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Relatos de azotes

Entrenamiento

Entrenamiento Enfundada en su kimono blanco, hace ejercicios de elasticidad sobre el tatami separando sus piernas en un ángulo de 180º. Mira a su entrenador con aire desafiante inmersa en su propio enfado. Algo ha dicho él que no le ha gustado.

Comienza la clase y, poco a poco, en distintos momentos, su expresiva cara denota a las claras su descontento por las órdenes recibidas.

Está en la primera fila como corresponde a su condición de cinturón negro, donde sus expresiones no pasan desapercibidas al entrenador.

A medida que el tiempo pasa, su irritación y enfado aumentan, hasta el punto de que, contra todas las normas, lo manifiesta en voz alta.

Por toda respuesta, él desata su largo cinturón y, con un movimiento de va y ven, lo estrella en el culo de Ada. Esta, dando un respingo, se dirige al hombre de forma airada.

Un nuevo latigazo se estrella en su cuerpo haciéndola saltar. A éste le siguen otro y otro ante la mirada expectante del resto de los participantes en la clase. No es la primera vez que esta escena ocurre, bien con Ada como protagonista, bien con otros.

Ante las insistentes protestas de Ada que no ceja en su actitud agresiva, deja a cargo del entrenamiento a uno de sus ayudantes y, sujetándola con fuerza se la lleva al cuarto contiguo donde se encuentra guardado el potro de gimnasia. Allí, la obliga a ponerse sobre el aparato, no sin antes, y a pesar de la resistencia, bajar su pantalón hasta las rodillas.

Sin preocuparse por el ruido que pueda llegar a los otros, con el cinturón doblado, y siempre sin articular una sola palabra, lo descarga con firmeza sobre las nalgas desnudas de Ada quién, indefensa ante la mayor fuerza del entrenador, patalea y se retuerce sin parar. El sigue descargando el cinturón sobre el ya enrojecido culo de la joven sin hacerse eco de sus quejas e incluso amenazas.

Poco a poco, los esfuerzos de Ada por zafarse del castigo dan lugar a gemidos y a frotar una pierna contra la otra.

Cuando vuelven a la sala de entrenamiento, Ada aparece con la cara roja de vergüenza y acariciándose disimuladamente el culo.

El resto de la clase transcurre sin más quejas.

Al finalizar, el entrenador (su amante) y Ada entran en el coche de él, donde continúa la paliza que tan bién merecida tenía por su insubordinación y mal ejemplo para sus compañeros, con el culo bien expuesto a los azotes e, incluso, a la mirada curiosa de los paseantes.

Lo cierto era que, Ada disfrutaba de estas situaciones que ella misma provocaba, sabiendo cual era el resultado final : su culo, al rojo vivo.

Ya en casa, los azotes eran sustituidos por caricias y orgasmos múltiples de ella entre gemidos de placer y miradas apasionadas.

Yo, el entrenador.

Firmado Jano

1 comentario

Patty -

Me encantó la historia!! Y más que yo también hacía artes marciales y tenía un sensei muy estricto.

Felicidades :)