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Relatos de azotes

El compañero

Autor: Mkaoss. 6 de marzo de 2.003

Menuda tarde aburrida estoy pasando. Cuentas, balances y estadísticas que no sirven nada más que para que el jefe se luzca en el Consejo de Dirección hablando de cosas que no entiende.

Y todos los días igual, uno tras otro, abriendo y cerrando cajones y archivos, como hace mi compañera. Hoy parece que está más alterada; se ha quedado ya dos días por la tarde, y parece que está nerviosa.
¿- Qué te pasa, Bárbara?

No hubo respuesta. Bueno, no me habrá oído. De vez en cuando la pasa. No quiere escuchar y por eso no quiere responder.

- ¿A que adivino lo que estás buscando?
- A que no, listo ¡-dijo ella de forma despectiva.
- Estás buscando algo que no encuentras, ¿a que sí?

Bárbara me echó una mirada de asco y dijo con rabia:
-! ¡Eres un idiota!
- Mira, Bárbara, si yo fuera tu marido te tumbaría en mis rodillas y te pondría el culo como un tomate.
Bárbara enrojeció al pronto y se quedó fijamente mirándome. Balbuciendo sus palabras, dijo:
- ¿De......verdad que....harías eso?
- Por supuestísimo. Creo que es lo que andas buscando y, claro, no lo encuentras, por que no lo pides.
- ¡Eso que te crees tú! Mira, tú y yo nos conocemos desde hace tiempo, y...tenemos confianza el uno con el otro. Lo que acabas de decir.... ¿lo decías en serio?
- Sí, totalmente en serio. No hay nada más sano que una azotaina en el trasero para que el ambiente se relaje.
- Ojalá fuera así mi marido- dijo en bajito, pero lo suficientemente alto para que lo oyera.
- Bárbara, amiga, cuéntame. Yo también te he contado cosas personales.
- Bueno. ¡Ahí va! Pero como te rías, te parto la cara.
- Entonces...no podré ponerte el culo colorao!
- ¡Y dale....! Pues bien...pues...que es eso...lo de la azotaina...AZOTES. ¿Me entiendes?
- ¡Sí, pero quiero que me lo digas tú!
- ¡Ah, no! ¡Así no tiene gracia! Él es el que tiene que adivinarlo.
- ¡Vaya! ¿Y porque los hombres no seamos adivinos, os pasáis la vida refunfuñando?

Bárbara no paraba de moverse, y cada vez estaba más nerviosa. Incluso se tocaba la falda como queriendo colocársela mejor. Y yo, cada vez más excitado.

- Oye- preguntó Bárbara- ¿Tú alguna vez.....alguna vez has azotado a alguna mujer?
- En sueños..... ¡A todas las que he podido!
- Ja, ja, ja, ja, ja. ¿De verdad que tú también estás en el OTK?
- ¡Oye!, eres una experta- dije con admiración.
- Psss ¡Se hace lo que se puede!

Nos quedamos mirándonos un rato y de sus ojos salía un brillo especial que nunca había detectado. Miraba como diciendo: ¿a qué esperas?

- Bueno, y ahora que conocemos nuestro secreto, ¿qué vamos a hacer?- pregunté ingenuamente.
- ¿Tú cómo estás?- preguntó
- Yo estoy.... que muero de ganas de azotarte el culo- la dije mirándola fijamente como ordenándola que acatara mi deseo.
- Es una locura. No puede ser....
- Bárbara, déjate llevar. Tienes que expresar tus sentimientos. Yo ya lo he hecho, y me siento mucho mejor. Sé que tú no me vas a hacer daño y tú sabes que yo tampoco te lo haría. En la escena OTK, al principio, debes de forzar un poco la situación. ¿Qué quieres ser? :
¿Una niña malcriada con papi o con maestro? ¿Una jovenzuela gamberra con poli? ¿Una esposa incordiona? ¿Una amiga impuntual? ¿Una secretaria que se equivoca más de la cuenta ?.......

Bárbara no daba crédito a mis palabras y cada vez sus ojos parecían más grandes, como si estuviera disfrutando ya de los azotes.

