiremos en 5 sesiones. Todos los jueves a esta hora, la esperaré aquí para darle su lección privada de buenos modales. Y comenzaremos hoy, por supuesto!

- Pero yo…
- Hoy recibirá 10 azotes más con cada uno de los instrumentos, mano incluída, para que haga las cosas como se le indican, en forma rápida y sin protestar!! Ahora, venga aquí. Ya! O quiere que se lo repita y aumente el castigo?

No sabía qué hacer ni qué decir, así que decidió obedecer. Él la condujo hasta el sillón, se sentó cómodamente y le indicó que se sacara la chaqueta y se pusiera boca abajo sobre sus rodillas. Obedeció sin decir nada, y él agradeció el tener piernas largas y fuertes como para soportar aquel tamaño de mujer. Ella también era alta y aquella posición no le resultaba nada cómoda a ninguno de los dos, así que él se sentó lo más para atrás que pudo y eso permitió que ella se acomodara a lo largo de aquel enorme sofá.

Su trasero estaba listo. Se veía enorme y redondo! La falda se había subido aún más debido a la postura y podía ver su bombachita de encaje blanco. Estaba tan excitado con aquella visión que no pudo evitar tener una erección mayúscula! De seguro que ella la sentía, pero no diría ni una palabra.

Pensó en darle los primeros golpes suaves y por encima de la ropa. En el fondo, no quería lastimarla sino darle una lección. Pero tenía un gusto que se quería dar… y lo hizo! Primero, sobó un poco aquellas nalgas que se notaban hermosas y túrgidas por debajo de la falda. Luego, sin dejar de sobarla con la mano izquierda, levantó su mano derecha y la dejó caer con la mayor fuerza de que fue capaz. La sorpresa y el impacto fueron tan grandes que… solo fue capaz de emitir un gemido seguido de un largo “aaayyyyyyy!!!”.

- Bien, estimada señora. Ya hemos comenzado a cumplir con el cambio de la primera y segunda parte de la letra de la canción. En la pose en que se encuentra en este momento, ya he logrado que no “tenga la frente muy alta”, sino que la hemos bajado bastante, verdad?? Jejejejejejeeeeee… Y creo que con esto también se le ha acortado la lengua… o no?

Y continuó asestando golpes con la mano, no demasiado fuertes, como para que se fuera acostumbrando. Y siguió, uno tras otro, con ritmo, hasta que llegó a veinte. Ella lo soportó bastante bien, aunque tenía los ojos llenos de lágrimas. La hizo que se pusiera de pie.

- Ahora quiero que se suba la falda y baje sus medias hasta la mitad de la rodilla.
- Cómo?
- Todavía le quedan 40 azotes con la mano, y a menos que quiera que sean más, le sugiero que se de prisa!

La vergüenza era grande, pero ya le ardía bastante el trasero como para enojar aún más a aquel hombre. Estaba avergonzada, sí, pero también estaba excitada como nunca soñó estarlo. Nunca imaginó que después de esos azotes estuviera esperando ansiosa el resto. Ese hombre sabía lo que hacía, y ella se dejaba hacer…

Se puso nuevamente sobre sus rodillas, se acomodó de forma tal que pudiera seguir sintiendo la erección de su verdugo, se aflojó y… sintió el primer azote en sobre su piel desnuda! Dolió! Ardió. Sintió escozor! Pero no pudo detenerse a pensar demasiado en ese azote porque antes de darse cuenta ya estaba sintiendo el otro, y el otro, y el otro, y… el dolor se le estaba haciendo insoportable. Todo su trasero ardía como una brasa encendida!

El Director estaba gozando al máximo! Por fin tenía a su merced a esta mujer y su adorable trasero! Estaba fascinado mirando cómo el color rosa fuerte que tenía cuando se puso en su regazo por segunda vez, se fue tornando cada vez más rojo. Él había tenido la precaución de ir esparciendo los golpes en forma pareja, para dejar todo ese hermoso y enorme culo de un color uniforme. Durante todo el rato siguió diciéndole cómo debía tratar a las personas, de ser más educada, de tener más respeto, etc. Y la mano seguía cayendo sin piedad… Plas! Plas! Plas…!

Cristina no soportaba ya ni un golpe ni una humillación más! No veía la hora de terminar. Le ardía su trasero y su orgullo estaba destrozado. Pensó que no podría sentarse por el resto de su vida!! Durante la golpiza había pataleado, se había movido y había tratado de poner sus manos para evitar algún golpe. Todo esto terminó cuando él la amenazó con aumentar la cantidad de palmadas…

- …y 60! Ahora párese! Y puede sobarse un rato mientras preparo el resto de su castigo.
- Ya no más, por favor!!!
- Señora, lo hubiera pensado antes de aceptar! Ahora, ya es tarde, aunque se puede ir cuando desee y pagar el triple de la multa… Es su decisión.

El Director sabía que no se iría. Por fin la tenía en sus manos, que aunque estaban dolidas y también le ardían por el efecto de los golpes, no pensaba dejar este castigo por nada. Quería ser un verdugo implacable con ella. Y lo estaba logrando.

- Ya estuvo bien de descanso! Acérquese aquí. Quítese la falda… y sin protestar!

Miró la enorme regla de madera dura que tenía en la mano, pero ya no tenía deseos de suplicar, sabía que era en vano. Tomó la posición que él le indicaba: las palmas de las manos apoyadas en la pared, los pies alejados como a un metro de ésta, las piernas algo abiertas, el trasero en pompa ofrecido hacía él como un regalo… y la lluvia de reglazos comenzó! Uno tras otro mientras sentía un enorme escozor por fuera y por dentro… una enorme excitación mojaba enteramente su entrepierna!!

Y finalmente sobre el sillón sintió la piel del cinto que su verdugo se había quitado de su pantalón y había doblado en dos para hacerlo estallar sobre aquella parte adolorida y machucada de su anatomía.

-Felicitaciones!! PLAS! Aquí comenzamos el cambio… PLAS!! de la tercera parte de la canción: PLAS, PLASSS, PLAASSSS!! Tendrá que alargar esa… PLASS! PLAS!! “falda muy corta”!

Cristina no comprendió lo que le decía hasta que los golpes comenzaron a caer sobre la parte baja de sus muslos y piernas. Quedarían marcas que si no quería que la gente lo notara, tendría que alargar su falda…

Cuando el castigo por fin terminó, él vino con una crema que pasó con todo cariño sobre sus nalgas tan maltratadas, mientras le decía:

- Bien, hemos logrado en esta primera sesión, lo que quería: bajar su frente, acortar su lengua y bajar su falda, porque tiene prohibido usar pantalones! Y para que se pueda sentar a gusto necesitará alrededor de 19 días, pero para aplacar la humedad que sentí en su entrepierna necesitará como… 500 noches!- le dijo con una sonrisa burlona y cierto tono de sarcasmo!!
- Recuerde señora: la próxima sesión será el jueves que viene a la misma hora. Más le vale que sea puntual o… necesito explicarle lo que recibirá a cambio de cualquier falla de su parte? No, no lo creo! Cuando hayan pasado los 5 jueves y su castigo haya sido cumplido, le daré todos los originales para que haga lo que desee con ellos. Eso siempre y cuando se cumpla la totalidad del castigo. Supongo que no se permitirá el lujo de faltar!
- No faltaré… -respondió ella con un hilo de voz que a él le sonó extraño, como con un dejo de picardía. Sería así? Solo Cristina lo podría responder…

FIN

5 comentarios

Celso -

Bastante picoso, sabroso, imaginativo... igual lo encontré por casualidad pero quedo muy interesado... felicidades...

vale -

excelente...ME HABRIA GUSTADO SER CRISTINA ME ENCANTA RECIBIR AZOTES

eva -

Buenísimo relato,lo encontré de casualidad,pero ha merecido la pena leerlo!
Qué excitante!
Felicidades a la autora.

Diego -

buenisimo y excitante...

Fer -

Magnífico relato, me gusta en todos los sentidos. Este cuento se convertirá en un "clásico" además con el estribillo de una de las canciones mejores que tiene Sabina.