- ¿Tú crees que haríamos bien?- preguntó.
- Sí, ¿por qué no? Conocemos a nuestras parejas y sabemos qué es lo que da cada uno. ¿Cambiarías a tu pareja sólo por que no sea spanker? La mía, por desgracia, no es spankee, pero no la cambiaría por nada.
- No sé. Lo tengo que pensar.
- ¿Tú se lo has dicho a Javier?
- No
- Pues díselo, anda.
- Y ¿tú a la tuya?
- Sí, y me ha dicho que no, pero por eso no la voy a dejar. Sin embargo, no renuncio a mis gustos. Si tienes las cosas claras no tiene que haber problemas. El OTK está por encima del amor, y si estuviera dentro, sería el paraíso. Ahora bien, ¿cuántas parejas conoces que sean tal para cual? Yo, a muy poquitas, por no decir a ninguna.
- Vale, pero sin implicación sexual- dijo ella.
- ¿Sexual? ¿Por quién me has tomado? Cómo bien habrás leído, si te interesa tanto el OTK, la azotaina es el arte del azote: es una técnica de estimulación, de juego, de masaje, de fantasía....donde ambos se entregan y se dan al mismo tiempo, con total libertad, con un respeto absoluto a los términos y límites pactados. ¿En cuántas películas de spanking acaban en la cama? En poquitas, por no decir ninguna.- dije yo enfadado- ¡Bueno, espera! Yo no necesito convencerte, por que tampoco necesito zurrarte. La que lo necesitas eres tú. Tú quieres ser zurrada para sentirte amada, deseada, cuidada, vigilada, estimulada.... y todas las “hadas” que quieras, por que en el fondo eres una “hada”.

Bárbara agachó la cabeza y preguntó:

- Si yo fuera tu mujer, y hubieras decidido darme una paliza por lo que había hecho, dime ¿cómo desarrollarías la escena?
- ¡Ay, mi amiga! Fíjate bien: Imagino que tu comportamiento había sido horrible, tan horroroso que tu paciente marido, fuera de sí, no puede controlar su respeto y te piílla “ in fraganti “, te hace ver lo fatal de tu conducta y te diría lo apenado que estaba por su relación contigo, que debería de pensar si le merecía la pena seguir al lado de una mujer tan descuidada, perezosa e irresponsable; te diría tales cosas que tú te verías obligada a pedirle y suplicarle que te perdonara, por que si no, le perderías; que harías cualquier cosa que él te pidiera. El te recordaría todas las veces que te perdonó y las veces que te volviste a portar mal. Tú, al final, le pedirías una última oportunidad y él te diría que no, que no habría otra oportunidad a menos que aceptases un serio castigo que te hiciera ver las cosas de otra forma.
- ¿Un castigo ?...... ¿Qué tipo de castigo?
- Justamente el que se merecen las niñas traviesas como tú: una buena azotaina en el trasero desnudo, hasta ponértelo como un tomate.

Ella se quedaría pensando entre excitada y rebelde de sucumbir.
- Mañana cuando vuelva de trabajar, quiero encontrarte vestida como una pequeña colegiala: nickie blanco, faldita corta, calcetines hasta la mitad de las piernas, zapatos bajos de cordón y el pelo recogido en dos coletas.
- Jooo!...-protestaría ella dando un zapatazo en el suelo.

Al día siguiente, cuando estuviera en la oficina, la llamaría por teléfono y la recordaría lo que iba a suceder por la tarde, que se lo fuera pensando y que, aunque se arrepintiera y pidiera que la perdonase, no se libraría de la zurra que la iba a dar. Ella lloriquearía y pediría nuevamente perdón. Yo la colgaría el teléfono con un firme. “Tú te lo has buscado “.

De vuelta a casa intentaría relajarme lo más posible, a fin de estar tranquilo cuando actuara.

Cuando entrase, ella estaría esperándome en el pasillo.

Hola, Bárbara, veo que ya estás preparada.

Iría a la habitación, me quitaría la chaqueta y vaciaría los bolsillos de mi pantalón, de las llaves y monedas.

- Vamos al salón - Me sentaría solemne en el sillón y haciéndola permanecer de pie, con los brazos a ambos lasos, la diría:

- Mira, Bárbara. Desde hace algún tiempo vienes portándote como una niña malcriada, haciéndome rabiar y dándome la lata en las cosas más elementales. No sé a qué se debe, pero parece como si estuvieras diciéndome: ¡venga!, ¿a ver si te atreves? Pues bien, claro que me atrevo y te lo voy a demostrar ahora mismo. ¿Tienes algo que añadir a tu favor?

-No- diría ella compungida y llorosa, mirando hacia el suelo, con las manos unidas por delante de su cuerpo, medio encorvado.

- Muy bien. Pues ¡vamos allá! – Me levantaría y colocaría una silla sin brazos en mitad del salón. Me enrollaría las mangas de la camisa y me soltaría el nudo de la corbata. Sentándome en la silla, la indicaría que se tumbase en mis rodillas.

-Vamos. Ya sabes lo que tienes que hacer- Y si opusiera resistencia, la cogería de la muñeca y la tumbaría yo mismo.

Dedicaría unos momentos para ponerla en la mejor posición posible. La cabeza baja, las piernas estiradas, el culo prominente. Al llevar falda corta, el inicio del trasero y la insinuación de las bragas sería evidente, por lo que los primeros azotes aplicados caerían tanto en la falda como en los muslos.

Al principio ella mantendría la postura, pero a medida que los azotes arreciasen, la falda se subiría y el bamboleo de sus nalgas me indicaría que era hora de levantarla del todo las faldas. Ella protestaría pero se dejaría hacer ya que tampoco su trasero se habría calentado lo suficiente.

Con fuerza, reiniciaría la azotaina, cada vez más fuerte, aumentando la velocidad según fuera controlando el golpe. Ella empezaría a moverse incómoda y a proferir ligeros “ayes” de dolor.

Ya basta, ¿no? ¡Déjame en paz, ya!- pediría ella.

¿Dejarte? Si no he hecho nada más que empezar. Es hora de bajarte las bragas.

Y de un tirón se las pondría abajo del todo.

No sé de donde sacaría las fuerzas, pero los azotazos que la cayeran, retumbarían en la habitación, y a cada golpe, rebotaría mi brazo para el siguiente azote.

Ella ya tendría el culo colorado, estaría llorando, y las bragas se la habrían caído hasta los tobillos de tanto patalear y suplicar que parase la zurra.

Como no se estaría quieta, la cambiaría de postura, la tumbaría sobre mi pierna izquierda, bloqueando sus piernas con mi pierna derecha. De esa forma la inmovilidad es casi absoluta, el trasero queda más elevado y redondo, ya que se obliga a que el cuerpo se arquee mucho más.

En esa postura, los movimientos de la pelvis de arriba abajo, realizan un corto recorrido, asemejando claramente una cópula, aumentando la fricción de los cuerpos que, juntamente con la sangre acumulada en la zona, favorece la excitación sexual.

Mi mujer bañada en lágrimas y gritos de dolor, entrecortaría su respiración que se volvería profunda y jadeante, pronunciándose los movimientos de caderas y quedando un instante en la tensión máxima del orgasmo. Ahí sería cuando me daría cuenta de todo el engaño, y entonces, reduciría la severidad de la zurra y llevaría dulcemente mi mano a las zonas castigadas para concentrarme en la zona anal y vulvar, y consolarla con besos y caricias.

Hasta que no se hubiera tranquilizado del todo, no dejaría de cuidarla diciéndola dulces palabras:

-No has sido sincera conmigo, Bárbara. No hacía falta que chocaras el coche, ni que quemases la comida, ni que estropearas el informe de mi trabajo, ni que dejaras de abonar el recibo que debíamos. Tan solo tenías que haberme dicho lo que realmente querías. ¿De acuerdo?

Sí, cariño- diría ella, estando ya de pie y frotándose el culo.

- Bien. Ahora quiero que estés de cara a la pared durante 10 minutos. El tiempo que necesito para ponerme cómodo y volver a estar contigo. Esta vez como tu marido.

¿FIN? (Ya veremos)

mkaoss. 6 de marzo de 2.003

6 comentarios

MARIA -

PUES A MI ME A ENCANTADO,ME GUSTARIA QUE ME ZURRARAN A MI,LA VERDAD QUE LO NECESITO,SOY BASTANTE MALCRIADA,PERO ME DA VERGUENZA PEDIRLO A MI ESPOSO

PEDRO -

Pues, soy un desgraciado, muchas veces, me encuentro con un policía local, fuerte, viril, con unas manos enormes.
Que me figa con su voz de trueno: Nene, ven aquí, quiero ponerte el culo como un tomate, con mi mano.
Que ponga delante de mis ojos su mano, grande, fuere, dura.
Sentir que me alza por los aires, me baja los pantalones y los calzoncillos. y comienza a pegarme en el culo, hasta dejarmelo como un tomate.

damanegra -

me a parecido un relato genial

giinca -

m a excitado muximo pro es mejo k uses el indicativo cmo dice jano

candi -

lo considero un maltrato físico, incluso una infravaloracion de la mujer, por lo tanto , y en contra de la violencia de género, considero repulsivo tu relato

Jano -

Te deseo que puedas dejar de usar el condicional "haría", "diría", "azotaría", etc., para utilizar el indicativo "zurro", etc.
Qué la Fuerza te acompañe.
Una descripción muy bonita de la situación.
Abrazos.